Este envío es de un texto de Lenin, a los pocos días del
domingo sangriento (9 de enero de 1905), en el que las tropas del zar atacaron
una manifestación que llevaba un petitorio de diversas reivindicaciones propias
del movimiento obrero, como la jornada laboral de 8 horas.
Lenin rápidamente caracteriza el movimiento huelguístico que
se genera a partir de esta masacre como el inicio de la revolución y plantea la
necesidad del armamento de los trabajadores.
El comienzo de la
revolución en Rusia. Vperiod, número
4, 31 (18) de enero de 1905.
Ginebra, miércoles 25 (12) de enero de 1905.
En Rusia están produciéndose formidables acontecimientos
históricos. El proletariado se ha levantado en contra del zarismo. El gobierno
lo ha empujado a la insurrección. Ahora, apenas cabe ya dudar de que el
gobierno, deliberadamente ha dejado que el movimiento de huelga se
desarrollara, relativamente, sin tropezar con obstáculos, hasta llegar a
convertirse en una gran manifestación, porque deseaba tener un pretexto para
hacer entrar en acción a la fuerza armada. ¡Y ha logrado que se proponía! Miles
de muertos y heridos: he ahí el balance del domingo sangriento, del 22 (9) de
enero en Petesburgo. Las tropas han obtenido una victoria sobre los obreros
inermes, sobre las mujeres y los niños. Han arrollado al enemigo, haciendo
fuego sobre los obreros tirados sobre el suelo “¡Les hemos dado una buena
lección!”, exclaman ahora, con inexpresable cinismo, los servidores del zar y
sus lacayos europeos del campo de la burguesía conservadora.
¡Sí, ha sido una gran lección! Y el proletariado ruso no la
olvidará. Las carpas de la clase obrera menos preparadas, las más atrasadas,
que se aferraban ingenuamente a la fe en el zar y deseaban de todo corazón
hacer llegar “al zar en persona” las súplicas del pueblo atormentado: todas
ellas, han recibido una lección de la fuerza armada dirigida por el zar o por
su tío, el gran príncipe Vladimir.
La clase obrera ha recibido la gran lección de la guerra
civil: la educación revolucionaria del proletariado ha avanzado en un solo días
más que en meses y en años de gris y medrosa vida cotidiana. El grito del
heroico proletariado petersburgués: “¡La libertad o la muerte!”, resuena ahora
como un eco a lo largo de toda Rusia. Los acontecimientos se han desarrollado
con una velocidad vertiginosa. La huelga general en Petersburgo se extiende. Se
ha paralizado toda la vida industrial, social y política. El lunes 23 (10) de
enero, cobran mayor ímpetu los choques de los obreros con las tropas. A pesar
de lo que aseguran los mentirosos comunicados del gobierno, corre la sangre en
muchísimas partes de la capital. Se levantan los obreros de Kolpin. El
proletariado se arma y arma al pueblo. Se dice que los obreros han ocupado el
arsenal de armas de Siestroretsk. Los trabajadores se proveen de revólveres, se
forjan armas en sus talleres, se procuran bombas para luchar desesperadamente
por la libertad. La huelga general se extiende a las provincias. En Moscú,
abandonan el trabajo diez mil personas. Para mañana (jueves, 26 [13] de enero)
está anunciada en Moscú la huelga general. En Riga, ha estallado la revuelta.
Los obreros se manifiestan en Lodz, se prepara la insurrección en Varsovia y en
Helsingfors se realizan manifestaciones del proletariado. Crece la fermentación
entre los obreros y se extiende la huelga general en Bakú, Odesa, Kiev, Járkov
y Kovno. En Sabastópol arden los almacenes y el arsenal de la marina y las
tropas se niegan a disparar sobre los marinos sublevados. Huelga en Reval y en
Sarátov. Choques armados de los obreros y los reservistas en Radom.
La revolución se extiende. El gobierno comienza a
inquietarse. Trata de pasar de la política de sangrientas represalias a las
concesiones económicas y de salir del paso con una limosna o con la promesa de
la jornada de nueve horas. Pero la lección del día sangriento no puede haber
sido estéril. La reivindicación de los obreros insurrectos de Petersburgo –que se
convoque sin demora a la asamblea constituyente, sobre la base del sufragio
universal, igual, directo y secreto- se convertirá, necesariamente, en la reivindicación
de todos los obreros huelguistas. Derrocamiento inmediato del gobierno: tal es
la consigna con la que incluso los obreros petersburgueses que antes creían en
el zar han contestado a la matanza del 9 de enero por boca de su jefe, el cura
Gueorgui Gapón, quien declaraba, a raíz de dicha matanza: “Ya no tenemos zar.
