En este envío, un texto que no tiene prácticamente ninguna indicación de tipo teórica. Es más bien, un plan de acción y de organización de los destacamentos de combate que habrán de conformar el ejército revolucionario. Lenin postula la necesidad de desarrollar tareas preparatorias y militares, aún antes de la insurrección, con la intención, también, de preparar a los futuros cuadros políticos - militares. Lenin también sostiene la necesidad de enfrentar físicamente a las centurias negras, la fuerza de choque paraestatal del zarismo ruso.
Tareas de los destacamentos del ejército revolucionario.
1) Acción militar independiente.
2) Dirección de la multitud.
El número de componentes de los destacamentos puede ser vario, comenzando por dos o tres personas. Los destacamentos deben armarse por sí mismos y con lo que puedan (fusil, revólver, bombas, cuchillos, puños de hierro, garrotes, trapos impregnados de kerosene para provocar incendios, cuerdas o escalas de sogas, palas para construir barricadas, minas de piroxilina, alambres de púas, clavos -contra la caballería-, etc. etc.) En ningún caso se deberá esperar la ayuda indirecta, de arriba, de afuera; todo deberá esperar la ayuda indirecta, de arriba, de afuera; todo deberá obtenerse por medios propios.
Los destacamentos, en la medida de lo posible, deben estar compuestos por personas que sean vecinas o que se vean con frecuencia, regularmente y a horas determinadas (lo mejor sería tener en cuenta ambas condiciones, ya que los contactos regulares pueden ser interrumpidos por la insurrección). Su tarea consiste en disponer las cosas de modo que en el momento más crítico, en las circunstancias más imprevistas, puedan reunirse. Cada destacamento, por lo tanto, deberá elaborar por anticipado los métodos y procedimientos para la acción común: señales en las ventanas, etc., para encontrarse con mayor facilidad unos con otros; silbidos y gritos convencionales para identificar a los camaradas entre la muchedumbre; señales convencionales en caso de encuentros nocturnos, etc., etc. Toda persona enérgica, con dos o tres camaradas podrá elaborar una serie de normas y reglamentos de este tipo que es necesario establecer, estudiar y ejercitar para su aplicación. No debe olvidarse que en el 99% de los casos los acontecimientos nos tomarán de imporviso y nos veremos obligados a reunirnos en condiciones sumamente difíciles.
Los destacamentos pueden desempeñar aun sin armas, una importante función: 1) dirigir a la muchedumbre; 2) asaltar en un momento propicio a un guardia municipal o a un cosaco que hubiera quedado rezagado de los suyos (caso ocurrido en Moscú), etc., etc., y quitarle el arma; 3) rescatar a los detenidos y heridos en casos en que haya poca policía; 4) ubicarse sobre los techos de las casas, en los pisos altos, etc., y apedrear a las tropas, arrojarles agua hirviendo, etc. Un destacamento que emplea de manera homogénea y organizada su propia energía, constituye una fuerza enorme. En ningún caso se debe renunciar a la formación de un destacamento o diferirla con el pretexto de la falta de armas.
Los destacamentos deben, en lo posible, distribuir las funciones por anticipado y, eventualmente elegir su jefe, su comandante. Sería insensato, por supuesto, caer en el juego de la asignación de grados; pero no debe olvidar la enorme importancia de una dirección uniforme, de acción rápida y decisiva. La decisión, el empuje, constituyen las tres cuartas partes del éxito.
Inmediatamente después de su instrucción, los destacamentos deben darse un trabajo multiforme, de ninguna manera sólo teórico, sino necesariamente también práctico. Por trabajo teórico entendemos el estudio de la ciencia militar, la familiarización con los problemas militares, conferencias sobre cuestiones militares, la invitación a familiares (oficiales, suboficiales, etc., etc., inclusive los obreros que han sido soldados) a participar de conversaciones, lecturas, análisis y asimilación de folletos ilegales y artículos de periódicos sobre lucha de calles, etc., etc.
Insistimos: los trabajos prácticos deben iniciarse sin demora. Se dividen en operaciones preparatorias y militares. Entre las operaciones preparatorias se incluyen la captura de cualquier tipo de armas y proyectiles, la búsqueda de casas adecuadas por su disposición para combates callejeros (adecuadas para la lucha desde los tejados, para depósitos de bombas, piedras, etc., de ácidos para arrojar sobre los policías, etc., etc., así como como también para alojar los mandos, reunir informaciones, resguardar a los perseguidos, asilar a los heridos, etc. etc.) Además se entienden por trabajos preparatorios las operaciones inmediatas de identificación y de reconocimiento: averiguar los planos de las cárceles, de los puestos de policía, de los ministerios, etc., conocer la distribución del trabajo en las instituciones del Estado, en los bancos, etc., las condiciones de su defensa; tratar de establecer vinculaciones que puedan reportar utilidad (empleados de la policía, de bancos, de tribunales, cárceles, correos, telégrafos, etc.); conocer la ubicación de los depósitos de armas, todos los comercios de armas de la ciudad, etc. Hay aquí trabajo en cantidad y de todo tipo en los cuales pueden reportar gran utilidad aun aquellas personas que no son aptas para la lucha callejera, aun los más débiles, las mujeres, los adolescentes, los viejos y demás. Es necesario tratar de incorporar, ahora mismo, en los destacamentos, obligatoriamente y sin excepciones, a todos los que quieran participar en la causa de la insurrección, puesto que no hay ni puede haber persona alguna deseosa de trabajar que no aporte alguna utilidad, aunque carezca de armas, incluso si personalmente no es apta para la lucha.
Por lo tanto, en ningún caso debemos limitarnos a la acción preparatoria; los destacamentos del ejército revolucionario deben pasar cuanto antes a la acción militar en con el fin de: 1) ejercitar sus fuerzas de combate; 2) conocer los puntos débiles del enemigo; 3) infligir al enemigo derrotas parciales; 4) libertar a los prisioneros (detenidos); 5) captura de armas; 6) captura de medios para la insurrección (confiscación de dineros del Estado), etc., etc. Los destacamentos pueden y deben aprovechar toda oportunidad para un trabajo activo y de ninguna manera postergar las tareas hasta la insurrección general, puesto que, sin una previa prueba de fuego, no es posible adquirir experiencia para la insurrección.
Por supuesto, todo extremismo es malo: todo lo bueno y útil llevado al extremo, inevitablemente llega a convertirse, cando pasa un cierto límite, en malo y perjudicial. Un terror diminuto, desordenado, no preparado, cuando es llevado al extremo, sólo desmenuzará y desperdiciará las fuerzas. Esto es cierto, y por supuesto no debe olvidarse. Pero por otra parte, en ningún caso debe olvidarse que ahora ya está dada la consigna para la insurrección, la insurrección está en marcha. Comenzar el ataque cuando existen condiciones favorables no es sólo un derecho sino una obligación de todo revolucionario. Matar a los espías, a los policías, a los gendarmes, volar las seccionales de policía, liberar a los detenidos, extraer del gobierno los medios pecuniarios para emplearlos en las necesidades de la insurrección: estas operaciones ya se están llevando a cabo en todas partes, dondequiera que estalle la insurrección, en Polonia y en el Cáucaso, y todo destacamento del ejército revolucionario debe estar dispuesto para realizar inmediatamente operaciones semejantes. Cada destacamento debe recordar que al dejar pasar hoy una ocasión favorable que se le presente para operaciones de este tipo, será culpable de inactividad imperdonable, de pasividad; y una culpabilidad tal constituye el más grande delito que pueda cometer un revolucionario en época de insurrección, la mayor vergüenza para todo el que brega no de palabra, sino de hecho, por la libertad.
Con respecto a la composición de estos destacamentos puede decirse lo siguiente: el número aconsejable de miembros participantes y la distribución de sus funciones lo indicará la experiencia. Pero es necesario comenzar a elaborar por nosotros mismos esa experiencia, sin esperar indicaciones de afuera. Naturalmente, se deberá solicitar a la organización revolucionaria local el envío de un revolucionario - militar para que pronuncie conferencias, realice conversaciones, dé consejos, pero a falta de él, es absolutamente necesario hacerlo por nuestra cuenta.
En cuanto respecta a las divisiones por partido, es natural que los miembros de un partido prefieran reunirse en un mismo destacamento. No obstante no es conveniente poner obstáculos insalvables para el ingreso al destacamento de miembros de otros partidos. Es precisamente aquí donde debemos realizar la unidad, el acuerdo práctico (se entiende, sin llegar a la fusión de partidos) del proletariado socialista con la democracia revolucionaria. Quien quiera luchar por la libertad en los hechos y demuestre que está dispuesto a hacerlo, podrá alistarse entre los demócratas revolucionarios; con ellos precisamente debemos tratar de trabajar en la preparación de la insurrección (naturalmente, debe existir la más completa confianza hacia la persona o el grupo). Es necesario separar claramente a los demás "demócratas", así como a los quasi demócratas, a los charlatanes liberales, en los cuales no es admisible confiar; brindar confianza revolucionaria a estos últimos sería criminal.
Es deseable, por supuesto, la vinculación de los destacamentos entre sí. Es de extraordinaria utilidad la elaboración de las formas y de las condiciones para una actividad común. Pero en ningún caso se debe caer en los extremos, creando planes complicados, esquemas generales, difiriendo el trabajo activo por apego a las elucubraciones pedantes, etc. La insurrección se hará, inevitablemente, en condiciones tales que los elementos no organizados serán miles de veces más numerosos que los organizados; habrá inevitablemente casos en que será preciso actuar con presteza, sobre el lugar, en pareja o individualmente; debemos prepararnos para actuar por nuestra propia cuenta y riesgo. Los retrasos, las discusiones, las postergaciones, la indecisión, son la rutina de la causa de la insurrección. La máxima resolución, la máxima energía, el inmediato aprovechamiento de todo momento adecuado, la tarea de inflamar la pasión revolucionaria de la muchedumbre, dirigirla hacia acciones más decididas, hacia acciones más decisivas, tal es el deber primordial del revolucionario.
La lucha contra las centurias negras significa una magnífica acción militar que proporciona instrucción a los soldados del ejército revolucionario, que constituye el bautismo de fuego y reporta una gran utilidad a la revolución. Los destacamentos del ejército revolucionario deben tratar de saber en seguida quiénes, dónde y cómo se componen las centurias negras, y además, no limitarse a la simple propaganda (esto es útil pero no suficiente), sino intervenir con la fuerza de las armas, golpeando a las centurias negras, exterminándolas, haciendo volar su cuartel general, etc., etc.
Publicado a fines de octubre de 1905.
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