lunes, 4 de abril de 2016

La Internacional Comunista y la lucha armada (VII)

Envío un último texto de la Internacional Comunista referido a la situación en Irlanda en el cual la Comintern apoya claramente la lucha armada del proletariado irlandés que, para esa época, era desarrollada principalmente por el Ejército Ciudadano Irlandés y luego por el Ejército Republicano Irlandés.

James Larkin y James Connolly

RESOLUCIÓN SOBRE IRLANDA

El 4º Congreso de la Internacional comunista protesta enérgicamente contra la ejecución de cinco revolucionarios nacionalistas llevada a cabo el 17 y el 25 de noviembre, por orden del Estado libre de Irlanda. Llama la atención de todos los trabajadores del mundo sobre ese acto salvaje que corona el furibundo terror imperante en Irlanda. Más de seis mil personas que combatían valientemente contra el imperialismo británico han sido encarceladas, numerosas mujeres fueron obligadas a realizar una huelga de hambre en la prisión y ya han sido abiertos mil ochocientos procesos durante los cinco meses de lucha contra este terror cuyas atrocidades superan las de los “Black and Tans”, las de los fascistas italianos o las de los “Trust Thugs” norteamericanos. El Estado libre que, sin vacilar, empleó la artillería y las municiones proporcionadas por los ingleses, los fusiles y las bombas, y hasta aeroplanos con ametralladoras contra la multitud a la vez que contra los revolucionarios, coronó todos esos crímenes con la brutal ejecución de cinco hombres, simplemente porque les encontraron armas. En el fondo, esta ejecución es un acto desesperado, la prueba directa de la derrota del Estado libre que hace una última tentativa por romper la resistencia de las masas irlandesas combatientes contra la esclavitud que pretende imponerle el Imperio Británico. Los republicanos sólo pueden ser derrotados por un gobierno terrorista imperialista que no vacila en emplear los medios más brutales contra el movimiento obrero irlandés, desde el momento en que este último trata de llegar al poder o de mejorar sus condiciones de vida. Eso es lo que ocurre indudablemente en Irlanda. Al sostener esas ejecuciones, la mayoría del Labour Party, dirigida por Johnson, cometió la traición más criminal que podía perpetrar contra la clase obrera, precisamente en momentos en que el órgano capitalista más reaccionario de Irlanda, que en 1916 reclamaba imperiosamente la cabeza de Connolly, se levanta contra este bárbaro acto del gobierno. La Internacional comunista alerta a la clase obrera de Irlanda contra esas traiciones al ideal de Connolly y de Larkin e indica a los trabajadores y campesinos irlandeses que la única salida del terrorismo del Estado Libre y de la opresión imperialista está en la lucha organizada y coordinada tanto en el dominio político e industrial como en el militar. La lucha armada, si no es reforzada y apoyada por la acción política y económica, culminará inevitablemente en la derrota. Para lograr la victoria, las masas deben ser movilizadas contra el Estado libre, lo que sólo es posible sobre la base del programa social del Partido comunista de Irlanda.

La Internacional comunista envía sus saludos fraternales a los revolucionarios irlandeses que luchan por la liberación de su país, persuadida de que pronto emprenderán el único camino que conduce a la verdadera libertad, el camino del comunismo. La Internacional comunista apoyará todos los esfuerzos tendientes a organizar la lucha contra este terror y ayudará a los obreros irlandeses y a los campesinos a lograr la victoria.

¡Viva la lucha nacional de Irlanda por su independencia!

¡Viva la República Obrera de Irlanda!

¡Viva la Internacional comunista!

miércoles, 30 de marzo de 2016

La Internacional Comunista y la lucha armada (VI)

En este envío se publican las tesis sobre estructura, métodos y acción de los partidos comunistas, escritas en base a la experiencia del partido bolchevique. Dada la gran extensión del texto que abarca casi toda la acción de los partidos comunistas, se publican solamente algunos extractos referidos a temas generales de organización y, en particular, a temas de organización de la lucha armada (ver tesis N° 53 y siguientes).


TESIS SOBRE LA ESTRUCTURA, LOS MÉTODOS Y LA ACCIÓN DE LOS PARTIDOS COMUNISTAS (O. V. Kuusinen y W. Koenen).

I. GENERALIDADES

1. La organización del Partido debe adaptarse a las condiciones y a los objetivos de su actividad. El Partido comunista debe ser la vanguardia, el ejército dirigente del proletariado durante todas las fases de su lucha de clases revolucionaria y durante el período de transición ulterior hacia la realización del socialismo, primer grado de la sociedad comunista.

2. No puede haber una forma de organización inmutable y absolutamente conveniente para todos los partidos comunistas. Las condiciones de la lucha proletaria se transforman incesantemente y, conforme a esas transformaciones, las organizaciones de vanguardia del proletariado deben buscar también constantemente nuevas formas más convenientes. Las particularidades históricas de cada país determinan a su vez formas especiales de organización para los diferentes partidos.

Pero esas diferenciaciones tienen un cierto límite. La similitud de las condiciones de la lucha proletaria en los diferentes países y en las distintas fases de la revolución proletaria constituye, pese a todas las particularidades existentes, un hecho de esencial importancia para el movimiento comunista. Esta similitud es la que proporciona la base común para la organización de los partidos comunistas de todos los países.

Sobre esta base es preciso desarrollar la organización de los partidos comunistas y no tender a la fundación de algún nuevo partido modelo en lugar del ya existente, o buscar una forma de organización absolutamente correcta, o estatutos ideales.

3. La mayoría de los partidos comunistas así como la Internacional comunista, en tanto que conjunto del proletariado revolucionario de todo el mundo, tienen en común, en las condiciones de su lucha, que deben combatir contra la burguesía aún reinante. La victoria sobre ésta, la conquista del poder arrebatado a la burguesía, constituye para esos partidos y para esta Internacional el objetivo principal y decisivo.

Por lo tanto, lo esencial, para todo el trabajo de organización de los partidos comunistas en los países capitalistas, es construir una organización que posibilite la victoria de la revolución proletaria sobre las clases poseedoras y que la consolide.

4. En las acciones comunes, es indispensable la existencia de una dirección para obtener la victoria. Esta es necesaria sobre todo en vista de los grandes combates de la historia mundial. La organización de los partidos comunistas es la organización de la dirección comunista en la revolución proletaria.

Para guiar correctamente a las masas, el Partido también tiene necesidad de una buena dirección. La tarea esencial de organización que se nos impone es la siguiente: formación, organización y educación de un Partido comunista puro y realmente dirigente para guiar el movimiento revolucionario proletario.

5. La dirección de la lucha social revolucionaria supone en los partidos comunistas y en sus órganos dirigentes la combinación orgánica de la mayor potencia de ataque y de la más perfecta adaptación a las condiciones cambiantes de la lucha.  

Una buena dirección supone además la vinculación más estrecha con las masas proletarias. Sin esta vinculación, el Comité dirigente nunca guiará a las masas. En el mejor de los casos, sólo podrá seguirla.

Esas relaciones orgánicas deben ser establecidas en las organizaciones del partido comunista mediante la centralización democrática.

II. LA CENTRALIZACIÓN DEMOCRÁTICA

6. La centralización democrática en la organización del partido comunista debe ser una verdadera síntesis, una fusión de la centralización y de la democracia proletaria. Esta fusión sólo puede ser obtenida mediante una actividad y una lucha permanente y común del conjunto del partido.

La centralización en el partido comunista no debe ser formal y mecánica; debe ser una centralización de la actividad comunista, es decir la formación de una dirección poderosa, dispuesta al ataque y a la vez capaz de adaptación. Una centralización formal o mecánica sólo significaría la centralización del “poder” en manos de una burocracia tendiente a dominar a los demás miembros del partido o a las masas del proletariado revolucionario externas al partido. Pero solamente los enemigos del comunismo pueden pretender que, por medio de esas funciones de dirección de la lucha proletaria y la centralización de esta dirección comunista, el partido comunista domine al proletariado revolucionario. Esto es una mentira y, además, dentro del partido, la lucha por la dominación o un antagonismo entre dirigentes es incompatible con los principios adoptados por la Internacional comunista relativos a la centralización democrática.

En las organizaciones del viejo movimiento obrero no revolucionario se desarrolló un dualismo de idéntica naturaleza al de la organización del Estado burgués. Nos referimos al dualismo entre la burocracia y el “pueblo”. Bajo la influencia desalentadora de la atmósfera burguesa, las funciones se aislaron en cierto modo, la comunidad de trabajo fue remplazada por una democracia puramente formal, y la propia organización se dividió en funcionarios activos y en una masa pasiva. El movimiento obrero revolucionario hereda, hasta cierto punto inevitablemente, del ambiente burgués esta tendencia al formalismo y al dualismo.

El Partido comunista debe superar radicalmente esos antagonismos mediante un trabajo sistemático, político y de organización que encare sucesivas mejoras y revisiones.


III. EL DEBER DE TRABAJAR DE LOS COMUNISTAS

8. El partido comunista debe ser una escuela de trabajo del marxismo revolucionario. Es mediante el trabajo cotidiano común en las organizaciones del Partido como se reafirman los vínculos entre los diferentes grupos y afiliados.

En los Partidos comunistas legales no existe aún en la actualidad la participación regular de la mayoría de los miembros en el trabajo político cotidiano. Ese es su mayor defecto y la causa de una perpetua incertidumbre en su desarrollo.

