domingo, 29 de junio de 2014

Lenin y la lucha armada (X)

Este texto de Lenin lo envío fraccionado por su longitud. En él, Lenin sostiene que no es posible la victoria de la revolución sin la conformación de un ejército revolucionario y que su construcción es un trabajo arduo.


Fidel Castro, principal dirigente del Ejército Rebelde, junto a Camilo Cienfuegos.

La última palabra de la táctica "iskrista", o elecciones de comedia como nuevo motivo de estímulo para la insurrección.

Las elecciones de comedia nunca estimulan a las masas. Pero una huelga, una manifestación, un motín militar, un grave incidente estudiantil, el hambre, la movilización, un conflicto en la Duma del Estado, etc., etc., pueden de verdad, ser el estímulo constante y permanente para las masas.

No es un “nuevo motivo” lo que nos falta, respetabilísimos Manilovs, sino la fuerza militar, la fuerza militar del pueblo revolucionario (y no del pueblo en general), que está formada por 1) el proletariado y el campesinado armados; 2) los destacamentos de avanzada compuestos por los representantes de estas clases; 3) las unidades del ejército dispuestas a pasarse a la causa del pueblo. Todo esto tomado en conjunto constituye un ejército revolucionario. Hablar de insurrección, de su fuerza, de la transición hacia ésta, y no hablar del ejército revolucionario, es un absurdo y un confusionismo tanto mayores cuanto más avance la movilización del ejército contrarrevolucionario.


Nadie puede asegurar que estos estallidos no se repetirán mañana… Su éxito depende, en primer lugar, del éxito de la agitación y organización revolucionarias… En segundo lugar, el éxito depende de la fuerza y preparación del ejército revolucionario.


Insurrección es una palabra muy grande. El llamamiento a una insurrección es un llamamiento sumamente grave. Cuando más compleja la estructura social, cuando más perfecta la organización del poder estatal, cuando más alta la técnica militar, tanto más imperdonable el planteamiento ligero de semejante consigna.


Es necesario comportarse muy cuidadosamente con las grandes palabras. Las dificultades para convertirlas en grandes obras son enormes.


Ejército revolucionario; estas también son palabras muy grandes. Su creación es un proceso difícil, complejo y largo. Pero cuando vemos que ya se ha iniciado y se desarrolla, fragmentariamente, episódicamente, pero en todas partes; cuando sabemos que sin este ejército la verdadera victoria de la revolución es imposible, debemos plantear la consigna categórica y directa, predicarla y convertirla en eje de las tareas políticas cotidianas. Sería erróneo creer que las clases revolucionarias siempre poseen fuerza suficiente para realizar la revolución, cuando ésta ha madurado por completo, en razón de las condiciones del desarrollo económico – social. No, la sociedad humana no está estructurada de una manera tan racional y “cómoda” para los elementos de vanguardia. La revolución puede haber madurado, y los creadores revolucionarios de esta revolución pueden carecer de fuerzas suficientes para realizarla, entonces la sociedad entra en descomposición y esta descomposición se prolonga a veces por decenios. Es indudable que la revolución democrática en Rusia ha madurado. Pero no se sabe si las clases revolucionarias tienen ahora bastante fuerza para realizarla. Eso lo decidirá la lucha, cuyo momento crítico se aproxima con enorme rapidez, si no nos engaña una seria de síntomas directos e indirectos. La preponderancia moral es indudable, la fuerza moral ya es aplastante; sin ella, por supuesto, no podría hablarse ni siquiera de revolución. Es una condición indispensable, pero todavía insuficiente. Y si llegara a transformarse en fuerza material, suficiente para quebrar la resistencia muy, pero muy seria de la autocracia (no cerremos los ojos ante eso), quedará demostrado por el resultado de la lucha. La consigna de la insurrección es la consigna de la solución del problema por medio de la fuerza material, y en la cultura europea contemporánea ésta sólo es la fuerza militar. No se debe presentar esta consigna mientras no hayan madurado las condiciones generales de la revolución, mientras no se hayan revelado en formas definidas el estímulo y la disposición de las masas a la acción, mientras las circunstancias exteriores no hayan desembocado en una crisis evidente.

Proletari, núm. 21, 17 (4) de octubre de 1905.

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