domingo, 22 de junio de 2014

Lenin y la lucha armada (VI)

Las centurias negras y la organización de la insurrección.



Los acontecimientos de Nizhni – Nóvgorod y de Balashov promovieron la atención general. En el número anterior hemos publicado un relato detallado de la matanza de Nizhni, en el presente publicamos un relato sobre la de Balashov. Las hazañas de las centurias negras se multiplican. La socialdemocracia debe prestar atención al significado que tiene este fenómeno en la marcha general del desarrollo revolucionario. Para completar la correspondencia de Samara, he aquí un interesante volante publicado por el grupo de Borisogliebsk del POSDR.

“¡Obreros y habitantes de la ciudad de Borisogliebsk! Los sucesos de Nizhni – Nóvgorod y de Balashov, en los que la policía mostró su capacidad para organizar una matanza de todos los que piensan de distinto modo, os revelan toda la seriedad del momento que nos plantea la revolución. La hora de las palabras y de la crítica platónica ha pasado. Por la fuerza de los hechos concretos el gobierno nos empuja de las palabras a la acción. El ve que el movimiento revolucionario ya no está en esa situación en que la policía y la gendarmería solas podían combatirlo. Se da cuenta que en su lucha contra el ‘enemigo interior’ no le bastarían las tropas regulares del Ministerio del Interior. Toda la población del Imperio Ruso se ha convertido en ‘enemigo interior’, en ‘sedicioso’, y el gobierno se vio obligado a abrir la conscripción de reclutas – voluntarios en las filas del ejército regular. Pero, al abrir la conscripción en masa para el ‘servicio nacional’ a los vagabundos, maleantes, pillos y otra gente semejante, que no admite ninguna imposición burocrática, nuestro gobierno se vio obligado a modificar los viejos métodos de represión sobre las masas, y las antiguas medidas ilegales de lucha directa contra la revolución. Curar el mal con el mismo mal. Hasta ahora nuestro gobierno se limitaba a combatir la palabra impresa. Ahora se dedica a publicar proclamas en Moskovskie Viédomosti, Rússkoie Dielo, Grazhdanín, Díen y otros órganos oficialistas. Ahora encarga a los arciprestes, generales, Sharapovs, Gringmuts y otros agitadores suyos la agitación en el pueblo. Hasta ahora nuestro gobierno se limitaba a obstaculizar la organización. Ahora se dedica a organizar uniones de gente rusa, ligas de patriotas, uniones de monárquicos. Hasta ahora se limitaba a temblar ante la idea de la insurrección. Ahora se dedica a organizar una insurrección de centurias negras, ahora tiene la esperanza de provocar una guerra civil. El gobierno, espantado ante la revolución inminente, se apropió de las armas de la misma revolución: organización, propaganda y agitación. Con ayuda de estas armas de doble filo, con ayuda de las centurias negras, el gobierno comienza a organizar escenas de indignación popular, escenas de contrarrevolución. Después de un ‘ensayo’ en la periferia, organiza una jira por el centro de Rusia. Hace poco hemos sido testigos de tales representaciones de Nizhni y Balashov y no podemos decir que el absolutismo no haya tenido éxito. Los procedimientos ‘revolucionarios’ de lucha resultaron efectivos: muchos enemigos del absolutismo fueron asesinados o apaleados, y la población está aterrorizada ante este terrorismo legal de nuestro gobierno.
No hay duda de que después de eso seguirá la ampliación del experimento. Los laureles de unas centurias negras no dejarán dormir a las otras, hasta que no hayan probado también sus fuerzas. Donde hay revolución, también ha contrarrevolución, y por consiguiente, también Borisogliebsk debe estar preparado para sufrir la experimentación de las aptitudes organizativas de los destacados representantes de la tendencia reaccionaria. Tenemos razones para esperar también en Borisogliebsk los pogróms contra los judíos, obreros e intelectuales; y por lo tanto, preocupados por la preparación de un adecuado rechazo de todas las ‘medidas ilegales’ del gobierno para sofocar el movimiento revolucionario, el grupo de Borisogliebsk, al abrir la suscripción para organizar la autodefensa armada, invita a todos aquellos cuya simpatía no está con el gobierno y con las centurias negras, a ayudar con dinero y armas a la organización de grupos de autodefensa.”

En efecto, el propio gobierno le impone la guerra civil a la población. En efecto, los “vagabundos, maleantes y pillos” ingresan al servicio del Estado. En estas condiciones, los discursos burgueses de los osvobozhdenistas sobre la criminal y demente prédica de la insurrección, sobre el daño de la organización de la autodefensa (núm. 74 de Osvob.), aparecen ya no sólo como una tremenda trivialidad política, no sólo como justificación del absolutismo y (prácticamente) servilismo ante Moskovskie Viédomosti. No, estos discursos se convierten simplemente en rezongos mortecinos de las momias de Osvobozhdenie, a quienes el movimiento revolucionario arroja implacablemente “por la borda de la vida”, envía al archivo de rarezas, que es el lugar más adecuado para ellas. Las discusiones teóricas sobre la necesidad de la insurrección pueden y deben realizarse, las resoluciones tácticas sobre este problema deben meditarse y elaborarse minuciosamente, pero con todo eso, no debe olvidarse que la marcha espontánea de las cosas se abre camino poderosamente, mal que les pese a los sabihondos. No debe olvidarse que el desarrollo de tantas y tan grandes contradicciones como se han acumulado a lo largo de los siglos en la vida rusa marcha con fuerza implacable, empujando al escenario a las masas populares, barriendo al montón de desperdicios las muertas y moribundas doctrinas sobre el progreso pacífico. A todos los oportunistas les gusta decirnos: aprendan de la vida. Lamentablemente, ellos entienden por vida sólo el pantano de los períodos de paz, los tiempos de estancamiento, en los que la vida apenas avanza. Ellos, gente ciega, quedan siempre rezagados respecto de las enseñanzas de la vida revolucionaria. Sus doctrinas muertas siempre se quedan detrás del torrente impetuoso de la revolución que expresa las más profundas reivindicaciones de la vida y aborda los más arraigados intereses de las masas populares.

