domingo, 11 de mayo de 2014

Lenin y la lucha armada (IV)

Envío texto de Lenin en el que expone cuáles son las tareas organizativas que deben llevar adelante los revolucionarios en una época en la que se encuentra planteada la insurrección armada del pueblo.


  
Lucha del proletariado y servilismo de la burguesía (Proletari, n° 6, 3 de julio (20 de junio) de 1905.

Insurrección y luchas armadas de barricadas en Lodz; matanza en Ivánovo – Vosnosensk; huelgas generales y tiros contra los obreros en Varsovia y en Odesa; bochornoso final de la comedia de la delegación de los zemstvos; tales son los acontecimientos políticos más importantes de la pasada semana. Si a eso se añade lo que hoy (28 – 15 de junio) informan los periódicos de Ginebra: disturbios campesinos en el distrito de Libedin, provincia de Járkov, destrucción de cinco haciendas y envío de tropas a aquellos lugares, veremos cómo se refleja en los acontecimientos de una semana el carácter de las fuerzas sociales fundamentales, tal y como se pone de manifiesto tan abierta y claramente ahora, durante la revolución.

El proletariado se halla en constante estado de agitación, sobre todo desde el 9 de enero; no deja un punto de reposo al enemigo, empleando como medio principal de ataque la huelga, no dejándose llevar a choques directos con la fuerza armada del zarismo y preparando sus fuerzas para el gran combate decisivo. En las zonas industrialmente más desarrolladas, donde es mayor la madurez de los obreros y en las que la opresión nacional viene a sumarse a la opresión económica y a la opresión política general, la policía y las tropas zaristas mantienen una actitud especialmente retadora, provocando descaradamente a los obreros. Y éstos, incluso los que no estaban preparados para la lucha, incluso los que por el momento se limitaban a mantenerse a la defensiva, despliegan ante nosotros –y, al decir esto, nos referimos principalmente al proletariado de Lodz- un nuevo ejemplo no sólo de entusiasmo y de heroísmo revolucionarios, sino también de las que son las formas más altas de lucha. Su armamento todavía es pobre, sigue siendo un levantamiento parcial, sin conexión con el movimiento general, y, sin embargo, dan un paso hacia adelante, cubren con formidable celeridad las calles de la ciudad de decenas de barricadas, infligen a las tropas zaristas pérdidas considerables y oponen en algunas casas una desesperada resistencia. La insurrección armada crece en profudidad y en extensión. Las nuevas víctimas de los verdugos zaristas –en Lodz ha habido más de 2.000 muertos y heridos- encienden en nuevas decenas y cientos de miles de ciudadanos la llama del odio contra la maldita autocracia. Las nuevas luchas armadas revelan con claridad cada vez mayor que el combate armado decisivo del pueblo contra las fuerzas armadas del zarismo es inevitable. Las explosiones aisladas se engarzan cada vez más claramente en el cuadro de un enorme incendio que se extiende por toda Rusia. La lucha proletaria abarca nuevos distritos, los más atrasados, y el celo de los esbirros zaristas no hace más atizar el fuego de la revolución, convirtiendo los choques económicos en choques políticos, haciendo ver en todas partes a los obreros, por el ejemplo de su propia suerte, la incondicional necesidad de derrotar a la autocracia y educándolos para llegar a ser futuros héroes y combatientes de la insurrección popular.

¡La insurrección popular armada! Los mismos acontecimientos, el proceso elemental del movimiento revolucionario, a medida que va extendiéndose y agudizándose, se encargan de conducir cada vez más de cerca a esta consigna, proclamada con tal decisión por el partido del proletariado, a través del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. A la vista de esta situación, deben superarse, por tanto, lo antes posible, todas las dudas y vacilaciones y deben todos reconocer sin demora cuán insensatos e indignos son, hoy, todos los intentos encaminados a soslayar esta tarea inaplazable que es la más enérgica preparación de la insurrección armada, cuán peligrosa es cualquier dilación y con qué urgencia tan apremiante se plantea la necesidad de unir y aglutinar las insurrecciones parciales que estallan por doquier. Aisladas, estas explosiones serán impotentes. El poder organizado del gobierno zarista podrá aplastar a los insurgentes unos tras otros, si el movimiento sigue desarrollándose con la misma espontaneidad y lentitud que hasta ahora, primero en una ciudad y luego en otra, propagándose de uno a otro distrito. En cambio, únicas, estas explosiones pueden convertirse en un poderoso torrente de fuego revolucionario, al que no habría en el mundo poder capaz de resistir. Y esta unificación avanza por mil caminos, que no conocemos ni podemos siquiera sospechar. A la luz de estas explosiones y luchas aisladas, aprende el pueblo lo que es la revolución; nuestro deber consiste simplemente en no quedarnos a la zaga de las exigencias de la hora, en encontrarnos siempre en condiciones de señalar la fase siguiente y más alta, en poner a contribución de las experiencias del pasado y del presente y en exhortar a los obreros y a los campesinos a avanzar arrolladoramente, siempre hacia adelante, hasta la victoria total del pueblo, hasta el aplastamiento total de la canalla autocrática, que ahora lucha con la desesperación del condenado a muerte.

¡Cuántas veces ha habido en el seno de la socialdemocracia, sobre todo en su ala intelectual, gentes que han tratado de degradar las tareas del movimiento y que, llevadas de su pusilanimidad, han perdido la fe en la energía revolucionaria de la clase obrera! También hoy creen algunos que, por ser la revolución democrática, por su carácter económico y social, una revolución burguesa, no debiera el proletariado aspirar a desempeñar en ella el papel dirigente, a participar con la mayor energía en esta revolución ni a plantear las consignas progresivas del derrocamiento del poder zarista y de la instauración de un gobierno provisional revolucionario. Los acontecimientos se encargan de instruir también a estas gentes rezagadas. Los acontecimientos vienen a confirmar las conclusiones combativas que se desprenden de la teoría revolucionaria del marxismo. El carácter burgués de la revolución democrática no significa que ésta sólo pueda favorecer a la burguesía. Por el contrario, para nadie es tan provechosa y tan necesaria como para el proletariado y los campesinos. Los acontecimientos demuestran cada vez más palpablemente que sólo el proletariado es capaz de librar la lucha decisiva por la plena libertad y por la república, en oposición a la inseguridad y pusilanimidad de la burguesía. El proletariado puede ponerse a la cabeza de todo el pueblo y ganar para sí a los campesinos, que sólo tienen que esperar de la autocracia opresión y actos de violencia y de los amigos burgueses del pueblo traición y felonía. El proletariado se halla capacitado, por la misma situación que ocupa como clase en la sociedad moderna, para reconocer antes que todas las demás clases que, en última instancia, los grandes problemas históricos sólo se ventilan por la fuerza, que la libertad sólo se conquista a costa de los más grandes sacrificios, que la resistencia armada del zarismo tiene que ser rota y abatida por medio de las armas. De otro modo, jamás llegaremos a ver nada que se parezca a la libertad y a Rusia le aguardaría la suerte de Turquía, un largo y doloroso calvario de descenso y decadencia, doloroso sobre todo para todas las masas trabajadoras y explotadas del pueblo. ¡Que la burguesía adule y se arrastre, que regatee, en su deplorable parodia de libertad y que pida limosna! ¡El proletariado abrazará el camino de la lucha y arrastrará consigo a los campesinos, atormentados por las infames e insoportables condiciones del régimen de la servidumbre; marchará hacia adelante, hasta conquistar la libertad total, que sólo el pueblo armado, apoyado en el poder revolucionario, podrá defender victoriosamente!

