domingo, 6 de julio de 2014

Lenin y la lucha armada (XIII)

En este documento Lenin analiza la situación de la revolución rusa y las alternativas prácticas que se abren si se considera que la revolución está cerrada o abierta, tomando abierto partido, en este último caso, por la guerra de guerrillas.


La revolución rusa y las tareas del proletariado.

I

¿Cuál es la situación de la revolución democrática en Rusia: ha sido vencida o sólo atraviesa por un momento de calma momentánea? ¿La insurrección de diciembre fue el punto culminante de la revolución y nos estamos ahora deslizando inconteniblemente hacia un régimen "constitucional - shipoviano"? ¿P el movimiento revolucionario en su conjunto no sólo no tiende a decrecer sino que continúa en auge, preparando un nuevo estallido, haciendo acopio, en este período de calma, de nuevas fuerzas, prometiendo tras la insurrección fracasada una nueva insurrección con posibilidades incomparablemente mayores de éxito?

Tales son los problemas esenciales que se plantean hoy ante los socialdemócratas de Rusia. Permaneciendo fieles al marxismo, nosotros no podemos ni debemos eludir, mediante frases generales, el análisis de la condiciones objetivas que son, en última instancia, las que deciden definitivamente esos problemas. Y de la solución de esos problemas depende de toda la táctica de la socialdemocracia, y nuestras disputas, por ejemplo, acerca del boicot a la Duma (que dicho sea de paso, por ejemplo, acerca del fin, por cuanto la mayoría de las organizaciones del POSDR se han pronunciado en favor del boicot), son tan sólo una pequeñísima partícula de estos grandes problemas.

Hemos dicho recién que para un marxista es indecoroso desembarazarse de estos problemas con frases generales. Son frases generales, por ejemplo, las referencias al hecho de que nosotros nunca hemos interpretado la revolución sólo en el sentido de "picas y horquillas", que también éramos revolucionarios cuando no planteábamos directamente el llamado a la insurrección, , que también seguiremos siendo revolucionarios en el período partlamentario, cuando él llegue, etc. Tales disquisiciones no dejarían de ser otra cosa que míseros subterfugios, sustitución del problema histórico concreto por consideraciones abstractas, que no aclaran nada en absoluto y sólo sirven para cubrir la pobreza o la desorientación políticas. Para corroborar nuestro pensamiento con un ejemplo, nos referiremos a la actitud de Marx ante la revolución alemana del año 1848. Esta referencia puede ser tanto más útil cuanto que se observan entre nosotros una serie de síntomas de una división tan neta como en aquella ocasión -y aún mayor- de la burguesía reaccionaria y revolucionaria, división que no existió, por ejemplo, en la gran Revolución Francesa. En sustancia, los problemas fundamentales planteados por nosotros más arriba sobre la situación de la revolución rusa, también pueden ser planteados por la analogía con Alemania (por supuesto, en el sentido condicional y limitado, en el que únicamente es admisible en general la analogía histórica), con estas palabras: ¿1847 o 1849? ¿estamos nosotros (como Alemania en el año 1847, cuando se quiso convocar -y se convocó- a la Duma del Estado alemana, el así llamado Landtag Unificado) en los momentos finales del más alto auge de la revolución, o estamos atravesando (como Alemania en el año 1849) los últimos momentos del agotamiento total de la revolución y entramos en los rutinarios días de una constitución rabona?

Marx, justamente en el curso del año 1850, planteó este problema, trató de resolverlo y lo resolvió, finalmente, no mediante una evasiva, sino dando una respuesta directa, extraída del análisis de las condiciones objetivas. En el año 1849 la revolución fue aplastada, una serie de insurrecciones terminó en el fracaso, la libertad prácticamente conquistada por el pueblo le fue arrebatada, la furia reaccionaria se desató contra los "revolucionarios". La actuación política abierta de la "Liga de loa Comunistas" (la organización socialdemócrata de entonces, dirigida de hecho por Marx), se tornó imposible. "En todas partes se hacía evidente la necesidad -dice el mensaje del Comité Central de la Liga a los miembros de ésta, en junio de 1850- de una fuerte organización clandestina [el subrayado en todas partes es nuestro], del partido revolucionario a lo largo de toda Alemania." El Comité Central envía desde el extranjero al interior de Alemania un emisario, quien concentra "todas las fuerzas útiles en manos de la Liga". Marx escribe (llamamiento del mes de maro de 1850) sobre la probabilidad de un nuevo auge, de una nueva revolución, aconseja a los obreros organizarse independientemente, insiste particularmente en la necesidad de armar a todo el proletariado, en la formación de la guardia proletaria, en la necesidad de "rechazar todo intento de desarme, por la fuerza de las armas". Exige la formación de "gobiernos obreros revolucionarios" y expone sus juicios acerca de la conducta del proletariado "durante y después de la insurrección inminente". Marx presenta como ejemplo ante la socialdemocracia alemana, a la Francia jacobina del año 1793 (ver el Proceso de los comunistas en Colonia, traducción rusa, págs. 115 y otras).