Ved, por ejemplo, cuán ridículos resultan ahora, frente a estas enseñanzas de la vida, los alaridos de cierto sector de la socialdemocracia sobre el peligro de una concepción conspirativa con respecto a la insurrección, sobre la apreciación estrecha ‘jacobina’ de su necesidad, sobre la exageración del significado y el papel de la fuerza material en los sucesos políticos que se aproximan. Estos alaridos se alzaron justamente en vísperas de convertirse la insurrección en la más auténtica y vital necesidad popular, cuando precisamente la masa, que es la más ajena de toda “conspiración”, comenzó a adherirse a la insurrección, gracias a las proezas de las centurias negras. Una mala doctrina se corrige perfectamente con una buena revolución. Podéis leer en la nueva Iskra unos chistes (¿o son sarcasmos?) insípidos y torpes, dignos de Burenin acerca de que en un folleto especialmente dedicado a temas militares se analizan problemas militares de la revolución, inclusiva la cuestión de los ataques diurnos y nocturnos, o la necesidad de pensar en la ubicación de los estados mayores de la insurrección, o la designación de “guardias” de los miembros de la organización que puedan informarse a tiempo de cualquier pogrom, cualquier acción del “enemigo”, y dar a tiempo las órdenes precisas a nuestras fuerzas de combate, al proletariado revolucionario organizado. Y al mismo tiempo, como burlarse de la doctrina sin vida de los mencheviques en el extranjero, vemos la acción de los mencheviques rusos. Leemos con respecto a Ekaterinoslav (ver el núm. 13 de Proletari) que en un momento crítico (¡se esperaba un pogrom de las centurias negras! ¿Es que existe actualmente en Rusia una ciudad o un pueblo donde no se espere algo semejante?) se realizó un acuerdo entre los bolcheviques por una parte, y los mencheviques y el Bund por la otra. “Colectas comunes de dinero para armas, un plan común de acción, etc.” Qué clase de plan era ese, se ve por ejemplo en lo siguiente: en la fábrica de Briansk los socialdemócratas en un mitin de 500 obreros habían invitado a organizar la resistencia. “Luego, por la noche, los obreros organizados de la fábrica de Briansk fueron instalados en algunas casas; se destacaron patrullas, se designó un estado mayor, etc.; en una palabra, estuvimos en plena disposición de combate” (entre otras cosas, se informaron los unos a los otros de “la ubicación de los estados mayores de cada organización”, de las tres arriba mencionadas).

¡Los periodistas neoiskristas se burlan… de sus propios camaradas – prácticos!

Aunque arruguéis la nariz con desprecio, señores, por eso de los ataques nocturnos y otros problemas militares puramente tácticos, aunque hagáis muecas frente al “plan” de designar las guardias de secretarios o miembros de la organización para el caso de acciones militares urgentes, la vida vence, la revolución enseña, disciplinando y sacudiendo a los pedantes más empedernidos. Las cuestiones militares, aun las de detalle, es necesario estudiarlas en momentos de guerra civil, y el interés de los obreros por estas cuestiones es el más legítimo y sano de los fenómenos. Los estados mayores (o las de los miembros de la organización) es necesario organizarlos. La ubicación de patrullas, la instalación de destacamentos, todo eso son funciones puramente militares, son las operaciones iniciales del ejército revolucionario, todo eso es la organización de una insurrección armada, la organización del poder revolucionario que se fortalece y se consolida en estos pequeños preparativos, en estas leves escaramuzas, experimentando sus fuerzas, aprendiendo a guerrear, preparándose para la victoria, una victoria tanto más próxima, tanto más probable, cuanto más profunda es la crisis política general, cuanto más fuertes son la efervescencia, el descontento y las vacilaciones en las filas del ejército zarista.

Los compañeros socialdemócratas deben seguir y seguirán en escala cada vez mayor el ejemplo de los compañeros de Ekaterinoslav y Borisogliebsk. El llamado a la ayuda en dinero y armas es muy oportuno. Crece y seguirá creciendo el número de personas completamente ajenas a todo “plan” e incluso a toda idea de la revolución, que ven y sientes la necesidad de la lucha armada frente a las ferocidades de la policía, los cosacos y las centurias negras, perpetradas contra los ciudadanos inermes. No hay elección posible, todos los demás caminos están cerrados. No es posible dejar de conmoverse por lo que ocurre ahora en Rusia; no es posible dejar de pensar en la guerra y la revolución, y todo el que se conmueve, piensa, se interesa, se ve obligado a colocarse en uno u otro bando armado. A vosotros os apalearán y os matarán, pese al carácter archipacífico y legal hasta la mezquindad, de vuestra acción. La revolución no admite neutrales. La lucha se ha encendido. Es una lucha de vida o muerte, lucha entre la vieja Rusia de la esclavitud, de la servidumbre y del absolutismo, y la nueva, la joven Rusia popular, la Rusia de las masas laboriosas que anhelan la luz y la libertad, para reiniciar una y otra vez la lucha por la total liberación de la humanidad de toda opresión y toda explotación.

¡Que venga, pues, la insurrección armada popular!


Proletari, número 14, 29 (16) de agosto de 1905.

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