La socialdemocracia no ha lanzado la consigna de la insurrección a tontas y a locas. Siempre ha luchado y seguirá luchando contra la fraseología revolucionaria, y exige y exigirá siempre una serena apreciación de las fuerzas y un análisis sereno de la situación. La socialdemocracia viene hablando de la necesidad de preparar la insurrección desde el año 1902, sin haber confundido nuca esta preparación con la escenificación neciamente artificial de complots, que sólo servirían para dilapidar infructuosamente nuestras fuerzas. Y solamente ahora, después del 9 de enero, ha puesto el partido obrero a la orden del día la consigna de la insurrección, haciendo hincapié en la necesidad de la insurrección y en la apremiante urgencia de la tarea de prepararse para ella. La misma autocracia se ha encargado de convertir esta consigna en una consigna práctica del movimiento obrero. Ha sido ella la que ha suministrado la primera enseñanza de masas en el campo de la guerra civil. Esta guerra ha comenzado ya y cobra cada vez más extensión y formas más agudas. A nosotros sólo nos toca generalizar sus enseñanzas, explicar todo el grandioso sentido que encierran las palabras “guerra civil”, extraer indicaciones prácticas de las batallas sueltas de esta guerra, organizar las fuerzas y preparar directa e inmediatamente cuanto es necesario para una guerra de verdad.

La socialdemocracia no tiene miedo de mirar a la verdad cara a cara. Conoce la naturaleza traidora de la burguesía. Sabe que la libertad no dará al obrero la paz y el sosiego, sino que le traerá una nueva y más formidable lucha, la lucha por el socialismo, la lucha contra los que hoy son los amigos burgueses de la libertad. Pero, no obstante –y precisamente por razón de ello-, es la libertad algo incondicionalmente necesario para los obreros, más necesario para ellos que para nadie. Sólo los obreros son capaces de luchar a la cabeza del pueblo por la libertad y por la república democrática y, lucharán a vida o muerte por ese objetivo.

Es cierto que hay todavía grandes masas del pueblo sumidas en la ignorancia y en el temor, y será necesario desplegar todavía un trabajo gigantesco para desarrollar la conciencia de clase de los obreros, y no digamos la de los campesinos ¡Pero, ved con qué celeridad se yergue el esclavo de ayer y cómo brilla ya la chispa de la libertad en sus ojos todavía apenas entreabiertos! Fijaos en los campesinos. Viven dispersos, en la inconciencia, sin que conozcamos apenas un fragmento de la verdad acerca de cuántos son y de su carácter. De lo que sí podemos estar seguros es de que el obrero con conciencia de clase y el campesino que se pone en pie para la lucha entenderán con sólo cambiar dos palabras; cada rayo de luz los unirá más estrechamente en la lucha por la libertad, y cuando eso ocurra no confiarán a la burguesía, despreciablemente cobarde y egoísta, y a los terratenientes su revolución, la revolución democrática que puede traer la tierra y la libertad y todas las facilidades de vida concebibles dentro de la sociedad burguesa, de las que los trabajadores necesitan para seguir luchando por el socialismo. Mirad a la región industrial del centro del país ¿Ha pasado tanto tiempo desde los días que sólo se creía posible, en ella, la existencia de un movimiento sindical aislado, disperso y de reducidas dimensiones? Pues bien, ahora ha crepitado en esa región la huelga general. Decenas y cientos de miles de trabajadores se han puesto y se ponen de pie allí. La agitación política se despliega con una rapidez extraordinaria. Como es natural, los obreros de esta región marcha todavía muy a la zaga del heroico proletariado de la heroica Polonia, pero el gobierno zarista se encarga de abrirles los ojos rápidamente y de obligarlos a “ponerse a la altura de los polacos”.

No; la insurrección general armada del pueblo no es un sueño, ni la idea de la victoria total del proletariado y los campesinos constituye, en la actual revolución democrática, una vacua quimera. ¡Y qué formidables perspectivas abriría esta victoria al proletariado europeo, desde hace ya muchos años artificialmente entorpecido en sus anhelos de felicidad por la reacción militarista y terrateniente! La victoria de la revolución democrática en Rusia será la señal para el comienzo de la revolución socialista, para una nueva victoria de nuestros hermanos, los proletarios con conciencia de clase de todos los países.

