Las centurias negras y la organización de
la insurrección.
Los acontecimientos de Nizhni – Nóvgorod y de Balashov promovieron la atención general. En el número anterior hemos publicado un relato detallado de la matanza de Nizhni, en el presente publicamos un relato sobre la de Balashov. Las hazañas de las centurias negras se multiplican. La socialdemocracia debe prestar atención al significado que tiene este fenómeno en la marcha general del desarrollo revolucionario. Para completar la correspondencia de Samara, he aquí un interesante volante publicado por el grupo de Borisogliebsk del POSDR.
“¡Obreros
y habitantes de la ciudad de Borisogliebsk! Los sucesos de Nizhni – Nóvgorod y
de Balashov, en los que la policía mostró su capacidad para organizar una
matanza de todos los que piensan de distinto modo, os revelan toda la seriedad
del momento que nos plantea la revolución. La hora de las palabras y de la
crítica platónica ha pasado. Por la fuerza de los hechos concretos el gobierno
nos empuja de las palabras a la acción. El ve que el movimiento revolucionario
ya no está en esa situación en que la policía y la gendarmería solas podían
combatirlo. Se da cuenta que en su lucha contra el ‘enemigo interior’ no le
bastarían las tropas regulares del Ministerio del Interior. Toda la población del
Imperio Ruso se ha convertido en ‘enemigo interior’, en ‘sedicioso’, y el
gobierno se vio obligado a abrir la conscripción de reclutas – voluntarios en
las filas del ejército regular. Pero, al abrir la conscripción en masa para el ‘servicio
nacional’ a los vagabundos, maleantes, pillos y otra gente semejante, que no
admite ninguna imposición burocrática, nuestro gobierno se vio obligado a
modificar los viejos métodos de represión sobre las masas, y las antiguas
medidas ilegales de lucha directa contra la revolución. Curar el mal con el
mismo mal. Hasta ahora nuestro gobierno se limitaba a combatir la palabra
impresa. Ahora se dedica a publicar proclamas en Moskovskie Viédomosti,
Rússkoie Dielo, Grazhdanín, Díen y otros órganos oficialistas. Ahora encarga a
los arciprestes, generales, Sharapovs, Gringmuts y otros agitadores suyos la
agitación en el pueblo. Hasta ahora nuestro gobierno se limitaba a obstaculizar
la organización. Ahora se dedica a organizar uniones de gente rusa, ligas de
patriotas, uniones de monárquicos. Hasta ahora se limitaba a temblar ante la
idea de la insurrección. Ahora se dedica a organizar una insurrección de
centurias negras, ahora tiene la esperanza de provocar una guerra civil. El
gobierno, espantado ante la revolución inminente, se apropió de las armas de la
misma revolución: organización, propaganda y agitación. Con ayuda de estas
armas de doble filo, con ayuda de las centurias negras, el gobierno comienza a
organizar escenas de indignación popular, escenas de contrarrevolución. Después
de un ‘ensayo’ en la periferia, organiza una jira por el centro de Rusia. Hace
poco hemos sido testigos de tales representaciones de Nizhni y Balashov y no
podemos decir que el absolutismo no haya tenido éxito. Los procedimientos ‘revolucionarios’
de lucha resultaron efectivos: muchos enemigos del absolutismo fueron
asesinados o apaleados, y la población está aterrorizada ante este terrorismo
legal de nuestro gobierno.
No
hay duda de que después de eso seguirá la ampliación del experimento. Los
laureles de unas centurias negras no dejarán dormir a las otras, hasta que no
hayan probado también sus fuerzas. Donde hay revolución, también ha
contrarrevolución, y por consiguiente, también Borisogliebsk debe estar
preparado para sufrir la experimentación de las aptitudes organizativas de los
destacados representantes de la tendencia reaccionaria. Tenemos razones para
esperar también en Borisogliebsk los pogróms contra los judíos, obreros e
intelectuales; y por lo tanto, preocupados por la preparación de un adecuado
rechazo de todas las ‘medidas ilegales’ del gobierno para sofocar el movimiento
revolucionario, el grupo de Borisogliebsk, al abrir la suscripción para
organizar la autodefensa armada, invita a todos aquellos cuya simpatía no está
con el gobierno y con las centurias negras, a ayudar con dinero y armas a la organización
de grupos de autodefensa.”
