El texto que se envía contiene un análisis sintético del problema agrario y del papel que debe jugar el partido revolucionario en la lucha de clases en el campo como organizador y, en particular, como organizador del armamento del proletariado rural para enfrentar a la reacción de los campesinos ricos, de los terratenientes y de los grandes capitalistas agrarios. Además de ello contiene un análisis muy útil de las clases sociales rurales.
TESIS SOBRE EL PROBLEMA AGRARIO
1. Sólo el proletariado urbano e
industrial, dirigido por el Partido Comunista, puede librar a las masas
trabajadoras rurales del yugo del capital y de la gran propiedad agraria de los
terratenientes, de la ruina económica y de las guerras imperialistas,
inevitables mientras se mantenga el régimen capitalista. Las masas trabajadoras
del campo no tienen otra salvación que su alianza con el proletariado comunista
y apoyar abnegadamente su lucha revolucionaria para derribar el yugo de los
terratenientes (grandes propietarios agrarios) y de la burguesía.
Por otra parte, los obreros
industriales no podrán cumplir su misión histórica de liberar a la humanidad de
la opresión del capital y de las guerras, si se encierran en el marco de
intereses estrechamente corporativos, estrechamente profesionales y se limitan,
con suficiencia, a preocuparse sólo de mejorar su situación que a veces es
pasable desde el punto de vista pequeñoburgués. Esto es precisamente lo que
ocurre en muchos países avanzados donde hay una “aristocracia obrera”, la cual
constituye la base de los partidos seudosocialistas de la II Internacional,
pero que en realidad son los peores enemigos del socialismo, traidores del
socialismo, chovinistas pequeñoburgueses, agentes de la burguesía en el seno
del movimiento obrero. El proletariado actúa como clase verdaderamente
revolucionaria, auténticamente socialista, sólo cuando en sus manifestaciones y
actos procede como vanguardia de todos los trabajadores y explotados, como jefe
de los mismos en la lucha para derribar a los explotadores, cosa que no puede
ser llevada a cabo sin introducir la lucha de clase en el campo, sin agrupar a
las masas de trabajadores rurales en torno al Partido Comunista del
proletariado urbano, sin que éste eduque a aquéllas.
2. Las masas trabajadoras y
explotadas del campo a las que el proletariado urbano debe conducir a la lucha
o, cuando menos, ganar para su causa, están representadas en todos los países
capitalistas por las clases siguientes: En primer lugar, por el proletariado agrícola, los
obreros asalariados (contratados por año, por temporada, por jornada), que
ganan su sustento trabajando a jornal en empresas capitalistas agrícolas. La
tarea fundamental de los partidos comunistas de todos los países consiste
en organizar esta clase independiente y distinta de los demás grupos de la población
rural (en el terreno político, militar, sindical, coperativo, cultural, etc.),
desplegar entre ella una intensa propaganda y agitación, atraerla al lado del
poder soviético y de la dictadura del proletariado.
En segundo lugar, por los semiproletarios o campesinos parcelarios,
es decir, los que ganan su sustento, en parte mediante el trabajo asalariado en
empresas capitalistas agrícolas e industriales y, en parte, trabajando en la
parcela propia o tomada en arriendo, lo que les suministra sólo cierta parte de
los productos necesarios para la subsistencia de sus familias. Este grupo de la
población trabajadora del campo es muy numeroso en todos los países capitalistas;
los representantes de la burguesía y los “socialistas” amarillos de la II Internacional
disimulan su existencia y su situación especial, ora engañando conscientemente
a los obreros, ora creyendo ciegamente en la rutina de las concepciones pequeño-burguesas
y confundiendo a estos trabajadores con la masa común de los ‘campesinos” en
general. Semejante procedimiento de embaucar a la manera burguesa a los obreros
se advierte, sobre todo, en Alemania y en Francia, luego en los EE.UU., así
como en otros países. Cuando los partidos comunistas organicen debidamente su
labor, este grupo será su partidario seguro, porque la situación de estos
semiproletarios es sumamente penosa y porque bajo el poder soviético y la
dictadura del proletariado sus ventajas serán enormes e inmediatas.
