lunes, 29 de noviembre de 2010

MÁS SOBRE EL NACIONALISMO BURGUÉS

En este caso posteo las Tesis y Adiciones sobre los problemas nacional y colonial, del 2º Congreso de la III Internacional, y las Tesis Generales sobre la cuestión de oriente, del 4º Congreso de la III Internacional. Los primeros 4 congresos de la Internacional Comunista, antes de su degeneración estalinista, pueden bajarse en www.marxismo.org

TESIS Y ADICIONES SOBRE LOS PROBLEMAS NACIONAL Y COLONIAL

A. Tesis

1. A la democracia burguesa, por su naturaleza misma, le es propio un modo abstracto o formal de plantear el problema de la igualdad en general, incluyendo la igualdad nacional. A título de igualdad de la persona humana en general, la democracia burguesa proclama la igualdad formal o jurídica entre el propietario y el proletario, entre el explotador y el explotado, llevando así al mayor engaño a las clases oprimidas. La idea de la igualdad, que en sí misma constituye un reflejo de las relaciones de la producción mercantil, viene a ser en manos de la burguesía un arma de lucha contra la supresión de las clases bajo el pretexto de una igualdad absoluta de las personas. El verdadero sentido de la reivindicación de la igualdad no consiste sino en exigir la supresión de las clases.

2. De acuerdo con su tarea fundamental de luchar contra la democracia burguesa y de desenmascarar la falsedad y la hipocresía de la misma, los partidos comunistas, intérpretes conscientes de la lucha del proletariado por el derrocamiento del yugo de la burguesía, deben, en lo referente al problema nacional, centrar también su atención, no en los principios abstractos o formales, sino: 1) en apreciar con toda exactitud la situación histórica concreta y, ante todo, la situación económica; 2) diferenciar con toda nitidez los intereses de las clases oprimidas, de los trabajadores, de los explotados y el concepto general de los intereses de toda la nación en su conjunto, que no es más que la expresión de los intereses de la clase dominante; 3) asimismo deben dividir netamente las naciones en: naciones, dependientes, sin igualdad de derechos, y naciones opresoras, explotadoras, soberanas, por oposición a la mentira democrático-burguesa, la cual encubre la esclavización colonial y financiera —cosa inherente a la época del capital financiero y del imperialismo— de la enorme mayoría de la población de la tierra por una insignificante minoría de países capitalistas riquísimos y avanzados.

3. La guerra imperialista de 1914-1918 ha puesto de relieve con particular claridad ante todas las naciones y ante las clases oprimidas del mundo entero la mendacidad de la fraseología democrático-burguesa, al demostrar en la práctica que el Tratado de Versalles dictado por las decantadas “democracias occidentales” constituye una violencia aun más feroz e infame sobre las naciones débiles que el Tratado de Brest-Litovsk impuesto por los “junkers” alemanes y el kaiser. La Sociedad de las Naciones, así como toda la política de posguerra de la Entente, ponen de manifiesto con mayor evidencia y de un modo más tajante aun esta verdad, reforzando en todas partes la lucha revolucionaria, tanto del proletariado de los países avanzados como de todas las masas trabajadoras de los países coloniales y dependientes, y acelerando el desmoronamiento de las ilusiones nacionales pequeñoburguesas sobre la posibilidad de la convivencia pacífica y de la igualdad nacional bajo el capitalismo.

4. De las tesis esenciales arriba expuestas se desprende que la base de toda la política de la Internacional Comunista, en lo que al problema nacional y colonial se refiere, debe consistir en acercar a las masas proletarias y trabajadoras de todas las naciones y de todos los países para la lucha revolucionaria común por el derrocamiento de los terratenientes y de la burguesía, ya que sólo un acercamiento de esta clase garantiza el triunfo sobre el capitalismo, sin el cual es imposible suprimir la opresión nacional y la desigualdad de derechos.

5. La situación política mundial ha planteado ahora en la orden del día la dictadura del proletariado, y todos los acontecimientos de la política mundial convergen de un modo inevitable a un punto central, a saber: la lucha de la burguesía mundial contra la República Soviética de Rusia, que de un modo ineluctable agrupa en su derredor, por una parte a los movimientos soviéticos de los obreros de vanguardia de todos los países, y por otra todos los movimientos de liberación nacional de los países coloniales y de las nacionalidades oprimidas, que se convencen por amarga experiencia de que no existe para ellos otra salvación que el triunfo del poder de los soviets sobre el imperialismo mundial.

6. Por lo tanto, en la actualidad no hay que limitarse a reconocer o proclamar simplemente el acercamiento entre los trabajadores de las distintas naciones, sino que es preciso desarrollar una política que lleve a cabo la unión más estrecha entre los movimientos de liberación nacional y colonial con la Rusia soviética, haciendo que las formas de esta unión estén en consonancia con los grados de desarrollo del movimiento comunista en el seno del proletariado de cada país o del movimiento democrático-burgués de liberación de los obreros y campesinos en los países atrasados o entre las nacionalidades atrasadas.

7. La federación es la forma de transición hacia la unidad completa de los trabajadores de las diversas naciones. El principio federativo ha revelado ya en la práctica su utilidad, tanto en las relaciones entre la República Federativa Socialista Soviética de Rusia y las otras repúblicas soviéticas (de Hungría, de Finlandia, Letonia, en el pasado, y de Azerbaidzhán, de Ucrania en el presente), como dentro de la misma R.F.S.S.R. en lo referente a las nacionalidades que anteriormente carecerían tanto de Estado propio como de autonomía (por ejemplo, las repúblicas autónomas de Bashkiria y Tataria dentro de la R.F.S.S.R., fundadas en 1919 y 1920, respectivamente).

8. En este sentido la tarea de la Internacional Comunista consiste en seguir desarrollando, así como en estudiar y comprobar en la experiencia estas nuevas federaciones que surgen sobre la base del régimen y del movimiento soviéticos. Al reconocer la federación como forma de transición hacia la unidad completa, es necesario tender a estrechar cada vez la unión federativa, teniendo presente, en primer lugar, que sin una alianza estrecha de las repúblicas soviéticas es imposible salvaguardar la existencia de éstas dentro del cerco de las potencias imperialistas del mundo, incomparablemente más poderosas en el plano militar; en segundo lugar, que es imprescindible una alianza económica estrecha de las repúblicas soviéticas, sin lo cual no sería realizable la restauración de las fuerzas productivas destruidas por el imperialismo ni se podría asegurar el bienestar de los trabajadores; tercero, la tendencia a crear una economía mundial única, formando un todo, regulada según un plan general por el proletariado de todas las naciones, tendencia que ya se ha revelado con toda nitidez bajo el capitalismo y que sin duda alguna está llamada a desarrollarse y triunfar bajo el socialismo.

9. En el terreno de las relaciones internas del Estado, la política nacional de la Internacional Comunista no puede circunscribirse a un simple reconocimiento formal, puramente declarativo y que en la práctica no obliga a nada, de la igualdad de las naciones, cosa que hacen los demócratas burgueses, ya sea los que se confiesan francamente como tales o los que, como los de la II Internacional, se encubren con el título de socialistas.

No sólo en toda su obra de agitación y propaganda —tanto desde la tribuna parlamentaria como fuera de la misma— deben los partidos comunistas desenmascarar implacablemente las violaciones continuas de la igualdad jurídica de las naciones y de las garantías de los derechos de las minorías nacionales en todos los Estados capitalistas, a despecho de sus constituciones “democráticas”, sino que deben también: 1) explicar constantemente que el régimen soviético es el único capaz de proporcionar realmente la igualdad de derechos de las naciones, al unificar primero al proletariado y luego a toda la masa de los trabajadores en la lucha contra la burguesía; 2) es imprescindible que todos los partidos comunistas presten una ayuda directa al movimiento revolucionario en las naciones dependientes o en las que no gozan de derechos iguales (por ejemplo en Irlanda, entre los negros de Estados Unidos, etc.) y en las colonias.

Sin esta última condición, de suma importancia, la lucha contra la opresión de las naciones dependientes y de los países coloniales, lo mismo que el reconocimiento de su derecho a separarse y formar un Estado aparte, sigue siendo un rótulo embustero, como lo vemos en los partidos de la II Internacional.

10. El reconocimiento verbal del internacionalismo y su sustitución efectiva, en toda la propaganda y agitación, y en la labor práctica, por el nacionalismo y el pacifismo pequeñoburgués, constituye el fenómeno más común, no sólo entre los partidos de la II Internacional, sino también entre los que se retiraron de ella y a menudo incluso entre los que ahora se denominan a sí mismos partidos comunistas. La lucha contra este mal, contra los prejuicios nacionales pequeñoburgueses más arraigados, adquiere tanta mayor importancia cuanto mayor es la palpitante actualidad de la tarea de trasformar la dictadura del proletariado, convirtiéndola, de nacional (es decir, que existe en un solo país y que no es capaz de determinar la política mundial) en internacional (es decir, en dictadura del proletariado cuando menos en varios países avanzados, capaz de tener una influencia decisiva sobre toda la política mundial). El nacionalismo pequeñoburgués proclama como internacionalismo el mero reconocimiento de la igualdad derechos de las naciones, y nada más (dejo a un lado el carácter puramente verbal de semejante reconocimiento), manteniendo intacto el egoísmo nacional, en tanto que el internacionalismo proletario exige: 1) la subordinación de los intereses de la lucha proletaria en un país a los intereses de esta lucha en escala mundial; 2) que la nación que triunfa sobre la burguesía sea capaz y esté dispuesta a hacer los mayores sacrificios nacionales en aras del derrocamiento del capital internacional.

Así, pues, en los Estados ya completamente capitalistas en los que actúan partidos obreros que son la verdadera vanguardia del proletariado, la tarea esencial y primordial consiste en luchar contra las desviaciones oportunistas, pequeñoburguesas y pacifistas de la concepción y de la política del internacionalismo.

11. En lo referente a los Estados y a las naciones más atrasadas, donde predominan las relaciones feudales, patriarcales o patriarcal-campesinas, es preciso tener sobre todo presente:

1) La obligación de todos los partidos comunistas de ayudar al movimiento democrático-burgués de liberación en esos países: el deber de prestar la ayuda más activa incumbe, en primer término, a los obreros del país del cual, en el sentido colonial o financiero, depende la nación atrasada;

2) La necesidad de luchar contra el clero y los demás elementos reaccionarios y medievales que ejercen influencia en los países atrasados;

3) La necesidad de luchar contra el panislamismo y otras corrientes de esta índole que tratan de combinar el movimiento de liberación contra el imperialismo europeo y americano con el fortalecimiento de las posiciones de los khanes, de los terratenientes, de los mullhas, etc.;

4) La necesidad de apoyar especialmente el movimiento campesino en los países atrasados contra los terratenientes, contra la gran propiedad territorial, contra toda clase de manifestaciones o resabios del feudalismo, y esforzarse por dar al movimiento campesino el carácter más revolucionario, realizando una alianza estrechísima entre el proletariado comunista de la Europa occidental y el movimiento revolucionario de los campesinos de Oriente, de los países coloniales y de los países atrasados en general; es indispensable, en particular, realizar todos los esfuerzos para aplicar los principios esenciales del régimen soviético en los países en que predominan las relaciones precapitalistas, por medio de la creación de “soviets de trabajadores”, etc.;

5) La necesidad de luchar resueltamente contra los intentos hechos por los movimientos de liberación, que no son en realidad ni comunistas ni revolucionarios, de adoptar el color del comunismo; la Internacional Comunista debe apoyar los movimientos revolucionarios en los países coloniales y atrasados, sólo a condición de que los elementos de los futuros partidos proletarios, comunistas no sólo por su nombre, se agrupen y se eduquen en todos los países atrasados en la conciencia de la misión especial que les incumbe: luchar contra los movimientos democrático-burgueses dentro de sus naciones; la Internacional Comunista debe sellar una alianza temporal con la democracia burguesa de los países coloniales y atrasados, pero no debe fusionarse a ella y tiene que mantener incondicionalmente la independencia del movimiento proletario incluso en sus formas más embrionarias;

6) La necesidad de explicar infatigablemente y desenmascarar de continuo ante las grandes masas trabajadoras de todos los países, sobre todo de los trabajadores, el engaño que utilizan sistemáticamente las potencias imperialistas, las cuales, bajo el aspecto de Estados políticamente independientes, crean en realidad Estados desde todo punto de vista sojuzgados por ellos en el sentido económico, financiero y militar. Como un ejemplo flagrante de los engaños practicados con la clase trabajadora en los países sometidos por los esfuerzos combinados del imperialismo de los Aliados y de la burguesía de tal o cual nación, podemos citar el asunto de los sionistas en Palestina, país en el que so pretexto de crear un Estado judío, allí donde los judíos son una minoría insignificante, el sionismo ha librado a la población autóctona de los trabajadores árabes a la explotación de Inglaterra.