Pasan seis meses. El auge esperado no se produce. Los esfuerzos de la Liga no son coronados por el éxito. "En el trascurso de 1850 -escribe Engels en 1885-, las perspectivas de un nuevo auge de la revolución fueron haciéndose cada vez más inverosímiles, y hasta imposibles." La crisis industrial del año 1847 ha pasado. Comenzó la era de la prosperidad de la industria. Y, entonces, tomando en consideración las condiciones objetivas, Marx plantea la cuestión de manera tajante y precisa. En el otoño del año 1850 declara categóricamente que ahora, en momentos de tan exuberante desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad burguesa, "no cabe siquiera hablar de una revolución verdadera".

Como el lector puede ver, Marx no trata de evadirse ante la dificultad del problema. No juega con la palabra revolución, no sustituye un candente problema político por abstracciones vacuas. No olvida que la revolución en general marcha,en todo caso, hacia adelante, porque marcha hacia adelante el desarrollo de la sociedad burguesa, sino que habla directamente de la imposibilidad de la revolución democrática en el sentido estrecho y directo de la palabra. Marx resuelva el difícil problema sin escudarse en el "estado" de depresión y cansancio de estas o de aquellas capas del proletariado (como lo hacen a menudo los socialdemócratas que caen en el seguidismo). No, mientras no poseían otros datos, fuera del hecho del estado de ánimo de depresión (en marzo del año 1850), continuaba exhortando a armarse y a prepararse para la insurrección, sin tratar de deprimir con su escepticismo y su desorientación el estado de ánimo de los obreros. Sólo cuando Marx vio la posibilidad del "agotamiento" de la "verdadera revolución", sólo entonces, modificó su opinión. Y una vez modificada su opinión, Marx reclamó abierta y directamente un cambio radical en la táctica, la cesación total de los preparativos para la insurrección, dado que tales preparativos en esos momentos, sólo podían ser un juego. La consigna de la insurrección fue directamente retirada de la orden del día. De manera clara y precisa se reconoció que la "forma del movimiento se había modificado".

En los difíciles momentos actuales este ejemplo de Marx debe estar siempre presente ante nuestros ojos. La cuestión de la posibilidad de la "verdadera revolución" en un futuro próximo, de la "forma del movimiento" fundamental, de la insurrección y su preparación, debe ser considerada por nosotros con la máxima seriedad, pero un partido político que está empeñado en la lucha tiene la obligación de resolver esta cuestión de manera directa y precisa, sin rodeos, sin excusas, sin reticencias de ninguna naturaleza. Un partido que no fuera capaz de hallar una respuesta clara a esta cuestión, no merecería el nombre de partido.

II

Así pues, ¿de qué datos objetivos disponemos para dar solución a esta cuestión? En favor de la opinión que sostiene que las "formas del movimiento" abiertamente revolucionarios están totalmente agotadas,que es imposible una nueva insurrección, que Rusia ha entrado en la era de un pobre quasi-constitucionalismo burgués, hablan una serie de hechos que se hallan, por así decir, en la superficie, y que saltan a la vista de todos. El vuelco en la burguesía es indudable. EL terrateniente se ha apartado de los kadetes y se ha ido a la Unión del 17 de octubre. El gobierno ya ha concedido, por gracia una "constitución" de dos cámaras. Con la ayuda del estado de guerra, de las torturas y de las detenciones se ha creado la posibilidad de convocar una Duma mistificada. La insurrección en las ciudades ha sido aplastada. El movimiento de los campesinos para la próxima primavera puede resultar un movimiento ailsado, impotente. La venta de las tierras de los terratenientes continúa y, por consiguiente, se fortalecen las capas del campesinado burgués "sosegado". El estado de depresión, después del aplastamiento de la insurrección, está a la vista. Por último, nohay que olvidar tampoco que es más fácil y más barato precedir la derrota de la revolución, por así decir, que predecir su ascenso, porque ahora el poder está del lado de la reacción, y porque en la "mayoría de los casos" hasta ahora las revoluciones terminaban... antes de llegar hasta el fin.

¿Cuáles son los hechos en favor de la opinión contraria? Respecto de esta cuestión cederemos la palabra a Karl Kautsky, cuya sensatez de opinión y capacidad para discutir de la manera más serena, práctica y minuciosa los problemas políticos más agudos y candentes, son del conocimiento de todos los marxistas. Kautsky ha dado a conocer su punto de vista poco tiempo después del aplastamiento de la insurrección de Moscú, en el artículo titulado "Perspectivas de la revolución rusa". Este artículo apareció en traducción rusa, no sin sufrir, naturalmente, las tergiversaciones de la censura (por el estilo de que sufriera en su traducción rusa otro magnífico trabajo de Kautsky: "La cuestión agraria en Rusia").

Kautsky no esquiva el difícil problema. No intenta eludirlo con frases vacías acerca de la invencibilidad de la revolución en general, acerac del habitual y permanente revolucionarismo de la clase de los proletarios. No; derechamente plantea el problema histórico concreto de las posibilidades que existen para la revolución democrática contemporánea, actual, en Rusia. Comienza su artículo diciendo sin circunloquios que, desde comienzos de 1903, llegan de Rusia casi únicamente noticias afligentes que "podrían dar cuerpo a la opinión de que esa revolución ha sido aplastada y que está exhalando sus últimos suspiros". Por este motivo no sólo están alborozados los reaccionarios, sino también los liberales rusos, dice Kautsky, cubriendo a estos últimos héroes del "cupón" de expresiones despectivas plenamente justificadas (Kautksy, por lo visto, no ha hecho suya aún la teoría de Plejánov, que sostiene que los socialdemócratas rusos deben "estimar el apoyo de los partido de la oposición no proletarios").

Y Kautsky analiza minuciosamente esta opinión que surge con toda naturalidad. La similitud exterior entre la derrota de los obreros de Moscú en diciembre con la derrota de junio (año 1848) de los obreros de París es indudable. Tanto allí como aquí la insurrección armada de los obreros fue "provocada" por el gobierno en un moomento en que la clase obrera no estaba organizada suficientemente. Allí y aquí, pese a la heroica resistencia  de los obreros, la reacción ha vencido. ¿Qué conclusión extrae de ello Kautsky? ¿No deducirá, al estilo de las pedantes aseveraciones de Plejánov, que ni siquiera se debió haber tomado las armas? No, Kautsky no se apresura a recurrir a una miope y  barata moralización a posteriori. Investiga los datos objetivos capaces de resolver el problema de si, en efecto, la revolución rusa está definitivamente aplastada.

Kautsky ve cuatro diferencias sustanciales entre la derrota del proletariado (año 1848) y la derrota del proletariado de Moscú (1905). En primer lugar, la derrota de París fue la derrota de toda Francia. En primer lugar, la derrota de París fue la derrota de toda Francia. Nada semejante se puede decir a propósito de Moscú. Los obreros de Peterburgo, de Kiev, Odesa, Varsovia, Lodz, no están derrotados. Ellos se hallan agotados por una lucha tremendamente dura que se prolonga  ya hace años,  pero su valor no está quebrantado. Están acumulando fuerzas para comenzar de nuevo la lucha por la libertad.

En segundo lugar, una diferencia aún más sustancial consiste en que los campesinos, en el año 1848, en Francia, estaban del lado de la reacción, mientras que en 1905, en Rusia, están del lado de la revolución. Los levantamientos campesinos se suceden. Ejércitos enteros están ocuados en la tarea de sofocarlos. Esos ejércitos devastan el país en forma tal, como sólo fue devastada Alemania en la guerra de los 30 años. Los actos vandálicos del ejército atemorizan momentáneamente a los campesinos, pero no hacen más que reforzar su miseria, acentuar lo desesperado de su situación. Ese vandalismo conducirá, inevitablemente, del mismo modo que las devastaciones de la guerra de los 30 años, a que nuevas y nuevas masas de hombres se vean impelidas a declarar la guerra al orden establecido, a no permitir que la calma se restablezca en el país y a que adhieran a cualquier tipo de levantamiento,

