domingo, 9 de enero de 2011

Oooootra vez ……. a los militantes los mandan a morir

Esto se escuchó muchas veces desde la vuelta de la democracia en 1983 de parte de quienes abjuraron de la lucha revolucionaria y trataban de explicar el horror dentro del esquema de la teoría de los dos demonios.

A grandes rasgos se suele sostener que mentes maquiavélicas logran manipular a jóvenes medio perejiles que terminan inmolándose para beneficio de un pérfido de turno que quiere jugar a ser Lenin.

A esto se le agrega la teoría del infiltrado: Como se supone que a los trabajadores no les interesa la política y que son medio brutos entonces, si en algún lugar de trabajo éstos se deciden a actuar en forma independiente, a discutir política, a enfrentarse a la patronal o a los burócratas sindicales, pues es que alguien de afuera metió el bichito de los intereses de la “antipatria”.

Estas elucubraciones se presentan a veces de manera más sutil pero todas dicen más o menos lo mismo.

Estas teorías parecían caducas o destinadas a explicar prácticas sociales pasadas. Pero ahora han sido reflotadas con motivo de algunas acciones protagonizadas por el PO.

Ahora resultaría que la muerte de Mariano Ferreyra es culpa de Altamira que lo mandó a hacerse matar. Así Mariano Ferreyra es un pelotudo que no podía pensar ni decidir por sí mismo.

Los que conocen la realidad interna de estos partidos y sostienen estas teorías no pueden ser más que canallas. Los que reproducen estas mentiras devenidas en sentido común harían mejor en informarse con alguien que haya militado.

En mi caso, milité dos años en el PO en una regional de la provincia de Buenos Aires. Voy a detallar al menos cómo era el período pre y post congresal del partido ya que el Congreso es la máxima autoridad partidaria (puede incluso decidir disolver el partido).

Durante el período pre-congresal el Comité Central del partido publica una serie de documentos internos donde se discute la economía mundial, la política mundial, latinoamericana y nacional así como los diferentes frentes de intervención, sindical, estudiantil, barrial, etc.

Estos documentos son contestados por quienes tengan ganas y sus contestaciones se publican también en boletines internos. A su vez, algunas contestaciones suelen ser replicadas por la dirección.

Luego se hacen una serie de reuniones semanales donde se convoca a todos los militantes de la regional. Es lo que se conoce como Plenario porque van todos. En las primeras reuniones cada miembro de la dirección nacional del partido discute en cada regional los documentos. Se toman actas (lo que se conoce como minutas) y estas minutas se publican en los boletines internos para que los lea toda la militancia.

Luego de la reuniones con un miembro de la dirección se vuelven a repetir las reuniones plenarias pero sin ningún miembro de la dirección nacional. Esta vez sólo intervienen los militantes de la regional en pleno. Se vuelven a discutir los documentos pre-congreso y al final de todos los plenarios se votan esos documentos y se elige un delegado con una representación de 1 a 10 o fracción mayor de 5. Por ejemplo, si hay 21 militantes en la regional pues esa regional envía 2 delegados al Congreso. Si hay 26 militantes envía 3.

En el congreso los delegados vuelven a discutir sus posiciones, se forman comisiones y se emiten resoluciones. Al final el congreso saca sus resoluciones políticas que fijan la línea de acción para el próximo período (un año hasta el próximo congreso). A su vez, todos los delegados eligen un nuevo Comité Central que es un órgano colectivo de muchos miembros.

El Comité Central a partir de allí debe encausar la acción del partido respetando la línea fijada por el Congreso.

Así funciona a grandes rasgos el partido en el que milité y no veo que sea demasiado compatible con un Andá a hacer lo que yo te digo!.

Luego en la práctica cotidiana a veces se hace difícil garantizar alguna actividad porque pese a lo que dice la dirección de cada regional que hay que hacer no todos hacen caso, no todos están de acuerdo, no todos tienen ganas en ese momento, no todos cumplen con sus deberes como militante del partido, etc. En rigor, nadie hace lo que no quiere.

Y el que se quiere ir se va sin demasiadas complicaciones, como fue mi caso.

Es decir que nadie manda a inmolarse a nadie.

Lo que no pueden comprender los miserables que escriben esas mentiras es que haya gente dispuesta a arriesgar hasta su vida por lo que creen correcto. Eso no les entra en su cabecita de intelectuales orgánicos de la pequeña burguesía, cómodos con su nivel de vida y su protección estatal. Eso sí, encubren su cobardía con una supuesta astucia política medio canchera al estilo “vení pibe que te explico”.

En realidad no son mucho más que unos cagones.