En la situación internacional presente no hay para las naciones dependientes y débiles otra salvación que la federación de repúblicas soviéticas.

12. La opresión secular de las nacionalidades coloniales y débiles por las potencias imperialistas ha dejado entre las masas trabajadoras de los países oprimidos, no sólo un rencor, sino también una desconfianza hacia las naciones opresoras en general, comprendiendo al proletariado de estas naciones. La vil traición al socialismo por parte de la mayoría de los jefes oficiales de ese proletariado durante los años de 1914 a 1919, cuando de modo socialchovinista encubrían con la “defensa de la patria” la defensa del “derecho” de “su propia” burguesía a oprimir las colonias y a expoliar a los países financieramente dependientes, no ha podido dejar de acentuar esta desconfianza en todo sentido legítimo.

Por otra parte, cuanto más atrasado es un país tanto más pronunciados son la pequeña producción agrícola, el estado patriarcal y el aislamiento, lo cual conduce de modo ineludible a un desarrollo particularmente vigoroso y persistente de los prejuicios pequeñoburgueses más arraigados, a saber: los prejuicios de egoísmo nacional, de estrechez nacional. La extinción de esos prejuicios es necesariamente un proceso muy lento, puesto que sólo pueden desaparecer después de la desaparición del imperialismo y el capitalismo en los países avanzados y una vez que cambie radicalmente toda la base de la vida económica de los países atrasados. De ahí surge el deber, para el proletariado comunista consciente de todos los países, de demostrar circunspección y atención particulares frente a las supervivencias de los sentimientos nacionales en los países y en las nacionalidades que han sufrido una prolongadísima opresión; asimismo es su deber hacer ciertas concesiones con el fin de apresurar la desaparición de esa desconfianza y esos prejuicios. La causa del triunfo sobre el capitalismo no puede tener su remate eficaz si el proletariado, y luego todas las masas trabajadoras de todos los países y naciones del mundo entero, no demuestran una aspiración voluntaria a la alianza y a la unidad.

B. Tesis suplementarias

1. La determinación exacta de las relaciones de la Internacional comunista con el movimiento revolucionario en los países que están dominados por el imperialismo capitalista, en particular de la China, es uno de los problemas más importantes para el II Congreso de la Internacional comunista. La revolución mundial entra en un período en el cual es necesario un conocimiento exacto de esas relaciones. La gran guerra europea y sus resultados han demostrado muy claramente que las masas de los países sometidos fuera de los límites de Europa están vinculadas de manera absoluta al movimiento proletario de Europa y que esa es una consecuencia inevitable del capitalismo mundial centralizado.

2. Las colonias constituyen una de las principales fuentes de las fuerzas del capitalismo europeo.

Sin la posesión de grandes mercados y de extensos territorios de explotación en las colonias, las potencias capitalistas de Europa no podrían mantenerse mucho tiempo.

Inglaterra, fortaleza del imperialismo, superproduce desde hace más de un siglo. Sólo si conquista territorios coloniales, mercados suplementarios para la venta de los productos de superproducción y fuentes de materias primas para su creciente industria, Inglaterra logró mantener, pese a sus cargas, su régimen capitalista.

Fue mediante la esclavitud de centenares de millones de habitantes de Asia y África que el imperialismo inglés llegó a mantener hasta ahora al proletariado británico bajo la dominación burguesa.

3. La plusvalía obtenida por la explotación de las colonias es uno de los apoyos del capitalismo moderno.

Mientras esta fuente de beneficios no sea suprimida, será difícil para la clase obrera vencer al capitalismo.

Gracias a la posibilidad de explotar intensamente la mano de obra y las fuentes naturales de materias primas de las colonias, las naciones capitalistas de Europa han tratado, no sin éxito, de evitar por todos esos medios, su inminente bancarrota.

El imperialismo europeo logró en sus propios países hacer concesiones cada vez más grandes a la aristocracia obrera. Mientras por una parte trata de mantener las condiciones de vida de los obreros en los países sometidos a un nivel muy bajo, no retrocede ante ningún sacrificio y consiente en sacrificar la plusvalía en sus propios países, pues aún le queda la de las colonias.

4. La supresión por parte de la revolución proletaria del poderío colonial europeo acabará con el capitalismo europeo. La revolución proletaria y la revolución de las colonias deben aunarse, en una cierta medida, para la finalización victoriosa de la lucha. Por lo tanto, la Internacional comunista tiene que ampliar el círculo de su actividad. Debe estrechar relaciones con las fuerzas revolucionarias que tratan de destruir el imperialismo en los países económica y políticamente dominados.

5. La Internacional comunista concentra la voluntad del proletariado revolucionario mundial. Su tarea consiste en organizar a la clase obrera de todo el mundo para la liquidación del orden capitalista y el establecimiento del comunismo.

La Internacional comunista es un instrumento de lucha que tiene por tarea agrupar a todas las fuerzas revolucionarias del mundo.

La II Internacional, dirigida por un grupo de politiqueros y penetrada por concepciones burguesas, no asignó ninguna importancia a la cuestión colonial. Para ella, el mundo sólo existía dentro de los límites de Europa. No consideró la necesidad de vincular al movimiento revolucionario de los otros continentes. En lugar de prestar ayuda material y moral al movimiento revolucionario de las colonias, los miembros de la II Internacional se convirtieron en imperialistas.

6. El imperialismo extranjero que pesa sobre los pueblos orientales, les ha impedido desarrollarse en el orden social y económico, simultáneamente con las clases de Europa y América.

Debido a que la política imperialista obstaculizó el desarrollo industrial de las colonias, no pudo surgir una clase proletaria en el sentido exacto del término, si bien, en estos últimos tiempos, las artesanías locales han sido destruidas por la competencia de los productos de las industrias centralizadas de los países imperialistas.

La consecuencia de esto fue que la gran mayoría del pueblo se vio relegada al campo y obligada a dedicarse al trabajo agrícola y a la producción de materias primas para la exportación.

Así se produjo una rápida concentración de la propiedad agraria en manos ya sea de los grandes propietarios fundiarios, del capital financiero o del Estado, y se creó una poderosa masa de campesinos sin tierra. Además, la gran masa de la población fue mantenida en la ignorancia.

El resultado de esta política es evidente: en aquellos países donde el espíritu revolucionario se manifiesta, sólo encuentra su expresión en la clase media cultivada.

La dominación extranjera obstaculiza el libre desarrollo de las fuerzas económicas.

Por eso su destrucción es el primer paso de la revolución en las colonias y por eso la ayuda aportada a la destrucción del poder extranjero en las colonias no es, en realidad, una ayuda al movimiento nacionalista de la burguesía indígena sino la apertura del camino para el propio proletariado oprimido.

7. En los países oprimidos existen dos movimientos que cada día se separan más: el primero es el movimiento burgués democrático nacionalista que tiene un programa de independencia política y de orden burgués; el otro es el de los campesinos y obreros ignorantes y pobres que luchan por su emancipación de todo tipo de explotación.

El primero intenta dirigir al segundo y en cierta medida lo logró con frecuencia. Pero la Internacional comunista y los partidos adheridos deben combatir esta tendencia y tratar de desarrollar el sentimiento de clase independiente en las masas obreras de las colonias.

Al respecto, una de las tareas más importantes es la formación de partidos comunistas que organicen a los obreros y los campesinos y los conduzcan a la revolución y al establecimiento de la república sovietista.

8. Las fuerzas del movimiento de emancipación en las colonias no están limitadas al pequeño círculo del nacionalismo burgués democrático. En la mayoría de las colonias, ya hay un movimiento social-revolucionario o partidos comunistas vinculados estrechamente con las masas obreras. Las relaciones de la Internacional comunista con el movimiento revolucionario de las colonias deben servir a esos partidos o a esos grupos, pues son la vanguardia de la clase obrera. Si bien actualmente son débiles, representan, sin embargo, la voluntad de las masas, y éstas los seguirán por el camino revolucionario. Los partidos comunistas de los diferentes países imperialistas deben trabajar en contacto con esos partidos proletarios en las colonias y prestarles ayuda moral y material.

9. La revolución en las colonias, en su primer estadio, no puede ser una revolución comunista, pero si desde su comienzo la dirección está en manos de una vanguardia comunista, las masas no se desorientarán y en los diferentes períodos del movimiento su experiencia revolucionaria irá aumentando.

Sería un gran error pretender aplicar inmediatamente en los países orientales los principios comunistas respecto a la cuestión agraria. En su primer estadio, la revolución en las colonias debe tener un programa que incluya reformas pequeño-burguesas tales como el reparto de la tierra. Pero eso no significa necesariamente que la dirección de la revolución deba ser abandonada en manos de la democracia burguesa. Por el contrario, el partido proletario debe desarrollar una propaganda poderosa y sistemática en favor de los soviets, y organizar los soviets de campesinos y de obreros. Esos soviets deberán trabajar en estrecha colaboración con las repúblicas sovietistas de los países capitalistas adelantados para lograr la victoria final sobre el capitalismo en todo el mundo.

De ese modo, las masas de los países atrasados, conducidas por el proletariado consciente de los países capitalistas desarrollados, accederán al comunismo sin pasar por los diferentes estadios del desarrollo capitalista.

TESIS GENERALES SOBRE LA CUESTIÓN DE ORIENTE

I. EL CRECIMIENTO DEL MOVIMIENTO OBRERO EN ORIENTE

Basándose en la experiencia de la edificación soviética en Oriente y en el crecimiento de los movimientos nacionalistas revolucionarios en las colonias, el 2º Congreso de la Internacional Comunista fijó la posición principal del conjunto de la cuestión nacional y colonial en una época de luchas a largo plazo entre el imperialismo y la dictadura proletaria.

Posteriormente, la lucha contra el yugo imperialista en los países coloniales y semicoloniales se intensificó considerablemente debido a la agudización de la crisis política y económica de postguerra del imperialismo.

Los siguientes hechos lo demuestran: 1º) el fracaso del tratado de Sevres, que tenía por objeto el desmembramiento de Turquía y la restauración de su autonomía nacional y política; 2º) un fuerte recrudecimiento del movimiento nacionalista revolucionario en India, Mesopotamia, Egipto, Marruecos, China y Corea; 3º) la crisis interna sin salida en que se halla el imperialismo japonés, crisis que provocó el rápido crecimiento de los elementos de la revolución burguesa democrática y el pasaje del proletariado japonés a una lucha de clase autónoma; 4º) el despertar del movimiento obrero en todos los países orientales y la formación, en casi todos esos países, de partidos comunistas.

Los hechos citados son el indicio de una modificación surgida en la base social del movimiento revolucionario de las colonias. Esta modificación provoca una intensificación de la lucha antimperialista cuya dirección, de este modo, ya no pertenece exclusivamente a los elementos feudales y a la burguesía nacionalista que están dispuestos a establecer compromisos con el imperialismo.

La guerra imperialista de 1914-18 y la larga crisis del capitalismo, sobre todo del capitalismo europeo, que le siguió, debilitaron la tutela económica de las metrópolis sobre las colonias.

Por otra parte, las mismas circunstancias que dieron como resultado un retraimiento de la base económica y de la esfera de influencia política del capitalismo mundial acentuaron aún más la competencia capitalista en relación a las colonias, motivo de ruptura del equilibrio en el conjunto del sistema del capitalismo mundial (lucha por el petróleo, conflicto anglo-francés en Asia Menor, rivalidad japonés-norteamericana por el predominio en el Océano Pacífico, etc.).

Precisamente este debilitamiento del ascendiente capitalista sobre las colonias, a la vez que la rivalidad en aumento de los diversos grupos imperialistas, facilitó el desarrollo del capitalismo autóctono en los países coloniales y semicoloniales. Ese capitalismo ya desbordó y continúa desbordando el marco estrecho y entorpecedor de la dominación imperialista de las metrópolis. Hasta el momento, el capital de las metrópolis, persistiendo en su pretensión de monopolizar la plusvalía de la explotación comercial, industrial y fiscal de los países atrasados, trataba de aislar a estos últimos de la circulación económica del resto del mundo. La reivindicación de una autonomía nacional y económica planteada por el movimiento nacionalista colonial es la expresión de la necesidad de desarrollo burgués experimentada por esos países. El constante progreso de las fuerzas productivas autóctonas en las colonias se halla así en contradicción irreductible con los intereses del capitalismo mundial, pues la esencia misma del imperialismo implica la utilización de la diferencia de nivel existente en el desarrollo de las fuerzas productivas de los diversos sectores de la economía mundial, con el objetivo de asegurar la totalidad de la plusvalía monopolizada.

II. LAS CONDICIONES DE LA LUCHA

El carácter atrasado de las colonias se evidencia en la diversidad de los movimientos nacionalistas revolucionarios dirigidos contra el imperialismo y refleja los diversos niveles de transición entre las correlaciones feudales y feudalpatriarcales y el capitalismo. Esta diversidad presta un aspecto particular a la ideología de esos movimientos.

En esos países el capitalismo surge y se desarrolla sobre una base feudal. Adopta formas incompletas, transitorias y burdas que permiten la preponderancia ante todo del capital comercial y usurario (Oriente musulmán, China).

También la democracia burguesa adopta, para diferenciarse de los elementos feudo-burocráticos y feudo-agrarios, una vía indirecta e intrincada. Ese es el principal obstáculo para el éxito de la lucha contra el yugo imperialista, pues el imperialismo extranjero no deja de transformar en todos los países atrasados al sector superior feudal (y en parte semifeudal, semiburgués) de la sociedad nativa en instrumento de su dominación (gobernadores militares, o en China, burocracia y aristocracia en Persia, recaudadores del impuesto fundiario, zemindari y talukdars en la India, plantadores de formación capitalista en Egipto, etc....).

Por eso, las clases dirigentes de los países coloniales y semicoloniales no tienen ni la capacidad ni el deseo de dirigir la lucha contra el imperialismo, a medida que esta lucha se transforma en un movimiento revolucionario de masas. Solamente allí donde el régimen feudo-patriarcal no se ha descompuesto lo suficiente como para separar completamente a los altos sectores nativos de las masas del pueblo, como por ejemplo entre los nómades y semi-nómades, los representantes de esos altos sectores pueden desempeñar el papel de guías activos en la lucha contra la opresión capitalista (Mesopotamia, Mongoli, Marruecos).

En los países musulmanes, el movimiento nacional encuentra ante todo su ideología en las consignas político-religiosas del pan-islamismo, lo que permite a los funcionarios y a los diplomáticos de las metrópolis aprovecharse de los prejuicios y de la ignorancia de las multitudes populares para combatir ese movimiento (así es como los ingleses juegan al panislamismo y al panarabismo mientras declaran pretender transportar el califato a la India, etc., y el imperialismo francés especula con las “simpatías musulmanas”). Sin embargo, a medida que se amplía y madura el movimiento de emancipación nacional, las consignas político-religiosas del panislamismo son suplantadas por reivindicaciones políticas concretas. Un ejemplo de ello es la lucha iniciada últimamente en Turquía para despojar al califato de su poder temporal.

La tarea fundamental, común a todos los movimientos nacional-revolucionarios consiste en realizar la unidad nacional y la autonomía política. La solución real y lógica de esta tarea depende de la importancia de las masas trabajadoras que un determinado movimiento nacional sepa arrastrar en su desarrollo, luego de haber roto todas las relaciones con los elementos feudales y reaccionarios y encarnado en su programa las reivindicaciones sociales de esas masas.

Consciente de que en diversas condiciones históricas los elementos más variados pueden ser los portavoces de la autonomía política, la Internacional Comunista apoya todo movimiento nacional-revolucionario dirigido contra el imperialismo. Sin embargo, no pierde de vista a la vez que únicamente una línea revolucionaria consecuente, basada en la participación de las grandes masas en la lucha activa y la ruptura sin reservas con todos los partidarios de la colaboración con el imperialismo puede conducir a las masas oprimidas a la victoria. La vinculación existente entre la burguesía autóctona y los elementos feudoreaccionarios permite a los imperialistas aprovecharse ampliamente de la anarquía feudal, de la rivalidad reinante entre los diversos clanes y tribus, del antagonismo entre la ciudad y el campo, de la lucha entre castas y sectas nacional-religiosas para desorganizar el movimiento popular (China, Persia, Kurdistán, Mesopotamia).

III. LA CUESTIÓN AGRARIA

En la mayoría de los países de Oriente (India, Persia, Egipto, Siria, Mesopotamia), la cuestión agraria presenta una importancia de primer orden en la lucha por la liberación del yugo del despotismo metropolitano. Al explotar y arruinar a la mayoría campesina de los países atrasados, el imperialismo la priva de los medios elementales de subsistencia, mientras que la industria poco desarrollada diseminada en diversos puntos del país, es incapaz de absorber el excedente de población rural que, por otra parte, tampoco puede emigrar. Los campesinos pobres que permanecen en sus tierras se transforman en siervos.

Así como en los países civilizados las crisis industriales de pre-guerra desempeñaban el papel de regulador de la producción social, ese papel regulador es desempeñado en las colonias por el hambre. El imperialismo, cuya vitalidad consiste en recibir los mayores beneficios con el menor gasto, apoya hasta el último grado en los países atrasados las formas feudales y usurarias de explotación de la mano de obra. En algunos países, como por ejemplo en la India, se atribuye el monopolio, perteneciente al Estado feudal nativo del disfrute de las tierras y transforma el impuesto del suelo en un tributo que debe ser abonado al capital metropolitano y a sus funcionarios, los “zemindaram” y “talukdar”. En otros países, el imperialismo se apodera de la renta del suelo sirviéndose para ello de la organización autóctona de la gran propiedad de la tierra (Persia, Marruecos, Egipto, etc.).

De allí se deriva que la lucha por la supresión de las barreras y de los tributos feudales aún existentes reviste el carácter de una lucha de emancipación nacional contra el imperialismo y la gran propiedad fundiaria feudal. Se puede tomar como ejemplo la sublevación de los moplas contra los propietarios fundiarios y los ingleses, en otoño de 1921 en la India y la sublevación de los siks, en 1922. Sólo una revolución agraria cuyo objetivo sea la expropiación de la gran propiedad feudal es capaz de sublevar a las multitudes campesinas y adquirir una influencia decisiva en la lucha contra el imperialismo. Los nacionalistas burgueses temen a las consignas agrarias y las reprimen en la medida de sus posibilidades (India, Persia, Egipto), lo que prueba la estrecha vinculación que existe entre la burguesía nativa y la gran propiedad fundiaria feudal y feudo-burguesa. Esto prueba también que ideológica y políticamente, los nacionalistas dependen de la propiedad fundiaria. Esas vacilaciones e incertidumbres deben ser utilizadas por los elementos revolucionarios para una crítica sistemática y divulgadora de la política híbrida de los dirigentes burgueses del movimiento nacionalista. Es precisamente esta política híbrida lo que impide la organización y la cohesión de las masas trabajadoras, como lo prueba la derrota de la resistencia pasiva en la India (no cooperación).

El movimiento revolucionario en los países atrasados de Oriente sólo puede ser coronado por el éxito si se basa en la acción de las multitudes campesinas. Por eso los partidos revolucionarios de todos los países de Oriente deben precisar claramente su programa agrario y exigir la supresión total del feudalismo y de sus resabios que hallan su expresión en la gran propiedad fundiaria y en la franquicia del impuesto fundiario. A los fines de una activa participación de las masas campesinas en la lucha por la liberación nacional, es indispensable proclamar una modificación radical del sistema de usufructo del suelo. También es indispensable forzar a los partidos burgueses nacionalistas a adoptar la mayor parte posible de ese programa agrario revolucionario.

IV. EL MOVIMIENTO OBRERO EN ORIENTE

El joven movimiento obrero oriental es un producto del desarrollo del capitalismo autóctono de estos últimos tiempos. Hasta el momento, la clase obrera nativa, aún si se considera su núcleo fundamental, atraviesa un período transitorio, desplazándose del pequeño taller corporativo a la gran fábrica de tipo capitalista. En la medida en que los intelectuales burgueses nacionalistas atraen hacia el movimiento revolucionarlo a la clase obrera para luchar contra el imperialismo, sus representantes asumen ante todo un papel dirigente en la acción y en la embrionaria organización profesional. En un comienzo, la acción de la clase obrera no supera el marco de los intereses “comunes a todas las naciones” de la democracia burguesa (huelgas contra la burocracia y la administración imperialista en China y en India). Frecuentemente, como lo indicó el 2º Congreso de la Internacional comunista, los representantes del nacionalismo burgués, al explotar la autoridad política y moral de la Rusia de los Soviets y adaptarse al instinto de clase de los obreros, envuelven sus aspiraciones democrático-burguesas en el “socialismo” y el “comunismo” para alejar así, algunas veces sin darse cuenta de ello, a los primeros organismos embrionarios del proletariado de sus deberes de organización de clase (tal es el caso del Partido Behill Ardou en Turquía, que imprimió una coloración roja al panturquismo y el “socialismo de Estado” preconizado por algunos representantes del partido Kuo-Ming-Tang).

Pese a ello el movimiento profesional y político de la clase obrera de los países atrasados progresó aceleradamente en estos últimos años. La formación de partidos autónomos de la clase proletaria en casi todos los países orientales es un hecho sintomático, aunque la gran mayoría de esos partidos aún debe realizar un gran trabajo interno para liberarse del espíritu de camarilla y de muchos otros defectos. Desde un comienzo, la Internacional Comunista apreció en su justo valor la importancia potencial del movimiento obrero en Oriente, lo que evidencia que los proletarios de todo el mundo están unificados internacionalmente bajo la bandera del comunismo. Las Internacionales II y II y ½ no han hallado hasta ahora partidarios en ninguno de los países atrasados, porque se limitan a desempeñar un “papel auxiliar” frente al imperialismo europeo y norteamericano.

V. LOS OBJETIVOS GENERALES DE LOS PARTIDOS COMUNISTAS DE ORIENTE

Los nacionalistas burgueses aprecian el movimiento obrero según la importancia que puede tener para su victoria. El proletariado internacional aprecia al movimiento obrero oriental desde el punto de vista de su porvenir revolucionario. Bajo el régimen capitalista, los países atrasados no pueden participar de las conquistas de la ciencia y de la cultura contemporánea sin pagar un enorme tributo a la explotación y a la opresión bárbaras del capital metropolitano. La alianza con los proletarios de los países altamente civilizados les será ventajosa, no sólo porque corresponde a los intereses de su lucha común contra el imperialismo sino también porque solamente después de haber triunfado, el proletariado de los países civilizados podrá proporcionar a les obreros de Oriente una ayuda desinteresada para el desarrollo de sus fuerzas productoras atrasadas. La alianza con el proletariado occidental abre el camino hacia una federación internacional de las repúblicas soviéticas. El régimen soviético ofrece a los pueblos atrasados el medio más fácil para pasar de sus condiciones de existencia elementales a la alta cultura del comunismo, que está destinado a suplantar en la economía mundial el régimen capitalista de producción y de distribución. Su mejor testimonio es la experiencia de la edificación soviética en las colonias liberadas del ex-imperio ruso. Solo una forma de administración soviética puede asegurar la lógica coronación de la revolución agraria campesina. Las condiciones específicas de la economía agrícola en un cierto sector de los países orientales (irrigación artificial) mantenidas anteriormente por una original organización de colaboración colectiva sobre una base feudal y patriarcal y comprometidas actualmente por la piratería capitalista, exigen igualmente una organización política capaz de cubrir sistemáticamente las necesidades sociales. A raíz de condiciones climatéricas, sociales e históricas particulares, le corresponde generalmente en Oriente, en el período de transición, un papel importante a la cooperación de los pequeños productores.

Las tareas objetivas de la revolución colonial superan el marco de la democracia burguesa. En efecto, su victoria decisiva es incompatible con la dominación del imperialismo mundial. En un comienzo, la burguesía y los intelectuales nativos asumen el papel de pioneros de los movimientos revolucionarios coloniales. Pero desde el momento en que las masas proletarias y campesinas se incorporan a esos movimientos, los elementos de la gran burguesía y de la burguesía fundiaria se apartan, cediendo el paso a los intereses sociales de los sectores inferiores del pueblo. Una larga lucha, que durará toda una época histórica, espera al joven proletariado de las colonias, lucha contra la explotación imperialista y contra las clases dominantes autóctonas que aspiran a monopolizar todos los beneficios del desarrollo industrial e intelectual y pretenden que las masas permanezcan como antes, en una situación “prehistórica”.

Esta lucha por la influencia sobre las masas campesinas debe preparar al proletariado nativo para el papel de vanguardia política. Sólo después de ser sometido a ese trabajo preparatorio y haber atraído a los sectores sociales adyacentes, el proletariado nativo se encontrará en condiciones de enfrentar a la democracia burguesa oriental, que posee características formalistas aún más hipócritas que la burguesía de Occidente.

La negativa de los comunistas de las colonias a participar en la lucha contra la opresión imperialista bajo el pretexto de la “defensa” exclusiva de los intereses de clase es la consecuencia de un oportunismo de la peor especie que no puede sino desacreditar a la revolución proletaria en Oriente. No menos nociva es la tentativa de apartarse de la lucha por los intereses cotidianos e inmediatos de la clase obrera en nombre de una “unificación nacional” o de una “paz social” con los demócratas burgueses. Dos tareas fundidas en una sola incumben a los partidos comunistas coloniales y semicoloniales: por una parte, lucha por una solución radical de los problemas de la revolución democrático-burguesa cuyo objeto es la conquista de la independencia política; por otra parte, organización de las masas obreras y campesinas para permitirles luchar por los intereses particulares de su clase, utilizando para ello todas las contradicciones del régimen nacionalista democráticoburgués.

Al formular reivindicaciones sociales, estimularán y liberarán la energía revolucionaria que no encontraba salida en las reivindicaciones liberales burguesas. La clase obrera de las colonias y semicolonias debe saber firmemente que sólo la ampliación y la intensificación de la lucha contra el yugo imperialista de las metrópolis pueden asignarle un papel dirigente en la revolución y que la organización económica y política y la educación política de la clase obrera y de los elementos semiproletarios son los únicos que pueden aumentar la amplitud revolucionarla del combate contra el imperialismo.

Los partidos comunistas de los países coloniales y semicoloniales de Oriente, que se hallan todavía en un estado más o menos embrionario, deben participar en todo movimiento apto para abrirles una vía de acceso a las masas.

Pero deben llevar a cabo una lucha enérgica contra los prejuicios patriarco-corporativos y contra la influencia burguesa en las organizaciones obreras para defender esas formas embrionarias de organizaciones profesionales contra las tendencias reformistas y transformarlas en órganos combativos de las masas. Deben dedicarse con todas sus fuerzas a organizar a los numerosos jornaleros y jornaleros rurales, así como a los aprendices de ambos sexos en el terreno de la defensa de sus intereses cotidianos.

VI. EL FRENTE ÚNICO ANTIIMPERIALISTA

En los países occidentales que atraviesa un período transitorio caracterizado por una acumulación organizada de las fuerzas, ha sido lanzada la consigna del frente proletario único. En las colonias orientales, es indispensable, en la actualidad, lanzar la consigna del frente antimperialista único. La oportunidad de esa consigna está condicionada por la perspectiva de una lucha a largo plazo contra el imperialismo mundial, lucha que exige la movilización de todas las fuerzas revolucionarias. Esta lucha es mucho más necesaria desde el momento que las clases dirigentes autóctonas tienden a establecer compromisos con el capital extranjero y que esos compromisos afectan los intereses básicos de las masas populares. Así como la consigna del frente proletario único ha contribuido y contribuye todavía en Occidente a desenmascarar la traición cometida por los socialdemócratas contra los intereses del proletariado, así también la consigna del frente antimperialista único contribuirá a desenmascarar las vacilaciones y las incertidumbres de los diversos grupos del nacionalismo burgués. Por otra parte, esa consigna ayudará al desarrollo de la voluntad revolucionaria y al esclarecimiento de la conciencia de clase de los trabajadores, incitándolos a luchar en primera fila, no solamente contra el imperialismo, sino también contra todo tipo de resabio feudal.

El movimiento obrero de los países coloniales y semicoloniales debe, ante todo, conquistar una posición de factor revolucionario autónomo en el frente antiimperialista común. Sólo si se le reconoce esta importancia autónoma y si conserva su plena independencia política, los acuerdos temporarios con la democracia burguesa son admisibles y hasta indispensables. El proletariado apoya y levanta reivindicaciones parciales, como por ejemplo la república democrática independiente, el otorgamiento de derechos de que están privadas las mujeres, etc., en tanto que la correlación de fuerzas existente en la actualidad no lo permita plantear la realización de su programa sovietista. A la vez, trata de lanzar consignas susceptibles de contribuir a la fusión política de las masas campesinas y semiproletarias con el movimiento obrero. El frente antimperialista único está indisolublemente vinculado a la orientación hacia la Rusia de los Soviets.

Explicar a las multitudes trabajadoras la necesidad de su alianza con el proletariado internacional y con las repúblicas sovietistas es uno de los principales puntos de la táctica antimperialista única. La revolución colonial sólo puede triunfar con la revolución proletaria en los países occidentales.

El peligro de un entendimiento entre el nacionalismo burgués y una o varias potencias imperialistas hostiles, a expensas de las masas populares, es mucho menor en los países coloniales que en los países semicoloniales (China, Persia) o bien en los países que luchan por la autonomía política explotando, al efecto, las rivalidades imperialistas (Turquía).

Reconociendo que ciertos compromisos parciales y provisorios pueden ser admisibles e indispensables cuando se trata de tomar un respiro en la lucha de emancipación revolucionaria llevada a cabo contra el imperialismo, la clase obrera debe oponerse con intransigencia a toda tentativa de un reparto de poder entre el imperialismo y las clases dirigentes autóctonas, ya sea hecho abierta o disimuladamente, pues tiene por objeto conservar los privilegios de los dirigentes. La reivindicación de una alianza estrecha con la República proletaria de los soviets es la bandera del frente antimperialista único.

Luego de prepararla, es preciso llevar a cabo una lucha decidida por la máxima democratización del régimen político, a fin de privar de todo sostén a los elementos social y políticamente más reaccionarios y asegurar a los trabajadores la libertad de organización, permitiéndoles luchar por sus intereses de clase (reivindicaciones de una república democrática, reforma agraria, reforma de las cargas fundiarias, organización de un aparato administrativo basado en el principio de un self-government, legislación obrera, protección del trabajo, protección de la maternidad, de la infancia, etc.). Ni siquiera en el territorio de Turquía independiente, la clase obrera no goza de la libertad de coalición, lo que puede servir de indicio característico de la actitud adoptada por los nacionalistas burgueses con respecto al proletariado.


VII. LAS TAREAS DEL PROLETARIADO DE LOS PAÍSES DEL PACÍFICO

La necesidad de la organización de un frente antimperialista es dictada además por el crecimiento permanente e ininterrumpido de las rivalidades imperialistas. Esas rivalidades se han agudizado de tal forma que es inevitable una nueva guerra mundial, cuyo campo de batalla será el Océano Pacífico, a menos que la revolución internacional se le anticipe. La conferencia de Washington fue una tentativa realizada para detener ese peligro, pero en realidad no hizo sino profundizarlo y exasperar las contradicciones del imperialismo. La lucha sostenida últimamente entre Hu-Pei-Fu y Djan-So-Lin en China es la consecuencia directa del fracaso de los capitalismos japonés y anglonorteamericano en su tentativa por lograr una coincidencia de intereses en Washington. La nueva guerra que amenaza al mundo arrastrará no solamente al Japón, EE.UU. e Inglaterra sino también a las demás potencias capitalistas, tales como Francia y Holanda, y todo hace prever que será aún más devastadora que la guerra de 1914-18.

La tarea de los partidos comunistas coloniales y semicoloniales de los países aledaños al Océano Pacífico consiste en llevar a cabo una enérgica propaganda cuyo objetivo sea el de explicar a las masas el peligro que les espera y convocarlas a una lucha activa por la liberación nacional e insistir para que se orienten hacia la Rusia de los Soviets, apoyo de todos los oprimidos y explotados.

Los partidos comunistas de los países imperialistas tales como EE.UU., Japón, Inglaterra, Australia y Canadá tiene el deber, dada la inminencia del peligro, de no limitarse a una propaganda contra la guerra sino de esforzarse por todos los medios en aislar a los factores capaces de desorganizar el movimiento obrero de esos países y de facilitar la utilización por parte de los capitalistas de los antagonismos de nacionalidades y de razas.

Esos factores son: el problema de la emigración y el del bajo precio de la mano de obra de color.

El sistema de contratos sigue siendo hasta ahora el principal medio de reclutamiento de los obreros de color para las plantaciones azucareras de los países del sur del Pacífico, donde los obreros son importados de China y de la India. Este hecho determinó que los obreros de los países imperialistas exigieran la promulgación de leyes prohibiendo la inmigración y el empleo de la mano de obra de color, tanto en América como en Australia.

Esas leyes prohibitivas evidencian el antagonismo existente entre los obreros blancos y los obreros de color, y dividen y debilitan la unidad del movimiento obrero.

Los partidos comunistas de los EE.UU., del Canadá y de Australia deben emprender una enérgica campaña contra las leyes prohibitivas y demostrar a las masas proletarias de esos países que leyes de ese tipo excitan las luchas de razas, y se vuelven finalmente contra los trabajadores de los países prohibicionistas.

Por otra parte, los capitalistas suspenden las leyes prohibitivas para facilitar la inmigración de la mano de obra de color, que trabaja a más bajo precio y disminuir de ese modo el salario de los obreros blancos. Esta intención manifestada por los capitalistas de pasar a la ofensiva puede ser desbaratada eficazmente si los obreros inmigrados entran en los sindicatos donde están organizados los obreros blancos. Simultáneamente, debe reivindicarse un aumento de salarios para la mano de obra de color, de manera de equipararlos con los de los obreros blancos. Una medida de ese tipo adoptada por los partidos comunistas desenmascara las intenciones capitalistas y a la vez mostrará claramente a los obreros de color que el proletariado internacional es extraño a los prejuicios raciales.