En tercer lugar, por los pequeños campesinos, es decir,
los pequeños labradores que poseen, ya sea como propiedad o tomada en arriendo,
una parcela de tierra tan reducida, que cubriendo las necesidades de sus
familias y de su hacienda, no precisan contratar jornaleros. Esta categoría,
como tal, sale ganando de un modo absoluto con el triunfo del proletariado, el
cual le garantiza en el acto y por completo: a) la supresión de los arriendos o
la exención de la entrega de una parte de la cosecha (por ejemplo los métayers [aparceros]
en Francia, lo mismo en Italia, etc.) a los grandes propietarios agrarios; b)
la supresión de las hipotecas; c) la supresión de las múltiples formas de
opresión y dependencia de los grandes propietarios agrarios (disfrute de los
bosques, etc.); d) la ayuda inmediata a sus haciendas por parte del poder
estatal proletario (la posibilidad de emplear los aperos de labranza y parte de
las instalaciones en las grandes haciendas capitalistas expropiadas por el proletariado;
la trasformación inmediata por el poder estatal proletario de las cooperativas
y asociaciones agrícolas —que ante todo servían bajo el capitalismo a los
campesinos ricos y medios— en organizaciones destinadas a ayudar, en primer
término, a los campesinos pobres, es decir, a los proletarios, semiproletarios
y pequeños campesinos, etc.), y otras muchas ventajas.
A la par con esto, los partidos
comunistas deben tener bien presente que en el período de transición del
capitalismo al comunismo, o sea durante la dictadura del proletariado, en este
sector son inevitables las vacilaciones, por lo menos en cierta medida, en favor de -una libertad de comercio ilimitada y del libre ejercicio
de derechos de propiedad privada, pues este sector, siendo ya (si bien en
pequeña parte) vendedor de artículos de consumo, está corrompido por la
especulación y por los hábitos de propietario. Sin embargo, si el proletariado
victorioso sigue una política firme, si ajusta resueltamente las cuentas a los
grandes propietarios de la tierra y a los campesinos ricos, las vacilaciones de
este sector no pueden ser considerables y no podrán cambiar el hecho de que, en
general y en su conjunto, se encontrará al lado de la revolución proletaria.
3. Los tres grupos señalados, en su conjunto,
constituyen en todos los países capitalistas la mayoría de la población rural.
Por eso, está completamente asegurado el éxito de la revolución proletaria, no
sólo en la ciudad, sino también en el campo. Está muy extendida la opinión
contraria, pero ésta se mantiene únicamente, primero, porque la ciencia y la
estadística burguesas emplean sistemáticamente el engaño, disimulando por todos
los medios el profundo abismo que media entre las clases rurales indicadas y
los explotadores, los terratenientes y capitalistas, así como entre los
semiproletarios y los pequeños campesinos, por un lado, y los campesinos ricos,
por otro; en segundo lugar, se mantiene debido a la incapacidad y a la falta de
deseo de los héroes de la II Internacional amarilla y de la “aristocracia
obrera” de los países avanzados, corrompida por las prebendas imperialistas, de
desarrollar una verdadera labor proletaria revolucionaria de propaganda, agitación
y organización entre los campesinos pobres; los oportunistas dirigían y dirigen
toda su atención a la tarea de inventar formas de conciliación teórica y
práctica con la burguesía, incluyendo al campesino rico y medio (de éstos
hablaremos más adelante), y no a la del derrocamiento revolucionario del
gobierno burgués y de la burguesía por el proletariado; en tercer lugar, se
mantiene debido a la incomprensión obstinada, que ya tiene el arraigo de un
prejuicio (vinculado a todos los prejuicios democrático-burgueses y parlamentarios),
de esta verdad, perfectamente demostrada por el marxismo en el terreno teórico
y completamente confirmada por la experiencia de la revolución proletaria en
Rusia, a saber: que la población rural de las tres categorías arriba señaladas,
embrutecida hasta el extremo, desperdigada, oprimida, condenada en todos los
países, incluso en los más avanzados, a vegetar en condiciones de vida
semibárbara, interesada desde el punto de vista económico, social y cultural en
el triunfo del socialismo, es capaz de apoyar enérgicamente al proletariado
revolucionario únicamente después de que éste conquiste el poder político, sólo después de que ajuste terminantemente
las cuentas a los grandes terratenientes y a los capitalistas, sólo después de que estos hombres
oprimidos vean en la práctica que tienen un jefe y un defensor organizado, lo bastante poderoso y
firme para ayudar y dirigir, para señalar el camino acertado.
4. Por “campesinos
medios”, en el sentido económico de la palabra, debe entenderse a los
pequeños agricultores que poseen, ya sea a título de propiedad o en arriendo,
también pequeñas parcelas de tierra, si bien tales que, en primer lugar,
proporcionan bajo el capitalismo, por regla general, no sólo el rendimiento
necesario para sostener pobremente a su familia y su hacienda, sino también la
posibilidad de obtener cierto excedente, que puede, por lo menos en los años
mejores, convertirse en capital; tales que, en segundo lugar, permiten
recurrir, en muchos casos (por ejemplo: en una hacienda de cada dos o tres), al
empleó de mano de obra asalariada. Un ejemplo concreto de campesinado medio en
un país capitalista avanzado lo ofrece en Alemania, según el censo de 1907, el
grupo de explotaciones con 5 a 10 hectáreas, una tercera parte de las cuales
emplean obreros asalariados. 24 En Francia, país donde están más desarrollados los cultivos
especiales, por ejemplo, la vitivinicultura, que requieren mayor empleo de mano
de obra, el grupo correspondiente emplea, probablemente, en mayores
proporciones aun el trabajo asalariado.
El proletariado revolucionario no puede acometer
—por lo menos, en un porvenir inmediato y en los primeros tiempos del período
de la dictadura del proletariado— la empresa de atraerse a esta capa. Tiene que
limitarse a la tarea de neutralizarla, es decir, de hacer que sea neutral en la
lucha entre el proletariado y la burguesía. Las vacilaciones de este sector
entre las dos fuerzas son inevitables, y al comienzo de la nueva época su tendencia
predominante, en los países capitalistas desarrollados, será favorable a la burguesía.
Porque aquí prevalecen la mentalidad y el espíritu de propietarios; el interés
por la especulación, por la “libertad” de comercio y de propiedad es inmediato;
el antagonismo con los obreros asalariados es directo. El proletariado
triunfante mejoraría inmediatamente la situación de este sector, suprimiendo
los arriendos y las hipotecas. En la mayoría de los Estados capitalistas el
poder proletario no debe en manera alguna suprimir inmediata y completamente la
propiedad privada; en todo caso, no sólo garantiza a los campesinos, pequeños y
medios, la conservación de sus parcelas de tierra, sino que las aumenta hasta
las proporciones de la superficie que ellos arriendan comúnmente (supresión de
los arrendamientos).
Las medidas de este género, junto con la lucha
implacable contra la burguesía, garantizan por completo el éxito de la política
de neutralización. El paso a la agricultura colectiva debe ser llevado a cabo
por el poder estatal proletario únicamente con las mayores precauciones y de un
modo gradual, sirviéndose del ejemplo, sin ejercer coacción alguna sobre los
campesinos medios.
5. Los campesinos
ricos (Grossbauern) son los patronos capitalistas en la agricultura, que explotan su
hacienda, como norma, relacionados con el “campesinado” por su nivel cultural
poco elevado, por su modo de vivir, por su trabajo personal manual en su hacienda.
