Lucha
del proletariado y servilismo de la burguesía (Proletari, n° 6, 3 de julio (20
de junio) de 1905.
Insurrección y luchas armadas de
barricadas en Lodz; matanza en Ivánovo – Vosnosensk; huelgas generales y tiros
contra los obreros en Varsovia y en Odesa; bochornoso final de la comedia de la
delegación de los zemstvos; tales son los acontecimientos políticos más
importantes de la pasada semana. Si a eso se añade lo que hoy (28 – 15 de
junio) informan los periódicos de Ginebra: disturbios campesinos en el distrito
de Libedin, provincia de Járkov, destrucción de cinco haciendas y envío de tropas
a aquellos lugares, veremos cómo se refleja en los acontecimientos de una
semana el carácter de las fuerzas sociales fundamentales, tal y como se pone de
manifiesto tan abierta y claramente ahora, durante la revolución.
El proletariado se halla en constante
estado de agitación, sobre todo desde el 9 de enero; no deja un punto de reposo
al enemigo, empleando como medio principal de ataque la huelga, no dejándose
llevar a choques directos con la fuerza armada del zarismo y preparando sus
fuerzas para el gran combate decisivo. En las zonas industrialmente más
desarrolladas, donde es mayor la madurez de los obreros y en las que la
opresión nacional viene a sumarse a la opresión económica y a la opresión
política general, la policía y las tropas zaristas mantienen una actitud
especialmente retadora, provocando descaradamente a los obreros. Y éstos,
incluso los que no estaban preparados para la lucha, incluso los que por el
momento se limitaban a mantenerse a la defensiva, despliegan ante nosotros –y,
al decir esto, nos referimos principalmente al proletariado de Lodz- un nuevo
ejemplo no sólo de entusiasmo y de heroísmo revolucionarios, sino también de
las que son las formas más altas de lucha. Su armamento todavía es pobre, sigue
siendo un levantamiento parcial, sin conexión con el movimiento general, y, sin
embargo, dan un paso hacia adelante, cubren con formidable celeridad las calles
de la ciudad de decenas de barricadas, infligen a las tropas zaristas pérdidas
considerables y oponen en algunas casas una desesperada resistencia. La
insurrección armada crece en profudidad y en extensión. Las nuevas víctimas de
los verdugos zaristas –en Lodz ha habido más de 2.000 muertos y heridos-
encienden en nuevas decenas y cientos de miles de ciudadanos la llama del odio
contra la maldita autocracia. Las nuevas luchas armadas revelan con claridad
cada vez mayor que el combate armado decisivo del pueblo contra las fuerzas
armadas del zarismo es inevitable. Las explosiones aisladas se engarzan cada
vez más claramente en el cuadro de un enorme incendio que se extiende por toda
Rusia. La lucha proletaria abarca nuevos distritos, los más atrasados, y el
celo de los esbirros zaristas no hace más atizar el fuego de la revolución,
convirtiendo los choques económicos en choques políticos, haciendo ver en todas
partes a los obreros, por el ejemplo de su propia suerte, la incondicional
necesidad de derrotar a la autocracia y educándolos para llegar a ser futuros
héroes y combatientes de la insurrección popular.
¡La insurrección popular armada! Los
mismos acontecimientos, el proceso elemental del movimiento revolucionario, a
medida que va extendiéndose y agudizándose, se encargan de conducir cada vez
más de cerca a esta consigna, proclamada con tal decisión por el partido del
proletariado, a través del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia.
A la vista de esta situación, deben superarse, por tanto, lo antes posible,
todas las dudas y vacilaciones y deben todos reconocer sin demora cuán
insensatos e indignos son, hoy, todos los intentos encaminados a soslayar esta
tarea inaplazable que es la más enérgica preparación de la insurrección armada,
cuán peligrosa es cualquier dilación y con qué urgencia tan apremiante se
plantea la necesidad de unir y aglutinar las insurrecciones parciales que
estallan por doquier. Aisladas, estas explosiones serán impotentes. El poder
organizado del gobierno zarista podrá aplastar a los insurgentes unos tras
otros, si el movimiento sigue desarrollándose con la misma espontaneidad y
lentitud que hasta ahora, primero en una ciudad y luego en otra, propagándose
de uno a otro distrito. En cambio, únicas, estas explosiones pueden convertirse
en un poderoso torrente de fuego revolucionario, al que no habría en el mundo
poder capaz de resistir. Y esta unificación avanza por mil caminos, que no
conocemos ni podemos siquiera sospechar. A la luz de estas explosiones y luchas
aisladas, aprende el pueblo lo que es la revolución; nuestro deber consiste
simplemente en no quedarnos a la zaga de las exigencias de la hora, en
encontrarnos siempre en condiciones de señalar la fase siguiente y más alta, en
poner a contribución de las experiencias del pasado y del presente y en
exhortar a los obreros y a los campesinos a avanzar arrolladoramente, siempre
hacia adelante, hasta la victoria total del pueblo, hasta el aplastamiento
total de la canalla autocrática, que ahora lucha con la desesperación del
condenado a muerte.
¡Cuántas veces ha habido en el seno de
la socialdemocracia, sobre todo en su ala intelectual, gentes que han tratado
de degradar las tareas del movimiento y que, llevadas de su pusilanimidad, han
perdido la fe en la energía revolucionaria de la clase obrera! También hoy
creen algunos que, por ser la revolución democrática, por su carácter económico
y social, una revolución burguesa, no debiera el proletariado aspirar a desempeñar
en ella el papel dirigente, a participar con la mayor energía en esta
revolución ni a plantear las consignas progresivas del derrocamiento del poder
zarista y de la instauración de un gobierno provisional revolucionario. Los
acontecimientos se encargan de instruir también a estas gentes rezagadas. Los
acontecimientos vienen a confirmar las conclusiones combativas que se
desprenden de la teoría revolucionaria del marxismo. El carácter burgués de la
revolución democrática no significa que ésta sólo pueda favorecer a la
burguesía. Por el contrario, para nadie es tan provechosa y tan necesaria como
para el proletariado y los campesinos. Los acontecimientos demuestran cada vez
más palpablemente que sólo el proletariado es capaz de librar la lucha decisiva
por la plena libertad y por la república, en oposición a la inseguridad y
pusilanimidad de la burguesía. El proletariado puede ponerse a la cabeza de
todo el pueblo y ganar para sí a los campesinos, que sólo tienen que esperar de
la autocracia opresión y actos de violencia y de los amigos burgueses del
pueblo traición y felonía. El proletariado se halla capacitado, por la misma situación
que ocupa como clase en la sociedad moderna, para reconocer antes que todas las
demás clases que, en última instancia, los grandes problemas históricos sólo se
ventilan por la fuerza, que la libertad sólo se conquista a costa de los más
grandes sacrificios, que la resistencia armada del zarismo tiene que ser rota y
abatida por medio de las armas. De otro modo, jamás llegaremos a ver nada que
se parezca a la libertad y a Rusia le aguardaría la suerte de Turquía, un largo
y doloroso calvario de descenso y decadencia, doloroso sobre todo para todas
las masas trabajadoras y explotadas del pueblo. ¡Que la burguesía adule y se
arrastre, que regatee, en su deplorable parodia de libertad y que pida limosna!
¡El proletariado abrazará el camino de la lucha y arrastrará consigo a los
campesinos, atormentados por las infames e insoportables condiciones del
régimen de la servidumbre; marchará hacia adelante, hasta conquistar la
libertad total, que sólo el pueblo armado, apoyado en el poder revolucionario,
podrá defender victoriosamente!
La socialdemocracia no ha lanzado la consigna
de la insurrección a tontas y a locas. Siempre ha luchado y seguirá luchando
contra la fraseología revolucionaria, y exige y exigirá siempre una serena apreciación
de las fuerzas y un análisis sereno de la situación. La socialdemocracia viene
hablando de la necesidad de preparar la insurrección desde el año 1902, sin
haber confundido nuca esta preparación con la escenificación neciamente
artificial de complots, que sólo servirían para dilapidar infructuosamente
nuestras fuerzas. Y solamente ahora, después del 9 de enero, ha puesto el partido
obrero a la orden del día la consigna de la insurrección, haciendo hincapié en
la necesidad de la insurrección y en la apremiante urgencia de la tarea de
prepararse para ella. La misma autocracia se ha encargado de convertir esta
consigna en una consigna práctica del movimiento obrero. Ha sido ella la que ha
suministrado la primera enseñanza de masas en el campo de la guerra civil. Esta
guerra ha comenzado ya y cobra cada vez más extensión y formas más agudas. A
nosotros sólo nos toca generalizar sus enseñanzas, explicar todo el grandioso
sentido que encierran las palabras “guerra civil”, extraer indicaciones
prácticas de las batallas sueltas de esta guerra, organizar las fuerzas y
preparar directa e inmediatamente cuanto es necesario para una guerra de
verdad.
La socialdemocracia no tiene miedo de
mirar a la verdad cara a cara. Conoce la naturaleza traidora de la burguesía.
Sabe que la libertad no dará al obrero la paz y el sosiego, sino que le traerá
una nueva y más formidable lucha, la lucha por el socialismo, la lucha contra
los que hoy son los amigos burgueses de la libertad. Pero, no obstante –y precisamente
por razón de ello-, es la libertad algo incondicionalmente necesario para los
obreros, más necesario para ellos que para nadie. Sólo los obreros son capaces
de luchar a la cabeza del pueblo por la libertad y por la república democrática
y, lucharán a vida o muerte por ese objetivo.
Es cierto que hay todavía grandes masas
del pueblo sumidas en la ignorancia y en el temor, y será necesario desplegar
todavía un trabajo gigantesco para desarrollar la conciencia de clase de los
obreros, y no digamos la de los campesinos ¡Pero, ved con qué celeridad se
yergue el esclavo de ayer y cómo brilla ya la chispa de la libertad en sus ojos
todavía apenas entreabiertos! Fijaos en los campesinos. Viven dispersos, en la
inconciencia, sin que conozcamos apenas un fragmento de la verdad acerca de cuántos
son y de su carácter. De lo que sí podemos estar seguros es de que el obrero
con conciencia de clase y el campesino que se pone en pie para la lucha
entenderán con sólo cambiar dos palabras; cada rayo de luz los unirá más
estrechamente en la lucha por la libertad, y cuando eso ocurra no confiarán a
la burguesía, despreciablemente cobarde y egoísta, y a los terratenientes su revolución, la revolución democrática
que puede traer la tierra y la libertad y todas las facilidades de vida
concebibles dentro de la sociedad burguesa, de las que los trabajadores
necesitan para seguir luchando por el socialismo. Mirad a la región industrial
del centro del país ¿Ha pasado tanto tiempo desde los días que sólo se creía
posible, en ella, la existencia de un movimiento sindical aislado, disperso y
de reducidas dimensiones? Pues bien, ahora ha crepitado en esa región la huelga
general. Decenas y cientos de miles de trabajadores se han puesto y se ponen de
pie allí. La agitación política se despliega con una rapidez extraordinaria.
Como es natural, los obreros de esta región marcha todavía muy a la zaga del
heroico proletariado de la heroica Polonia, pero el gobierno zarista se encarga
de abrirles los ojos rápidamente y de obligarlos a “ponerse a la altura de los
polacos”.
No; la insurrección general armada del
pueblo no es un sueño, ni la idea de la victoria total del proletariado y los
campesinos constituye, en la actual revolución democrática, una vacua quimera.
¡Y qué formidables perspectivas abriría esta victoria al proletariado europeo,
desde hace ya muchos años artificialmente entorpecido en sus anhelos de
felicidad por la reacción militarista y terrateniente! La victoria de la
revolución democrática en Rusia será la señal para el comienzo de la revolución
socialista, para una nueva victoria de nuestros hermanos, los proletarios con
conciencia de clase de todos los países.
¡Cuán repugnante y mezquina se nos
revela, comparada con la potente y heroica lucha del proletariado, la conducta
servil de las gentes los zeemstvos y los “osvobozhdenistas” en su famosa audiencia del palacio de Nicolás II!
Los histriones han sufrido el castigo merecido. Aún no se ha secado la tinta
con que escribieron sus informes, llenos de servil entusiasmo, sobre las
magnánimas palabras del zar, y ya se pone de manifiesto ante todo el mundo la
verdadera significación de estas palabras a la luz de los nuevos hechos. La
censura está en sus glorias. El periódico Russ
ha sido prohibido por el solo hecho de publicar un mensaje humildísimo. La
dictadura policíaca, con Trépov a la cabeza, vive en el mejor de los mundos.
Las palabras del zar son interpretadas oficialmente ¡en el sentido de que ha
prometido convocar a una asamblea consultiva
de representantes del pueblo, mateniendo intangible la tradicional autocracia, “dotada
de raíces propias”!
El príncipe Miescherski tenía razón
cuando, en Grazhdanín, presentaba en
los términos en que lo hacía la acogida prestada a la delegación. Según él,
Nicolás había sabido donner le change
a las gentes de los zemstvos y a los liberales, se las había arreglado para burlarse de ellos.
¡Y no cabe duda de que es verdad! Los
dirigentes de las gentes de los zemstvos y de los osvobozhdenitas han sido chasqueados.
Bien empleado les está. Es el justo castigo a su servil conducta, el
ocultamiento de sus verdaderos acuerdos y pensamientos acerca de la
constitución, a su bochornoso silencio ante el jesuítico discurso del zar. Han
regateado y siguen regateando y aspiran a una parodia de libertad “inocua” para
la burguesía. Shípov regatea con Bulyguin, Trubetskói con Shípov, Petrunkévich
y Ródichev regatean con Trubetskói y Struve regatea con Ródichev y
Petrunkévich. Regatean y llegan “provisionalmente” a un acuerdo en torno al
programa puramente shipovista de la delegación de los zemstvos. Estos tenderos
han recibido la respuesta que merecían… un puntapié descarado con la bota
militar.
¿No será, de una vez, este bochornoso
vituperio sufrido por los jefes del osvobozhdenismo burgués ruso el principio
del fin? ¿No ha llegado la hora de que quienes sean capaces de comportarse como
demócratas sinceros y honrados le
vuelvan la espalda a este famoso “partido demócrata – constitucionalista”? ¿No
comprenderán, ahora, que se ponen irremediablemente en evidencia y traicionan
la causa de la revolución, al apoyar a un “partido” en el que la “fracción de
los zemstvos” se arrastra a los pies de la autocracia y la “Liga de la
Liberación” muerde el polvo delante de la fracción de los zemstvos?
¡Nosotros saludamos el final de la
delegación de los zemstvos! La máscara ha caído. ¡Decidíos, señores
terratenientes y señores burgueses! ¡Decidíos, hombres cultos y miembros de
todas las “asociaciones” habidas y por haber! ¿Por la revolución o por la
contrarrevolución? ¿Por la libertad o en contra de la libertad? Quien quiera
ser realmente demócrata tienen que luchar; tiene que romper con los rastreros y
traidores; tiene que poner en pie un partido honrado, que se respete a sí mismo
y respete a sus convicciones; tiene que ponerse, resuelta e inquebrantablemente,
al lado de la insurrección armada, Y quien se empeñe en seguir adelante con las
intrigas y las reticencias, con el ocultamiento de sus verdaderas opiniones,
con el chalaneo y el servilismo, quien siga amenazando con palabras a las que
nadie hace caso y caga en el arrobamiento ante la promesa de un cargo de la
nobleza por el zar deificado, será clavado en la picota del desprecio público
por los partidarios de la libertad.
¡Abajo los traidores burgueses a la
libertad!
¡Viva el proletariado revolucionario!
¡Viva la insurrección armada por la libertad total, por la república, por
intereses vitales y más candente del proletariado y los campesinos!