9. El peligro que siempre amenaza a un Partido obrero que da sus primeros pasos hacia la transformación comunista es el de conformarse con la aceptación de un programa comunista, remplazar en su propaganda la doctrina anterior por la del comunismo y sustituir solamente a los funcionarios hostiles a esta doctrina por comunistas. Pero la adopción de un programa comunista sólo es una manifestación del deseo de convertirse en comunistas. Si a ello no se agregan acciones comunistas y si, en la organización del trabajo político, es mantenida la pasividad de la masa de los miembros, el Partido no realiza la mínima parte de lo que prometió al proletariado con la aceptación del programa comunista.

Pues la primera condición de una realización consciente de este programa es la movilización de todos los afiliados en el trabajo cotidiano permanente.

El arte de la organización comunista consiste en utilizar todo y a todos para la lucha proletaria de clases, en repartir racionalmente entre todos los miembros del Partido el trabajo político y en arrastrar por su intermedio a masas más vastas del proletariado al movimiento revolucionario, a mantener firmemente en sus manos la dirección del conjunto del movimiento, no por la fuerza del poder sino por la fuerza de la autoridad, es decir de la energía, la experiencia, la capacidad y la tolerancia.


16. Nuestro trabajo político general es la lucha práctica o teórica o la preparación de esta lucha. La especialización de ese trabajo fue muy defectuosa hasta el momento. Hay dominios muy importantes en los cuales el partido sólo ha realizado hasta el momento esfuerzos accidentales. Por ejemplo, los partidos legales no han hecho casi nada en el campo de la lucha especial contra la policía política. La instrucción de los camaradas del partido se realiza en general de modo accidental y secundario, y esto último tan superficialmente, que la mayor parte de las decisiones más importantes del Partido, hasta el programa y las resoluciones de la Internacional comunista, todavía son totalmente desconocidos por los grandes sectores de miembros del partido. El trabajo de instrucción debe ser ordenado y profundizado incesantemente por parte de todo el sistema de las organizaciones del partido, todos los grupos de trabajo, a fin de obtener mediante esos esfuerzos sistemáticos, un grado cada vez más elevado de especialización.


IV. PROPAGANDA Y AGITACIÓN

20. Nuestra tarea más importante antes de la sublevación revolucionaria declarada es la propaganda de agitación revolucionaria. En su mayor parte, esta actividad y su organización aún es llevada a cabo con frecuencia a la antigua usanza formalista, mediante manifestaciones ocasionales, mediante reuniones de masas y sin preocuparse del contenido revolucionario concreto de los discursos y de los escritos.

La propaganda y la agitación comunista deben, ante todo, arraigarse en los medios más profundos del proletariado. Debe ser engendrada por la vida concreta de los obreros, por sus intereses comunes, particularmente por sus luchas y esfuerzos.

Lo que imprime más fuerza a la propaganda comunista es su contenido revolucionador. Desde ese punto de vista, es preciso considerar lo más atentamente posible las consignas y la actitud a adoptar con respecto a los problemas concretos en las diversas situaciones. A fin de que el partido siempre pueda adoptar una posición justa, debe impartirse un curso de instrucción prolongado y completo no solamente a los propagandistas y agitadores profesionales sino también a los demás afiliados.

21. Las formas principales de propaganda y de agitación comunistas son: entrevistas personales verbales, participación en los combates de los movimientos obreros sindicales y políticos, acción ejercida por la prensa y la literatura del partido. Cada miembro de un partido legal o ilegal debe, de una forma u otra, participar regularmente en esta actividad.

22. Cuando la propaganda comunista se realiza en los países capitalistas donde la mayoría del proletariado no tiene ninguna inclinación revolucionaria consciente, es preciso buscar métodos de acción cada vez más perfectos para ir al encuentro de la comprensión del obrero que aún no es revolucionario pero que comienza a serlo y para facilitarle la entrada al movimiento revolucionario. La propaganda comunista debe servirse de sus principios en las diferentes situaciones para sostener en el espíritu del obrero durante su lucha interior contra las tradiciones y las inclinaciones burguesas, las tendencias que en él recién comienzan a surgir, inconscientes aún, incompletas, vacilantes y semiburguesas, pero que constituyen para él un elemento de progreso revolucionario.

A la vez, la propaganda comunista no debe limitarse a las demandas o esperanzas de las masas proletarias tal como son en la actualidad, es decir restringidas y vacilantes. Los gérmenes revolucionarios de esas demandas y esperanzas sólo constituyen el punto de partida necesario para influir sobre ellas. Pues solamente mediante esta combinación es posible explicar al proletariado de una manera más comprensible lo que es el comunismo.

23. Es preciso realizar la agitación comunista entre las masas proletarias de modo tal que los proletarios militantes reconozcan a nuestra organización comunista como la que debe dirigir leal y valerosamente, con previsión y energía, su propio movimiento hacia un objetivo común.

Con este fin, los comunistas deben participar en todos los combates espontáneos y en todos los movimientos de la clase obrera y tomar a su cargo la defensa de los intereses de los obreros en todos sus conflictos con los capitalistas respecto a la jornada de trabajo, etc. Al hacerlo, los comunistas se ocuparán enérgicamente de los problemas concretos de la vida de los obreros, ayudándolos a desenvolverse en esas cuestiones, a atraer su atención sobre las irregularidades más evidentes, a formular exactamente y en forma práctica sus reivindicaciones ante los capitalistas y a la vez a desarrollar en ellos el espíritu de solidaridad y la conciencia de la comunidad de sus intereses y los de los obreros de todos los países, como una clase unida y que constituye una parte del ejército mundial del proletariado.

Sólo si se participa constantemente en ese menudo pero absolutamente necesario trabajo cotidiano, si se aplica el mayor espíritu de sacrificio en todos los combates del proletariado, el “Partido comunista” podrá convertirse en un verdadero Partido comunista.


La participación consciente y sacrificada de toda la masa de los afiliados de un partido en la escuela de los combates y diferendos cotidianos entre los explotados y los explotadores es la premisa indispensable no solamente de conquista sino también, en una medida aún más amplia, de la realización de la dictadura del proletariado. Solamente colocándose al frente de las masas obreras en sus constantes escaramuzas contra los ataques del capital, el partido comunista puede ser capaz de convertirse en esa vanguardia de la clase obrera, de aprender sistemáticamente a dirigir en los hechos al proletariado y de adquirir los medios de preparar conscientemente la derrota de la burguesía.

24. Los comunistas deben ser movilizados en gran número para tomar parte en el movimiento de los obreros, sobre todo durante las huelgas, los lock-outs y demás despidos en masa.


30. Para la propaganda en el ejército y en la flota del Estado capitalista, habrá que buscar en cada país los métodos más apropiados. La agitación antimilitarista en un sentido pacifista es muy perjudicial, pues sólo logra alentar a la burguesía en su deseo de desarmar al proletariado. El proletariado rechaza en principio y combate del modo más enérgico a todas las instituciones militaristas del Estado burgués y de la clase burguesa en general. Por otra parte, el proletariado aprovecha esas instituciones (ejército, sociedades de preparación militar, milicia por la defensa de los ciudadanos, etc.) para ejercitar militarmente a los obreros con vistas a las luchas revolucionarias. La agitación intensiva no debe, por lo tanto, estar dirigida contra la formación militar de la juventud y de los obreros sino contra el orden militarista y contra la arbitrariedad de los oficiales. El proletariado debe utilizar del modo más enérgico toda posibilidad de apropiarse de armas.

La antítesis de clases que se pone de manifiesto en los privilegios materiales de los oficiales y en los malos tratos infligidos a los soldados debe ser comprendida por estos últimos. Además, en las campañas agitativas destinadas a los soldados, es preciso destacar claramente hasta qué punto todo su futuro está estrechamente ligado a la suerte de la clase explotada. En un período avanzado de fermentación revolucionaria, la agitación a favor de la elección democrática de los mandos por parte de los soldados y marineros y a favor de la formación de soviets de soldados puede ser muy eficaz para sabotear las bases del poder de la clase capitalista.

En la agitación contra las tropas especiales que la burguesía organiza para la guerra de clases y en particular contra sus grupos de voluntarios armados, es necesario concentrar constantemente el máximo de atención y energía. En los lugares donde la estructura social y el medio corrompido lo permitan, la descomposición social debe ser introducida sistemáticamente y en el momento oportuno en sus filas. Cuando estos grupos o tropas posean un carácter de clase uniformemente burgués, como por ejemplo en las tropas compuestas exclusivamente de oficiales, es preciso desenmascararlas ante el conjunto de la población, tornarlas despreciables y odiosas de modo de provocar su disolución interna a consecuencia del aislamiento que la acción de propaganda provocará.

V. ORGANIZACIÓN DE LAS LUCHAS POLÍTICAS

31. Para un partido comunista, en ninguna circunstancia su organización puede permanecer políticamente inactiva. La utilización orgánica de toda situación política y económica y de toda modificación de esta situación debe ser elevada al nivel de una estrategia y de una táctica organizadas.

Aunque el Partido aún sea débil, se halla sin embargo en condiciones de aprovechar los acontecimientos políticos o las grandes huelgas que conmueven toda la vida económica, para llevar a cabo una acción de propaganda radical, sistemática y metódicamente organizada. Apenas el Partido tome una decisión ante cualquier situación de este tipo, debe movilizar enérgicamente en su campaña a todos sus afiliados y a todos los sectores de su organización.


32. Las manifestaciones y las acciones demostrativas exigen una dirección muy abnegada y flexible, que considere constantemente el objetivo de esas acciones y esté en todo momento en condiciones de apreciar si la manifestación tuvo el mayor éxito posible o si en la situación dada es posible intensificarla aún más ampliándola para convertirla en una acción de masas bajo la forma primeramente de huelgas demostrativas y luego de huelgas de masas. Las manifestaciones pacifistas llevadas a cabo durante la guerra nos enseñaron que, aún después del aplastamiento de este tipo de manifestación, un verdadero partido proletario de lucha, aun si actúa en la ilegalidad, no debe ni vacilar ni detenerse cuando se trata de un gran objetivo actual que necesariamente despierta en las masas un creciente interés.