Los campesinos ricos constituyen el sector más numeroso entre las capas burguesas,
enemigas directas y decididas del proletariado revolucionario. En su labor en
el campo, los partidos comunistas deben prestar la atención principal a la
lucha contra este sector, a liberar a la mayoría de la población rural
trabajadora y explotada de la influencia ideológica y política de estos
explotadores, etc. Después del triunfo del proletariado en la ciudad será
completamente inevitable que surjan toda clase de manifestaciones de
resistencia, de sabotaje y acciones armadas directas de carácter
contrarrevolucionario por parte de este sector. Por esta razón el proletariado revolucionario debe
iniciar inmediatamente la preparación ideológica y orgánica de las fuerzas
necesarias para el desarme total de este sector, y, simultáneamente con el derrocamiento
de los capitalistas en la industria, descargarle, en la primera manifestación
de resistencia, el golpe más decisivo, implacable, aniquilador, armando para
tal objeto al proletariado rural y organizando en el campo soviets, en
los cuales no se debe permitir que figuren los explotadores y debe asegurarse
el predominio de los proletarios y semiproletarios.
Sin embargo, la expropiación incluso de los
campesinos ricos no debe ser en manera alguna la tarea inmediata del
proletariado victorioso, pues no existen aún condiciones materiales, en
particular técnicas, como tampoco sociales, para colectivizar estas haciendas. En
ciertos casos, probablemente excepcionales, se les confiscarán los lotes que
dan en arriendo o que son imprescindibles para los campesinos pobres de la
vecindad; a éstos también habrá que garantizarles el usufructo gratuito, bajo
determinadas condiciones, de una parte de la maquinaria agrícola de los
campesinos ricos, etc. Pero, como regla general, el poder estatal proletario
debe dejar sus tierras a campesinos ricos, confiscándolas sólo si oponen
resistencia al poder de los trabajadores y explotados. La experiencia de la revolución
proletaria de Rusia, donde la lucha contra los campesinos ricos se complicó y prolongó
debido a una serie de condiciones especiales, demostró, a pesar de todo, que
este sector, después de recibir una buena lección al menor intento de
resistencia, es capaz de cumplir lealmente las tareas que le asigna el Estado
proletario e incluso, si bien con extraordinaria lentitud, comienza a
penetrarse de respeto hacia el poder que defiende a todo trabajador y que se
muestra implacable frente a los ricos parasitarios. Las condiciones especiales
que complicaron y frenaron la lucha del proletariado, triunfante sobre la
burguesía contra los campesinos ricos de Rusia se reducen principalmente a que
la revolución rusa, después de la insurrección del 25 de octubre (7 de noviembre)
de 1917, pasó por una fase de lucha “democrático general”, es decir, en su base,
democrático-burguesa, de todo el campesinado en su conjunto contra los terratenientes;
luego, a la debilidad cultural y numérica del proletariado urbano; por último, a
las enormes extensiones del país y al pésimo estado de sus vías de
comunicación. Por cuanto en los países adelantados no existe este freno, el
proletariado revolucionario de Europa y de Norteamérica debe preparar más
enérgicamente y terminar con mayor rapidez, decisión y éxito, el triunfo
completo sobre la resistencia de los campesinos ricos, arrebatarles la menor
posibilidad de resistencia. Esta es una necesidad imperiosa, ya que antes de obtener
este triunfo completo, definitivo, las masas de proletarios y semiproletarios
rurales y de pequeños campesinos no estarán en condiciones de reconocer como
completamente afianzado el poder estatal proletario.
