Fidel Castro, principal dirigente del Ejército Rebelde, junto a Camilo Cienfuegos.
La última palabra de la táctica "iskrista", o elecciones de comedia como nuevo motivo de estímulo para la insurrección.
Las elecciones de comedia nunca estimulan a
las masas. Pero una huelga, una manifestación, un motín militar, un grave
incidente estudiantil, el hambre, la movilización, un conflicto en la Duma del
Estado, etc., etc., pueden de verdad, ser el estímulo constante y permanente para las masas.
No es un “nuevo motivo” lo que nos falta,
respetabilísimos Manilovs, sino la fuerza militar, la fuerza militar del pueblo
revolucionario (y no del pueblo en general), que está formada por 1) el
proletariado y el campesinado armados; 2) los destacamentos de avanzada
compuestos por los representantes de estas clases; 3) las unidades del ejército
dispuestas a pasarse a la causa del pueblo. Todo esto tomado en conjunto
constituye un ejército revolucionario.
Hablar de insurrección, de su fuerza, de la transición hacia ésta, y no hablar
del ejército revolucionario, es un absurdo y un confusionismo tanto mayores
cuanto más avance la movilización del ejército contrarrevolucionario.
…
Nadie puede asegurar que estos estallidos no
se repetirán mañana… Su éxito depende, en primer lugar, del éxito de la
agitación y organización revolucionarias… En segundo lugar, el éxito depende de
la fuerza y preparación del ejército revolucionario.
…
Insurrección es una palabra muy grande. El
llamamiento a una insurrección es un llamamiento sumamente grave. Cuando más
compleja la estructura social, cuando más perfecta la organización del poder
estatal, cuando más alta la técnica militar, tanto más imperdonable el
planteamiento ligero de semejante consigna.
…
Es necesario comportarse muy cuidadosamente
con las grandes palabras. Las dificultades para convertirlas en grandes obras
son enormes.
…
Ejército revolucionario; estas también son palabras muy grandes. Su
creación es un proceso difícil, complejo y largo. Pero cuando vemos que ya se
ha iniciado y se desarrolla, fragmentariamente, episódicamente, pero en todas
partes; cuando sabemos que sin este ejército la verdadera victoria de la
revolución es imposible, debemos
plantear la consigna categórica y directa, predicarla y convertirla en eje de
las tareas políticas cotidianas. Sería erróneo creer que las clases
revolucionarias siempre poseen fuerza suficiente para realizar la revolución,
cuando ésta ha madurado por completo, en razón de las condiciones del
desarrollo económico – social. No, la sociedad humana no está estructurada de
una manera tan racional y “cómoda” para los elementos de vanguardia. La
revolución puede haber madurado, y los creadores revolucionarios de esta
revolución pueden carecer de fuerzas suficientes para realizarla, entonces la
sociedad entra en descomposición y esta descomposición se prolonga a veces por
decenios. Es indudable que la revolución democrática en Rusia ha madurado. Pero
no se sabe si las clases revolucionarias tienen ahora bastante fuerza para
realizarla. Eso lo decidirá la lucha, cuyo momento crítico se aproxima con
enorme rapidez, si no nos engaña una seria de síntomas directos e indirectos.
La preponderancia moral es indudable, la fuerza moral ya es aplastante; sin
ella, por supuesto, no podría hablarse ni siquiera de revolución. Es una
condición indispensable, pero todavía
insuficiente. Y si llegara a transformarse en fuerza material, suficiente
para quebrar la resistencia muy, pero muy seria de la autocracia (no cerremos
los ojos ante eso), quedará demostrado por el resultado de la lucha. La
consigna de la insurrección es la consigna de la solución del problema por
medio de la fuerza material, y en la cultura europea contemporánea ésta sólo es
la fuerza militar. No se debe presentar esta consigna mientras no hayan
madurado las condiciones generales de la revolución, mientras no se hayan
revelado en formas definidas el estímulo y la disposición de las masas a la
acción, mientras las circunstancias exteriores no hayan desembocado en una
crisis evidente.
Proletari, núm. 21, 17 (4) de octubre de 1905.
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