Las manifestaciones callejeras encuentran su mejor apoyo en las grandes empresas. Cuando se ha logrado crear un cierto estado de ánimo general mediante el trabajo preparatorio metódico de nuestras células y nuestras fracciones, luego de una propaganda oral o por medio de panfletos, los hombres de confianza de nuestro partido en las empresas, los responsables de las células y de las fracciones, deberán ser convocados por el Comité Dirigente a una conferencia donde serán discutidas las operaciones convenientes para el día siguiente, el momento exacto de la concentración, el carácter de las consignas, las perspectivas de la acción, su intensificación y el momento de su terminación y desconcentración. Un grupo de funcionarios provistos de instrucciones correctas y expertos en problemas de organización deberá constituir el eje de la manifestación desde la partida en el lugar de trabajo hasta su dispersión. A fin de que esos funcionarios mantengan un contacto directo entre sí y puedan recibir permanentemente las directivas políticas necesarias en todo momento, los trabajadores responsables del Partido deberán participar metódicamente, confundidos entre la masa, en la manifestación. Esta dirección móvil política y organizada de la manifestación constituye la condición más favorable para la reanudación y eventualmente para la intensificación de la acción y su transformación en grandes acciones de masas.


VIII. EL NEXO ENTRE EL TRABAJO LEGAL Y EL TRABAJO ILEGAL

53. En la vida diaria de un partido comunista pueden producirse, según las diferentes fases de la revolución, variaciones funcionales. Pero, en el fondo, no existe diferencia esencial en la estructura que deben esforzarse por lograr un partido legal y un partido ilegal.

El Partido debe estar organizado de tal modo que pueda adaptarse rápidamente a las modificaciones de las condiciones de la lucha.

El partido comunista debe convertirse en una organización de combate capaz, por una parte, de evitar en campo abierto a un enemigo con fuerzas superiores concentradas en un punto y, por otra parte, de utilizar las dificultades con que tropieza ese enemigo para atacarlo donde menos se lo espera. Constituiría un error muy grande el prepararse exclusivamente para las sublevaciones y los combates callejeros o para los períodos de mayor opresión. Los comunistas deben realizar su trabajo revolucionario preparatorio en todas las situaciones y estar siempre dispuestos a la lucha, pues con frecuencia es casi imposible prever la alternancia de los períodos de flujo y reflujo. No se puede aprovechar esta previsión para reorganizar el Partido porque el cambio habitualmente es demasiado rápido y se produce sorpresivamente.

54. Los Partidos comunistas legales de los países capitalistas en general aún no han tomado suficientemente como tarea esta preparación para los levantamientos revolucionarios, los combates armados y en general la lucha ilegal. Con demasiada frecuencia se construye la organización del Partido con vista a una acción legal prolongada y de acuerdo con las exigencias de las tareas legales cotidianas.

En los Partidos ilegales, por el contrario, a menudo tampoco se comprende lo suficiente que es preciso utilizar las posibilidades de la acción legal y organizar el Partido de tal modo que esté en contacto directo con las masas revolucionarias. Los esfuerzos del partido tienden a convertirse en un trabajo de Sísifo o en una conspiración impotente.

Esos dos errores, tanto el del partido ilegal como el del partido legal, son graves. Un partido comunista legal debe saber prepararse, del modo más enérgico, para las exigencias de una actividad clandestina y en particular estar armado en espera de levantamientos revolucionarios. Y por otra parte, un partido comunista ilegal debe saber utilizar todas las posibilidades del movimiento obrero legal para convertirse, mediante un trabajo político intensivo, en el organizador y el verdadero guía de las grandes masas revolucionarias. La dirección del trabajo legal y del trabajo ilegal debe estar permanentemente unida en manos de la misma dirección central del partido.

55. En los partidos legales, al igual que en los partidos ilegales, el trabajo ilegal es con frecuencia concebido como la formación y el mantenimiento de una organización cerrada, exclusivamente militar y aislada del resto de la política y de la organización del Partido. Esta concepción es totalmente errónea. En el período revolucionario, la formación de nuestra organización de combate debe, por el contrario, ser el resultado del conjunto de la acción comunista del partido. El partido en su conjunto debe convertirse en una organización de combate para la revolución. Las organizaciones revolucionarias aisladas de carácter militar, surgidas prematuramente antes de la revolución, tienden demasiado fácilmente a la disolución y a la desmoralización porque carecen en el partido de un trabajo inmediatamente útil.

56. Para un partido ilegal, es muy importante evitar permanentemente que sus afiliados y sus organismos sean descubiertos. Por lo tanto, es preciso cuidar que sean entregados por medio de listas, por imprudencias en la distribución de los materiales o el pago de las cotizaciones. Un partido ilegal no debe utilizar en la misma medida que un partido legal las formas abiertas de organización para objetivos conspirativos, aunque sin embargo, debe tratar de poder hacerlo cada vez en mayor medida.

Serán adoptadas todo tipo de medidas para impedir que elementos dudosos y poco seguros entren en el Partido. Los medios a emplear para hacerlo dependen en gran parte del carácter del Partido, legal o ilegal, perseguido o tolerado, en vías de crecimiento o de estancamiento. Un medio que en ciertas circunstancias sirvió con eficacia es el sistema de candidatura. Las personas que desean ser admitidas al Partido lo son ante todo como candidatos, previa presentación de dos miembros del Partido, y según cómo realicen las tareas que les son confiadas, son admitidos o no como miembros del partido.

La burguesía enviará inevitablemente provocadores y agentes a las organizaciones ilegales. Es preciso llevar a cabo contra ellos una lucha constante y minuciosa. Uno de los mejores métodos consiste en combinar hábilmente la acción legal con la ilegal. Un trabajo revolucionario legal de cierta duración es el mejor modo de darse cuenta del grado de confianza que cada uno merece, de su conciencia, de su coraje, de su energía, de su puntualidad. Así se podrá determinar si es posible encargar un trabajo ilegal que corresponda más a su capacidad.

Un partido ilegal debe prepararse cada vez más contra toda sorpresa (por ejemplo, guardando a buen recaudo las direcciones de contactos, destruyendo por regla general las cartas, conservando cuidadosamente los documentos necesarios, instruyendo conspirativamente a los agentes de enlace, etc.).

57. Nuestro trabajo político general debe estar distribuido de tal modo que ya antes del levantamiento revolucionario abierto se desarrollen y se afirmen las raíces de una organización de combate que corresponda a las exigencias de esta fase. Es particularmente importante que en su acción la dirección del Partido comunista tenga en cuenta permanentemente esas exigencias, que trate en la medida de lo posible de planteárselas anticipadamente. No puede, por cierto, tener de ellas una idea exacta y clara, pero esa no es una razón para descuidar el punto de vista esencial de la dirección de la organización comunista.

Si se produce un cambio funcional en el partido comunista en momentos del levantamiento revolucionario declarado, el partido mejor organizado puede enfrentarse con problemas extremadamente difíciles y complejos. Puede suceder que se vea obligado en un intervalo de algunos días a movilizar al partido para una lucha armada, a movilizar no sólo al partido sino también a sus reservas, a organizar a los simpatizantes y toda la retaguardia, es decir a las masas revolucionarias no organizadas. En ese momento, no se tratará de formar un ejército rojo regular. Debemos vencer sin ejército construido de antemano, solamente con las masas colocadas bajo la dirección del partido. Si nuestro partido no está preparado por su dirección organizativa para esta eventualidad, la lucha más heroica será inútil.

58. En algunas situaciones revolucionarias se ha observado varias veces que las direcciones centrales revolucionarias no han actuado a la altura de su misión. En la organización a nivel inferior, el proletariado demostró magníficas cualidades durante la revolución, pero en su Estado Mayor imperaron con frecuencia el desorden, el caos y la impotencia. Algunas veces falta hasta la más elemental división del trabajo, el servicio de información es tan malo que plantea más inconvenientes que utilidad, o el servicio de enlace no es merecedor de ninguna confianza. Cuando se necesita un correo secreto, un transporte, un refugio, una imprenta clandestina, comúnmente sólo se los obtiene a raíz de una fortuita casualidad. Toda provocación por parte del enemigo organizado tiene posibilidad de triunfar.

Y no puede ocurrir de otro modo si el partido revolucionario que detenta la dirección no se organizó previamente. Así por ejemplo, la vigilancia y el descubrimiento de la policía política exigen una experiencia especial, un aparato secreto para el enlace, sólo puede funcionar con prontitud y seguridad luego de un largo entrenamiento, etc. En esos campos de la actividad revolucionaria especial, todo partido comunista legal debe realizar preparativos secretos, por mínimos que sean.

También en este sentido puede ser desarrollado en gran medida el aparato necesario por medio de una acción totalmente legal, si se toman los debidos recaudos durante su funcionamiento para que inmediatamente pueda ser transformado en aparato ilegal. Así, por ejemplo, la organización encargada de la distribución, exactamente regulada, de panfletos legales, de publicaciones y de cartas puede ser transformada en aparato secreto de enlace (servicio de correos, puestos secretos, alojamientos secretos, transportes conspirativos, etc.).