6. El proletariado revolucionario debe proceder
a la confiscación inmediata y absoluta de todas las tierras de los terratenientes y grandes latifundistas,
es decir, de quienes en los países capitalistas explotan de un modo
sistemático, ya directamente o por medio de sus arrendatarios, a los obreros
asalariados y a los pequeños campesinos (a veces incluso a los campesinos
medios) de los alrededores, sin tomar ellos parte alguna en el trabajo manual,
y pertenecen en su mayor parte a familias descendientes de los señores feudales
(nobleza en Rusia, Alemania, Hungría; señores restaurados en Francia; lores en
Inglaterra; antiguos esclavistas en Norteamérica), o los magnates financieros
particularmente enriquecidos, o bien a una mezcla de estas dos categorías de
explotadores y parásitos. Los partidos comunistas no deben admitir en modo
alguno la propaganda o la aplicación de una indemnización en favor de los
grandes terratenientes por las tierras expropiadas, porque en las condiciones
actuales de Europa y de Norteamérica esto significaría una traición al
socialismo y una carga de nuevos tributos sobre las masas trabajadoras y
explotadas, que son las que más sufrieron con una guerra que multiplicó el número
de millonarios y aumentó sus riquezas.
En cuanto al modo de explotación de las tierras
confiscadas por el proletariado triunfante a los grandes terratenientes, Rusia,
debido a su atraso económico, ha llevado a cabo con preferencia el reparto de
estas tierras entre los campesinos; sólo en casos relativamente raros, el
Estado proletario mantuvo las llamadas “haciendas soviéticas”, dirigiéndolas
por su cuenta y trasformando a los antiguos jornaleros en obreros del Estado y
en miembros de los soviets que administran el Estado. En los países
capitalistas avanzados, la Internacional Comunista reconoce justo el mantener preferentemente las grandes empresas
agropecuarias y la explotación de las mismas según el tipo de los “haciendas soviéticas”
de Rusia.
Sería, sin embargo, un gravísimo error exagerar
o generalizar esta norma y no admitir nunca la entrega gratuita de una parte de la tierra de los
expropiadores expropiados a los pequeños campesinos y a veces hasta a los
campesinos medios de la región.
En primer lugar, la objeción habitual
consistente en aducir que las grandes explotaciones agrícolas son técnicamente
superiores, se reduce con frecuencia a sustituir una verdad teórica
indiscutible por el oportunismo de la peor especie y por la traición a la revolución.
Para asegurar el éxito de esta revolución, el proletariado no tiene derecho a detenerse
ante la disminución momentánea de la producción, así como no se detuvieron los burgueses
enemigos del esclavismo en Estados Unidos ante la reducción temporal de la producción
de algodón a consecuencia de la guerra civil de 1863-1865. Para los burgueses la
producción es un fin en sí, pero a los trabajadores y explotados les importa
más que nada derrocar a los explotadores y asegurar las condiciones que les
permitan trabajar para sí mismos y no para el capitalista. La tarea primordial
y fundamental del proletariado consiste en garantizar y afianzar su triunfo. Y
no puede haber afianzamiento del poder proletario sin neutralizar a los
campesinos medios y sin asegurarse el apoyo de una parte bastante considerable
de los pequeños campesinos, si no de su totalidad.
En segundo lugar, no sólo el aumento, sino aun
el mantenimiento de la gran producción agrícola supone la existencia de un
proletariado rural completamente desarrollado, con conciencia revolucionaria,
que haya pasado por una buena escuela de organización profesional y política.
Donde falta esta condición o donde no existe la posibilidad de confiar con
provecho esta misión a obreros industriales conscientes y competentes, las
tentativas de un paso prematuro a la dirección de las grandes explotaciones por
el Estado no pueden sino comprometer el poder proletario, y se requiere sumo
cuidado y la más sólida preparación en la creación de “haciendas soviéticas”.
