martes, 11 de marzo de 2008

El evangelio según Kalashnikov

La proposición contenida en la introducción de la Crítica de la economía política, respecto a que los hombres toman conciencia de los conflictos de la estructura en el terreno de las ideologías, debe ser considerada como afirmación de valor gnoseológico y no puramente psicológico y moral. (Gramsci, Antonio, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce)




Hay momentos en los que el mundo, de por sí convulsionado por la barbarie capitalista, se convulsiona aún más. Momentos en que se cuestionan las mismas bases sobre las que se organiza la sociedad, en que se cuestionan las relaciones sociales que la estructuran.

Son tiempos de lucha de clases aguda, franca, abierta, tiempos de guerra de civil.

Esos períodos históricos tienen efectos en todas las clases sociales y sus fracciones, inclusive en aquellos sectores representados por las instituciones más conservadoras como la Iglesia Católica.

La lucha de clases normalmente comienza a manifestarse en esas instituciones, en forma de crisis ideológica, de cuestionamiento de los principios que las informan.

Son momentos en que la burguesía pierde hegemonía, careciendo cada vez más de consenso acerca de su dominación, debiendo recurrir cada vez más a la coerción estatal y paraestatal.

Así como se cuestionan las bases de la dominación burguesa, en cada institución se cuestionan los principios que las rigen, sus programas, aunque no todavía a la institución misma. Ello porque todavía siguen rigiendo las relaciones sociales que le dieron origen y, si son anteriores, porque siguen siendo funcionales a la estructura de dominación.

La aparición de la Teología de la Liberación, el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, los curas guerrilleros, en el seno de la iglesia católica, forma parte de esa crisis ideológica dentro de la institución en un momento de agudización de la lucha de clases y de ascenso revolucionario del proletariado en todo el mundo y, en particular, en América Latina.

Es imposible comprender la aparición de dicha Teología sin tener en cuenta las ocupaciones de tierras, por parte de los campesinos expropiados, en Brasil, que comienzan en la década del ’50 y que con el correr del tiempo derivaría en el Movimiento de los Sin Tierra. Según lo que he podido averiguar es en ese país donde nace la Teología de la Liberación aunque aquellos partidarios de dicha Teología indican como una influencia importante también a los curas obreros en Francia.

La lucha de clases también se da en el cielo de la ideología o, mejor dicho, en él se refleja deformadamente.

Los integrantes y partidarios de ese movimiento y de esa doctrina, más temprano que tarde deberían romper con la Institución (en muchos casos la Institución los romperá a ellos) porque la Iglesia y su doctrina son funcionales a las sociedades de clases y a las estructuras de dominación, dado que ella misma es una estructura de ese tipo pero donde prima el elemento ideológico. Por tanto, no puede adoptar una postura de reemplazo de la sociedad de clases por una que no las tenga. Sería su propio suicidio en tanto ella misma es un producto de la sociedad dividida en clases.

Hubo curas que no llegaron a romper con la Iglesia y otros que sí como Camilo Torres, el paradigma del cura guerrillero que, sin embargo, seguía postulando la preeminencia de la doctrina cristiana por sobre el marxismo. Sin embargo, su lucha era por la liberación de Colombia y el socialismo, empresa que la Iglesia no podía acompañar.

Otro caso emblemático es el del obispo salvadoreño Romero que ni siquiera rompió con la Iglesia y siguió dando misa hasta su muerte en manos de la reacción.

Por último, menciono al joven ex – seminarista e integrante del FSLN de Nicaragua, Leonel Rugama, quien, según los que lo conocieron, no solía prestarse a la discusión acerca de la compatibilidad de su creencia en Dios y la defensa de ideas marxistas.

Esos hombres son la expresión de esa crisis ideológica en el mismo seno de una de las instituciones más reaccionarias de occidente.

La lucha de clases afecta a todos, negar su necesariedad (es decir, su inevitabilidad) es taparse los ojos ante la realidad de la historia, realidad que ni Dios puede ocultar.


Saludos