¡Cuán repugnante y mezquina se nos revela, comparada con la potente y heroica lucha del proletariado, la conducta servil de las gentes los zeemstvos y los “osvobozhdenistas” en su famosa audiencia del palacio de Nicolás II! Los histriones han sufrido el castigo merecido. Aún no se ha secado la tinta con que escribieron sus informes, llenos de servil entusiasmo, sobre las magnánimas palabras del zar, y ya se pone de manifiesto ante todo el mundo la verdadera significación de estas palabras a la luz de los nuevos hechos. La censura está en sus glorias. El periódico Russ ha sido prohibido por el solo hecho de publicar un mensaje humildísimo. La dictadura policíaca, con Trépov a la cabeza, vive en el mejor de los mundos. Las palabras del zar son interpretadas oficialmente ¡en el sentido de que ha prometido convocar a una asamblea consultiva de representantes del pueblo, mateniendo intangible la tradicional autocracia, “dotada de raíces propias”!

El príncipe Miescherski tenía razón cuando, en Grazhdanín, presentaba en los términos en que lo hacía la acogida prestada a la delegación. Según él, Nicolás había sabido donner le change a las gentes de los zemstvos y a los liberales, se las había arreglado para burlarse de ellos.

¡Y no cabe duda de que es verdad! Los dirigentes de las gentes de los zemstvos y de los osvobozhdenitas han sido chasqueados. Bien empleado les está. Es el justo castigo a su servil conducta, el ocultamiento de sus verdaderos acuerdos y pensamientos acerca de la constitución, a su bochornoso silencio ante el jesuítico discurso del zar. Han regateado y siguen regateando y aspiran a una parodia de libertad “inocua” para la burguesía. Shípov regatea con Bulyguin, Trubetskói con Shípov, Petrunkévich y Ródichev regatean con Trubetskói y Struve regatea con Ródichev y Petrunkévich. Regatean y llegan “provisionalmente” a un acuerdo en torno al programa puramente shipovista de la delegación de los zemstvos. Estos tenderos han recibido la respuesta que merecían… un puntapié descarado con la bota militar.

¿No será, de una vez, este bochornoso vituperio sufrido por los jefes del osvobozhdenismo burgués ruso el principio del fin? ¿No ha llegado la hora de que quienes sean capaces de comportarse como demócratas sinceros y honrados le vuelvan la espalda a este famoso “partido demócrata – constitucionalista”? ¿No comprenderán, ahora, que se ponen irremediablemente en evidencia y traicionan la causa de la revolución, al apoyar a un “partido” en el que la “fracción de los zemstvos” se arrastra a los pies de la autocracia y la “Liga de la Liberación” muerde el polvo delante de la fracción de los zemstvos?

¡Nosotros saludamos el final de la delegación de los zemstvos! La máscara ha caído. ¡Decidíos, señores terratenientes y señores burgueses! ¡Decidíos, hombres cultos y miembros de todas las “asociaciones” habidas y por haber! ¿Por la revolución o por la contrarrevolución? ¿Por la libertad o en contra de la libertad? Quien quiera ser realmente demócrata tienen que luchar; tiene que romper con los rastreros y traidores; tiene que poner en pie un partido honrado, que se respete a sí mismo y respete a sus convicciones; tiene que ponerse, resuelta e inquebrantablemente, al lado de la insurrección armada, Y quien se empeñe en seguir adelante con las intrigas y las reticencias, con el ocultamiento de sus verdaderas opiniones, con el chalaneo y el servilismo, quien siga amenazando con palabras a las que nadie hace caso y caga en el arrobamiento ante la promesa de un cargo de la nobleza por el zar deificado, será clavado en la picota del desprecio público por los partidarios de la libertad.

¡Abajo los traidores burgueses a la libertad!

¡Viva el proletariado revolucionario! ¡Viva la insurrección armada por la libertad total, por la república, por intereses vitales y más candente del proletariado y los campesinos!

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