martes, 6 de mayo de 2014

Lenin y la lucha armada (II)

Este envío es de un texto de Lenin, a los pocos días del domingo sangriento (9 de enero de 1905), en el que las tropas del zar atacaron una manifestación que llevaba un petitorio de diversas reivindicaciones propias del movimiento obrero, como la jornada laboral de 8 horas.
Lenin rápidamente caracteriza el movimiento huelguístico que se genera a partir de esta masacre como el inicio de la revolución y plantea la necesidad del armamento de los trabajadores.



El comienzo de la revolución en Rusia. Vperiod, número 4, 31 (18) de enero de 1905.

Ginebra, miércoles 25 (12) de enero de 1905.

En Rusia están produciéndose formidables acontecimientos históricos. El proletariado se ha levantado en contra del zarismo. El gobierno lo ha empujado a la insurrección. Ahora, apenas cabe ya dudar de que el gobierno, deliberadamente ha dejado que el movimiento de huelga se desarrollara, relativamente, sin tropezar con obstáculos, hasta llegar a convertirse en una gran manifestación, porque deseaba tener un pretexto para hacer entrar en acción a la fuerza armada. ¡Y ha logrado que se proponía! Miles de muertos y heridos: he ahí el balance del domingo sangriento, del 22 (9) de enero en Petesburgo. Las tropas han obtenido una victoria sobre los obreros inermes, sobre las mujeres y los niños. Han arrollado al enemigo, haciendo fuego sobre los obreros tirados sobre el suelo “¡Les hemos dado una buena lección!”, exclaman ahora, con inexpresable cinismo, los servidores del zar y sus lacayos europeos del campo de la burguesía conservadora.

¡Sí, ha sido una gran lección! Y el proletariado ruso no la olvidará. Las carpas de la clase obrera menos preparadas, las más atrasadas, que se aferraban ingenuamente a la fe en el zar y deseaban de todo corazón hacer llegar “al zar en persona” las súplicas del pueblo atormentado: todas ellas, han recibido una lección de la fuerza armada dirigida por el zar o por su tío, el gran príncipe Vladimir.

La clase obrera ha recibido la gran lección de la guerra civil: la educación revolucionaria del proletariado ha avanzado en un solo días más que en meses y en años de gris y medrosa vida cotidiana. El grito del heroico proletariado petersburgués: “¡La libertad o la muerte!”, resuena ahora como un eco a lo largo de toda Rusia. Los acontecimientos se han desarrollado con una velocidad vertiginosa. La huelga general en Petersburgo se extiende. Se ha paralizado toda la vida industrial, social y política. El lunes 23 (10) de enero, cobran mayor ímpetu los choques de los obreros con las tropas. A pesar de lo que aseguran los mentirosos comunicados del gobierno, corre la sangre en muchísimas partes de la capital. Se levantan los obreros de Kolpin. El proletariado se arma y arma al pueblo. Se dice que los obreros han ocupado el arsenal de armas de Siestroretsk. Los trabajadores se proveen de revólveres, se forjan armas en sus talleres, se procuran bombas para luchar desesperadamente por la libertad. La huelga general se extiende a las provincias. En Moscú, abandonan el trabajo diez mil personas. Para mañana (jueves, 26 [13] de enero) está anunciada en Moscú la huelga general. En Riga, ha estallado la revuelta. Los obreros se manifiestan en Lodz, se prepara la insurrección en Varsovia y en Helsingfors se realizan manifestaciones del proletariado. Crece la fermentación entre los obreros y se extiende la huelga general en Bakú, Odesa, Kiev, Járkov y Kovno. En Sabastópol arden los almacenes y el arsenal de la marina y las tropas se niegan a disparar sobre los marinos sublevados. Huelga en Reval y en Sarátov. Choques armados de los obreros y los reservistas en Radom.

La revolución se extiende. El gobierno comienza a inquietarse. Trata de pasar de la política de sangrientas represalias a las concesiones económicas y de salir del paso con una limosna o con la promesa de la jornada de nueve horas. Pero la lección del día sangriento no puede haber sido estéril. La reivindicación de los obreros insurrectos de Petersburgo –que se convoque sin demora a la asamblea constituyente, sobre la base del sufragio universal, igual, directo y secreto- se convertirá, necesariamente, en la reivindicación de todos los obreros huelguistas. Derrocamiento inmediato del gobierno: tal es la consigna con la que incluso los obreros petersburgueses que antes creían en el zar han contestado a la matanza del 9 de enero por boca de su jefe, el cura Gueorgui Gapón, quien declaraba, a raíz de dicha matanza: “Ya no tenemos zar. Un río de sangre separa al zar del pueblo. ¡Viva la lucha por la libertad!”.

