Las tesis sobre el parlamentarismo han sido utilizadas por los reformistas de todo tipo, incluidas las organizaciones reformistas "en nombre de Trotsky", para justificar campañas electorales democratizantes y adaptadas a los prejuicios de los sectores medios de la población.
Por su contenido, parecería en una primera aproximación que estas tesis no tienen ninguna relación con la lucha armada. Sin embargo ello no es así: la Comintern subordinaba el parlamentarismo y la lucha electoral a la lucha de masas (que incluye a la lucha armada). En este sentido, consideraba que la lucha parlamentaria era un medio secundario que debía servir a la lucha de masas y a la insurrección armada para la toma del poder político.
Más aun, propone una serie de medidas que deberían tomar los revolucionarios en caso de que accedieran a cargos municipales, como es la de crear una milicia obrera armada. En ese ejemplo se ve claramente cómo la pelea por acceder a funciones parlamentarias y municipales está también subordinada a la lucha por el poder y a la utilización de dichas posiciones, no para obtener reformas aisladas, sino para armar al proletariado.
EL PARTIDO COMUNISTA Y EL PARLAMENTARISMO
I. LA NUEVA ÉPOCA Y EL NUEVO PARLAMENTARISMO
La actitud de los partidos socialistas con
respecto al parlamentarismo consistía en un comienzo, en la época de la I
Internacional, en utilizar los parlamentos burgueses para fines agitativos. Se consideraba la participación en la acción parlamentaria
desde el punto de vista del desarrollo de la conciencia de clase, es
decir del despertar de la hostilidad de las clases proletarias contra las
clases dirigentes. Esta actitud se modificó no por la influencia de una teoría
sino por la del progreso político. A consecuencia del incesante aumento de las
fuerzas productivas y de la ampliación del dominio de la explotación
capitalista, el capitalismo, y con él los estados parlamentarios, adquirieron
una mayor estabilidad.
De allí la adaptación de la táctica
parlamentaria de los partidos socialistas a la acción legislativa “orgánica” de
los parlamentos burgueses y la importancia siempre creciente de la lucha por la
introducción de reformas dentro de los marcos del capitalismo, el predominio
del programa mínimo de los partidos socialistas y la transformación del
programa máximo en una plataforma destinada a las discusiones sobre un lejano
“objetivo final”. Sobre esta base se desarrolló el arribismo parlamentario, la
corrupción, la traición abierta o solapada de los intereses primordiales de la
clase obrera.
La actitud de la III Internacional con respecto
al parlamentarismo no está determinada por una nueva doctrina sino por la modificación
del papel del propio parlamentarismo. En la época precedente, el parlamento,
instrumento del capitalismo en vías de desarrollo trabajó, en un cierto
sentido, por el progreso histórico. En las condiciones actuales, caracterizadas
por el desencadenamiento del imperialismo, el parlamento se ha convertido en un
instrumento de la mentira, del fraude, de la violencia, de la destrucción, de
los actos de bandolerismo. Obras del imperialismo, las reformas parlamentarias,
desprovistas de espíritu de continuidad y de estabilidad y concebidas sin un
plan de conjunto, perdieron toda importancia práctica para las masas
trabajadoras. El parlamentarismo, así como toda la sociedad burguesa, perdió su
estabilidad. La transición del período orgánico al período crítico crea una
nueva base para la táctica del proletariado en el dominio parlamentario. Así es
como el partido obrero ruso (el partido bolchevique) determinó ya las bases del
parlamentarismo revolucionario en una época anterior, al perder Rusia desde
1905 su equilibrio político y social y entrar desde ese momento en un período de tormentas y cambios violentos.
Cuando algunos socialistas que
aspiran al comunismo afirman que en sus países aún no llegó la hora de la
revolución y se niegan a separarse de los oportunistas parlamentarios,
consideran, en el fondo, consciente o inconscientemente, al período que se
inicia como un período de estabilidad relativa de la sociedad imperialista y
piensan, por esta razón, que una colaboración con los Turati y los Longuet puede
lograr, sobre esa base, resultados prácticos en la lucha por las reformas.
El comunismo debe tomar como punto
de partida el estudio teórico de nuestra época (apogeo del capitalismo,
tendencias del imperialismo a su propia negación y a su propia destrucción,
agudización continua de la guerra civil, etc....). Las formas de las relaciones
políticas y de las agrupaciones pueden diferir en los diversos países, pero la
esencia de las cosas sigue siendo la misma en todas partes: para nosotros se
trata de la preparación inmediata, política y técnica, de la sublevación
proletaria que debe destruir el poder burgués y establecer el nuevo poder
proletario.