En
efecto, el propio gobierno le impone la guerra civil a la población. En efecto,
los “vagabundos, maleantes y pillos” ingresan al servicio del Estado. En estas
condiciones, los discursos burgueses de los osvobozhdenistas sobre la criminal
y demente prédica de la insurrección, sobre el daño de la organización de la
autodefensa (núm. 74 de Osvob.), aparecen ya no sólo como una tremenda
trivialidad política, no sólo como justificación del absolutismo y
(prácticamente) servilismo ante Moskovskie Viédomosti. No, estos discursos se
convierten simplemente en rezongos mortecinos de las momias de Osvobozhdenie, a
quienes el movimiento revolucionario arroja implacablemente “por la borda de la
vida”, envía al archivo de rarezas, que es el lugar más adecuado para ellas.
Las discusiones teóricas sobre la necesidad de la insurrección pueden y deben
realizarse, las resoluciones tácticas sobre este problema deben meditarse y
elaborarse minuciosamente, pero con todo eso, no debe olvidarse que la marcha
espontánea de las cosas se abre camino poderosamente, mal que les pese a los
sabihondos. No debe olvidarse que el desarrollo de tantas y tan grandes
contradicciones como se han acumulado a lo largo de los siglos en la vida rusa
marcha con fuerza implacable, empujando al escenario a las masas populares,
barriendo al montón de desperdicios las muertas y moribundas doctrinas sobre el
progreso pacífico. A todos los oportunistas les gusta decirnos: aprendan de la
vida. Lamentablemente, ellos entienden por vida sólo el pantano de los períodos
de paz, los tiempos de estancamiento, en los que la vida apenas avanza. Ellos,
gente ciega, quedan siempre rezagados respecto de las enseñanzas de la vida
revolucionaria. Sus doctrinas muertas siempre se quedan detrás del torrente
impetuoso de la revolución que expresa las más profundas reivindicaciones de la
vida y aborda los más arraigados intereses de las masas populares.
Ved,
por ejemplo, cuán ridículos resultan ahora, frente a estas enseñanzas de la
vida, los alaridos de cierto sector de la socialdemocracia sobre el peligro de
una concepción conspirativa con respecto a la insurrección, sobre la
apreciación estrecha ‘jacobina’ de su necesidad, sobre la exageración del
significado y el papel de la fuerza material en los sucesos políticos que se
aproximan. Estos alaridos se alzaron justamente en vísperas de convertirse la
insurrección en la más auténtica y vital necesidad popular, cuando precisamente
la masa, que es la más ajena de toda “conspiración”, comenzó a adherirse a la
insurrección, gracias a las proezas de las centurias negras. Una mala doctrina
se corrige perfectamente con una buena revolución. Podéis leer en la nueva
Iskra unos chistes (¿o son sarcasmos?) insípidos y torpes, dignos de Burenin
acerca de que en un folleto especialmente dedicado a temas militares se
analizan problemas militares de la revolución, inclusiva la cuestión de los
ataques diurnos y nocturnos, o la necesidad de pensar en la ubicación de los
estados mayores de la insurrección, o la designación de “guardias” de los
miembros de la organización que puedan informarse a tiempo de cualquier pogrom,
cualquier acción del “enemigo”, y dar a tiempo las órdenes precisas a nuestras
fuerzas de combate, al proletariado revolucionario organizado. Y al mismo
tiempo, como burlarse de la doctrina sin vida de los mencheviques en el
extranjero, vemos la acción de los mencheviques rusos. Leemos con respecto a Ekaterinoslav
(ver el núm. 13 de Proletari) que en un momento crítico (¡se esperaba un pogrom
de las centurias negras! ¿Es que existe actualmente en Rusia una ciudad o un
pueblo donde no se espere algo semejante?) se realizó un acuerdo entre los
bolcheviques por una parte, y los mencheviques y el Bund por la otra. “Colectas
comunes de dinero para armas, un plan común de acción, etc.” Qué clase de plan
era ese, se ve por ejemplo en lo siguiente: en la fábrica de Briansk los
socialdemócratas en un mitin de 500 obreros habían invitado a organizar la
resistencia. “Luego, por la noche, los obreros organizados de la fábrica de
Briansk fueron instalados en algunas casas; se destacaron patrullas, se designó
un estado mayor, etc.; en una palabra, estuvimos en plena disposición de
combate” (entre otras cosas, se informaron los unos a los otros de “la ubicación
de los estados mayores de cada organización”, de las tres arriba mencionadas).
¡Los
periodistas neoiskristas se burlan… de sus propios camaradas – prácticos!
Aunque
arruguéis la nariz con desprecio, señores, por eso de los ataques nocturnos y
otros problemas militares puramente tácticos, aunque hagáis muecas frente al “plan”
de designar las guardias de secretarios o miembros de la organización para el
caso de acciones militares urgentes, la vida vence, la revolución enseña,
disciplinando y sacudiendo a los pedantes más empedernidos. Las cuestiones
militares, aun las de detalle, es necesario estudiarlas en momentos de guerra
civil, y el interés de los obreros por estas cuestiones es el más legítimo y
sano de los fenómenos. Los estados mayores (o las de los miembros de la organización)
es necesario organizarlos. La ubicación de patrullas, la instalación de
destacamentos, todo eso son funciones puramente militares, son las operaciones
iniciales del ejército revolucionario, todo eso es la organización de una
insurrección armada, la organización del poder revolucionario que se fortalece
y se consolida en estos pequeños preparativos, en estas leves escaramuzas,
experimentando sus fuerzas, aprendiendo a guerrear, preparándose para la
victoria, una victoria tanto más próxima, tanto más probable, cuanto más
profunda es la crisis política general, cuanto más fuertes son la
efervescencia, el descontento y las vacilaciones en las filas del ejército
zarista.
Los
compañeros socialdemócratas deben seguir y seguirán en escala cada vez mayor el
ejemplo de los compañeros de Ekaterinoslav y Borisogliebsk. El llamado a la
ayuda en dinero y armas es muy oportuno. Crece y seguirá creciendo el número de
personas completamente ajenas a todo “plan” e incluso a toda idea de la revolución,
que ven y sientes la necesidad de la lucha armada frente a las ferocidades de
la policía, los cosacos y las centurias negras, perpetradas contra los
ciudadanos inermes. No hay elección posible, todos los demás caminos están
cerrados. No es posible dejar de conmoverse por lo que ocurre ahora en Rusia;
no es posible dejar de pensar en la guerra y la revolución, y todo el que se
conmueve, piensa, se interesa, se ve obligado a colocarse en uno u otro bando
armado. A vosotros os apalearán y os matarán, pese al carácter archipacífico y
legal hasta la mezquindad, de vuestra acción. La revolución no admite
neutrales. La lucha se ha encendido. Es una lucha de vida o muerte, lucha entre
la vieja Rusia de la esclavitud, de la servidumbre y del absolutismo, y la
nueva, la joven Rusia popular, la Rusia de las masas laboriosas que anhelan la
luz y la libertad, para reiniciar una y otra vez la lucha por la total liberación
de la humanidad de toda opresión y toda explotación.
¡Que
venga, pues, la insurrección armada popular!
Proletari,
número 14, 29 (16) de agosto de 1905.
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