En tercer lugar, una diferencia singularmente importante es la siguiente. La revolución del año 1848 había sido preparada por la crisis y el hambre del año 1847. La reacción se apoyaba en la terminación de la crisis y en el florecimiento de la industria. "El actual régimen de terror en Rusia, por el contrario, conducirá a la agudización de aquella crisis económica que desde hace años viene haciendo sentir su peso sobre todo el país." Las consecuencias del hambre del año 1905 se manifestarán más crudamente aún en los próximos meses. El aplastamiento de la revolución es una guerra civil, una guerra contra todo el pueblo. Esta guerra cuesta no menos que una guerra exterior, con el agregado de que causa la runia no de un país extraño, sino del propio. Se acerca el crac económico. Y además, los nuevos convenios comerciales amenazan con una particular conmoción para Rusia y pueden provocar, inclusive, la crisis económica mundial. De este modo, cuanto más se prolongue el terror que impone la reacción, tanto más desesperada será la situación económica del país, tanto más fuerte será la indignación contra el régimen odiado. "Una situación semejante -dice Kautsky- torna invencible cualquier movimiento fuerte contra el zarismo. Y un movimiento de tal naturaleza no ha de faltar. De ello cuidará el proletariado de Rusia, que ha dado ya tantas muestras magníficas de heroísmo y de abnegación."

La cuarta diferencia señalada por Kautsky presenta, para los marxistas rusos, un interés especial. Por desgracia, está actualmente muy difundido entre nosotros un cierto bisbiseo malévolo, pero impotente, típicamente kadete en sustancia, a propósito de los "brownings" y de los "destacamentos de combate". Nadie tiene la suficiente valentía y la franqueza, que tuvo por ejemplo Marx para decir que la insurrección es imposible y que no vale la pena de continuar preparándola. Pero burlarnos solapadamente de las acciones militares de los revolucionarios es un placer para nosotros. Nos llamamos marxistas, pero preferimos eludir el análisis del aspecto "militar" de la insurrección (al que Marx y Engels asignaron siempre una significación muy seria), declarando con un doctrinarismo grandilocuente inimitable: "No se debió haber tomado las armas"... Kautsky procede de otra manera. Por muy pequeño que sea el caudal de datos que posee acerca de la insurrección se esfuerza, sin embargo, por analizar también el aspecto militar de la cuestión. Trata de apreciar el movimiento como una nueva forma de lucha, elaborada por las masas y no como nuestros Kuropatkins entienden los combates revolucionarios: si dan, tomas; si pegan, corres; ¡si nos han vencido, quiere decir que no había que haber tomado las armas!

"Tanto la batalla de París de junio -dice Kautsky- como la de diciembre de Moscú ueron combates de barricada. Pero la primera fue la catástrofe,fue el fin de la vieja práctica de barricada. La segunda fue el comienzo de una nueva táctica de barricada. Y, por lo tanto, debemo revisar el punto de vista expuesto por Engels en su prólogo a 'Las luchas de clases' de Marx, o sea, su opinión de que la época de los combates de barricada ha quedado definitivamente atrás. En realidad, lo que ha quedado atrás es solamente la época de la vieja táctica de barricada. Esto es lo que ha mostrado la batalla de Moscú, en la que un puñado de insurrectos, en el transcurso de dos semanas, logró mantenerse frente a fuerzas combativas superiores, equipadas con todas las armas de la artillería moderna."

Esto es lo que dice Kautsky. No se detiene a cantar el réquiem de la insurrección, tomando como base para ello el gracaso de la primera tentativa. Nose dedica a refunfuñar acerca del fracaso sino que investiga la génesis y el desarrollo de una nueva forma, superior, de lucha; analiza el significado de la desorganización y del descontento en el ejército, de la ayuda a los obreros por parte de la población urbana, de la conjugación de la huelga de masas con la insurrección. Investiga cómo el proletariado aprende a hacer la insurrección. Somete a revisión las teorías militares envejecidas e incita con ello a todo el partido a asimilar y reelaborar la experiencia de Moscú. Enfoca todo el movimiento como el paso de la huelga a la insurrección, tratando de comprender de qué modo deben los obreros conjugar lo uno con lo otro, a fin de alcanzar el éxito.