59. El organizador comunista debe considerar anticipadamente a todo miembro del Partido y a todo militante revolucionario en su futuro papel histórico de soldado de nuestra organización de combate, durante la época de la revolución. Así puede destinarlo de antemano, en la célula a que pertenece, al trabajo que mejor corresponda con su puesto y su servicio futuros. Su acción actual debe, sin embargo, constituir un servicio útil en sí y necesario para la lucha actual, y no solamente un ejercicio que el obrero práctico no comprendería inmediatamente, pues esta actividad es también en parte un ejercicio tendiente a cubrir las exigencias más esenciales de la futura lucha final.

miércoles, 23 de marzo de 2016

La Internacional Comunista y la lucha armada (V)

Las tesis sobre el parlamentarismo han sido utilizadas por los reformistas de todo tipo, incluidas las organizaciones reformistas "en nombre de Trotsky", para justificar campañas electorales democratizantes y adaptadas a los prejuicios de los sectores medios de la población.

Por su contenido, parecería en una primera aproximación que estas tesis no tienen ninguna relación con la lucha armada. Sin embargo ello no es así: la Comintern subordinaba el parlamentarismo y la lucha electoral a la lucha de masas (que incluye a la lucha armada). En este sentido, consideraba que la lucha parlamentaria era un medio secundario que debía servir a la lucha de masas y a la insurrección armada para la toma del poder político. 

Más aun, propone una serie de medidas que deberían tomar los revolucionarios en caso de que accedieran a cargos municipales, como es la de crear una milicia obrera armada. En ese ejemplo se ve claramente cómo la pelea por acceder a funciones parlamentarias y municipales está también subordinada a la lucha por el poder y a la utilización de dichas posiciones, no para obtener reformas aisladas, sino para armar al proletariado.


EL PARTIDO COMUNISTA Y EL PARLAMENTARISMO

I. LA NUEVA ÉPOCA Y EL NUEVO PARLAMENTARISMO

La actitud de los partidos socialistas con respecto al parlamentarismo consistía en un comienzo, en la época de la I Internacional, en utilizar los parlamentos burgueses para fines agitativos. Se consideraba la participación en la acción parlamentaria desde el punto de vista del desarrollo de la conciencia de clase, es decir del despertar de la hostilidad de las clases proletarias contra las clases dirigentes. Esta actitud se modificó no por la influencia de una teoría sino por la del progreso político. A consecuencia del incesante aumento de las fuerzas productivas y de la ampliación del dominio de la explotación capitalista, el capitalismo, y con él los estados parlamentarios, adquirieron una mayor estabilidad.

De allí la adaptación de la táctica parlamentaria de los partidos socialistas a la acción legislativa “orgánica” de los parlamentos burgueses y la importancia siempre creciente de la lucha por la introducción de reformas dentro de los marcos del capitalismo, el predominio del programa mínimo de los partidos socialistas y la transformación del programa máximo en una plataforma destinada a las discusiones sobre un lejano “objetivo final”. Sobre esta base se desarrolló el arribismo parlamentario, la corrupción, la traición abierta o solapada de los intereses primordiales de la clase obrera.

La actitud de la III Internacional con respecto al parlamentarismo no está determinada por una nueva doctrina sino por la modificación del papel del propio parlamentarismo. En la época precedente, el parlamento, instrumento del capitalismo en vías de desarrollo trabajó, en un cierto sentido, por el progreso histórico. En las condiciones actuales, caracterizadas por el desencadenamiento del imperialismo, el parlamento se ha convertido en un instrumento de la mentira, del fraude, de la violencia, de la destrucción, de los actos de bandolerismo. Obras del imperialismo, las reformas parlamentarias, desprovistas de espíritu de continuidad y de estabilidad y concebidas sin un plan de conjunto, perdieron toda importancia práctica para las masas trabajadoras. El parlamentarismo, así como toda la sociedad burguesa, perdió su estabilidad. La transición del período orgánico al período crítico crea una nueva base para la táctica del proletariado en el dominio parlamentario. Así es como el partido obrero ruso (el partido bolchevique) determinó ya las bases del parlamentarismo revolucionario en una época anterior, al perder Rusia desde 1905 su equilibrio político y social y entrar desde ese momento en un período de tormentas y cambios violentos.

Cuando algunos socialistas que aspiran al comunismo afirman que en sus países aún no llegó la hora de la revolución y se niegan a separarse de los oportunistas parlamentarios, consideran, en el fondo, consciente o inconscientemente, al período que se inicia como un período de estabilidad relativa de la sociedad imperialista y piensan, por esta razón, que una colaboración con los Turati y los Longuet puede lograr, sobre esa base, resultados prácticos en la lucha por las reformas.

El comunismo debe tomar como punto de partida el estudio teórico de nuestra época (apogeo del capitalismo, tendencias del imperialismo a su propia negación y a su propia destrucción, agudización continua de la guerra civil, etc....). Las formas de las relaciones políticas y de las agrupaciones pueden diferir en los diversos países, pero la esencia de las cosas sigue siendo la misma en todas partes: para nosotros se trata de la preparación inmediata, política y técnica, de la sublevación proletaria que debe destruir el poder burgués y establecer el nuevo poder proletario.

Para los comunistas, el parlamento no puede ser actualmente, en ningún caso, el teatro de una lucha por reformas y por el mejoramiento de la situación de la clase obrera, como sucedió en ciertos momentos en la época anterior. El centro de gravedad de la vida política actual está definitivamente fuera del marco del parlamento. Por otra parte, la burguesía está obligada, por sus relaciones con las masas trabajadoras y también a raíz de las relaciones complejas existentes en el seno de las clases burguesas, a hacer aprobar de diversas formas algunas de sus acciones por el parlamento, donde las camarillas se disputan el poder, ponen de manifiesto sus fuerzas y sus debilidades, se comprometen, etc....

Por eso el deber histórico inmediato de la clase obrera consiste en arrancar esos aparatos a las clases dirigentes, en romperlos, destruirlos y sustituirlos por los nuevos órganos del poder proletario. Por otra parte el estado mayor revolucionario de la clase obrera está, profundamente interesado en contar, en las instituciones parlamentarias de la burguesía con exploradores que facilitarán su obra de destrucción. Inmediatamente se hace evidente la diferencia esencial entre la táctica de los comunistas que van al parlamento con fines revolucionarios y la del parlamentarismo socialista que comienza por reconocer la estabilidad relativa, la duración indefinida del régimen. El parlamentarismo socialista se plantea como tarea obtener reformas a cualquier precio. Está interesado en que cada conquista sea considerada por las masas como logros del parlamentarismo socialista (Turati, Longuet y Cía.). Trascrito por Célula II.
El viejo parlamentarismo de adaptación es remplazado por un nuevo parlamentarismo, que es una de las formas de destruir el parlamentarismo en general. Pero las tradiciones deshonestas de la antigua táctica parlamentaria acercan a ciertos elementos revolucionarios con los antiparlamentarios por principio (los IWW, los sindicalistas revolucionarios, el partido obrero comunista de Alemania). Considerando esta situación, el II Congreso de la Internacional comunista llega a las siguientes conclusiones:

II. EL COMUNISMO, LA LUCHA POR LA DICTADURA DEL PROLETARIADO Y
“POR LA UTILIZACIÓN” DEL PARLAMENTO BURGUÉS.

I


1. El parlamentarismo de gobierno se ha convertido en la forma “democrática” de la dominación de la burguesía, a la que le es necesaria, en un momento dado de su desarrollo, una ficción de representación popular que exprese en apariencia la “voluntad del pueblo” y no la de las clases, pero en realidad, constituye en manos del capital reinante, un instrumento de coerción y opresión;

2. El parlamentarismo es una forma determinada del Estado. Por eso no es inconveniente de ninguna manera para la sociedad comunista, que no conoce ni clases, ni lucha de clases, ni poder gubernamental de ningún tipo;

3. El parlamentarismo tampoco puede ser la forma de gobierno “proletario” en el período de transición de la dictadura de la burguesía a la dictadura del proletariado. En el momento más grave de la lucha de clases, cuando ésta se transforma en guerra civil, el proletariado debe construir inevitablemente su propia organización gubernamental, considerada como una organización de combate en la cual los representantes de las antiguas clases dominantes no serán admitidos. Toda ficción de voluntad popular en el transcurso de este estadio es perjudicial para el proletariado. Este no tiene ninguna necesidad de la separación parlamentaria de los poderes que inevitablemente le sería nefasta. La república de los soviets es la forma de la dictadura del proletariado;

4. Los parlamentos burgueses, que constituyen uno de los principales aparatos de la maquinaria gubernamental de la burguesía, no pueden ser conquistados por el proletariado en mayor medida que el estado burgués en general. La tarea del proletariado consiste en romper la maquinaria gubernamental de la burguesía, en destruirla, incluidas las instituciones parlamentarias, ya sea las de las repúblicas o las de las monarquías constitucionales;

5. Lo mismo ocurre con las instituciones municipales o comunales de la burguesía, a las que es teóricamente falso oponer a los organismos gubernamentales. En realidad también forman parte del mecanismo gubernamental de la burguesía. Deben ser destruidas por el proletariado revolucionario y remplazadas por los soviets de diputados obreros;

6. El comunismo se niega a considerar al parlamentarismo como una de las formas de la sociedad futura; se niega a considerarla como la forma de la dictadura de clase del proletariado, rechaza la posibilidad de una conquista permanente de los parlamentos, se da como objetivo la abolición del parlamentarismo. Por ello, sólo debe utilizarse a las instituciones gubernamentales burguesas a los fines de su destrucción. En ese sentido, y únicamente en ese sentido, debe ser planteada la cuestión;

II

7. Toda lucha de clases es una lucha política pues es, al fin de cuentas, una lucha por el poder. Toda huelga, cuando se extiende al conjunto del país, se convierte en una amenaza para el Estado burgués y adquiere, por ello mismo, un carácter político. Esforzarse por liquidar a la burguesía y destruir el Estado burgués significa sostener una lucha política. Formar un aparato de gobierno y de coerción proletario, de clase, contra la burguesía refractaria significa, cualquiera que sea ese aparato, conquistar el poder político;

8. La lucha política no se reduce, por lo tanto, a un problema de actitud frente al parlamentarismo. Abarca toda la lucha de la clase proletaria en la medida en que esta lucha deje de ser local y parcial y apunte a la destrucción del régimen capitalista en general;

9. El método fundamental de la lucha del proletariado contra la burguesía, es decir contra su poder gubernamental, es ante todo el de las acciones de masas. Estas últimas están organizadas y dirigidas por las organizaciones de masas del proletariado (sindicatos, partidos, soviets), bajo la conducción general del partido comunista, sólidamente unido, disciplinado y centralizado. La guerra civil es una guerra. En ella, el proletariado debe contar con buenos cuadros políticos y un efectivo estado mayor político que dirija todas las operaciones en el conjunto del campo de acción;

10. La lucha de las masas constituye todo un sistema de acciones en vías de desarrollo, que se avivan por su forma misma y conducen lógicamente a la insurrección contra el estado capitalista. En esta lucha de masas, llamada a transformarse en guerra civil, el partido dirigente del proletariado debe, por regla general, fortalecer todas sus posiciones legales, transformarlas en puntos de apoyo secundarios de su acción revolucionaria y subordinarlas al plan de la campaña principal, es decir a la lucha de masas;

11. La tribuna del parlamento burgués es uno de esos puntos de apoyo secundarios. No es posible invocar contra la acción parlamentaria la condición burguesa de esa institución. El partido comunista entra en ella no para dedicarse a una acción orgánica sino para sabotear desde adentro la maquinaria gubernamental y el parlamento. Ejemplo de ello son la acción de Liebknecht en Alemania, la de los bolcheviques en la duma del zar, en la “Conferencia democrática” y en el “Pre-parlamento” de Kerenski, en la Asamblea constituyente, en las municipalidades y también la acción de los comunistas búlgaros.

12. Esta acción parlamentaria, que consiste sobre todo en usar la tribuna parlamentaria con fines de agitación revolucionaria, en denunciar las maniobras del adversario, en agrupar alrededor de ciertas ideas a las masas que, sobre todo en los países atrasados, consideran a la tribuna parlamentaria con grandes ilusiones democráticas, debe ser totalmente subordinada a los objetivos y a las tareas de la lucha extraparlamentaria de las masas.

La participación en las campañas electorales y la propaganda revolucionaria desde la tribuna parlamentaria tienen una significación particular para la conquista política de los medios obreros que, al igual que las masas trabajadoras rurales, permanecieron hasta ahora al margen del movimiento revolucionario y de la política;

13. Los comunistas, si obtienen mayoría en los municipios, deben: a) formar una oposición revolucionaria en relación al poder central de la burguesía; b) esforzarse por todos los medios en prestar servicios al sector más pobre de la población (medidas económicas, creación o tentativa de creación de una milicia obrera armada, etc....); c) Denunciar en toda ocasión los obstáculos puestos por el estado burgués contra toda reforma radical; d) desarrollar sobre esta base una propaganda revolucionaria enérgica, sin temer el conflicto con el poder burgués; e) remplazar, en ciertas circunstancias, a los municipios por soviets de diputados obreros. Toda acción de los comunistas en los municipios debe, por lo tanto, integrarse en la obra general por la destrucción del sistema capitalista;

14. La campaña electoral debe ser llevada a cabo no en el sentido de la obtención del máximo de mandatos parlamentarios sino en el de la movilización de las masas bajo las consignas de la revolución proletaria. La lucha electoral no debe ser realizada solamente por los dirigentes del partido sino que en ella debe tomar parte el conjunto de sus miembros. Todo movimiento de masas debe ser utilizado (huelgas, manifestaciones, efervescencia en el ejército y en la flota, etc....). Se establecerá un contacto estrecho con ese movimiento y la actividad de las organizaciones proletarias de masas será incesantemente estimulada;

15. Si son observadas esas condiciones y las indicadas en una instrucción especial, la acción parlamentaria será totalmente distinta de la repugnante y menuda política de los partidos socialistas de todos los países, cuyos diputados van al parlamento para apoyar a esa institución “democrática” y, en el mejor de los casos, para “conquistarla”. El partido comunista sólo puede admitir la utilización exclusivamente revolucionaria del parlamentarismo, a la manera de Karl Liebknecht, de Hoeglund y de los bolcheviques.

EN EL PARLAMENTO.

III

16. El “antiparlamentarismo” de principio, concebido como el rechazo absoluto y categórico a participar en las elecciones y en la acción parlamentaria revolucionaria, es una doctrina infantil e ingenua que no resiste a la crítica, resultado muchas veces de una sana aversión hacia los políticos parlamentarios pero que no percibe, por otra parte, la posibilidad del parlamentarismo revolucionario. Además, esta opinión se basa en una noción totalmente errónea del papel del partido, considerado no como la vanguardia obrera centralizada y organizada para el combate sino como un sistema descentralizado de grupos mal unidos entre sí;

17. Por otra parte, la necesidad de una participación efectiva en elecciones y en asambleas parlamentarias de ningún modo deriva del reconocimiento en principio de la acción revolucionaria en el parlamento, sino que todo depende de una serie de condiciones específicas. La salida de los comunistas del parlamento puede tornarse necesaria en un momento dado. Eso ocurrió cuando los bolcheviques se retiraron del preparlamento de Kerenski con el objeto de boicotearlo, de tornarlo impotente y de oponerlo más claramente al soviet de Petrogrado en vísperas de dirigir la insurrección. También ese fue el caso cuando los bolcheviques abandonaron la Asamblea Constituyente, desplazando el centro de gravedad de los acontecimientos políticos al III Congreso de los Soviets. En otras circunstancias, puede ser necesario el boicot a las elecciones o el aniquilamiento inmediato, por la fuerza, del estado burgués y de la camarilla burguesa, o también la participación en elecciones simultáneamente con el boicot al parlamento, etc....)

18. Reconociendo de este modo, por regla general, la necesidad de participar en las elecciones parlamentarias y municipales y de trabajar en los parlamentos y en las municipalidades, el partido comunista debe resolver el problema según el caso concreto, inspirándose en las particularidades específicas de la situación. El boicot de las elecciones o del parlamento, así como el alejamiento del parlamento, son sobre todo admisibles en presencia de condiciones que permitan el pasaje inmediato a la lucha armada por la conquista del poder;

19. Es indispensable considerar siempre el carácter relativamente secundario de este problema. Al estar el centro de gravedad en la lucha extraparlamentaria por el poder político, es evidente que el problema general de la dictadura del proletariado y de la lucha de las masas por esa dictadura no puede compararse con el problema particular de la utilización del parlamentarismo;

20. Por eso la Internacional comunista afirma de la manera más categórica que considera como una falta grave para con el movimiento obrero toda escisión o tentativa de escisión provocada en el seno del partido comunista únicamente a raíz de esta cuestión. El congreso invita a todos los partidarios de la lucha de masas por la dictadura del proletariado, bajo la dirección de un partido que centralice a todas las organizaciones de la clase obrera, a realizar la unidad total de los elementos comunistas, pese a las posibles divergencias de opiniones con respecto a la utilización de los parlamentos burgueses.

III. LA TÁCTICA REVOLUCIONARIA

Se impone la adopción de las siguientes medidas con el fin de garantizar la efectiva aplicación de una táctica revolucionaria en el parlamento:

1º El partido comunista en su conjunto y su comité central deben estar seguros, desde el período preparatorio anterior a las elecciones, de la sinceridad y el valor comunistas de los miembros del grupo parlamentario comunista. Tiene el derecho indiscutible de rechazar a todo candidato designado por una organización, si no tiene el convencimiento de que ese candidato hará una política verdaderamente comunista.

Los partidos comunistas deben renunciar al viejo hábito social-demócrata de hacer elegir exclusivamente a parlamentarios “experimentados” y sobre todo a abogados. En general, los candidatos serán elegidos entre los obreros. No debe temerse la designación de simples miembros del partido sin gran experiencia parlamentaria. Los partidos comunistas deben rechazar con desprecio despiadado a los arribistas que se acercan a ellos con el único objeto de entrar en el parlamento. Los comités centrales sólo deben aprobar las candidaturas de hombres que durante largos años hayan dado pruebas indiscutibles de su abnegación por la clase obrera;

2º Una vez finalizadas las elecciones, le corresponde exclusivamente al comité central del partido comunista la organización del grupo parlamentario, esté o no en ese momento el partido en la legalidad. La elección del presidente y de los miembros del secretariado del grupo parlamentario debe ser aprobada por el comité central. El comité central del partido contará en el grupo parlamentario con «un representante permanente que goce del derecho de veto. En todos los problemas políticos importantes, el grupo parlamentario está obligado a solicitar las directivas previas del comité central.

El comité central tiene el derecho y el deber de designar o de rechazar a los oradores del grupo que deben intervenir en la discusión de problemas importantes y exigir que las tesis o el texto completo de sus discursos, etc...., sean sometidos a su aprobación. Todo candidato inscripto en la lista comunista firmará un compromiso oficial de resignar su mandato ante la primera orden del comité central, a fin de que el partido tenga la posibilidad de remplazarlo;

3º En los países donde algunos reformistas o semi reformistas, es decir simplemente arrivistas, hayan logrado introducirse en el grupo parlamentario comunista (eso ya ocurrió en varios países), los comités centrales de los partidos comunistas deberán proceder a una depuración radical de esos grupos, inspirándose en el principio de que un grupo parlamentario poco numeroso pero realmente comunista sirve mucho mejor a los intereses de la clase obrera que un grupo numeroso pero carente de una firme política comunista;

4º Todo diputado comunista está obligado, por una decisión del Comité central, a unir el trabajo ilegal con el trabajo legal. En los países donde los diputados comunistas todavía se benefician, en virtud de las leyes burguesas, con una cierta inmunidad parlamentaria, esta inmunidad deberá servir a la organización y a la propaganda ilegal del partido;

5º Los diputados comunistas están obligados a subordinar toda su actividad parlamentaria a la acción extraparlamentaria del partido. La presentación regular de proyectos de ley puramente demostrativos concebidos no en vistas de su adopción por la mayoría burguesa sino para la propaganda, la agitación y la organización, deberá hacerse bajo las indicaciones del partido y de su comité central;

6º El diputado comunista está obligado a colocarse a la cabeza de las masas proletarias, en primera fila, bien a la vista, en las manifestaciones y las acciones revolucionarias;

7º Los diputados comunistas están obligados a entablar por todos los medios (y bajo el control del partido) relaciones epistolares y de otro tipo con los obreros, los campesinos y los trabajadores revolucionarios de toda clase, sin imitar en ningún caso a los diputados socialistas que se esfuerzan por mantener con sus electores relaciones de “negocios”. En todo momento, estarán a disposición de las organizaciones comunistas para el trabajo de propaganda en el país.

8º Todo diputado comunista al parlamento está obligado a recordar que no es un “legislador” que busca un lenguaje común con otros legisladores, sino un agitador del partido enviado a actuar junto al enemigo para aplicar las decisiones del partido. El diputado comunista es responsable no ante la masa anónima de los electores sino ante el partido comunista ya sea o no ilegal;

9º Los diputados comunistas deben utilizar en el parlamento un lenguaje inteligible al obrero, al campesino, a la lavandera, al pastor, de manera que el partido pueda editar sus discursos en forma de folletos y distribuirlos en los rincones más alejados del país;

10º Los obreros comunistas deben abordar, aun cuando se trate de sus comienzos parlamentarios, la tribuna de los parlamentos burgueses sin temor y no ceder el lugar a oradores más “experimentados”. En caso de necesidad, los diputados obreros leerán simplemente sus discursos, destinados a ser reproducidos en la prensa y en panfletos;

11º Los diputados comunistas están obligados a utilizar la tribuna parlamentaria para desenmascarar no solamente a la burguesía y sus lacayos oficiales, sino también a los socialpatriotas, a los reformistas, a los políticos centristas y, de manera general, a los adversarios del comunismo, y también para propagar ampliamente las ideas de la III Internacional;

12º Los diputados comunistas, así se trate de uno o dos, están obligados a desafiar en todas sus actitudes al capitalismo y no olvidar nunca que sólo es digno del nombre de comunista quien se revela no verbalmente sino mediante actos como el enemigo de la sociedad burguesa y de sus servidores social-patriotas.


martes, 22 de marzo de 2016

La Internacional Comunista y la lucha armada (IV)

El texto que se envía contiene un análisis sintético del problema agrario y del papel que debe jugar el partido revolucionario en la lucha de clases en el campo como organizador y, en particular, como organizador del armamento del proletariado rural para enfrentar a la reacción de los campesinos ricos, de los terratenientes y de los grandes capitalistas agrarios. Además de ello contiene un análisis muy útil de las clases sociales rurales.


TESIS SOBRE EL PROBLEMA AGRARIO

1. Sólo el proletariado urbano e industrial, dirigido por el Partido Comunista, puede librar a las masas trabajadoras rurales del yugo del capital y de la gran propiedad agraria de los terratenientes, de la ruina económica y de las guerras imperialistas, inevitables mientras se mantenga el régimen capitalista. Las masas trabajadoras del campo no tienen otra salvación que su alianza con el proletariado comunista y apoyar abnegadamente su lucha revolucionaria para derribar el yugo de los terratenientes (grandes propietarios agrarios) y de la burguesía.

Por otra parte, los obreros industriales no podrán cumplir su misión histórica de liberar a la humanidad de la opresión del capital y de las guerras, si se encierran en el marco de intereses estrechamente corporativos, estrechamente profesionales y se limitan, con suficiencia, a preocuparse sólo de mejorar su situación que a veces es pasable desde el punto de vista pequeñoburgués. Esto es precisamente lo que ocurre en muchos países avanzados donde hay una “aristocracia obrera”, la cual constituye la base de los partidos seudosocialistas de la II Internacional, pero que en realidad son los peores enemigos del socialismo, traidores del socialismo, chovinistas pequeñoburgueses, agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero. El proletariado actúa como clase verdaderamente revolucionaria, auténticamente socialista, sólo cuando en sus manifestaciones y actos procede como vanguardia de todos los trabajadores y explotados, como jefe de los mismos en la lucha para derribar a los explotadores, cosa que no puede ser llevada a cabo sin introducir la lucha de clase en el campo, sin agrupar a las masas de trabajadores rurales en torno al Partido Comunista del proletariado urbano, sin que éste eduque a aquéllas.

2. Las masas trabajadoras y explotadas del campo a las que el proletariado urbano debe conducir a la lucha o, cuando menos, ganar para su causa, están representadas en todos los países capitalistas por las clases siguientes: En primer lugar, por el proletariado agrícola, los obreros asalariados (contratados por año, por temporada, por jornada), que ganan su sustento trabajando a jornal en empresas capitalistas agrícolas. La tarea fundamental de los partidos comunistas de todos los países consiste en organizar esta clase independiente y distinta de los demás grupos de la población rural (en el terreno político, militar, sindical, coperativo, cultural, etc.), desplegar entre ella una intensa propaganda y agitación, atraerla al lado del poder soviético y de la dictadura del proletariado.

En segundo lugar, por los semiproletarios o campesinos parcelarios, es decir, los que ganan su sustento, en parte mediante el trabajo asalariado en empresas capitalistas agrícolas e industriales y, en parte, trabajando en la parcela propia o tomada en arriendo, lo que les suministra sólo cierta parte de los productos necesarios para la subsistencia de sus familias. Este grupo de la población trabajadora del campo es muy numeroso en todos los países capitalistas; los representantes de la burguesía y los “socialistas” amarillos de la II Internacional disimulan su existencia y su situación especial, ora engañando conscientemente a los obreros, ora creyendo ciegamente en la rutina de las concepciones pequeño-burguesas y confundiendo a estos trabajadores con la masa común de los ‘campesinos” en general. Semejante procedimiento de embaucar a la manera burguesa a los obreros se advierte, sobre todo, en Alemania y en Francia, luego en los EE.UU., así como en otros países. Cuando los partidos comunistas organicen debidamente su labor, este grupo será su partidario seguro, porque la situación de estos semiproletarios es sumamente penosa y porque bajo el poder soviético y la dictadura del proletariado sus ventajas serán enormes e inmediatas.

En tercer lugar, por los pequeños campesinos, es decir, los pequeños labradores que poseen, ya sea como propiedad o tomada en arriendo, una parcela de tierra tan reducida, que cubriendo las necesidades de sus familias y de su hacienda, no precisan contratar jornaleros. Esta categoría, como tal, sale ganando de un modo absoluto con el triunfo del proletariado, el cual le garantiza en el acto y por completo: a) la supresión de los arriendos o la exención de la entrega de una parte de la cosecha (por ejemplo los métayers [aparceros] en Francia, lo mismo en Italia, etc.) a los grandes propietarios agrarios; b) la supresión de las hipotecas; c) la supresión de las múltiples formas de opresión y dependencia de los grandes propietarios agrarios (disfrute de los bosques, etc.); d) la ayuda inmediata a sus haciendas por parte del poder estatal proletario (la posibilidad de emplear los aperos de labranza y parte de las instalaciones en las grandes haciendas capitalistas expropiadas por el proletariado; la trasformación inmediata por el poder estatal proletario de las cooperativas y asociaciones agrícolas —que ante todo servían bajo el capitalismo a los campesinos ricos y medios— en organizaciones destinadas a ayudar, en primer término, a los campesinos pobres, es decir, a los proletarios, semiproletarios y pequeños campesinos, etc.), y otras muchas ventajas.

A la par con esto, los partidos comunistas deben tener bien presente que en el período de transición del capitalismo al comunismo, o sea durante la dictadura del proletariado, en este sector son inevitables las vacilaciones, por lo menos en cierta medida, en favor de -una libertad de comercio ilimitada y del libre ejercicio de derechos de propiedad privada, pues este sector, siendo ya (si bien en pequeña parte) vendedor de artículos de consumo, está corrompido por la especulación y por los hábitos de propietario. Sin embargo, si el proletariado victorioso sigue una política firme, si ajusta resueltamente las cuentas a los grandes propietarios de la tierra y a los campesinos ricos, las vacilaciones de este sector no pueden ser considerables y no podrán cambiar el hecho de que, en general y en su conjunto, se encontrará al lado de la revolución proletaria.

3. Los tres grupos señalados, en su conjunto, constituyen en todos los países capitalistas la mayoría de la población rural. Por eso, está completamente asegurado el éxito de la revolución proletaria, no sólo en la ciudad, sino también en el campo. Está muy extendida la opinión contraria, pero ésta se mantiene únicamente, primero, porque la ciencia y la estadística burguesas emplean sistemáticamente el engaño, disimulando por todos los medios el profundo abismo que media entre las clases rurales indicadas y los explotadores, los terratenientes y capitalistas, así como entre los semiproletarios y los pequeños campesinos, por un lado, y los campesinos ricos, por otro; en segundo lugar, se mantiene debido a la incapacidad y a la falta de deseo de los héroes de la II Internacional amarilla y de la “aristocracia obrera” de los países avanzados, corrompida por las prebendas imperialistas, de desarrollar una verdadera labor proletaria revolucionaria de propaganda, agitación y organización entre los campesinos pobres; los oportunistas dirigían y dirigen toda su atención a la tarea de inventar formas de conciliación teórica y práctica con la burguesía, incluyendo al campesino rico y medio (de éstos hablaremos más adelante), y no a la del derrocamiento revolucionario del gobierno burgués y de la burguesía por el proletariado; en tercer lugar, se mantiene debido a la incomprensión obstinada, que ya tiene el arraigo de un prejuicio (vinculado a todos los prejuicios democrático-burgueses y parlamentarios), de esta verdad, perfectamente demostrada por el marxismo en el terreno teórico y completamente confirmada por la experiencia de la revolución proletaria en Rusia, a saber: que la población rural de las tres categorías arriba señaladas, embrutecida hasta el extremo, desperdigada, oprimida, condenada en todos los países, incluso en los más avanzados, a vegetar en condiciones de vida semibárbara, interesada desde el punto de vista económico, social y cultural en el triunfo del socialismo, es capaz de apoyar enérgicamente al proletariado revolucionario únicamente después de que éste conquiste el poder político, sólo después de que ajuste terminantemente las cuentas a los grandes terratenientes y a los capitalistas, sólo después de que estos hombres oprimidos vean en la práctica que tienen un jefe y un defensor organizado, lo bastante poderoso y firme para ayudar y dirigir, para señalar el camino acertado.

4. Por “campesinos medios”, en el sentido económico de la palabra, debe entenderse a los pequeños agricultores que poseen, ya sea a título de propiedad o en arriendo, también pequeñas parcelas de tierra, si bien tales que, en primer lugar, proporcionan bajo el capitalismo, por regla general, no sólo el rendimiento necesario para sostener pobremente a su familia y su hacienda, sino también la posibilidad de obtener cierto excedente, que puede, por lo menos en los años mejores, convertirse en capital; tales que, en segundo lugar, permiten recurrir, en muchos casos (por ejemplo: en una hacienda de cada dos o tres), al empleó de mano de obra asalariada. Un ejemplo concreto de campesinado medio en un país capitalista avanzado lo ofrece en Alemania, según el censo de 1907, el grupo de explotaciones con 5 a 10 hectáreas, una tercera parte de las cuales emplean obreros asalariados. 24 En Francia, país donde están más desarrollados los cultivos especiales, por ejemplo, la vitivinicultura, que requieren mayor empleo de mano de obra, el grupo correspondiente emplea, probablemente, en mayores proporciones aun el trabajo asalariado.

El proletariado revolucionario no puede acometer —por lo menos, en un porvenir inmediato y en los primeros tiempos del período de la dictadura del proletariado— la empresa de atraerse a esta capa. Tiene que limitarse a la tarea de neutralizarla, es decir, de hacer que sea neutral en la lucha entre el proletariado y la burguesía. Las vacilaciones de este sector entre las dos fuerzas son inevitables, y al comienzo de la nueva época su tendencia predominante, en los países capitalistas desarrollados, será favorable a la burguesía. Porque aquí prevalecen la mentalidad y el espíritu de propietarios; el interés por la especulación, por la “libertad” de comercio y de propiedad es inmediato; el antagonismo con los obreros asalariados es directo. El proletariado triunfante mejoraría inmediatamente la situación de este sector, suprimiendo los arriendos y las hipotecas. En la mayoría de los Estados capitalistas el poder proletario no debe en manera alguna suprimir inmediata y completamente la propiedad privada; en todo caso, no sólo garantiza a los campesinos, pequeños y medios, la conservación de sus parcelas de tierra, sino que las aumenta hasta las proporciones de la superficie que ellos arriendan comúnmente (supresión de los arrendamientos).

Las medidas de este género, junto con la lucha implacable contra la burguesía, garantizan por completo el éxito de la política de neutralización. El paso a la agricultura colectiva debe ser llevado a cabo por el poder estatal proletario únicamente con las mayores precauciones y de un modo gradual, sirviéndose del ejemplo, sin ejercer coacción alguna sobre los campesinos medios.

5. Los campesinos ricos (Grossbauern) son los patronos capitalistas en la agricultura, que explotan su hacienda, como norma, relacionados con el “campesinado” por su nivel cultural poco elevado, por su modo de vivir, por su trabajo personal manual en su hacienda. Los campesinos ricos constituyen el sector más numeroso entre las capas burguesas, enemigas directas y decididas del proletariado revolucionario. En su labor en el campo, los partidos comunistas deben prestar la atención principal a la lucha contra este sector, a liberar a la mayoría de la población rural trabajadora y explotada de la influencia ideológica y política de estos explotadores, etc. Después del triunfo del proletariado en la ciudad será completamente inevitable que surjan toda clase de manifestaciones de resistencia, de sabotaje y acciones armadas directas de carácter contrarrevolucionario por parte de este sector. Por esta razón el proletariado revolucionario debe iniciar inmediatamente la preparación ideológica y orgánica de las fuerzas necesarias para el desarme total de este sector, y, simultáneamente con el derrocamiento de los capitalistas en la industria, descargarle, en la primera manifestación de resistencia, el golpe más decisivo, implacable, aniquilador, armando para tal objeto al proletariado rural y organizando en el campo soviets, en los cuales no se debe permitir que figuren los explotadores y debe asegurarse el predominio de los proletarios y semiproletarios.

Sin embargo, la expropiación incluso de los campesinos ricos no debe ser en manera alguna la tarea inmediata del proletariado victorioso, pues no existen aún condiciones materiales, en particular técnicas, como tampoco sociales, para colectivizar estas haciendas. En ciertos casos, probablemente excepcionales, se les confiscarán los lotes que dan en arriendo o que son imprescindibles para los campesinos pobres de la vecindad; a éstos también habrá que garantizarles el usufructo gratuito, bajo determinadas condiciones, de una parte de la maquinaria agrícola de los campesinos ricos, etc. Pero, como regla general, el poder estatal proletario debe dejar sus tierras a campesinos ricos, confiscándolas sólo si oponen resistencia al poder de los trabajadores y explotados. La experiencia de la revolución proletaria de Rusia, donde la lucha contra los campesinos ricos se complicó y prolongó debido a una serie de condiciones especiales, demostró, a pesar de todo, que este sector, después de recibir una buena lección al menor intento de resistencia, es capaz de cumplir lealmente las tareas que le asigna el Estado proletario e incluso, si bien con extraordinaria lentitud, comienza a penetrarse de respeto hacia el poder que defiende a todo trabajador y que se muestra implacable frente a los ricos parasitarios. Las condiciones especiales que complicaron y frenaron la lucha del proletariado, triunfante sobre la burguesía contra los campesinos ricos de Rusia se reducen principalmente a que la revolución rusa, después de la insurrección del 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917, pasó por una fase de lucha “democrático general”, es decir, en su base, democrático-burguesa, de todo el campesinado en su conjunto contra los terratenientes; luego, a la debilidad cultural y numérica del proletariado urbano; por último, a las enormes extensiones del país y al pésimo estado de sus vías de comunicación. Por cuanto en los países adelantados no existe este freno, el proletariado revolucionario de Europa y de Norteamérica debe preparar más enérgicamente y terminar con mayor rapidez, decisión y éxito, el triunfo completo sobre la resistencia de los campesinos ricos, arrebatarles la menor posibilidad de resistencia. Esta es una necesidad imperiosa, ya que antes de obtener este triunfo completo, definitivo, las masas de proletarios y semiproletarios rurales y de pequeños campesinos no estarán en condiciones de reconocer como completamente afianzado el poder estatal proletario.

6. El proletariado revolucionario debe proceder a la confiscación inmediata y absoluta de todas las tierras de los terratenientes y grandes latifundistas, es decir, de quienes en los países capitalistas explotan de un modo sistemático, ya directamente o por medio de sus arrendatarios, a los obreros asalariados y a los pequeños campesinos (a veces incluso a los campesinos medios) de los alrededores, sin tomar ellos parte alguna en el trabajo manual, y pertenecen en su mayor parte a familias descendientes de los señores feudales (nobleza en Rusia, Alemania, Hungría; señores restaurados en Francia; lores en Inglaterra; antiguos esclavistas en Norteamérica), o los magnates financieros particularmente enriquecidos, o bien a una mezcla de estas dos categorías de explotadores y parásitos. Los partidos comunistas no deben admitir en modo alguno la propaganda o la aplicación de una indemnización en favor de los grandes terratenientes por las tierras expropiadas, porque en las condiciones actuales de Europa y de Norteamérica esto significaría una traición al socialismo y una carga de nuevos tributos sobre las masas trabajadoras y explotadas, que son las que más sufrieron con una guerra que multiplicó el número de millonarios y aumentó sus riquezas.

En cuanto al modo de explotación de las tierras confiscadas por el proletariado triunfante a los grandes terratenientes, Rusia, debido a su atraso económico, ha llevado a cabo con preferencia el reparto de estas tierras entre los campesinos; sólo en casos relativamente raros, el Estado proletario mantuvo las llamadas “haciendas soviéticas”, dirigiéndolas por su cuenta y trasformando a los antiguos jornaleros en obreros del Estado y en miembros de los soviets que administran el Estado. En los países capitalistas avanzados, la Internacional Comunista reconoce justo el mantener preferentemente las grandes empresas agropecuarias y la explotación de las mismas según el tipo de los “haciendas soviéticas” de Rusia.