Para los comunistas, el parlamento
no puede ser actualmente, en ningún caso, el teatro de una lucha por reformas y
por el mejoramiento de la situación de la clase obrera, como sucedió en ciertos
momentos en la época anterior. El centro de gravedad de la vida política actual
está definitivamente fuera del marco del parlamento. Por otra parte, la
burguesía está obligada, por sus relaciones con las masas trabajadoras y
también a raíz de las relaciones complejas existentes en el seno de las clases
burguesas, a hacer aprobar de diversas formas algunas de sus acciones por el
parlamento, donde las camarillas se disputan el poder, ponen de manifiesto sus
fuerzas y sus debilidades, se comprometen, etc....
Por eso el deber histórico inmediato
de la clase obrera consiste en arrancar esos aparatos a las clases dirigentes,
en romperlos, destruirlos y sustituirlos por los nuevos órganos del poder
proletario. Por otra parte el estado mayor revolucionario de la clase obrera
está, profundamente interesado en contar, en las instituciones parlamentarias
de la burguesía con exploradores que facilitarán su obra de destrucción. Inmediatamente
se hace evidente la diferencia esencial entre la táctica de los comunistas que
van al parlamento con fines revolucionarios y la del parlamentarismo socialista
que comienza por reconocer la estabilidad relativa, la duración indefinida del
régimen. El parlamentarismo socialista se plantea como tarea obtener reformas a
cualquier precio. Está interesado en que cada conquista sea considerada por las
masas como logros del parlamentarismo socialista (Turati, Longuet y Cía.). Trascrito por Célula II.
El
viejo parlamentarismo de adaptación es remplazado por un nuevo parlamentarismo, que es una de las formas de destruir el
parlamentarismo en general. Pero las tradiciones deshonestas de la antigua
táctica parlamentaria acercan a ciertos elementos revolucionarios con los
antiparlamentarios por principio (los IWW, los sindicalistas revolucionarios,
el partido obrero comunista de Alemania). Considerando esta situación, el II
Congreso de la Internacional comunista llega a las siguientes conclusiones:
II. EL COMUNISMO, LA LUCHA POR LA DICTADURA DEL
PROLETARIADO Y
“POR LA UTILIZACIÓN” DEL PARLAMENTO BURGUÉS.
I
1. El parlamentarismo de gobierno se ha
convertido en la forma “democrática” de la dominación de la burguesía, a la que
le es necesaria, en un momento dado de su desarrollo, una ficción de
representación popular que exprese en apariencia la “voluntad del pueblo” y no
la de las clases, pero en realidad, constituye en manos del capital reinante,
un instrumento de coerción y opresión;
2. El parlamentarismo es una forma determinada
del Estado. Por eso no es inconveniente de ninguna manera para la sociedad
comunista, que no conoce ni clases, ni lucha de clases, ni poder gubernamental
de ningún tipo;
3. El parlamentarismo tampoco puede ser la forma
de gobierno “proletario” en el período de transición de la dictadura de la
burguesía a la dictadura del proletariado. En el momento más grave de la lucha
de clases, cuando ésta se transforma en guerra civil, el proletariado debe
construir inevitablemente su propia organización gubernamental, considerada
como una organización de combate en la cual los representantes de las antiguas clases dominantes no
serán admitidos. Toda ficción de voluntad
popular en el transcurso de este estadio es perjudicial
para el proletariado. Este no tiene ninguna necesidad de la separación
parlamentaria de los poderes que inevitablemente le sería nefasta. La república
de los soviets es la forma de la dictadura del proletariado;
4. Los parlamentos burgueses, que constituyen
uno de los principales aparatos de la maquinaria gubernamental de la burguesía,
no pueden ser conquistados por el proletariado en mayor medida que el estado
burgués en general. La tarea del proletariado consiste en romper la maquinaria
gubernamental de la burguesía, en destruirla, incluidas las instituciones
parlamentarias, ya sea las de las repúblicas o las de las monarquías constitucionales;
5. Lo mismo ocurre con las instituciones
municipales o comunales de la burguesía, a las que es teóricamente falso oponer
a los organismos gubernamentales. En realidad también forman parte del
mecanismo gubernamental de la burguesía. Deben ser destruidas por el
proletariado revolucionario y remplazadas por los soviets de diputados obreros;
6. El comunismo se niega a considerar al parlamentarismo
como una de las formas de la sociedad futura; se niega a considerarla como la
forma de la dictadura de clase del proletariado, rechaza la posibilidad de una
conquista permanente de los parlamentos, se da como objetivo la abolición del parlamentarismo. Por ello, sólo debe utilizarse a las instituciones gubernamentales
burguesas a los fines de su destrucción. En ese
sentido, y únicamente en ese sentido, debe ser planteada la cuestión;
II
7. Toda lucha de clases es una lucha política
pues es, al fin de cuentas, una lucha por el poder. Toda huelga, cuando se
extiende al conjunto del país, se convierte en una amenaza para el Estado
burgués y adquiere, por ello mismo, un carácter político. Esforzarse por
liquidar a la burguesía y destruir el Estado burgués significa sostener una lucha política. Formar un
aparato de gobierno y de coerción proletario,
de clase, contra la burguesía refractaria significa,
cualquiera que sea ese aparato, conquistar el poder político;
8. La lucha política no se reduce, por lo tanto,
a un problema de actitud frente al parlamentarismo. Abarca toda la lucha de la
clase proletaria en la medida en que esta lucha deje de ser local y parcial y
apunte a la destrucción del régimen capitalista en general;
9. El método fundamental de la lucha del
proletariado contra la burguesía, es decir contra su poder gubernamental, es
ante todo el de las acciones de masas. Estas últimas están organizadas y
dirigidas por las organizaciones de masas del proletariado (sindicatos, partidos,
soviets), bajo la conducción general del partido comunista, sólidamente unido, disciplinado
y centralizado. La guerra civil es una guerra. En ella, el proletariado debe contar
con buenos cuadros políticos y un efectivo estado mayor político que dirija
todas las operaciones en el conjunto del campo de acción;
10. La lucha de las masas constituye todo un
sistema de acciones en vías de desarrollo, que se avivan por su forma misma y
conducen lógicamente a la insurrección contra el estado capitalista. En esta
lucha de masas, llamada a transformarse en guerra civil, el partido dirigente
del proletariado debe, por regla general, fortalecer todas sus posiciones legales,
transformarlas en puntos de apoyo secundarios de su acción revolucionaria y subordinarlas
al plan de la campaña principal, es decir a la lucha de masas;
11. La tribuna del parlamento burgués es uno de
esos puntos de apoyo secundarios. No es posible invocar contra la acción
parlamentaria la condición burguesa de esa institución. El partido comunista
entra en ella no para dedicarse a una acción orgánica sino para sabotear desde
adentro la maquinaria gubernamental y el parlamento. Ejemplo de ello son la
acción de Liebknecht en Alemania, la de los bolcheviques en la duma del zar, en
la “Conferencia democrática” y en el “Pre-parlamento” de Kerenski, en la
Asamblea constituyente, en las municipalidades y también la acción de los
comunistas búlgaros.
12. Esta acción parlamentaria, que consiste
sobre todo en usar la tribuna parlamentaria con fines de agitación revolucionaria,
en denunciar las maniobras del adversario, en agrupar alrededor de ciertas
ideas a las masas que, sobre todo en los países atrasados, consideran a la
tribuna parlamentaria con grandes ilusiones democráticas, debe ser totalmente
subordinada a los objetivos y a las tareas de la lucha extraparlamentaria de las
masas.
La participación en las campañas electorales y
la propaganda revolucionaria desde la tribuna parlamentaria tienen una
significación particular para la conquista política de los medios obreros que,
al igual que las masas trabajadoras rurales, permanecieron hasta ahora al
margen del movimiento revolucionario y de la política;
13. Los comunistas, si obtienen mayoría en los
municipios, deben: a) formar una oposición revolucionaria en relación al poder
central de la burguesía; b) esforzarse por todos los medios en prestar
servicios al sector más pobre de la población (medidas económicas, creación o
tentativa de creación de una milicia
obrera armada, etc....); c) Denunciar en toda ocasión los obstáculos
puestos por el estado burgués contra toda reforma radical; d) desarrollar sobre
esta base una propaganda revolucionaria enérgica, sin temer el conflicto con el
poder burgués; e) remplazar, en ciertas circunstancias, a los municipios por soviets
de diputados obreros. Toda acción de los comunistas en los municipios debe, por
lo tanto, integrarse en la obra general por la destrucción del sistema capitalista;
14. La campaña electoral debe ser llevada a cabo
no en el sentido de la obtención del máximo de mandatos parlamentarios sino en
el de la movilización de las masas bajo las consignas de la revolución
proletaria. La lucha electoral no debe ser realizada solamente por los
dirigentes del partido sino que en ella debe tomar parte el conjunto de sus
miembros. Todo movimiento de masas debe ser utilizado (huelgas,
manifestaciones, efervescencia en el ejército y en la flota, etc....). Se
establecerá un contacto estrecho con ese movimiento y la actividad de las
organizaciones proletarias de masas será incesantemente estimulada;
15. Si son observadas esas condiciones y las
indicadas en una instrucción especial, la acción parlamentaria será totalmente
distinta de la repugnante y menuda política de los partidos socialistas de
todos los países, cuyos diputados van al parlamento para apoyar a esa institución
“democrática” y, en el mejor de los casos, para “conquistarla”. El partido comunista
sólo puede admitir la utilización exclusivamente revolucionaria del parlamentarismo,
a la manera de Karl Liebknecht, de Hoeglund y de los bolcheviques.
EN EL PARLAMENTO.
III
16. El “antiparlamentarismo” de principio,
concebido como el rechazo absoluto y categórico a participar en las elecciones
y en la acción parlamentaria revolucionaria, es una doctrina infantil e ingenua
que no resiste a la crítica, resultado muchas veces de una sana aversión hacia
los políticos parlamentarios pero que no percibe, por otra parte, la posibilidad
del parlamentarismo revolucionario. Además, esta opinión se basa en una noción
totalmente errónea del papel del partido, considerado no como la vanguardia
obrera centralizada y organizada para el combate sino como un sistema
descentralizado de grupos mal unidos entre sí;
17. Por otra parte, la necesidad de una
participación efectiva en elecciones y en asambleas parlamentarias de ningún
modo deriva del reconocimiento en principio de la acción revolucionaria en el
parlamento, sino que todo depende de una serie de condiciones específicas. La
salida de los comunistas del parlamento puede tornarse necesaria en un momento
dado. Eso ocurrió cuando los bolcheviques se retiraron del preparlamento de Kerenski
con el objeto de boicotearlo, de tornarlo impotente y de oponerlo más
claramente al soviet de Petrogrado en vísperas de dirigir la insurrección. También
ese fue el caso cuando los bolcheviques abandonaron la Asamblea Constituyente,
desplazando el centro de gravedad de los acontecimientos políticos al III
Congreso de los Soviets. En otras circunstancias, puede ser necesario el boicot
a las elecciones o el aniquilamiento inmediato, por la fuerza, del estado
burgués y de la camarilla burguesa, o también la participación en elecciones
simultáneamente con el boicot al parlamento, etc....)
18. Reconociendo de este modo, por regla
general, la necesidad de participar en las elecciones parlamentarias y
municipales y de trabajar en los parlamentos y en las municipalidades, el
partido comunista debe resolver el problema según el caso concreto, inspirándose
en las particularidades específicas de la situación. El boicot de las
elecciones o del parlamento, así como el alejamiento del parlamento, son sobre
todo admisibles en presencia de condiciones que permitan el pasaje inmediato a
la lucha armada por la conquista del poder;
19. Es indispensable considerar siempre el
carácter relativamente secundario de este problema. Al estar el centro de
gravedad en la lucha extraparlamentaria por el poder político, es evidente que el problema general de la
dictadura del proletariado y de la lucha de
las masas por esa dictadura no puede compararse con el
problema particular de la utilización del parlamentarismo;
20. Por eso la Internacional comunista afirma de
la manera más categórica que considera como una falta grave para con el
movimiento obrero toda escisión o tentativa de escisión provocada en el seno
del partido comunista únicamente a raíz de esta
cuestión. El congreso invita a todos los
partidarios de la lucha de masas por la dictadura del proletariado, bajo la
dirección de un partido que centralice a todas las organizaciones de la clase
obrera, a realizar la unidad total de los elementos comunistas, pese a las
posibles divergencias de opiniones con respecto a la utilización de los
parlamentos burgueses.
III. LA TÁCTICA REVOLUCIONARIA
Se impone la adopción de las siguientes medidas
con el fin de garantizar la efectiva aplicación de una táctica revolucionaria
en el parlamento:
1º El partido comunista en su conjunto y su
comité central deben estar seguros, desde
el período preparatorio anterior a las elecciones, de
la sinceridad y el valor comunistas de los miembros del grupo parlamentario
comunista. Tiene el derecho indiscutible de rechazar a todo candidato designado
por una organización, si no tiene el convencimiento de que ese candidato hará
una política verdaderamente comunista.
Los partidos comunistas deben renunciar al viejo
hábito social-demócrata de hacer elegir exclusivamente a parlamentarios
“experimentados” y sobre todo a abogados. En general, los candidatos serán
elegidos entre los obreros. No debe temerse la designación de simples miembros del partido sin
gran experiencia parlamentaria. Los partidos comunistas deben rechazar con
desprecio despiadado a los arribistas que se acercan a ellos con el único
objeto de entrar en el parlamento. Los comités centrales sólo deben aprobar las
candidaturas de hombres que durante largos años hayan dado pruebas
indiscutibles de su abnegación por la clase obrera;
2º Una vez finalizadas las elecciones, le
corresponde exclusivamente al comité central del partido comunista la organización
del grupo parlamentario, esté o no en ese momento el partido en la legalidad.
La elección del presidente y de los miembros del secretariado del grupo
parlamentario debe ser aprobada por el comité central. El comité central del
partido contará en el grupo parlamentario con «un representante permanente que
goce del derecho de veto. En todos los problemas políticos importantes, el
grupo parlamentario está obligado a solicitar las directivas previas del comité
central.
El comité central tiene el derecho y el deber de
designar o de rechazar a los oradores del grupo que deben intervenir en la
discusión de problemas importantes y exigir que las tesis o el texto completo
de sus discursos, etc...., sean sometidos a su aprobación. Todo candidato
inscripto en la lista comunista firmará un compromiso oficial de resignar su mandato
ante la primera orden del comité central, a fin de que el partido tenga la posibilidad
de remplazarlo;
3º En los países donde algunos reformistas o
semi reformistas, es decir simplemente arrivistas, hayan logrado introducirse
en el grupo parlamentario comunista (eso ya ocurrió en varios países), los
comités centrales de los partidos comunistas deberán proceder a una depuración
radical de esos grupos, inspirándose en el principio de que un grupo parlamentario
poco numeroso pero realmente comunista sirve mucho mejor a los intereses de la
clase obrera que un grupo numeroso pero carente de una firme política
comunista;
4º Todo diputado comunista está obligado, por
una decisión del Comité central, a unir el trabajo ilegal con el trabajo legal. En los
países donde los diputados comunistas todavía se benefician, en virtud de las
leyes burguesas, con una cierta inmunidad parlamentaria, esta inmunidad deberá
servir a la organización y a la propaganda ilegal del partido;
5º Los diputados comunistas están obligados a
subordinar toda su actividad parlamentaria a la acción extraparlamentaria del
partido. La presentación regular de proyectos de ley puramente demostrativos
concebidos no en vistas de su adopción por la mayoría burguesa sino para la
propaganda, la agitación y la organización, deberá hacerse bajo las
indicaciones del partido y de su comité central;
6º El diputado comunista está obligado a
colocarse a la cabeza de las masas proletarias, en primera fila, bien a la
vista, en las manifestaciones y las acciones revolucionarias;
7º Los diputados comunistas están obligados a
entablar por todos los medios (y bajo el control del partido) relaciones
epistolares y de otro tipo con los obreros, los campesinos y los trabajadores
revolucionarios de toda clase, sin imitar en ningún caso a los diputados socialistas
que se esfuerzan por mantener con sus electores relaciones de “negocios”. En todo momento, estarán a
disposición de las organizaciones comunistas para el trabajo de propaganda en
el país.
8º Todo diputado comunista al
parlamento está obligado a recordar que no es un “legislador” que busca un
lenguaje común con otros legisladores, sino un agitador del partido enviado a
actuar junto al enemigo para aplicar las decisiones del partido. El diputado
comunista es responsable no ante la masa anónima de los electores sino ante el partido
comunista ya sea o no ilegal;
9º Los diputados comunistas deben
utilizar en el parlamento un lenguaje inteligible al obrero, al campesino, a la
lavandera, al pastor, de manera que el partido pueda editar sus discursos en
forma de folletos y distribuirlos en los rincones más alejados del país;
10º Los obreros comunistas deben
abordar, aun cuando se trate de sus comienzos parlamentarios, la tribuna de los
parlamentos burgueses sin temor y no ceder el lugar a oradores más
“experimentados”. En caso de necesidad, los diputados obreros leerán simplemente
sus discursos, destinados a ser reproducidos en la prensa y en panfletos;
11º Los diputados comunistas están
obligados a utilizar la tribuna parlamentaria para desenmascarar no solamente a
la burguesía y sus lacayos oficiales, sino también a los socialpatriotas, a los
reformistas, a los políticos centristas y, de manera general, a los adversarios
del comunismo, y también para propagar ampliamente las ideas de la III
Internacional;
12º Los diputados comunistas, así se
trate de uno o dos, están obligados a desafiar en todas sus actitudes al
capitalismo y no olvidar nunca que sólo es digno del nombre de comunista quien
se revela no verbalmente sino mediante actos como el enemigo de la sociedad
burguesa y de sus servidores social-patriotas.
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