Kautsky termina su artículo con estas palabras: 'Tales son las enseñanzas de Moscú. Resulta imposible en este momento y desde aquí [desde Alemania], prever en qué medida influirán esas enseñanzas sobre las formas de la lucha futura. En efecto, hasta el presente hemos visto en todas las manifestaciones anteriores de la revolución rusa estallidos espontáneos de una masa desorganizada,sin que ninguna de esas manifestaciones hubiese sido delineada de acuerdo con un plan y preparada de antemano. Es probable que, durante un determinado tiempo, también sea así en el futuro. 

'Pero si el momento actual todavía no es posible predecir las futuras formas de lucha, todos los síntomas indican que, necesariamente, debemos esperar combates futuros; que la calma siniestra (unheimliche) que reina en este momento no es más que la calma que precede a la tempestad. El movimiento de octubre ha mostrado a las masas de las ciudades y del campo qué fuerzas son capaces de desplegar. Posteriormente, la reacción de enero las despeñó a un abismo lleno de padecimientos. En ese abismo todo las induce, todo las empuja a la indignación, y no hay precio que no estén dispuestos a pagar con tal de liberarse de ese abismo. Pronto las masas se levantarán de nuevo, pronto harán sentir su fuerza de manera aún más potente. Dejemos que la contrarrevolución celebre su triunfo sobre los cadáveres de los héroes caídos en la lucha por la libertad: está cercano ya el día de nuestro triunfo, se alza la aurora roja, se aproxima la revolución proletaria'.

III

La cuestión que acabamos de bosquejar constituye el problema fundamental de toda la táctica socialdemócrata. El próximo congreso del partido debe, antes que nada, resolver este problema de la manera más clara e inequívoca y todos los miembros del partido, todos los obreros concientes, deben poner inmediatamente en tensión todas sus fuerzas para recoger el material más variado y diverso que contribuya a la solución de ese problema, discutirlo, y enviar al congreso delegados plenamente preparados para el cumplimiento de su responsable y seria tarea.

Las elecciones para el congreso deben realizarse sobre la base del más completo esclarecimiento de las plataformas tácticas. Dado que, en el fondo, una respuesta lógica y global a la cuestión planteada resuelve por anticipado todos los aspectos parciales de la plataforma táctica de la socialdemocracia.

Una de dos.

O reconocemos que en el momento actual "no hay ni que hablar de una revolución verdadera", y entonces debemos declararlo así, abierta y resueltamente, a los cuatro vienos, para no confundir al proletariado ni al pueblo y para no caer en confusión nosotros mismos. Entonces, necesariamente, debemos dejar de proponernos la realización completa de la revolución democrática como tarea inmediata del proletariado; necesariamente debemos retirar totalmente de la orden del día, la cuestión de la insurrección y cesar toda labor de preparación y de organización de los destacamentos de combate, puesto que jugar a la insurrección es indigno de un partido obrero; entonces, debemos reconocer como agotadas las fuerzas de la democracia revolucionaria y plantearnos como tarea inmediata de apoyo a unas u otras capas de la democracia liberal, como fuerza real de oposición en un régimen constitucional; entonces debemos considerar la Duma del Estado como un parlamento, aunque magro, y participar no sólo en las elecciones sino también en la propia Duma; entonces, debemos plantear en primer plano la legalización del partido, la correspondiente modificación del programa del partido, y la adaptación a los marcos "legales" de todo el trabajo o, por lo menos, asignar al trabajo ilegal un lugar mínimo y subordinado; entonces, debemos reconocer como tarea principal del partido la de organizar los sindicatos, del mismo modo que en el anterior período histórico lo fue la insurrección armada; entonces, debemos retirar también de la orden del día las consignas revolucionarias del movimiento campesino (tales como la confiscación de las tierras de los terratenientes), pues tales consignas son prácticamente consignas de la insurrección -y llamar a la insurrección sin prepararse seriamente para ella en el aspecto militar, sin tener fe en ella, sería un indigno juego a la insurrección-; entonces, debemos arrojar por la borda todas las disquisiciones, no sólo en torno al gobierno provisional revolucionario sino también en torno a la llamada "autoadministración revolucionaria", pues la experiencia ha mostrado que las instituciones, correcta o incorrectamente así denominadas, se transforman, de hecho, por la fuerza de las circunstancias, en órganos de la insurrección, en el embrión de un gobierno revolucionario.