Para efectivizar las medidas indicadas, los representantes del proletariado revolucionario de los países del Pacífico deben convocar a una conferencia de los países del Pacífico que elaborará la táctica a seguir y encontrará las formas de organización para la unificación efectiva del proletariado de todas las razas de los países del Pacífico.

VIII. LAS TAREAS COLONIALES DE LOS PARTIDOS METROPOLITANOS

La importancia primordial del movimiento revolucionario en las colonias para la revolución proletaria internacional exige una intensificación de la acción en las colonias de los partidos comunistas de las potencias imperialistas.

El imperialismo francés cuenta, para la represión de las fuerzas de la revolución proletaria en Francia y en Europa, con los habitantes de las colonias que, según ellos, servirán de reserva para la contrarrevolución.

Los imperialismos inglés y norteamericano continúan, como antes, dividiendo al movimiento obrero y atrayendo a su lado a la aristocracia obrera con la promesa de otorgarles una parte de la plusvalía proveniente de la explotación colonial.

Todos los partidos comunistas de los países que poseen colonias deben tratar de organizar sistemáticamente una ayuda material y moral al movimiento revolucionario obrero de las colonias. Es preciso combatir a cualquier precio, obstinadamente y sin cuartel las tendencias colonizadores de ciertas categorías de obreros europeos bien pagos que trabajan en las colonias. Los obreros comunistas europeos de las colonias deben esforzarse por unir a los proletarios nativos ganando su confianza mediante reivindicaciones económicas concretas (alza de los salarios hasta el nivel de los salarios de los obreros europeos, protección del trabajo, etc.) La creación en las colonias (Egipto y Argelia) de organizaciones comunistas europeas aisladas es sólo una forma simulada de la tendencia colonizadora y un apoyo a los intereses imperialistas. Construir organizaciones comunistas de acuerdo con el principio nacional significa entrar en contradicción con los principios del internacionalismo proletario.

Todos los partidos de la Internacional Comunista deben explicar constantemente a las multitudes trabajadoras la extrema importancia de la lucha contra la dominación imperialista en los países atrasados. Los partidos comunistas que actúan en los países metropolitanos deben formar ante sus comités dirigentes comisiones coloniales permanentes que trabajarán con los objetivos indicados anteriormente. La Internacional Comunista debe ayudar a los partidos comunistas de Oriente prestándole su ayuda para la organización de la prensa, la edición periódica de diarios redactados en los idiomas nativos, etc. Una particular atención debe ser acordada a la acción entre las organizaciones obreras europeas y las tropas de ocupación coloniales. Los partidos comunistas de las metrópolis deben aprovechar toda ocasión que se presente para poner en evidencia el bandidismo de la política colonial de sus gobiernos imperialistas así como de sus partidos burgueses y reformistas.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Presupuesto 2011. ¿Cuáles son sus presupuestos?


Serie Apuntes de investigación, no. 6

El debate sobre el presupuesto del Estado nacional para 2011 ha estado teñido de sospechas e intrigas. Sin embargo, poco parece discutirse la sustancia del mismo, sus presupuestos y sus prioridades.

Si analizamos sucintamente algunos de los principales elementos de la proyección de gastos y recursos del Estado nacional para el próximo año (el presupuesto) veremos que más allá del teatro parlamentario, el Presupuesto 2011 profundiza un esquema de política económica que supone una serie de continuidades preocupantes:

1. Subestimar el crecimiento e inflación.

El presupuesto para 2011 supone que el PBI aumentará 4,3% en comparación con 2010 y que la inflación minorista será del 8,4%. Es decir, el gobierno dice que la economía se frenará fuertemente pues en la actualidad el crecimiento es superior al 9% anual. El llamado efecto “arrastre” implica que aun si la economía dejara de crecer a partir de enero de 2011, el crecimiento promedio esperado entre 2011 y 2010 sería de 4,5%. La proyección de crecimiento es – entonces – claramente inverosímil y falta de realidad.

Por otra parte, la inflación estimada por el gobierno se mantiene dentro de los valores de los últimos años, según el cálculo del INDEC. Desde la intervención del organismo estadístico, esos números han entrado en cuestionamiento. Aún así, el propio INDEC señala que la inflación promedio es mucho más baja que la inflación en productos alimenticios: en 2010 fue de 11% contra 16%, respectivamente.

A los fines del gobierno, la subestimación de la inflación y el crecimiento sirve en al menos tres sentidos. Primero, la recaudación impositiva será mucho mayor que la proyectada en el presupuesto y la asignación de esos excedentes queda bajo el manejo plenamente discrecional del Poder Ejecutivo mediante el uso de las potestades delegadas por el Congreso. En segundo lugar, la inflación más baja le permite mantener artificialmente bajo el peso de la deuda pública atada a la inflación. Si bien es positivo en términos de que disminuye los pagos de deuda, esta situación le permite al gobierno evitar poner en discusión la necesidad de suspender los pagos, investigar el origen de la misma y anular la porción fraudulenta, ilegal e ilegítima. Tercero, esta baja inflación proyectada le permite al gobierno mostrar aumentos de gasto en términos reales cuando en realidad en muchos rubros sensibles (como los salarios, jubilaciones y pensiones) los aumentos presupuestados implican fuertes reducciones en el poder de compra.

2. Continuar privilegiando el pago de la deuda externa.

Más allá de que desde 2002 la deuda pública a reducido su peso en el gasto total, no deja de ser cierto de que para 2011 el gobierno plantea pagar intereses por más de 36 mil millones de pesos y deberá buscar financiamiento por unos 30 mil millones de dólares para cubrir una porción equivalente de deuda que se vence durante el año próximo. La realidad es que el estado argentino gasta un 9,8% de su presupuesto en pagar intereses de la deuda pública, un monto equivalente a 1998. Ese monto es 2 veces más que el presupuestado para educación, 5 veces el presupuesto para salud o 3 veces el presupuesto de la AUH y el Plan Argentina Trabaja juntos. Se continúa privilegiando los intereses de los acreedores (ver nota).

3. Mantener bajos los salarios de los/as trabajadores/as estatales.

El aumento proyectado para la masa de salarios del estado nacional es igual a 14%. Es decir, suponiendo que el número de trabajadores/as no varíe durante 2011, ese aumento significa que los/as trabajadores/as del sector público nacional pueden esperar un aumento en sus salarios no mayor a ese 14%. Por supuesto, es probable que la planta del Estado nacional se incremente y que la inflación sea superior al 9% proyectado. Con una inflación del 9% anual, el 14% de aumento en los salarios significan un aumento del 5% en el poder de compra de los ingresos. Ahora bien, si la inflación real es mayor al 14% (la inflación oficial de alimentos es superior a eso en la actualidad) el aumento presupuestado en la masa de remuneraciones del sector público nacional implica una reducción en el salario real de los/as trabajadores/as.

4. Continuar subsidiando al gran capital.

El presupuesto 2011 contempla un incremento de 22,4% en las exenciones impositivas (gastos tributarios): en particular, los regímenes de promoción económica que benefician fundamentalmente a las grandes corporaciones supondrán subsidios indirectos que aumentarían en 2011 el 30,2%, llegando a 8462 millones de pesos. Por otra parte, los gastos en el rubro servicios económicos aumentarían 10,2% y representarán 16,4% del gasto total. Estas erogaciones suponen 61 mil millones de pesos en subsidios directos e indirectos a empresas del sector transporte, energía, constructoras, etc., en su mayor parte grandes empresas. Un monto seis veces mayor que los gastos en construcción de vivienda, de servicios de agua potable y cloacas.

5. Continuar sin universalizar la Asignación Universal por Hijo (AUH) y sin pagar el 82% para los trabajadores jubilados que reciben la mínima.

La proyección para 2011 es que los recursos destinados a la AUH aumentarán un 20,5%, es decir por debajo del aumento en los recursos destinados al pago de intereses de la deuda pública (28,1%). El aumento propuesto apenas si cubrirá la desvalorización provocada por la inflación real (no la oficial). Por otro lado, la cobertura que ha llegado a 3,8 millones de niños/as se extenderá a sólo 200 mil niños/as más en 2011, quedando muy corto aún de la urgente necesidad de universalizar el beneficio: incluyendo las asignaciones familiares por hijo/a para asalariados formales, el conjunto de las asignaciones por hijo/a deja sin cobertura incondicional al 29,5% (3,1 millones) de los/as niños/as del país.

En relación a las Jubilaciones y Pensiones, sigue sin considerarse una propuesta de acercamiento progresivo de los beneficios mínimos al 82% del salario mínimo que – como mostramos en un artículo anterior – es una medida claramente posible a corto plazo. Por otra parte, la proyección de aumento en este rubro se encuentra en el 22,7% para todo el año próximo, algo por encima de la inflación real esperada, pero claramente por debajo de los requerimientos para alcanzar la reivindicación histórica de los/as trabajadores/as jubilados/as.

6. Mantener la regresividad tributaria: pagan más los que menos tienen.

Luego de 8 años, el gobierno insiste en sostener un esquema tributario basado en la imposición sobre el consumo popular. El impuesto al valor agregado (IVA) continúa representando la mayor porción de la recaudación (37% de los ingresos tributarios). Por el lado del impuesto “a las ganancias” (24,4% de los ingresos tributarios), sin cambios en sus estructura, se mantendrá la tendencia a la reducción en la participación de los pagos de corporaciones y grandes empresas (en 2009, las empresas aportaron sólo el 60% del impuesto, mientras que en 2003 esa proporción era del 74%). Por último, se mantienen las reducciones en los aportes patronales vigentes desde los años noventa y sigue sin gravarse las ganancias del capital financiero (por intereses y valorización de activos) o las exportaciones de minerales, ambas fuentes de rentas extraordinarias (ver nota).

lunes, 22 de noviembre de 2010

Sobre el nacionalismo burgués y los frentes populares

¿Qué clase de recurso político es el Frente Popular? (fragmento)

(Respuesta de Política Obrera al PST, Buenos Aires, septiembre de 1974)

El ingreso a una coalición política sólo es posible como partido independiente que participa en ese frente. Esto significa suscribir el programa de la coalición, y es un asunto de otro orden si se asumen o no las responsabilidades directamente ministeriales, o sólo parlamentarias, o ni eso. Lo que obligatoriamente se asume es la responsabilidad política del frente. Para nosotros, no existe diferencia sustancial entre ingresar a una coalición política de gobierno e ingresar en el mismo gobierno.

El POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), por ejemplo, en 1936 entró en el bloque del Frente Popular y, sin embargo no entró al gobierno del Frente Popular ¿Dejaba por eso de ser frentepopulista, es decir, sostenedor del Estado burgués?

Aquí hay una diferenciación metodológica y de principios realmente fundamental. Si hacemos “entrismo” en el Partido Socialista chileno, y éste ingresa en un Frente Popular, esto lo hace contra nosotros, contra nuestras posiciones, contra nuestras críticas, sin nuestra responsabilidad. Si ingresamos en forma independiente a una coalición, lo hacemos por nuestra voluntad, asumiendo la totalidad de las responsabilidades políticas. Se trata de dos trabajos en direcciones diametralmente opuestas: el primero, por la ruptura con la burguesía, por la independencia obrera; el segundo, por la coalición con la burguesía, haciendo quizás críticas exteriores a puntos aislados del programa, o con un carácter meramente propagandístico.

(…) no es la crítica lo que define la posición ‘concreta’ de independencia obrera, sino el ingreso al bloque, como manifestación fundamental de sometimiento práctico a la burguesía. Ustedes, al igual que el POUM, colocan en el mismo plano el “entrismo” en el partido laborista o en el PS con el ingreso al Frente Popular en el que el PS está. Y esto elimina toda confusión respecto a lo que ustedes quieren decir con entrar en la UP: no quieren decir (y si fuera así estaría mal dicho) ingresar en alguno de los partidos obreros de la UP, para trabajar por su ruptura, sino ingresar en forma independiente en la coalición, asumiendo la responsabilidad política.

(…)

No es por azar que nos hayamos enfrascado en este asunto de los movimientos nacionalistas, pues es un aspecto cardinal de la experiencia política de los trabajadores latinoamericanos y, por lo tanto, en la política de los trotskistas de esta parte del mundo.

(…) La característica común a los movimientos nacionalistas burgueses, cuya diversidad es notable, es su aspiración a realizar la unidad y autonomía nacionales de las colonias y las semicolonias. En los países que ya han completado estas tareas, y que han devenido imperialistas, los movimientos nacionalistas tienen un carácter reaccionario, pues aspiran a resolver mediante la opresión de otras naciones su propio agotamiento histórico. En los países atrasados, los movimientos nacionalistas tienen un carácter históricamente (ojo, históricamente) progresivo, pues su “reivindicación de una autonomía nacional y económica … es la expresión de la necesidad de desarrollo burgués experimentado por estos países” (IVº Congreso de la Internacional Comunista).

De la progresividad de las tareas de los movimientos nacionales (por eso, decimos histórica), no se desprende automáticamente que su política sea consecuente o revolucionaria. La realización cabal de esas tareas es imposible sin arrastrar a fondo a todas las masas al combate. Pero lo portavoces burgueses o pequeño – burgueses de estos movimientos, se cuidan mucho –en escala diversa- de que la movilización de los trabajadores no ponga en peligro su propia dominación clasista nativa. Por otro lado, la aspiración de las direcciones burguesas a la autonomía nacional es relativa, ya que está condicionada a sus lazos y acuerdos con la burguesía imperialista opresora. En determinadas circunstancias (hostilidad extrema del imperialismo, débil desarrollo independiente del proletariado), los movimientos nacionalistas pueden llegar a librar una guerra nacional contra el imperialismo, para pasar, en otra etapa, a la represión más feroz del movimiento obrero colonial, en alianza con el capital financiero.

(…)

Ni apoyarlo incondicionalmente, ni colocarlo en el mismo plano que al imperialismo. Los comunistas – trotskistas debemos considerar a los movimientos nacionalistas burgueses en la medida en que movilizan y organizan a las masas, trabajando por la más absoluta independencia del movimiento específicamente proletario, con el objetivo de que pueda disputarle la dirección de las masas no obreras a la burguesía nacional. La táctica del frente único imperialista tiene por objeto “contribuir para desenmascarar las vacilaciones y las incertezas de los diversos grupos del nacionalismo burgués … y al esclarecimiento de la conciencia de clase de los trabajadores (IVº Congreso).

Los movimientos nacionalistas burgueses tratan de organizar al proletariado en su propio beneficio y apartándolo de toda estructuración independiente. Las organizaciones políticas de la clase obrera surgen, en los países atrasados, aprovechando el cuadro de movilización del nacionalismo burgués, pero en contra de los propósitos de éste. En determinado punto de este antagonismo, el nacionalismo burgués está obligado a aplastar al movimiento proletario comunista que va camino a convertirse en el caudillo del conjunto de las masas. Esto lo hace directamente … o indirectamente, dando paso a golpes militares de fracciones más o menos vinculadas al nacionalismo (Perón, en 1955).

El nacionalismo –por la estructura contradictoria de la nación oprimida, por el agotamiento del período histórico de formación democrática de las naciones- está obligado a jugar tanto la partida de impulsor del movimiento de las masas como la de su verdugo; está obligado tanto a enfrentar al imperialismo como a ser su instrumento para derrotar al proletariado que se moviliza en forma independiente. Definir al nacionalismo en general como ‘progresivo’ es ocultar su giro contrarrevolucionario frente al proletariado que se emancipa políticamente.

Creemos que hemos llegado al punto en que podemos apreciar claramente la diferencia de todo orden –histórica y política- entre un movimiento nacionalista burgués y un frente popular.

Los frentes populares en los países atrasados surgen justamente cuando ese movimiento de masas escapa al control de la burguesía nacional, y cuando ese movimiento no puede ser aplastado con métodos de guerra civil o cuartelazo. Aparece aquí en toda su importancia la crisis histórica de la dirección del proletariado y el carácter contrarrevolucionario del stalinismo y la socialdemocracia. El proletariado que ha superado por entero su confianza en los partidos burgueses nacionalistas, se encolumna, junto a otros sectores de masas, detrás de los partidos específicamente obreros, desde un punto de vista histórico, deberían asumir la responsabilidad de la lucha por la revolución proletaria. Estos aparatos obreros contrarrevolucionarios, en cambio, se alinean junto a los partidos en crisis de la burguesía para contener a los explotados dentro del cuadro burgués. El bloque político así formado cumple una función alternativa a la del golpe reaccionario: es el último recurso de los explotadores, incluido el imperialismo, contra la revolución proletaria. Los movimientos nacionalistas y los frentes populares tienen una función política similar: cuando se trata de derrotar el desarrollo de la revolución proletaria, la burguesía utiliza a uno y otro. Cuando el régimen burgués no está en peligro, no hay en general frentes populares, o tienen un carácter sumamente episódico; son los momentos en que los movimientos nacionalistas cumplen ciertas tareas progresivas de organización de las masas, con vista a mejores negociaciones con el imperialismo. (Por ejemplo, la legalización de los grandes sindicatos industriales por Perón). El frente popular es siempre un recurso político, no una necesidad histórica; su función, por lo tanto, es contrarrevolucionaria, no progresiva. Los movimientos nacionalistas, nacen sí por una necesidad histórica.

Es un error decir que los movimientos nacionalistas burgueses sean organismos de colaboración de clases. Son sí movimientos policlasistas, porque agrupan diversas clases de la población; pero no de colaboración de clases, porque para ello el proletariado debería tener una organización política propia, fruto de su propio movimiento histórico como clase, dispuesta a colaborar o no. En los movimientos nacionalistas, los sectores obreros no tienen fisonomía política propia respecto de la burguesía, aunque socialmente unos son explotados y los otros explotadores. La burocracia sindical peronista tiene un origen obrero, pero no representa, ni histórica ni políticamente, al proletariado. Los obreros son arrastrados al movimiento nacionalista cuando su desarrollo como clase es insuficiente (y en esta circunstancia ese arrastre es progresivo), y no por una política colaboracionista de una dirección política obrera, que aún no tienen. El frente popular es completamente distinto: aquí, las direcciones traidoras siguen una política de colaboracionismo clasista, concientemente. El movimiento nacionalista burgués se expresa como organización única, el frente popular como bloque de fuerzas. La colaboración de clases es siempre un freno histórico; la labor de organización de masas del nacionalismo es, por contrario, un impulso. El nacionalismo surge cuando aún el desarrollo del proletariado y de sus organizaciones es todavía muy frágil, por eso se lanza a organizarlo como factor de masas de la política burguesa. El frente popular, al revés, aparece cuando el proletariado alcanza un alto grado de politización y organización, por eso su único objetivo burgués es desarmarlo y desorganizarlo. El nacionalismo burgués recurre a los partidos obreros cuando, obligado a derrotar a las masas, no puede vencerlas por medio de recursos tradicionales tales como golpes preventivos. En su fase de descomposición y crisis, el nacionalismo se concilia, con infinitos rodeos, con una táctica de frente popular para ejecutar la contrarrevolución por otra vía.
Es un error decir que los frentes populares en los países atrasados sólo son posibles como coaliciones de los partidos obreros con aquellos que representan directamente al imperialismo; esto en todo caso es una variante del derechismo extremo del frente popular.

(…)

El fenómeno de la Unión Democrática demuestra que los frentes populares, cualquiera que sea su fisonomía nacional (aspecto decisivo para la táctica), tiene su base en la colaboración clasista internacionales entre el imperialismo y la burocracia. El imperialismo yanqui, deseoso de penetrar en la Argentina, viejo coto cerrado de los ingleses pacta con la burocracia una distribución de “zonas de influencia”, que en Argentina alinea al PC con el frente pro-yanqui. Los frentes populares tienen este sello internacional: la coexistencia pacífica, a cuyo servicio actúa el stalinismo. Pero no sólo eso, lo fundamenta es lo que sigue: solamente aliándose con la Unión Democrática, el stalinismo podía completar la quiebra necesaria dentro de las filas del activismo obrero de la época, como para asegurar 30 años de capitalismo al país.

(…)

No creemos que el peronismo haya tenido en 1946 un carácter del frente popular, aunque haya sido una coalición política entre el partido laborista y la UCR de Quijano. La razón es ésta: el laborismo no era un partido obrero sino un aparato sindicalista de la fracción militar peronista. El laborismo no fue un producto del movimiento autónomo del proletariado sino una creación circunstancial de la logia militar. ¿Cómo se explica sino que se fundare por recomendación de Perón y que se disipara sin pena en pocos meses? Perón concibió al laborismo como base para un partido sindicalista corporatista, que luego transformó en el peronismo. El peronismo fue, no un frente antiimperialista (el proletariado no tenía su propia representación independiente en un acuerdo circunscripto y de carácter práctico) sino un movimiento nacionalista burgués.

Expresó la necesidad de desarrollo burgués del país, pero ello se combinó con la traición histórica del stalinismo, recurso que facilitó su amplitud. Decir que el peronismo fue un frente antiimperialista y que el laborismo fue un partido obrero significa reconocer en el peronismo la existencia de un ala proletaria políticamente autónoma, incluso después de la desaparición del laborismo.

Este error teórico abre la posibilidad de un curso de capitulación frente al peronismo, por vía de las ilusiones en la evolución de la burocracia sindical como polo obrero independiente. Es de esta manera como se fundamentó en vuestra revista Estrategia, por Hermes Radio, en 1959, la disolución de vuestro grupo en el peronismo.

En el afán de asimilar al frente popular con la política progresiva que es propia de uno de los extremos del desarrollo del nacionalismo burgués, ustedes dicen que el imperialismo tuvo que abatir a Allende por ser éste nacionalista.

jueves, 18 de noviembre de 2010

M.T.R: Apuntes para una Historia Piquetera

Roberto Martino

EL AROMO - Periódico Cultural Piquetero Nº 57 (noviembre-diciembre) de 2010

www.razonyrevolucion.org


La nota siguiente fue enviada por el Compañero Martino desde el penal de Marcos Paz, donde cumple prisión preventiva por su condición de genuino luchador revolucionario. Además de su valor como parte de una historia por hacer del movimiento piquetero y del Argentinazo, su publicación es una forma más de sumarnos a la exigencia de su libertad inmediata, junto con los de todos aquellos en igual condición.

Los inicios

El Movimiento Teresa Rodríguez, surge -como tal- a fines de Abril de 1997, pero tiene sus raíces muchos años antes. Así, podemos fijar 1982 como fecha de inicio, cuando comenzamos las reuniones para reconstruir el P.R.T (Partido Revolucionario de los Trabajadores) cuyo proyecto y práctica reconocíamos -y lo hacemos también hoy- como el grado más alto alcanzado por el proletariado argentino, en los últimos 70 años, en su lucha por construir su organización política propia.

Desde entonces hasta el ´95, la labor de construcción tuvo avances y retrocesos, continuidades y rupturas, que llevan a un desgranamiento de la organización primaria que no sería parte de este artículo relatar.

De una de esas divisiones comienza, en el ‘94-‘95 un nuevo proceso, centrado en la lectura y reflexión de algunos clásicos del marxismo, como en realizar un balance de nuestra trayectoria política hasta allí. Así es que en los primeros meses del ‘96 un pequeño grupo de militantes llegamos a la conclusión de que la construcción del partido revolucionario de la clase trabajadora pasaba por agrupar, principalmente, a los trabajadores desocupados.