Sería, sin embargo, un gravísimo error exagerar o generalizar esta norma y no admitir nunca la entrega gratuita de una parte de la tierra de los expropiadores expropiados a los pequeños campesinos y a veces hasta a los campesinos medios de la región.

En primer lugar, la objeción habitual consistente en aducir que las grandes explotaciones agrícolas son técnicamente superiores, se reduce con frecuencia a sustituir una verdad teórica indiscutible por el oportunismo de la peor especie y por la traición a la revolución. Para asegurar el éxito de esta revolución, el proletariado no tiene derecho a detenerse ante la disminución momentánea de la producción, así como no se detuvieron los burgueses enemigos del esclavismo en Estados Unidos ante la reducción temporal de la producción de algodón a consecuencia de la guerra civil de 1863-1865. Para los burgueses la producción es un fin en sí, pero a los trabajadores y explotados les importa más que nada derrocar a los explotadores y asegurar las condiciones que les permitan trabajar para sí mismos y no para el capitalista. La tarea primordial y fundamental del proletariado consiste en garantizar y afianzar su triunfo. Y no puede haber afianzamiento del poder proletario sin neutralizar a los campesinos medios y sin asegurarse el apoyo de una parte bastante considerable de los pequeños campesinos, si no de su totalidad.

En segundo lugar, no sólo el aumento, sino aun el mantenimiento de la gran producción agrícola supone la existencia de un proletariado rural completamente desarrollado, con conciencia revolucionaria, que haya pasado por una buena escuela de organización profesional y política. Donde falta esta condición o donde no existe la posibilidad de confiar con provecho esta misión a obreros industriales conscientes y competentes, las tentativas de un paso prematuro a la dirección de las grandes explotaciones por el Estado no pueden sino comprometer el poder proletario, y se requiere sumo cuidado y la más sólida preparación en la creación de “haciendas soviéticas”.

En tercer lugar, en todos los países capitalistas, aun en los más avanzados, subsisten todavía restos de explotación medieval, semifeudal, de los pequeños campesinos por los grandes terratenientes, como, por ejemplo, los Instleute en Alemania, los métayers en Francia, los aparceros arrendatarios en Estados Unidos (no sólo los negros, los cuales son explotados en la mayoría de los casos en los Estados del Sur precisamente de este modo, sino a veces hasta los blancos). En casos como estos, el Estado proletario tiene el deber de entregar las tierras en usufructo gratuito a los pequeños campesinos que las arrendaban, porque no existe otra base económica y técnica, ni hay posibilidad de crearla de golpe.

El material de las grandes explotaciones debe ser obligatoriamente confiscado y convertido en patrimonio del Estado, con la condición expresa de que, después de que las grandes haciendas del Estado hayan sido provistas del material necesario, los pequeños campesinos de los alrededores podrán utilizarlos en forma gratuita y en las condiciones que fije el Estado proletario.

Si en los primeros momentos, después de llevarse a cabo la revolución proletaria, resulta imperioso, no sólo expropiar sin dilación a los grandes terratenientes, sino aun desterrarlos o internarlos, como dirigentes de la contrarrevolución y como opresores despiadados de toda la población rural, a medida que se afiance el poder proletario, no sólo en la ciudad, sino también en el campo, es preciso realizar de modo sistemático todos los esfuerzos para que las fuerzas con que cuenta esta clase, poseedoras de una gran experiencia, de conocimientos y de capacidad de organización, sean aprovechadas (bajo un control especial de obreros comunistas segurísimos) en la creación de la gran agricultura socialista.

7. La victoria del socialismo sobre el capitalismo y el afianzamiento del primero no podrán ser considerados como seguros sino cuando el poder estatal proletario, una vez aplastada definitivamente toda resistencia de los explotadores, garantizada la absoluta estabilidad y la subordinación completa a su régimen, reorganice toda la industria sobre la base de la gran producción colectiva y de la técnica más moderna (basada en la electrificación de toda la economía). Esto es lo único que permitirá a la ciudad prestar a la aldea atrasada y dispersa una ayuda técnica y social decisiva, con miras a crear la base material para elevar en vasta escala la productividad del cultivo de la tierra y de la actividad agrícola en general, estimulando así con el ejemplo a los pequeños labradores a pasar, en su propio beneficio, a la gran agricultura colectiva y mecanizada. Esta verdad teórica incontestable, que todos los socialistas reconocen nominalmente, en la práctica es deformada por el oportunismo, que predomina tanto en la II Internacional amarilla como entre los líderes de los “independientes” alemanes e ingleses, lo mismo que entre los longuetistas franceses, etc. Su procedimiento consiste en fijar la atención en un futuro hermoso, de color de rosa, relativamente lejano, y en apartarla de las tareas inmediatas que son impuestas por el paso y el acercamiento concreto y difícil a ese futuro. En la práctica, esto se reduce a preconizar la conciliación con la burguesía y la “paz social”, es decir, a la traición completa al proletariado, el cual lucha hoy entre las ruinas y miserias sin
precedentes, creadas en todas partes por la guerra, en tanto que un puñado de millonarios de una arrogancia ilimitada se ha enriquecido como nunca gracias a la guerra.

Justamente en el campo, la posibilidad efectiva de una lucha victoriosa por el socialismo reclama: primero, que todos los partidos comunistas eduquen en el proletariado industrial la conciencia de que son indispensables sacrificios en aras del derrocamiento de la burguesía y de la consolidación del poder proletario, pues la dictadura del proletariado significa tanto la capacidad de éste para organizar y conducir a todas las masas trabajadoras y explotadas, como la capacidad de la vanguardia de hacer los mayores sacrificios y demostrar el mayor heroísmo para conseguir este objetivo; en segundo lugar, para lograr el éxito, se requiere que la masa trabajadora y más explotada del campo obtenga del triunfo de los obreros, inmediatas y sensibles mejoras en su situación a expensas de los explotadores, pues sin ello el proletariado industrial no tiene asegurado el apoyo del campo y, de modo particular, no podrá asegurar el abastecimiento de las ciudades.

8. La enorme dificultad de organizar y educar para la lucha revolucionaria a las masas trabajadores del campo, colocadas por el capitalismo en condiciones de particular postración, de dispersión y, a menudo, de dependencia semimedieval, impone a los partidos comunistas el deber de prestar una atención especial a la lucha huelguística en el campo, al apoyo intenso y al desarrollo múltiple de las huelgas de masas entre los proletarios y semiproletarios agrícolas. La experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y 1917, confirmada y ampliada ahora por la experiencia de Alemania de otros países avanzados, demuestra que sólo el desarrollo de la lucha huelguística de masas (a la cual, en ciertas condiciones, pueden y deben ser incorporados también los pequeños campesinos) es capaz de sacar al campo de su letargo, despertar entre las masas explotadas del agro la conciencia de clase, así como la conciencia de la necesidad de organizarse como clase, y demostrarles, en la práctica y de un modo evidente, la importancia de su alianza con los obreros de la ciudad.

El Congreso de la Internacional Comunista estigmatiza como traidores y felones a los socialistas —con los que cuenta, desgraciadamente, no sólo la II Internacional amarilla, sino también los tres partidos más importantes de Europa que se han retirado de ella —que no sólo son capaces de mostrarse indiferentes ante la lucha de la misma (como lo ha hecho K. Kautsky), alegando que entraña el peligro de una disminución de la producción de artículos de consumo. Todo programa y toda declaración solemne carecen de valor si en la práctica, en los hechos, no se demuestra que los comunistas y los dirigentes obreros saben colocar por encima de todas las cosas el desarrollo y el triunfo de la revolución proletaria y saben hacer en su nombre los más grandes sacrificios, porque de lo contrario no hay salida ni salvación del hambre, de la ruina económica y de nuevas guerras imperialistas.

En particular, es preciso señalar que los dirigentes del viejo socialismo y los representantes de la “aristocracia obrera”, que en el presente hacen a menudo concesiones verbales al comunismo e incluso se pasan nominalmente a su lado, con tal de conservar su prestigio entre las masas obreras que se hacen cada vez más revolucionarias, deben probar su lealtad a la causa del proletariado y su capacidad de ocupar cargos de responsabilidad, precisamente en las ramas del trabajo en que el desarrollo de la conciencia y de la lucha revolucionarias es más acentuado; en que la resistencia de los terratenientes y de la burguesía (campesinos ricos, kulaks) es más encarnizada; en que la diferencia entre el socialista conciliador y el comunista revolucionario se manifiesta con mayor evidencia.

9. Los partidos comunistas deben empeñar todos los esfuerzos para empezar lo más pronto posible a crear en el campo soviets de diputados, en primer término, de los obreros asalariados y de los semiproletarios. Únicamente a condición de estar vinculados a la lucha huelguística de masas y a la clase más oprimida, los soviets serán capaces de cumplir su cometido y de afianzarse lo bastante para someter a su influencia (y luego incorporar a su seno) a los pequeños campesinos. Pero si la lucha huelguística no está desarrollada aún y es débil la capacidad de organización del proletariado rural, debido al peso de la opresión de los terratenientes y campesinos ricos y a la falta de apoyo por parte de los obreros industriales y de sus sindicatos, la creación de soviets de diputados en el campo reclama una prolongada preparación: habrá que crear células comunistas, aunque sean pequeñas, desarrollar una intensa agitación exponiendo las reivindicaciones del comunismo del modo más popular posible y explicándolas con el ejemplo de las manifestaciones más notables de explotación y de opresión, organizar visitas sistemáticas de los obreros industriales al campo, etc.