O reconocemos, en cambio, que en el momento actual se puede y se debe hablar de una verdadera revolución, y entonces debemos admitir las nuevas y superiores formas de lucha directamente revolucionaria como inevitables o, por lo menos, como las más probables; entonces, la tarea política principal del proletariado, el nervio de toda su labor, el alma de toda su actividad organizativa de clase, será la de llevar la revolución democrática hasta el fin; entonces cualquier evasiva con respecto a esta tarea no significará más que rebajar la noción de la lucha de clases al nivel de su interpretación brentanovista y convertir al proletariado en lacayo de la burguesía liberal monárquica; entonces, la tarea política más urgente y central del partido será la de preparar las fuerzas y la organización del proletariado para la insurrección armada, como forma superior de lucha alcanzada por el movimiento. Entonces, será obligatoria estudiar con sentido crítico a los fines prácticos más inmediatos, toda la experiencia de la insurrección de diciembre. Entonces, será necesario multiplicar los esfuerzos relacionados con la organización de destacamentos de combate y su equipamiento con armas. Entonces, será necesario prepararse para la insurrección, también con acciones de combate guerrilleras directas, pues parecería ridículo "prepararla" únicamente con registros y anotaciones. Entonces, será preciso considerar la guerra civil como declarada y en marcha, y toda la actividad del partido deberá quedar supeditada al principio: "si estamos en guerra, obrar como en la guerra". La educación de los cuadros del proletariado para las acciones militares ofensivas será, entonces, incuestionablemente, una necesidad. Por lógica consecuencia habrá que lanzar consignas revolucionarias a la masa campesina. Tendremos que ubicar en el primer plano la tarea de realizar acuerdos de combate con la democracia revolucionaria y sólo con ésta: la base para la diferenciación de la burguesía democrática es, justamente, la cuestión de la insurrección. Con quienes están por la insurrección, el proletariado "golpea en conjunto" aunque "marcha por separado", a quienes están contra la insurrección los combatiremos implacablemente o bien los apartaremos de nosotros como a despreciables hipócritas y jesuitas (los kadetes). Tendremos que colocar en el primer plano de nuestra agitación, la crítica y el desenmascaramiento de las ilusiones constitucionalistas ubicándonos en el punto de vista de la guerra civil franca y abierta, y las circunstancias y condiciones que van preparando firmemente los estallidos revolucionarios espontáneos. Tendremos que aceptar que la Duma no es un parlamento sino una oficina policial, y rechazar toda participación en la farsa electoral, por considerarla un medio de corrupción y de desorganización del proletariado. La base de la organización del partido de la clase obrera será entonces (tal como lo planteara Marx en 1849) una "fuerte organización clandestina", que tendrá un aparato especial, a los fines de su "actuación legal", para introducir tentáculos especiales en todas las entidades e instituciones legales, comenzando por los sindicatos obreros y terminando por la prensa legal.

En síntesis: o aceptamos que la democracia revolucionaria ya está liquidada, retiramos de la orden del día el problema de la insurrección y emprendemos el camino "constitucional"; o reconocemos que la revolución democrática está en marcha, colocamos en el primer plano la tarea de su culminación, desarrollamos y aplicamos en la práctica la consigna de la insurrección, declaramos la guerra civil y marcamos a fuego, sin piedad alguna, las ilusiones constitucionalistas.

No es necesario decir al lector que nosotros nos pronunciamos resueltamente en favor de la última solución para el problema que se plantea ante nuestro partido. La plataforma táctica que adjuntamos tiene por objeto resumir y exponer en forma sistemática nuestros puntos de vista, puntos de vista que expondremos en el congreso y en el curso de todas las tareas de preparación del mismo. Esta plataforma no debe ser considerada como algo acabado, sino como un resumen para la dilucidación de los problemas tácticos y como esbozo inicial de aquellas resoluciones y exposiciones que defenderemos en el congreso partidario. Esta plataforma ha sido discutida en reuniones privadas de correligionarios de entre los ex "bolcheviques" (incluidos los redactores y colaboradores de Proletari) y es el fruto de un trabajo colectivo.

Partini Izvestia, número 2, del 20 de marzo de 1906.

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