Hasta fines del ‘95 nuestra preocupación había sido desarrollarnos en la clase obrera industrial, para lo que realizábamos volanteadas en las puertas de algunas fábricas, además de trabajar. Fruto de ello recogíamos una pequeña adhesión. Es que el temor al despido y la falta de organización en que "respaldarse" paralizaba a las masas.

A su vez, las calles se llenaban de militantes expulsados de la producción. La burguesía lograba mantener un férreo control y los despidos de los activistas aumentaban la sensación de imposibilidad de lucha.

Por ello éramos críticos de la política implementada por los partidos de izquierda, que apenas reunían tres militantes en una fábrica los hacían chocar con la burocracia, abiertamente, con el saldo ya conocido. Es así que llegamos a la conclusión que, con una desocupación estructural de muchos años por delante, no sería el proletariado fabril la vanguardia de la lucha obrera, sino que ella quedaba en manos de sus hermanos de clase desempleados.

Considerábamos también que para que la clase obrera industrial se pusiera en pie (políticamente hablando) era necesario que entrara en acción -en la sociedad- una organización, un movimiento, que además de simpatía le despertara confianza, de forma que el cambio necesario lo entendiera también como posible.

Para esa época ('95-‘96) además del debate de texto, habíamos desarrollado una agrupación, que primero se llamo CPP (Centro de Participación Popular) y luego CETS (Centro de Estudios y Trabajo Social), base de lo que será el M.T.R. Es en el seno del CETS donde se da el debate de "asentarnos" en los desocupados como forma de poner en pie un movimiento político-social de masas de alcance nacional y desarrollar el partido revolucionario.

Así es que participamos en septiembre del ‘96 de la primera marcha de desocupados del Conurbano a Plaza de Mayo. Dicho movimiento estaba hegemonizado por el "Toti" Flores (hoy diputado por la Coalición Cívica y, para algunos empresarios sojeros, el mejor candidato anti-K) y el "Beto" Ibarra (hoy kirchnerista). En diciembre del mismo año, la monja Pelloni y la CTA convocan a una marcha en Florencio Varela de la cual también somos parte.

Como lo habíamos previsto, alrededor del movimiento de desocupados comienzan a nuclearse militantes no orgánicos, pero con todas las taras de sus organizaciones de origen. Así aparecen dos cuestiones que debíamos superar: una, la de activistas de cuño trotskista -fundamentalmente- que consideraban que politizar a las masas (objetivo que compartíamos) consistía en hablar más de Bosnia que de lo que pasaba en Argentina. Y sobre todo, en no comprender que el primer paso para generar un movimiento de masas, es ganar la confianza y el afecto de las mismas. Sin ese primer paso ni nos escuchan. La otra cuestión era el planteamiento de ciertos partidos (fundamentalmente el PO) que nos acusaba de duhaldistas, de bolsoneros, de estar al servicio de la baja de los salarios, etc. Esta visión pronto se puso a prueba. Fue en Berazategui, para el mes de marzo del ‘97; allí ex militantes del PC y algunos activistas del PO organizan una marcha a la intendencia y nos invitan a que los acompañemos. Fuimos con una delegación. Llegamos a la Intendencia con una manifestación, pero ésta se encontraba copada por matones y barrabrabas al servicio del PJ. Como la movilización era importante y se mantenía firme pese a la presencia de los matones, el municipio recibe una delegación. Por supuesto, el pliego contenía demandas de carácter local, otra del ámbito nacional y las propias de una revolución política que, cosa rara, como partido no son llevadas a la acción.

La cuestión es que el municipio sólo ofrece entregar una cantidad de bolsones alimentos. Baja la comisión e informa que nada se consiguió, que el municipio ofrecía migajas (lo que era cierto desde el punto vista del pliego y no cierto desde la situación de miseria y abandono de la población), por lo que se rechazaba e instaba a volver a los barrios a reforzar la organización para arrancarles todo. Fue la primera y última movilización de desocupados -por muchos años- en Berazategui. De hecho, allí sólo se desarrollo el movimiento después de diciembre de 2001. Nosotros también nos encontramos con situaciones como ésa, pero jamás rechazamos nada.

Nuestra línea era: hoy te arranco esto y mañana vuelvo por más, pues entendíamos que después de tantos golpes (había compañeros que al quedar desocupados no querían salir de sus casas por vergüenza), nuestra clase necesitaba volver a confiar en su fuerza. Y por ello el logro más pequeño era un capital inmenso. Y nuestra gente lo vivía así. No importaba tanto cuanto arrancábamos, sino el hecho de recuperar aunque sea parte de lo que nos habían quitado. Y entre ello central: LA DIGNIDAD. Hay que vivir situaciones como estas para comprenderlo; ya dijo alguien que la conciencia es el reflejo de las condiciones materiales. Y si mis condiciones son las de la clase media, o pequeña burguesía, muy difícilmente pueda "entender" al grueso de nuestra clase.

Así fue que comenzamos a masificarnos. Recorríamos barrio por barrio, durante todo el día. Arrancábamos a las 8, 9 de la mañana y terminábamos a las 22, 23 hs., agotados, pues todo era a pulmón, ya sea en bicicleta o a pie. Realizábamos asambleas en plazas, canchas de fútbol, escuelas. Así es como entramos en relación con las manzaneras y algunos peronistas de base, que realizaban merenderos solidarios pero bajo el comando del PJ. Pronto esa gente entro en contradicción con su dirección, pues reclamaban soluciones -ante la desocupación y el hambre- que no llegaban nunca. Contradictoriamente, observaban que nosotros - con la lucha- obteníamos paliativos, con lo que la opción no era muy difícil de tomar. Ello explica el crecimiento explosivo del movimiento piquetero, por un lado, y el derrumbe del PJ por el otro.

Cuando surgimos nuestra consigna era: "Trabajo y Dignidad, ni un paso atrás". A fines de abril del ‘97, días después del asesinato de Teresa Rodríguez, decidimos además de ponerle su nombre al Movimiento, modificar la consigna por: "Trabajo, Dignidad y Cambio Social". En Mayo, arrancamos los primeros 80 planes, a partir de los cuales comenzamos a masificarnos. Continuamos recorriendo barrios y promoviendo movilizaciones. En agosto protagonizamos el primer corte de ruta bajo una lluvia torrencial. Pero la voluntad y la decisión triunfaron; así obtuvimos 250 planes más. La noticia corría de boca en boca y nuestras asambleas eran cada vez más numerosas. Allí pasamos a desarrollar asambleas semanales por barrio, con su propia organización y delegados.

Para octubre nuestras marchas en Florencio Varela nucleaban a unos dos mil manifestantes. Ese crecimiento y la falta de cumplimiento por parte del municipio a un Acta/Acuerdo que contemplaba la incorporación de 1.000 compañeras/os más a los planes sociales, nos llevó a un nuevo corte de ruta. Después de una semana de corte levantamos el mismo al incorporarse ese cupo; pero los dirigentes y principales activistas fuimos dados de baja, con lo que el Movimiento sufrió el primer golpe. Así fue que el 22 de diciembre iniciamos un nuevo corte de ruta que duró hasta el 4 de Enero a la madrugada que fuimos violentamente reprimidos por Infantería, Montada, dos tanquetas, guardias con perros y un helicóptero. Resistimos durante un tiempo, pero la violencia y la sorpresa (eran las 5 de la mañana) fueron superiores. 112 detenidos, varios heridos y muchísimos apaleados fue el saldo. A la media mañana la solidaridad del pueblo, con Hebe a la cabeza, se hacia sentir. A la semana estábamos en libertad, pero no sólo continuábamos de baja sino que una parte importante del Movimiento se alejó por temor a los rumores y amenazas del municipio a través de sus punteros. También contribuyo el hecho que algunos delegados se pasaran al lado del PJ. Este fue uno de los momentos más duros porque -además- no teníamos, literalmente, de qué vivir.

En el periodo que va de enero a mayo todos habíamos perdido varios kilos, pues lo único que compartíamos era polenta hervida y mate. Aún así, esa olla comunitaria nos permitió mantener unido al núcleo del activismo. Para mediados de mayo comenzamos a remontar la cuesta, al dedicarnos al reparto de pan en forma de cooperativa. Además, nos posibilitaba un vínculo cotidiano con los barrios.

Definiciones políticas

La primera fractura que sufrimos fue en noviembre de 1998. Un sector encabezado por Daffunchio (Luca); Sayago (Hueso) y Noccelli (Gabi) nos acusan ¡de querer politizar el movimiento! El fondo de la cuestión era que nosotros impulsábamos la formación política y poníamos como ejemplos de ello lo del MST brasilero. Para Sayago, Daffunchio, Noccelli, en cambio, la cuestión era desarrollar un movimiento "apolítico" que les permitiera realizar acuerdos con el municipio y PJ. Hoy Daffunchio es ejecutivo del Movimiento Evita, además de depender del intendente Pereyra y de defender a la burocracia sindical ante el asesinato de Mariano Ferreyra; Sayago es miembro del PO y Noccelli se ha convertido al autonomismo. Esta fractura nos obligo a comenzar casi de cero.

Por otra parte, a mediados de 2000, producto de un acercamiento con Daniel De Santis, los activistas nos incorporamos al PT (Partido de los Trabajadores), consecuentes con nuestra visión de la necesidad de desarrollar una organización política de nuestra clase y empujados por la recuperación de un tronco común (el PRT). Dicha experiencia se agoto el 25 de Mayo de 2001. Es que en febrero-marzo habían aparecido divergencias importantes que, además, ninguna de las partes supo -pudo- resolverlas maduramente. En esos meses aparece un articulo de Daniel en la prensa partidaria que, no solo postulada la necesidad de participar en las elecciones legislativas de octubre de ese año, sino que iba mas allá al sostener que no existía otro camino -en la Argentina del 2001- para desarrollar el partido revolucionario que construirlo alrededor de la participación electoral.

Esas eran, básicamente, las definiciones de un sector del PT. Otros -entre los que nos encontrábamos nosotros y el camarada Batallés- preveíamos la posibilidad de un estallido en no mucho tiempo y caracterizábamos: a) que las masas no sólo no mostraban expectativas en la próxima contienda legislativa, sino mas bien la repudiaban; b) que la principal forma de acumulación política pasaba por alentar la acción directa, tanto la confrontación en las calles como con el gobierno. Para De Santis no existía tal situación ni posibilidad de estallido. Así fue que tanto Batallés como nosotros abandonamos el PT, aunque con algunas diferencias entre nosotros, de allí los caminos paralelos.

A su vez, desde el MTR convocamos (para abril, más o menos) a un conjunto de grupos como la CTD de La Plata; MTD Lanús; y los MTD que se habían separado de nosotros pero aún conservaban el nombre, a desarrollar una coordinación capaz de influir políticamente en el conjunto del movimiento piquetero. Contábamos, además, con una estrecha relación con Emerenciano Sena (MTD, Chaco) y "Pepino" Fernández (UTD, Mosconi-Salta). La primera reunión se realiza en Avellaneda, en la Escuela de Música Popular. De esa y otras reuniones saldrá la Coordinadora Sur. Salvo la UTD, el MTD Chaco y nosotros, el resto de la coordinadora será lo que constituirá luego la "Aníbal Verón".

En julio se realiza el I Congreso Piquetero en La Matanza y en representación de todo este arco habla Sena, un dirigente de base, con poco conocimiento político pero muy intuitivo y combatido, dueño de un discurso inflamado, a punto tal que la política de conciliación de la CCC/FTV con Moyano -en dicho Congreso- queda herida por su crítica a la burocracia sindical. A la semana de dicho Congreso nos reunimos los distintos referentes para debatir la implementación del plan de lucha votado, que contemplaba cortes por 24, 48 y 72 horas en todo el país. Una diferencia importante radicaba en que, tanto la Coordinadora como la UTD Mosconi y el MTD Chaco, éramos partidarios de cortes totales, mientras que el eje CCC/FTV sostenía una política basada en hechos "testimoniales", dejando carriles abiertos. En dicha reunión se ratificó cortes totales y el cumplimiento de las horas establecidas para los cortes.