Un río de sangre separa al zar del pueblo. ¡Viva la lucha por la libertad!”.
¡Viva el proletariado revolucionario!, decimos nosotros. La
huelga general pone en pie y moviliza a masas cada vez más extensas de la clase
obrera y de los pobres de las ciudades. El armamento del pueblo se ha
convertido en una de las tareas más urgentes del momento revolucionario.
Solamente el pueblo armado puede ser el verdadero baluarte
de la libertad popular. Y cuanto antes logre el proletariado armarse y más
tiempo logre mantenerse en su posición militar huelguista – revolucionaria,
antes comenzarán a vacilar las tropas y más se multiplicarán, entre los
soldados, las gentes que acabarán dándose cuenta de lo que tienen que hacer,
que abrazarán la causa del pueblo en contra de los tiranos, en contra de los
asesinos de obreros inermes y de sus mujeres y sus hijos. Cualquiera que sea el
desenlace de la actual insurrección de Petersburgo, será a no dudarlo,
inevitable e inexorablemente, la primera fase de otra insurrección más amplia,
más consciente y mejor organizada. Tal vez logre el gobierno aplazar la hora
del ajuste de cuentas, pero este aplazamiento sólo hará que el próximo combate
de la ofensiva revolucionaria sea todavía más grandioso. La socialdemocracia
aprovechará el intervalo para dar todavía mayor cohesión a las filas de los
combatientes organizados y hacer que llegue a todas partes la noticia de la
iniciativa de los obreros petersburgueses. El proletariado se sumará a la
lucha, abandonando fábricas y talleres y proveyéndose de armas. Las consignas
de la lucha por la libertad se extenderán más y más entre la población pobre de
las ciudades y entre los millones de campesinos. Se formarán comités
revolucionarios en todas las fábricas en todos los barrios de las ciudades, en
todas las aldeas importantes. El pueblo insurrecto acometerá la obra de
derrocar todas las instituciones de gobierno de la autocracia zarista y de
proclamar sin demora la convocatoria de la asamblea constituyente.
El inmediato armamento de los obreros y de todos los
ciudadanos en general, la preparación y organización de las fuerzas
revolucionarias para aplastar a las autoridades e instituciones del gobierno:
he ahí la base práctica sobre la que pueden y deben agruparse todos los
revolucionarios para atacar juntos. El proletariado por su parte, deberá seguir
siempre su camino independiente, estrechamente unido al partido
socialdemócrata, sin perder de vista su grandiosa meta, que es emancipar a toda
la humanidad de cualquier clase de explotación. Pero, esta independencia del
partido socialdemocrático no debe hacernos olvidar nunca la importancia de la ofensiva
revolucionaria común, en los momentos de verdadera revolución. Nosotros, los
socialdemócratas, podemos y debemos proceder independientemente de los
revolucionarios de la democracia burguesa y salvaguardar la independencia de
clase del proletariado, pero debemos marchar mano a mano con ellos durante la
insurrección, en la ofensiva abierta contra el zarismo, en la resistencia
frente a las tropas, en el asalto contra las bastillas del aborrecido enemigo
de todo el pueblo ruso.
El proletariado del mundo entero tiene ahora puestos sus
ojos, con febril impaciencia, en el proletariado de toda Rusia. El derrocamiento
del zarismo en Rusia, heroicamente iniciado por nuestra clase obrera, hará
cambiar el rumbo de la historia de todos los países, facilitará la causa de los
obreros de todas las naciones, de todos los Estados, de todos los rincones y
confines de la tierra. Todo socialdemócrata, todo obrero con consciencia de
clase debe tener presente cuán grandiosos son los deberes que ahora hecha sobre
sus hombros esta lucha de todo el pueblo. No debe olvidar que representa
también las necesidades y los intereses de todos los campesinos, de toda la
masa de los trabajadores y explotados, del pueblo todo, frente al enemigo de
todo el pueblo. El ejemplo de los heroicos proletarios de Petersburgo se alza
ahora ante los ojos de todos.
¡Viva la revolución!
¡Viva la insurrección del proletariado!
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