En tercer lugar, en todos los países
capitalistas, aun en los más avanzados, subsisten todavía restos de explotación
medieval, semifeudal, de los pequeños campesinos por los grandes
terratenientes, como, por ejemplo, los Instleute
en Alemania, los métayers en Francia, los aparceros
arrendatarios en Estados Unidos (no sólo los negros, los cuales son explotados
en la mayoría de los casos en los Estados del Sur precisamente de este modo, sino
a veces hasta los blancos). En casos como estos, el Estado proletario tiene el
deber de entregar las tierras en usufructo gratuito a los pequeños campesinos
que las arrendaban, porque no existe otra base económica y técnica, ni hay
posibilidad de crearla de golpe.
El material de las grandes explotaciones debe
ser obligatoriamente confiscado y convertido en patrimonio del Estado, con la
condición expresa de que, después de que las grandes haciendas del Estado hayan sido provistas del
material necesario, los pequeños campesinos de los alrededores podrán
utilizarlos en forma gratuita y en las condiciones que fije el Estado
proletario.
Si en los primeros momentos, después de llevarse
a cabo la revolución proletaria, resulta imperioso, no sólo expropiar sin
dilación a los grandes terratenientes, sino aun desterrarlos o internarlos,
como dirigentes de la contrarrevolución y como opresores despiadados de toda la
población rural, a medida que se afiance el poder proletario, no sólo en la
ciudad, sino también en el campo, es preciso realizar de modo sistemático todos
los esfuerzos para que las fuerzas con que cuenta esta clase, poseedoras de una
gran experiencia, de conocimientos y de capacidad de organización, sean
aprovechadas (bajo un control especial de obreros comunistas segurísimos) en la
creación de la gran agricultura socialista.
7. La victoria del socialismo sobre el
capitalismo y el afianzamiento del primero no podrán ser considerados como
seguros sino cuando el poder estatal proletario, una vez aplastada
definitivamente toda resistencia de los explotadores, garantizada la absoluta estabilidad
y la subordinación completa a su régimen, reorganice toda la industria sobre la
base de la gran producción colectiva y de la técnica más moderna (basada en la electrificación
de toda la economía). Esto es lo único que permitirá a la ciudad prestar a la aldea
atrasada y dispersa una ayuda técnica y social decisiva, con miras a crear la
base material para elevar en vasta escala la productividad del cultivo de la
tierra y de la actividad agrícola en general, estimulando así con el ejemplo a
los pequeños labradores a pasar, en su propio beneficio, a la gran agricultura
colectiva y mecanizada. Esta verdad teórica incontestable, que todos los
socialistas reconocen nominalmente, en la práctica es deformada por el
oportunismo, que predomina tanto en la II Internacional amarilla como entre los
líderes de los “independientes” alemanes e ingleses, lo mismo que entre los longuetistas
franceses, etc. Su procedimiento consiste en fijar la atención en un futuro hermoso,
de color de rosa, relativamente lejano, y en apartarla de las tareas inmediatas
que son impuestas por el paso y el acercamiento concreto y difícil a ese
futuro. En la práctica, esto se reduce a preconizar la conciliación con la
burguesía y la “paz social”, es decir, a la traición completa al proletariado,
el cual lucha hoy entre las ruinas y miserias sin
precedentes, creadas en todas partes por la
guerra, en tanto que un puñado de millonarios de una arrogancia ilimitada se ha
enriquecido como nunca gracias a la guerra.
Justamente en el campo, la posibilidad efectiva
de una lucha victoriosa por el socialismo reclama: primero, que todos los
partidos comunistas eduquen en el proletariado industrial la conciencia de que
son indispensables sacrificios en aras del derrocamiento de la burguesía y de
la consolidación del poder proletario, pues la dictadura del proletariado significa
tanto la capacidad de éste para organizar y conducir a todas las masas
trabajadoras y explotadas, como la capacidad de la vanguardia de hacer los
mayores sacrificios y demostrar el mayor heroísmo para conseguir este objetivo;
en segundo lugar, para lograr el éxito, se requiere que la masa trabajadora y
más explotada del campo obtenga del triunfo de los obreros, inmediatas y
sensibles mejoras en su situación a expensas de los explotadores, pues sin ello
el proletariado industrial no tiene asegurado el apoyo del campo y, de modo particular,
no podrá asegurar el abastecimiento de las ciudades.
8. La enorme dificultad de organizar y educar
para la lucha revolucionaria a las masas trabajadores del campo, colocadas por
el capitalismo en condiciones de particular postración, de dispersión y, a
menudo, de dependencia semimedieval, impone a los partidos comunistas el deber
de prestar una atención especial a la lucha huelguística en el campo, al apoyo
intenso y al desarrollo múltiple de las huelgas de masas entre los proletarios
y semiproletarios agrícolas. La experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y
1917, confirmada y ampliada ahora por la experiencia de Alemania de otros
países avanzados, demuestra que sólo el desarrollo de la lucha huelguística de
masas (a la cual, en ciertas condiciones, pueden y deben ser incorporados
también los pequeños campesinos) es capaz de sacar al campo de su letargo,
despertar entre las masas explotadas del agro la conciencia de clase, así como
la conciencia de la necesidad de organizarse como clase, y demostrarles, en la
práctica y de un modo evidente, la importancia de su alianza con los obreros de
la ciudad.
El Congreso de la Internacional Comunista
estigmatiza como traidores y felones a los socialistas —con los que cuenta,
desgraciadamente, no sólo la II Internacional amarilla, sino también los tres
partidos más importantes de Europa que se han retirado de ella —que no sólo son
capaces de mostrarse indiferentes ante la lucha de la misma (como lo ha hecho K.
Kautsky), alegando que entraña el peligro de una disminución de la producción
de artículos de consumo. Todo programa y toda declaración solemne carecen de
valor si en la práctica, en los hechos, no se demuestra que los comunistas y
los dirigentes obreros saben colocar por encima de todas las cosas el
desarrollo y el triunfo de la revolución proletaria y saben hacer en su nombre
los más grandes sacrificios, porque de lo contrario no hay salida ni salvación
del hambre, de la ruina económica y de nuevas guerras imperialistas.
En particular, es preciso señalar que los
dirigentes del viejo socialismo y los representantes de la “aristocracia
obrera”, que en el presente hacen a menudo concesiones verbales al comunismo e
incluso se pasan nominalmente a su lado, con tal de conservar su prestigio
entre las masas obreras que se hacen cada vez más revolucionarias, deben probar
su lealtad a la causa del proletariado y su capacidad de ocupar cargos de
responsabilidad, precisamente en las ramas del trabajo en que el desarrollo de
la conciencia y de la lucha revolucionarias es más acentuado; en que la
resistencia de los terratenientes y de la burguesía (campesinos ricos, kulaks)
es más encarnizada; en que la diferencia entre el socialista conciliador y el
comunista revolucionario se manifiesta con mayor evidencia.
9. Los partidos comunistas deben empeñar todos
los esfuerzos para empezar lo más pronto posible a crear en el campo soviets de
diputados, en primer término, de los obreros asalariados y de los
semiproletarios. Únicamente a condición de estar vinculados a la lucha huelguística
de masas y a la clase más oprimida, los soviets serán capaces de cumplir su cometido
y de afianzarse lo bastante para someter a su influencia (y luego incorporar a
su seno) a los pequeños campesinos. Pero si la lucha huelguística no está
desarrollada aún y es débil la capacidad de organización del proletariado
rural, debido al peso de la opresión de los terratenientes y campesinos ricos y
a la falta de apoyo por parte de los obreros industriales y de sus sindicatos,
la creación de soviets de diputados en el campo reclama una prolongada
preparación: habrá que crear células comunistas, aunque sean pequeñas, desarrollar
una intensa agitación exponiendo las reivindicaciones del comunismo del modo más
popular posible y explicándolas con el ejemplo de las manifestaciones más
notables de explotación y de opresión, organizar visitas sistemáticas de los
obreros industriales al campo, etc.
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