En este envío va el Programa de Transición de León Trotsky y
de la IV Internacional Comunista. En dicho programa se toma posición a favor
del armamento del proletariado pero en forma un tanto contradictoria, lo que
permitirá que luego muchas organizaciones trotskistas se basen en una frase
poco feliz del programa para justificar cualquier tipo de inacción que tienda a
organizar el armamento de los trabajadores (“Cuando el proletariado lo quiera, hallará los caminos y los medios para
armarse”). Sobre la base de la idea implícita que anida en dicha frase, interpretada aisladamente, muchas
organizaciones del campo del trotskismo fustigaron con el mote de “foquistas” a las organizaciones político militares con inserción de masas que se dieron la tarea
de organizar la violencia proletaria.
Sin embargo de este texto, así como de otros enviados
anteriormente, surge que Trotsky consideraba que la principal responsabilidad
sobre la organización de la violencia revolucionaria recaía sobre los
revolucionarios quienes tenían la obligación de llevarla adelante y sin esperar
que, sin la intervención de esa dirección, el proletariado hallara los caminos
y medios para armarse.
PROGRAMA DE TRANSICIÓN
LA AGONÍA DEL CAPITALISMO Y LAS TAREAS DE LA IV
INTERNACIONAL
(1938)
LAS PREMISAS OBJETIVAS DE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA
La situación política mundial del momento, se caracteriza,
ante todo, por la crisis histórica de la dirección del proletariado.
La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado
hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar balo el
capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las
nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un
acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las
condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las
masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la
desocupación ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los
sistemas monetarios vacilantes. Los gobiernos, tanto democráticos como
fascistas, van de una quiebra a la otra.
La burguesía misma no ve una salida. En los países en que se
vio obligada a hacer su última postura sobre la carta del fascismo marcha ahora
con los ojos vendados hacia la catástrofe económica y militar. En los países
históricamente privilegiados, vale decir, aquellos en que pueden aún permitirse
el lujo de la democracia a cuenta de la acumulación nacional anterior (Gran
Bretaña, Francia, Estados Unidos) todos los partidos tradicionales del capital
se encuentran en un estado de confusión que raya, por momentos, con la
parálisis de la voluntad. El “ New Deal,” pese al carácter resuelto que ostentaba
en el primer período sólo representa una forma particular de confusión, posible
en un país donde la burguesía ha podido acumular inmensas riquezas. La crisis
actual que está lejos aún de haber completado su curso, ha podido demostrar ya
que la política del “ New Deal ”, en los EE.UU. como la política del frente
popular en Francia, no ofrece salida alguna del impasse económico.
El cuadro de las relaciones internacionales no tiene mejor
aspecto. Bajo la creciente presión de ocaso capitalista los antagonismos
imperialistas han alcanzado el límite más allá del cual los conflictos y
explosiones sangrientas (Etiopía, España, Extremo Oriente, Europa Central...)
deben confundirse infaliblemente en un incendio mundial. En verdad la burguesía
percibe el peligro mortal que una nueva guerra representa para su dominación,
pero es actualmente infinitamente menos capaz de prevenirla que en vísperas de
1914.
Las charlatanerías de toda especie según las cuales las
condiciones históricas no estarían todavía “ maduras ” para el socialismo no
son sino el producto de la ignorancia o de un engaño consciente. Las
condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino
que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período
histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una
catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia
revolucionaria La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección
revolucionaria.
EL PROLETARIADO Y SU DIRECCIÓN
La economía, el Estado, la política de la burguesía y sus
relaciones internacionales están profundamente afectadas por la crisis social
que caracteriza la situación pre-revolucionaria de la sociedad. El principal
obstáculo en el camino de la transformación de la situación pre-revolucionaria
en revolucionaria consiste en el carácter oportunista de la dirección
proletaria, su cobardía pequeño-burguesa y la traidora conexión que mantiene
con ella en su agonía.
En todos los países el proletariado está sobrecogido por una
profunda inquietud. Grandes masas de millones de hombres vienen incesantemente
al movimiento revolucionario, pero siempre tropiezan en ese camino con el
aparato burocrático, conservador de su propia dirección.
El proletariado español ha hechos desde abril de 1931 una
serie de tentativas heroicas para tomar en sus manos el poder y la dirección de
los destinos de la sociedad. No obstante, sus propios partidos
(social-demócratas, stalinistas, anarquistas y POUM) cada cual a su manera han
actuado a modo de freno y han preparado así el triunfo de Franco.
En Francia, la poderosa ola de huelgas con ocupación de las
fábricas, particularmente en junio de 1936, mostró bien a las claras que el
proletariado estaba dispuesto a derribar el sistema capitalista. Sin embargo,
las organizaciones dirigentes, socialistas, stalinistas y sindicalistas,
lograron bajo la etiqueta del Frente Popular, canalizar y detener, por lo menos
momentáneamente, el torrente revolucionario.
La marca sin precedentes de huelgas con ocupación de
fábricas y el crecimiento prodigiosamente rápido de los sindicatos industriales
en los EE.UU. (el movimiento de la C.I.O.) son la expresión más indiscutible de
la aspiración más instintiva de los obreros americanos a elevarse a la altura
de la misión que la historia les ha asignado. Sin embargo, aquí también las
organizaciones dirigentes, incluso la C.I.O. de reciente creación, hacen todo
lo que pueden para detener y paralizar la ofensiva revolucionaria de las masas.
El paso definitivo de la I.C. hacia el lado del orden
burgués, su papel cínicamente contra-revolucionario en el mundo entero,
particularmente en España, en Francia, en Estados Unidos y en los otros países
“democráticos”, ha creado extraordinarias dificultades suplementarias al
proletariado mundial. Bajo el signo de la revolución de octubre, la política
conservadora de los “Frentes Populares” conduce a la clase obrera a la impotencia
y abre el camino al fascismo.
Los “Frentes Populares” por una parte, el fascismo por otra,
son los últimos recursos políticos del imperialismo en la lucha contra la
revolución proletaria. No obstante, desde el punto de vista histórico, ambos
recursos no son sino una ficción. La putrefacción del capitalismo continuará
también bajo el gorro frigio en Francia como bajo el signo de la swástica en
Alemania. Sólo el derrumbe de la burguesía puede constituir una salida.
La orientación de las masas está determinada, por una parte,
por las condiciones objetivas del capitalismo en descomposición, y de otra, por
la política de traición de las viejas organizaciones obreras. De estos dos
factores el factor decisivo, es, por supuesto, el primero; las leyes de la historia
son más poderosas que los aparatos burocráticos. Cualquiera que sea la
diversidad de métodos de los social traidores (de la legislación “social” de
Blum a las falsificaciones judiciales de Stalin), no lograrán quebrar la
voluntad revolucionaria del proletariado. Cada vez en mayor escala, sus
esfuerzos desesperados para detener la rueda de la historia demostrarán a las
masas que la crisis de la dirección del proletariado, que se ha transformado en
la crisis de la civilización humana, sólo puede ser resuelta por la IV
Internacional.
EL PROGRAMA MÍNIMO Y EL PROGRAMA DE TRANSICIÓN
La tarea estratégica del próximo período -período
pre-revolucionario de agitación , propaganda y organización- consiste en
superar la contradicción entre la madurez de las condiciones objetivas de la
revolución y la falta de madurez del proletariado y de su vanguardia (confusión
y descorazonamiento de la vieja dirección, falta de experiencia de la joven).
Es preciso ayudar a la masa, en el proceso de la lucha, a encontrar el puente entre
sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista. Este
puente debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo
de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la
clase obrera a una sola y misma conclusión: la conquista del poder por el
proletariado.
La social-democracia clásica que desplegó su acción en la
época del capitalismo progresivo, dividía su programa en dos partes
independientes una de otra; el programa mínimo, que se limitaba a algunas
reformas en el cuadro de la sociedad burguesa y el programa máximo, que
prometía para un porvenir indeterminado el reemplazo del capitalismo por el
socialismo. Entre el programa máximo y el programa mínimo no existía puente
alguno. La social-democracia no tenía necesidad de ese puente, porque sólo
hablaba de socialismo los días de fiesta.
La Internacional Comunista ha entrado en el camino de la
social democracia en la época del capitalismo en descomposición, cuando a éste
no le es posible tratar de reformas sociales sistemáticas, ni de la elevación
del nivel de vida de las masas; cuando la burguesía retoma cada vez con la mano
derecha el doble de los que diera con la izquierda (impuestos, derechos
aduaneros, inflación "deflación", vida cara, desocupación,
reglamentación policíaca de las huelgas, etc.); cuando cualquier reivindicación
seria del proletariado y hasta cualquier reivindicación progresiva de la
pequeña burguesía, conducen inevitablemente más allá de los límites de la
propiedad capitalista y del Estado burgués.
El objetivo estratégico de la IV Internacional no consiste
en reformar el capitalismo, sino en derribarlo. Su finalidad política es la
conquista del poder por el proletariado para realizar la expropiación de la
burguesía. Sin embargo, la obtención de este objetivo estratégico es
inconcebible sin la más cuidadosa de las actitudes respecto de todas las
cuestiones de táctica, inclusive las pequeñas y parciales.
Todas las fracciones del proletariado, todas sus capas,
profesionales y grupos deben ser arrastradas al movimiento revolucionario. Lo
que distingue a la época actual, no es que exima al partido revolucionario del
trabajo prosaico de todos los días, sino que permite sostener esa lucha en
unión indisoluble con los objetivos de la revolución
La IV Internacional no rechaza las del viejo programa
“mínimo” en la medida en que ellas han conservado alguna fuerza vital. Defiende
incansablemente los derechos democráticos de los obreros y sus conquistas
sociales, pero realiza este trabajo en el cuadro de una perspectiva correcta,
real, vale decir, revolucionaria. En la medida en que las reivindicaciones
parciales –“mínimum”- de las masas entren en conflicto con las tendencias
destructivas y degradantes del capitalismo decadente -y eso ocurre a cada paso,
la IV Internacional auspicia un sistema de reivindicaciones transitorias, cuyo
sentido es el de dirigirse cada vez más abierta y resueltamente contra las
bases del régimen burgués. El viejo “programa mínimo” es constantemente
superado por el programa de transición cuyo objetivo consiste en una
movilización sistemática de las masas para la revolución proletaria.
(…)
PIQUETES DE HUELGA, DESTACAMENTO DE COMBATE, MILICIA OBRERA,
EL ARMAMENTO DEL PROLETARIADO
Las huelgas con ocupación de fábricas son una muy seria
advertencia dirigida por las masas no sólo a la burguesía sino también a las
organizaciones obreras, comprendida la cuarta Internacional. En 19l9-1920, los
obreros italianos ocuparon, por su propia iniciativa las fábricas señalando así
a sus propios “jefes” la llegada de la revolución social. Los “jefes” no
tomaron en cuenta la advertencia. Los resultados fueron la victoria del
fascismo.
Las huelgas con ocupación no son todavía la toma de la
fábrica a la manera italiana: pero son un paso decisivo en este camino. La
crisis actual puede exacerbar extremadamente la marcha de la lucha de clases y
precipitar el desenlace. No hay que creer sin embargo que una situación revolucionaria
surge repentinamente. En realidad su aproximación será señalada por toda una
serie de convulsiones. La ola de huelgas con ocupación de fábricas es
precisamente una de ellas. La tarea de las secciones de la Cuarta Internacional
es de ayudar a la vanguardia proletaria a comprender el carácter general y los
ritmos de nuestra época y fecundar a tiempo la lucha de masas con consignas
cada vez más resueltas y con medidas de organización para el combate.
La exacerbación de la lucha del proletariado significa la
exacerbación de los métodos de resistencia por parte del capital. Las nuevas
olas de huelgas con ocupación de fábricas pueden provocar y provocarán
infaliblemente enérgicas medidas de reacción por parte de la burguesía. El
trabajo preparatorio se conduce desde ahora en los estados mayores de los
trusts. ¡Desgraciadas las organizaciones revolucionarias, desgraciado el
proletariado si se deja tomar nuevamente de improviso!
La burguesía no se limita en ninguna parte a utilizar
solamente la policía y el ejército oficiales. En los Estados Unidos, incluso en
los períodos de “calma”, mantiene destacamentos amarillos y bandas armadas de
carácter privado en las fábricas. Es preciso agregar ahora las bandas de nazis
norteamericanas. La burguesía francesa en cuanto sintió la proximidad del
peligro movilizó los destacamentos fascistas semilegales e ilegales, hasta en
el interior del ejército oficial. Bastará que los obreros ingleses aumenten de
nuevo su empuje para que de inmediato las bandas de Lord Mosley se dupliquen,
tripliquen, decupliquen en número e inicien una cruzada sangrienta contra los
obreros. La burguesía advierte claramente que en la época actual la lucha de
clases infaliblemente tiende a transformarse en guerra civil. Los magnates y
los lacayos del capital han aprendido en los ejemplos de Italia, Alemania,
Austria y otros países, mucho más que los jefes oficiales del proletariado
Los políticos de la Segunda y la Tercera Internacional, al
igual que los burócratas de los sindicatos conscientemente cierran los ojos
ante el ejército privado dc la burguesía, pues de lo contrario no podrían
mantener ni durante 24 horas su alianza con ella. Los reformistas inculcan
sistemáticamente a los obreros la idea de que la sacrosanta democracia está más
segura allí donde la burguesía se halla armada hasta los dientes y los obreros
desarmados.
La Cuarta Internacional tiene el deber de acabar de una vez
por todas con esta política servil. Los demócratas pequeño-burgueses incluso
los social-demócratas, los socialistas y los anarquistas gritan más
estentóreamente acerca de la lucha con el fascismo cuanto más cobardemente
capitulan ante el mismo. Las bandas fascistas sólo pueden ser contrarrestadas
victoriosamente por los destacamentos de obreros armados que sienten tras de sí
el apoyo de millones de trabajadores. La lucha contra el fascismo no se inicia
en la redacción de una hoja liberal, sino en la fábrica y termina en la calle.
Los elementos amarillos y los gendarmes privados en las fábricas son las
células fundamentales del ejército del fascismo. Los piquetes de huelgas son
las células fundamentales del ejército del proletariado. Por allí es necesario
empezar. Es preciso inscribir esta consigna en el programa del ala
revolucionaria de los sindicatos. En todas partes donde sea posible, empezando
por las organizaciones juveniles, es preciso constituir prácticamente milicias
de autodefensa, adiestrándolas en el manejo de las armas.
La nueva ola del movimiento de masas no sólo debe servir
para aumentar el número de esas milicias, sino también para unificarlas por
barrios, ciudades y regiones Es preciso dar una expresión organizada al
legítimo odio de los obreros en contra de los elementos rompehuelgas, las
bandas de pistoleros y de fascistas. Es preciso lanzar la consigna de la
milicia obrera como única garantía seria de la inviolabilidad de las
organizaciones, las reuniones y la prensa obrera.
Sólo gracias a un trabajo sistemático, constante, incansable
valiente en la agitación y en la propaganda, siempre en relación con la
experiencia de la masa misma, pueden extirparse de su conciencia las
tradiciones de docilidad y pasividad: educar destacamentos de heroicos
combatientes, capaces de dar el ejemplo a todos los trabajadores, infligir una
serie de derrotas tácticas a las bandas de la contrarrevolución, aumentar la
confianza en sí mismos de los explotados, desacreditar el fascismo a los ojos
de la pequeña burguesía y despejar el camino para la conquista del poder para
el proletariado.
Engels definía el Estado “destacamentos de elementos
armados”. El armamento del proletariado es un factor integrante indispensable
de su lucha emancipadora. Cuando el proletariado lo quiera, hallará los caminos
y los medios para armarse. También en este dominio la dirección incumbe
naturalmente a las secciones de la Cuarta Internacional.
(…)
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