Un suceso aleatorio ocurre en los días previos a la primera medida de fuerza: una cantidad importante de compañeras/os (del MTR) son dados de baja de los planes provinciales. Realizamos gestiones, obtuvimos promesas, pero todo sigue igual, por lo que el día del primer corte los compañeros/as -en asamblea- exigen medidas más radicales, como ocupar el Banco Provincia, sucursal Cruce Varela, hecho que realizamos. Esto genera una polarización en el movimiento piquetero. El eje matancero (en especial D'elia) sale por los medios a cuestionar nuestra medida, por no haber sido "acordada" en el plan de lucha, y a calificarnos como infiltrados. También desnuda la verdadera política al interior de la Coordinadora Sur, ya que sólo el MTD Solano apoya nuestra medida. Daffunchio y Noccelli, para no "comprometerse" se retiran a 300 metros del Cruce Varela. Pero mayor es la división al momento de cumplir con el tiempo de corte, pues a las 18:00 D'elia y Alderete anuncian el levantamiento de la medida "en virtud de la categórica demostración popular", palabras más, palabras menos; pero ¡sorpresa!, lo mismo hacen los "duros" de la Coordinadora con Daffunchio a la cabeza. Aún así nosotros decidimos cumplir con el corte de 24 hs., nos quedamos y alrededor de las 16:00 desalojamos el Banco.

Al otro día, de allí mismo iniciamos una nueva marcha a La Plata, donde forzamos que nos recibieran funcionarios del Ministerio de Trabajo, los que se comprometen a solucionar el problema, para lo cual recibirían a una comisión al otro día. Grande es nuestra sorpresa cuando sale e informa a la Asamblea que no hay solución. De allí sale la propuesta de marchar nuevamente y ocupar el Ministerio. A las 04:00 comienzan a salir los primeros grupos que asegurarían la ocupación. A las 09:00 el Ministerio está ocupado y fura del edificio hay centenares de compañeras/os rodeándolo. Fruto de la medida, Aníbal Fernández (hoy Jefe de Gabinete) se compromete a encontrar una solución, por lo que abandonamos el edificio. Pero mientras estamos desconcentrando se desata una feroz represión. Hay mujeres y niños lastimados, hombres golpeados. El centro de La Plata parece una ciudad ocupada, se persiguen piqueteros hasta 10 Km. del lugar. El saldo es más de 70 detenidos, de los cuales los menores y muy pocos mayores recuperan inmediatamente la libertad. Quedamos, entre hombres y mujeres, 59 detenidos.

A la represión le sucede una campaña de amedrentamiento y difamación por parte de la Intendencia y el PJ, además de una militarización de Florencio Varela cada vez que el Movimiento organiza una marcha por la libertad de los detenidos. Esto produce, otra vez, una baja sensible en nuestras filas. Sin embargo, la militancia y un sector de masas se mantendrán firmes. Paradójicamente esa dura represión, como la ocupación antes del Banco, es lo que nos va a catapultar en la consideración de decenas de activistas, de pequeños grupos locales que comenzarán a buscar contacto con nosotros. Recuperamos la libertad el 29 de Agosto y para el 4 de Septiembre estaba convocado el II Congreso Piquetero en La Matanza.

El Segundo Congreso de La Matanza

Apenas recuperamos la libertad, nos abocamos de lleno a preparar nuestra intervención en el Congreso. Para ello teníamos acuerdos con la UTD Mosconi y el MTD Chaco y una serie de grupos del interior del Gran Bs.As., excepto el recientemente construido Aníbal Verón que había tomado otro camino y ni siquiera participa del Congreso. En total éramos 25 delegados los que fuimos al Congreso. El lugar estaba repleto, calculo 2.500 a 3.000 delegados, la inmensa mayoría (el 75%) de la CCC/FTV y CTA. La gente de la CCC y FTV no nos querían dejar entrar -fundamentalmente la FTV- bajo el argumento de que ¡íbamos a romper el Congreso! Después de varios forcejeos, de la presión de otros grupos que estaban dentro y -centralmente- del costo político que implicaba no permitirnos ser de la partida cuando acabábamos de recuperar la libertad, terminaron inclinando la balanza. Se suceden los oradores, casi todos de la CCC, FTV y la CTA. Al mediodía habla D'elia. Por parte de nuestro bloque estaba mandatado para intervenir el compañero Valencia, de la UTD Mosconi, y yo, que hablo casi a continuación de D'elia.

Subir al escenario fue toda una batalla, donde se suceden desde empujones, hasta amenazas, como las de Alicia Castro (hoy embajadora en Venezuela), por ejemplo. Mi intervención -en polémica abierta con FTV y CCC en cuanto a qué había que hacer- polariza el Congreso. Ardura y D'elia - confiados en el 75%- deciden someter a votación las dos mociones; pero tremenda es la sorpresa cuando advierten que el 55% de las manos (vistas desde el escenario) apoyan nuestra propuesta. Aunque hubiese sido un 50 y 50 ya esto era un golpe tremendo a la política de conciliación de clases que expresaba el eje matancero y, además, en su propia casa. "Chiquito" Ardura, advirtiendo una derrota catastrófica, propone un cuarto intermedio para consensuar un documento en común, lo que implicaba modificar el proyecto original. Aceptamos el cuarto intermedio, pues la opinión de las bases había sido tajante, y sí o sí iba a reflejarse en el documento final.

Además, a ninguno convenía una fractura de dicha asamblea. Terminado el cuarto intermedio, se me invita a subir al escenario como forma de expresar el consenso alcanzado. Terminada la lectura, tomo la palabra para alentar la combatividad y unidad puesta de manifiesto por los delegados y anuncio que nos retiramos en ese momento. La CCC nos solicita quedarnos hasta el final, pero no aceptamos. Sabíamos que hacía una 5 horas que Julio Piumato se encontraba en un coche en los alrededores, esperando el momento para entrar y cerrar la Asamblea. Moyano no había ido por temor a una nueva silbatina. Nuestra retirada tenía que ver con que intuíamos - por la combatividad de los delegados en el debate- que Piumato sería silbado y no queríamos ser el pato de esa boda.

El Bloque Piquetero Nacional

El documento aprobado en La Matanza, además de una plataforma de medidas económicas y políticas de cara a la crisis, realizaba una llamada a la III Asamblea para antes de fin de año, pues preveía (todos) que una rebelión popular estaba en curso. Es por ello que a la semana viajamos hasta el Barrio María Elena a conversar sobre dicha convocatoria, pero era claro que la CCC/FTV no quería más asambleas.

Desde el MTR, convocamos a una serie de reuniones en Florencio Varela, de la que participan grupos más afines, como la UTD Mosconi, el MTD Chaco, UTL de Guernica, Casa del Pueblo de Capital Federal, y otros que posteriormente darán lugar en lo que es hoy la CUBa y la FTC. Nuestra propuesta fue -ante la crisis en ciernes- gestar un bloque de carácter clasista capaz de disputar la dirección del movimiento al eje matancero. Éramos conscientes de la necesidad de una herramienta de alcance nacional que fuera más allá de la mera coordinación y capaz, al mismo tiempo, de gestar unidad con el sector ocupado.

Por eso propusimos -cosa que fue aceptada pero con grandes reservas- invitar al PO (Partido Obrero) a ser parte de dicho Bloque. Se me designa para dicha tarea, por lo que comunico con Christian Rath y concertamos una reunión en un bar en Constitución, el "Tren Mixto". Allí concurren Rath y Pitrola por el PO. Les expongo el motivo de la reunión y visión sobre situación y tareas por delante, como la importancia de que fueran parte de este proyecto. En la charla hay coincidencias importantes pero piden unos días para contestar, lo que va a ser afirmativo.

Así es que el BPN (Bloque Piquetero Nacional) hacía su aparición pública el 5 de Diciembre de 2001 con una concentración frente al Ministerio de Trabajo de Nación y posterior movilización a Plaza de Mayo. La consigna que encabezo la columna decía: ¡Fuera Cavallo! Sabíamos que sumar al PO -dueños de una estructura de cuadros a nivel nacional- significaba una relación absolutamente asimétrica con una fuerza que -además- no caracterizamos como revolucionaria. Pero, al mismo tiempo, no desconocíamos la importancia de un instrumento como el que estábamos construyendo para nuestra clase. Además, siempre nos animó el refrán popular que dice que es preferible ser cola de león que cabeza de ratón.

En el 2002 el BPN se convirtió en el catalizador de las luchas y el referente del movimiento piquetero. A fines de enero se sumaba el MTL. Los límites de una política basada en una conciliación de clases, hicieron eclosión y oscurecieron el papel del eje matancero, y los sucesos del Puente Pueyrredón terminaron por desplazar al punto de regencia. Ya no sería la Ruta 3 -ni el Oeste- la brújula del movimiento de lucha, sino Puente Pueyrredón y la zona sur del conurbano. Y ello sólo fue posible por el rol del BPN y la ANT, capaz de arrastrar -por política y peso en las calles- al autonomismo de la Aníbal Verón, el populismo de Barrios de Pie y el oportunismo del MIJD de Castells.

Un balance mínimo de esa coyuntura excepcional, donde florecieron también las Asambleas Populares, nos indica que nos faltó claridad política, como también, que una crisis así debe llegar con herramientas previamente construidas, con una cantera de cuadros capaces de no dejarse arrastrar por la mera lucha económica. La profusión de planes y mercadería -siempre menor a las necesidades- nos metió en un callejón que no supimos abordar adecuadamente. A punto tal que nos "olvidamos" de imponer -por lo menos- una ley que universalizara el derecho a la asistencia social, acabando así con la política clientelar del Estado. Condiciones para lograrlo había de sobra.
Esta pérdida de rumbo -por el crecimiento masivo, entre otras cosas- nos imposibilitó pensar política a fondo, de muñirnos de propuestas transicionales capaces de permitirnos abordar la nueva etapa en mejores condiciones. Pero si nosotros mostramos nuestros límites, ni que decir de los partidos que hace 35 años que conservan la misma estructura y la misma dirección.

Último acto de un ciclo

Intentando encontrar una salida a lo descripto, el MTR debatió el tema para el mes de septiembre/octubre de 2002. La mayoría sostenía que el pico de la crisis había pasado y que lo más probable es que se resolviera en los marcos institucionales del sistema. Posiblemente fuera también ésta la evaluación del Gobierno de Duhalde -y de las clases dominantes- para intentar cerrar la hendija abierta por la rebelión, con una represión.

La reacción popular mostró que aunque no había fuerza para una salida extra-institucional, tampoco la había para una represión social. Así quedó cerrada la suerte reeleccionista de Duhalde y fuertemente condicionado el próximo gobierno burgués. En esa circunstancia nuestra propuesta fue unir las tres expresiones de lucha que se destacaban en los últimos años, ganando un lugar en la conciencia popular: el Movimiento de DDHH referenciado en Madres de Plaza de Mayo, el Piquetero encarnado en "Pepino" Fernández, y el Movimiento de Asambleas Populares referenciado por Luis Zamora. No nos alentaba ninguna carrera electoral, sino el convencimiento de que bajo el "paraguas" de la participación electoral se podía unir y poner en pie un Movimiento Político de alcance nacional y capaz de ofrecer una salida por fuera de los marcos del sistema, como un lugar de debate y pertenencia a todo el pueblo trabajador.

Ni que decir el rol de la fragmentación en ciernes. "Pepino", Sena y Barrios de Pie, acordaban y acompañaron esta propuesta, pero la defección de Luis Zamora lo volvió inviable, o al menos así lo pensamos. A continuación, el sector de nuestro MTR que no acordaba con la necesidad de la batalla electoral, se alejo. Y lo que siguió es parte de otra historia.