¡Viva el proletariado revolucionario!, decimos nosotros. La huelga general pone en pie y moviliza a masas cada vez más extensas de la clase obrera y de los pobres de las ciudades. El armamento del pueblo se ha convertido en una de las tareas más urgentes del momento revolucionario.

Solamente el pueblo armado puede ser el verdadero baluarte de la libertad popular. Y cuanto antes logre el proletariado armarse y más tiempo logre mantenerse en su posición militar huelguista – revolucionaria, antes comenzarán a vacilar las tropas y más se multiplicarán, entre los soldados, las gentes que acabarán dándose cuenta de lo que tienen que hacer, que abrazarán la causa del pueblo en contra de los tiranos, en contra de los asesinos de obreros inermes y de sus mujeres y sus hijos. Cualquiera que sea el desenlace de la actual insurrección de Petersburgo, será a no dudarlo, inevitable e inexorablemente, la primera fase de otra insurrección más amplia, más consciente y mejor organizada. Tal vez logre el gobierno aplazar la hora del ajuste de cuentas, pero este aplazamiento sólo hará que el próximo combate de la ofensiva revolucionaria sea todavía más grandioso. La socialdemocracia aprovechará el intervalo para dar todavía mayor cohesión a las filas de los combatientes organizados y hacer que llegue a todas partes la noticia de la iniciativa de los obreros petersburgueses. El proletariado se sumará a la lucha, abandonando fábricas y talleres y proveyéndose de armas. Las consignas de la lucha por la libertad se extenderán más y más entre la población pobre de las ciudades y entre los millones de campesinos. Se formarán comités revolucionarios en todas las fábricas en todos los barrios de las ciudades, en todas las aldeas importantes. El pueblo insurrecto acometerá la obra de derrocar todas las instituciones de gobierno de la autocracia zarista y de proclamar sin demora la convocatoria de la asamblea constituyente.

El inmediato armamento de los obreros y de todos los ciudadanos en general, la preparación y organización de las fuerzas revolucionarias para aplastar a las autoridades e instituciones del gobierno: he ahí la base práctica sobre la que pueden y deben agruparse todos los revolucionarios para atacar juntos. El proletariado por su parte, deberá seguir siempre su camino independiente, estrechamente unido al partido socialdemócrata, sin perder de vista su grandiosa meta, que es emancipar a toda la humanidad de cualquier clase de explotación. Pero, esta independencia del partido socialdemocrático no debe hacernos olvidar nunca la importancia de la ofensiva revolucionaria común, en los momentos de verdadera revolución. Nosotros, los socialdemócratas, podemos y debemos proceder independientemente de los revolucionarios de la democracia burguesa y salvaguardar la independencia de clase del proletariado, pero debemos marchar mano a mano con ellos durante la insurrección, en la ofensiva abierta contra el zarismo, en la resistencia frente a las tropas, en el asalto contra las bastillas del aborrecido enemigo de todo el pueblo ruso.

El proletariado del mundo entero tiene ahora puestos sus ojos, con febril impaciencia, en el proletariado de toda Rusia. El derrocamiento del zarismo en Rusia, heroicamente iniciado por nuestra clase obrera, hará cambiar el rumbo de la historia de todos los países, facilitará la causa de los obreros de todas las naciones, de todos los Estados, de todos los rincones y confines de la tierra. Todo socialdemócrata, todo obrero con consciencia de clase debe tener presente cuán grandiosos son los deberes que ahora hecha sobre sus hombros esta lucha de todo el pueblo. No debe olvidar que representa también las necesidades y los intereses de todos los campesinos, de toda la masa de los trabajadores y explotados, del pueblo todo, frente al enemigo de todo el pueblo. El ejemplo de los heroicos proletarios de Petersburgo se alza ahora ante los ojos de todos.

¡Viva la revolución!

¡Viva la insurrección del proletariado!

No hay comentarios: