Sin embargo, la producción teórica gramsciana
es controvertida. En particular, los Cuadernos de la Cárcel, ese conjunto de
escritos dispersos que escribió durante su estadía en las prisiones fascistas
durante una década.
Algunos sostienen que es el teórico de la
derrota, una suerte de Lenin derrotado que se esfuerza en comprender por qué no
triunfaron en Italia.
Otros, más específicamente quienes intentan
adaptarse a la democracia burguesa desde posiciones de izquierda, lo señalan
como el teórico del consenso, de aquél que, supuestamente, habría preconizado
la idea de ir ganando posiciones de a poco hasta que, en un futuro
indeterminado, los revolucionarios estarían en condiciones de tomar el poder.
Generalmente, esta corriente de adaptación al
capitalismo proviene de los partidos comunistas estalinistas. Fue Palmiro
Togliatti, su antiguo camarada, devenido en jefe estalinista del partido
comunista italiano, quien rescató los cuadernos de la cárcel y los editó a
gusto, aprovechando el carácter fragmentario de la producción carcelaria.
En la Argentina, la traducción de esos textos
corrió por cuenta de otro estalinista, Aricó.
En forma paralela, durante mucho tiempo, las
organizaciones trotskistas se negaron a ver en Gramsci alguna potencialidad
revolucionaria de sus ideas.
Este cuadro de situación no es casual.
El estalinismo y el reformismo han utilizado
la autoridad moral propia de un combatiente abnegado como Gramsci, que resistió
durante años en las cárceles fascistas sin quebrarse, para contrabandear una
ideología reformista y etapista que no estaba presente en él.
Esta operación se encuentra facilitada, a su
vez, por el carácter poco sistemático de sus escritos de la prisión, sumado al
lenguaje críptico utilizado para esquivar la censura de sus captores y a la
obturación de sus escritos, muchos más claros y ordenados, previos a su
encarcelamiento.
Es llamativo cómo una producción como la de la
cárcel ha recibido más atención que su praxis (conjunción de la teoría con la
práctica) revolucionaria anterior a ser detenido.
Se puede afirmar, sin caer en un error
grosero, que toda la estrategia reformista de adaptación a la democracia
burguesa y al capitalismo se apoya en dos breves escritos en los que Gramsci
impugna la teoría de la revolución permanente de Trotsky.
El estalinismo y el reformismo se han apoyado
prácticamente en un par de afirmaciones fragmentarias, erróneas y
malinterpretadas intencionadamente, para justificar la imposibilidad de la
revolución en los países centrales.
Transcribo los textos a los que hago
referencia:
"Paso de la guerra de movimiento (y del
ataque frontal) a la guerra de posición también en el campo político. Esta me parece la cuestión de teoría política más importante planteada
por el período de la posguerra, y la más difícil de resolver acertadamente.
Está relacionada con las cuestiones suscitadas por Bronstein, el cual puede
considerarse, de un modo u otro, como el teórico político del ataque frontal en
un período en el cual ese ataque sólo es causa de derrotas. Este paso en la
ciencia política no está relacionado con el ocurrido en el campo militar, sino
indirectamente (mediatamente), aunque, desde luego, hay una relación, y
esencial, entre ambos. La guerra de posición requiere sacrificios enormes y
masas inmensas de población; por eso hace falta en ella una inaudita
concentración de la hegemonía y, por tanto, una forma de gobierno más
"interventista", que tome más abiertamente la ofensiva contra los
grupos de oposición y organice permanentemente la "imposibilidad" de
disgregación interna, con controles de todas clases, políticos,
administrativos, etc., consolidación de las "posiciones" hegemónicas
del grupo dominante, etc. Todo eso indica que se ha entrado en una fase
culminante de la situación político-histórica, porque en la política la
"guerra de posición", una vez conseguida la victoria en ella, es
definitivamente decisiva. O sea: en la política se tiene guerra de movimiento
mientras se trata de conquistar posiciones no decisivas y, por tanto, no se
movilizan todos los recursos de la hegemonía del Estado; pero cuando, por una u
otra razón, esas posiciones han perdido todo valor y sólo importan las
posiciones decisivas, entonces se pasa a la guerra de cerco, comprimida,
difícil, en la cual se requieren cualidades excepcionales de paciencia y
espíritu de invención. En la política el cerco es recíproco, a pesar de todas
las apariencias, y el mero hecho de que el dominante tenga que sacar a relucir
todos sus recursos prueba el cálculo que ha hecho acerca del adversario. (C.
VIII; PP 71.)"
Ese texto debe ser ampliado por el que sigue:
"Lucha política y guerra militar. En la guerra militar, logrado el fin
estratégico, destrucción del ejército enemigo y ocupación de su territorio, se
da la paz. Es preciso señalar, por otro lado, que para que concluya la guerra
basta con que el fin estratégico sea alcanzado sólo potencialmente; o sea,
basta con que no exista duda de que un ejército no puede combatir más y que el
ejército victorioso "puede" ocupar el territorio enemigo. La lucha
política es enormemente más compleja. En cierto sentido puede ser parangonada
con las guerras coloniales o con las viejas guerras de conquista, cuando el
ejército victorioso ocupa o se propone ocupar en forma estable todo o una parte
del territorio conquistado. Entonces, el ejército vencido es desarmado y
dispersado, pero la lucha continúa en el terreno político y en el de la
"preparación" militar. (...) A propósito de la comparación entre los
conceptos de guerra de maniobra y guerra de posición en el arte militar y los
conceptos correspondientes en el arte político, debe recordarse el folleto de
Rosa, traducido del francés al italiano en 1919 por C. Alessandri. (Rosa
Luxemburgo, Lo sciopero generale - Il partito e i sindicati, Societá Editrice
"Avanti!", Milán 1919 - Huelga
de masas, partido y sindicatos)
En el folleto se
teorizan un poco apresuradamente y en forma superficial las experiencias
históricas de 1905. En efecto, Rosa descuidó los elementos
"voluntarios" y organizativos que en aquellos acontecimientos eran
mucho más eficientes y numerosos de lo que ella creía, víctima de un cierto
prejuicio "economista" y espontaneista. Sin embargo este folleto (y
otros escritos de la misma autora) es uno de los documentos más significativos
de la teorización de la guerra de maniobra aplicada al arte político. El
elemento económico inmediato (crisis, etc.) es considerado como la artillería
de campaña que, en la guerra, abre una brecha en la defensa enemiga, brecha
suficiente como para que las tropas propias irrumpan y obtengan un éxito
definitivo (estratégico) o al menos importante en la dirección de la línea
estratégica. Naturalmente, en la ciencia histórica, la eficacia del elemento
económico inmediato es considerada como mucho más complejo que el de la
artillería pesada en la guerra de maniobra, ya que este elemento era concebido
como causante de un triple efecto:
1) de abrir una
brecha en la defensa enemiga, luego de haber llevado la confusión a los cuadros
adversarios, abatida su confianza en sí mismos, en sus fuerzas y en su
porvenir:
2) de organizar
con una rapidez fulminante las propias tropas, de crear sus cuadros, o al menos
de ubicar con una celeridad fulminante los cuadros existentes (elaborados hasta
entonces por el proceso histórico general) en su puesto de encuadre de las
tropas diseminadas;
3) de crear en
forma instantánea la concentración ideológica de la identidad de los fines a
alcanzar. Era una forma de férreo determinismo economista, con el agravante de
que los efectos eran concebidos inmediatos en el tiempo y en el espacio; se
trataba por ello de un verdadero misticismo histórico, de la espera de una
especie de destello milagroso.
La observación
del general Krasnov (en su novela Pedro Krasnov, Dall'aquila imperiale alla
bandiera rossa, Florencia, Salani, 1928.) de que la Entente (que no quería una
victoria de la Rusia imperial para que no fuese resuelta definitivamente a
favor del zarismo la cuestión oriental) impuso al Estado Mayor ruso la guerra
de trinchera (absurda dado el enorme desarrollo del frente del Báltico al mar
Negro, con grandes zonas palúdicas y boscosas) mientras que la única posible
era la guerra de maniobra, es una tontería. El ejército ruso en realidad
intentó la guerra de maniobra y de profundización, especialmente en el sector
austriaco (pero también en la Prusia Oriental) y obtuvo éxitos brillantísimos,
aún cuando fueron efímeros. La verdad es que no se puede escoger la forma de
guerra que se desea, a menos de tener súbitamente una superioridad abrumadora
sobre el enemigo, y sabido es cuantas pérdidas costó la obstinación de los
Estados Mayores en no querer reconocer que la guerra de posición era
"impuesta" por las relaciones generales de las fuerzas que se
enfrentaban. La guerra de posición, en efecto, no está constituida sólo por las
trincheras propiamente dichas, sino por todo el sistema organizativo e
industrial del territorio que está ubicado a espaldas del ejército: y ella es
impuesta sobre todo por el tiro rápido de los cañones, por las ametralladoras,
los fusiles, la concentración de las armas en un determinado punto y además por
la abundancia del reavituallamiento que permite sustituir en forma rápida el
material perdido luego de un avance o de un retroceso. Otro elemento es la gran
masa de hombres que constituyen las fuerzas desplegadas, de valor muy desigual
y que justamente sólo pueden operar como masa. Se ve cómo en el frente oriental
una cosa era irrumpir en el sector alemán y otra diferente en el sector
austriaco y cómo también en el sector austriaco, reforzado por tropas escogidas
alemanas y comandadas por alemanes, el ataque de choque como táctica termina en
un desastre. Algo análogo se observa en la guerra polaca de 1920, cuando el
avance que parecía irresistible fue detenido delante de Varsovia por el general
Weygand en la línea comandada por los oficiales franceses. Los mismos técnicos
militares que ahora se atienen fijamente a la guerra de posición como antes se
atenían a la guerra de maniobra, no sostienen por cierto que el tipo precedente
debe ser suprimido de la ciencia; sino que en las guerras entre los Estados más
avanzados industrial y civilmente, se debe considerar a ese tipo como reducido
a una función táctica más que estratégica, se lo debe considerar en la misma
posición en que se encontraba, en una época anterior, la guerra de asedio con
relación a la de maniobra.
La misma
reducción debe ser realizada en el arte y la ciencia política, al menos en lo
que respecta a los Estados más avanzados, donde la "sociedad civil"
se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las
"irrupciones" catastróficas del elemento económico inmediato (crisis,
depresiones, etc.): las superestructuras de la sociedad civil son como el
sistema de las trincheras en la guerra moderna. Así como en ésta ocurría que un
encarnizado ataque de la artillería parecía haber destruido todo el sistema
defensivo adversario, mas sólo había destruido la superficie externa y en el
momento del ataque y del avance los asaltantes se encontraban frente a una
línea defensiva todavía eficiente, así también ocurre lo mismo en la política,
durante las grandes crisis económicas. Ni las tropas asaltantes, por efectos de
las crisis, se organizan en forma fulminante en el tiempo y el espacio, ni
mucho menos adquieren un espíritu agresivo; recíprocamente, los asaltados no se
desmoralizan ni abandonan la defensa, aún entre los escombros, ni pierden la
confianza en las propias fuerzas ni en su porvenir. Las cosas, por cierto, no
permanecen tal cual eran, pero es verdad que llegan a faltar los elementos de
rapidez, de ritmo acelerado, de marcha progresista definitiva que esperaban
encontrar los estrategas del cadornismo* político. (Gral. Luigi Cadorna
derrotado en 1917 por el avance germano-austríaco, la retirada hacia el río
Piave ocasionó 320.000 bajas.)
El último hecho
de este tipo en la historia de la política se encuentra en los acontecimientos
de 1917. Ellos señalaron un cambio decisivo en la historia del arte y de la
ciencia de la política. Se trata por consiguiente de estudiar con
"profundidad" cuáles son los elementos de la sociedad civil que
corresponden a los sistemas de defensa en la guerra de posición. Se dice con
"profundidad" intencionadamente, ya que ellos fueron estudiados pero
desde puntos de vista superficiales y banales, tal como ciertos historiadores
de costumbres estudian las rarezas de la moda femenina desde un punto de vista
"racionalista", es decir, persuadidos de que a ciertos fenómenos se
los destruye tan sólo con explicarlos en forma "realista", como si
fuesen supersticiones populares (que por otro lado tampoco se destruyen con el
hecho de explicarlas).
A este conjunto
de problemas, debe vincularse la cuestión del escaso éxito obtenido por nuevas
corrientes en el movimiento sindical.
Un intento de iniciar
una revisión de los métodos tácticos, habría debido ser el expuesto por León
Davidovich Bronstein [Trotsky] en la cuarta reunión [4to congreso de la
Internacional Comunista --III Internacional--] cuando hizo una comparación
entre el frente Oriental y el Occidental. Aquél cayó de inmediato pero fue
seguido por luchas inauditas [el frente oriental], en éste [frente occidental]
las luchas ocurrieron antes de la caída; o sea que se trataría sobre si ¿la
‘Sociedad Civil’ resiste antes o después del asalto?, ¿dónde sucede esto?, etc.
La cuestión, sin
embargo, fue expuesta sólo en forma literaria brillante, pero sin indicaciones
de carácter práctico.
[Gramsci recuerda
aquí el discurso pronunciado por Trotsky el 14 de noviembre de 1922 en el
cuarto congreso de la Internacional Comunista. Véase el siguiente pasaje
reproducido en el suplemento Nº 35 de la Correspondencia Internacional (Revista
de aquella época el 21/12/1922), que dice así: “¿Porqué la guerra civil sólo
empezó entre nosotros (Rusia) con todo su ardor después del 7 de noviembre
(Insurrección de Octubre y toma del Palacio de Invierno en Petrogrado)?;
¿porqué después tuvimos que seguir, durante casi cinco años sin interrupción,
la guerra civil al Norte, al Sur, al Oeste y al Este?. Es la consecuencia de
que hayamos conquistado el poder demasiado fácilmente ... A menudo se ha dicho
que derribamos a nuestras clases propietarias. Es verdad en cierto sentido.
Políticamente el país acababa apenas de salir de la barbarie zarista. Los
campesinos no tenían casi ninguna experiencia política, los pequeños
propietarios del campo tenían bien poca, la burguesía media tenía algo más
gracias a las Dumas (el parlamento),etc. Los aristócratas tenían cierta
organización bajo la forma de los zemstvos [asambleas de distritos] Por lo
tanto, las grandes reservas de la contrarrevolución: los campesinos ricos en
ciertos períodos y los campesinos medios, la burguesía mediana, los intelectuales
y toda la pequeña burguesía, todas esas reservas estaban por así decirlo,
todavía intactas, casi inutilizadas; y sólo cuando la burguesía empezó a
comprender lo que perdía al perder el poder, buscó por todos los medios,
cediendo naturalmente el primer lugar a la aristocracia, a los funcionarios
aristócratas, etc., poner en movimiento las reservas potenciales de la
contrarrevolución. Así esa guerra civil prolongada (de Rusia) fue la revancha
de la historia por la facilidad con que habíamos obtenido el poder. ¡Pero bien
está lo que bien acaba!; en el curso de esos cinco años hemos mantenido nuestro
poder. Para los partidos occidentales por el contrario, y en general para el
movimiento obrero de todo el mundo, se puede afirmar ahora con certidumbre que,
en vuestro caso, la tarea será mucho más difícil antes de la conquista del
poder, y mucho más fácil después (por ej. para Alemania e Italia)”.]
Es necesario ver
si la famosa teoría de Bronstein sobre la permanencia del movimiento no es el
reflejo político de la teoría de la guerra de maniobra (recordar la observación
del general de cosacos Krasnov), en última instancia, el reflejo de las
condiciones generales económico-cultural-sociales de un país en donde los
cuadros de la vida nacional son embrionarios y desligados y no pueden
transformarse en "trinchera o fortaleza". En este caso se podría
decir que Bronstein, que aparece como un "occidentalista", era en
cambio un cosmopolita, es decir superficialmente nacional y superficialmente
occidentalista o europeo. Ilitch, en cambio, era profundamente nacional y
profundamente europeo.
Bronstein en sus
memorias recuerda que se le dijo que su teoría se había demostrado buena luego
de ... quince años y responde al epigrama con otro epigrama. En realidad, su
teoría como tal no era buena ni quince años antes ni quince años después; como
ocurre con los obstinados, de los cuales habla Guicciardini, él adivinó
"grosso modo", es decir, tuvo razón en la previsión práctica más
general Es como afirmar que una niña de cuatro años se convertirá en madre y al
ocurrir esto a los veinte años decir: "lo había adivinado", no
recordando sin embargo que cuando tenía cuatro años se la deseaba estuprar,
convencido de que se convertiría en madre. Me parece que Ilitch había
comprendido que era necesario un cambio de la guerra maniobrada, aplicada
victoriosamente en Oriente en 1917, a la guerra de posición que era la única
posible en Occidente donde, como observa Krasnov, en breve lapso los ejércitos
podían acumular interminables cantidades de municiones, donde los cuadros
sociales eran de por sí capaces de transformarse en trincheras muy provistas. Y
me parece que éste es el significado de la fórmula del "frente
único", que corresponde a la concepción de un sólo frente de la Entente
bajo el comando único de Foch.
Sólo que Ilitch
no tuvo tiempo de profundizar su fórmula, aún teniendo en cuenta el hecho que
podía ser profundizada sólo teóricamente, mientras que la tarea fundamental era
nacional, es decir, exigía un reconocimiento del terreno y una fijación de los
elementos de trinchera y de fortaleza representados por los elementos de la
sociedad civil, etc. En Oriente el Estado era todo, la sociedad civil era
primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad civil existía una
justa relación y bajo el temblor del Estado se evidenciaba una robusta
estructura de la sociedad civil. El Estado sólo era una trinchera avanzada,
detrás de la cual existía una robusta cadena de fortalezas y casamatas; en
mayor o menor medida de un Estado a otro, se entiende, pero esto precisamente
exigía un reconocimiento de carácter nacional.
La teoría de
Bronstein puede ser comparada a la de ciertos sindicalistas franceses sobre la
huelga general y a la teoría de Rosa expuesta en el folleto traducido por
Alessandri: el folleto de Rosa y sus teorías, por otro lado, influenciaron a
los sindicalistas franceses como se evidencia en ciertos artículos de Rosmer
sobre Alemania en la "Vie Ouvrière" (primera serie en pequeños
fascículos). Ella depende igualmente de la teoría de la espontaneidad."
Algunas
apreciaciones.
Por una parte, se podría decir que no tiene
sentido oponer la táctica del frente único (como equivalente político de la
guerra de posición) a la teoría de la revolución permanente (como supuesto
ejemplo político de la guerra de maniobra).
El frente único de organizaciones obreras era
un planteo vigente para los países imperialistas (donde se había realizado la
revolución democrática), mientras que las tesis centrales de la teoría de la
revolución permanente son aplicables a aquéllos países en los que todavía está
pendiente esa revolución.
Por otra parte, para estos países,
particularmente los de Oriente, la política de la Comintern era la del Frente
Único Antiimperialista.
Pero si Gramsci las opone tan tajantemente
puede ser por dos motivos.
Uno, que desconociera la táctica del frente único
y que desconociera que Trotsky había sido uno de sus más brillantes
expositores. Esta posibilidad no es verosímil. Gramsci recuerda en su texto el
discurso que dio Trotsky en el IV Congreso. Además, aunque no lo hubiera
recordado, Gramsci estuvo destacado por su partido en el seno del Comité
Ejecutivo de la IC en la época de los III y IV Congresos. No podía ignorar
quiénes defendían esa táctica. De hecho, hay cartas en las que polemiza con
Terracini y con Bordiga, porque éstos querían revisar las resoluciones del III
Congreso, argumentando que la táctica del frente único obedecía a una necesidad
diplomática del PCUS. De hecho, en el discurso mencionado, en el que se defiende
la táctica del frente único, Trotsky se dirige específicamente a Renault
(Francia) y a Terracini (Italia), haciéndoles la misma acusación que Gramsci
hacía a Terracini y a Bordiga.
Entonces, la otra posibilidad es que Gramsci
desconociera las tesis fundamentales de la teoría de la revolución permanente.
Esto es mucho más verosímil. Recordemos que Gramsci es encarcelado a fines de
1926 y los ataques más virulentos que recibe la teoría de la revolución
permanente se desatan en 1928 con motivo del VI Congreso de la IC.
El mismo Trotsky reconoce, cuando polemiza con
un texto de Radek, que hasta ese entonces esa polémica estaba olvidada y que
él, hasta ese momento, no había tenido necesidad de salir al cruce de las
acusaciones que se le hacían a su teoría que, por otra parte, la había
pergeñado durante la revolución de 1905.
Por ello, es recién a partir de los escritos
de 1929, que redacta en el destierro de Alma-Ata, que Trotsky sistematiza los
fundamentos de la teoría de la revolución permanente.
Es más, hasta argumenta en forma muy
convincente, que Lenin tampoco conocía a fondo su teoría, y que la conocía en
forma mediata, a través de comentarios y de extractos, y no por haberla leído
en forma directa de textos de Trotsky. Es más que posible que Gramsci estuviera
en la misma situación, incluso agravada por las deformaciones del estalinismo.
La principal acusación que se le hacía a
Trotsky es que menospreciaba la alianza con el campesinado pobre, que su teoría
no tenía en cuenta esta alianza, que según Trotsky la revolución en los países
atrasados la harían los obreros sin aliarse con los campesinos. Esta acusación
era falsa, pero no veo cómo Gramsci, mientras estaba preso, pudo conocer a
fondo esta polémica, sin sufrir la distorsión del lente estalinista. Gramsci
reconoce que leyó la autobiografía de Trotsky (Mi Vida), al hacer referencia a
sus memorias. Pero en este libro no hay un desarrollo extenso de la teoría,
como la expondría luego Trotsky en su polémica con Radek.
Es lógico que Gramsci, en su desconocimiento,
fuera tan duro con Trotsky ya que para el sardo, la alianza de los obreros del
norte con los campesinos del sur era fundamental para el futuro triunfo de la
revolución italiana.
A pesar de ésto, siempre se opuso a las
medidas represivas contra Trotsky y Zinoviev. Desde su prisión escribió una
carta dirigida al CEIC en ese sentido que Palmiro Togliatti ocultó.
Pero, de todos modos, la metáfora militar que
equipara a la guerra de posición con el frente único, de ninguna manera
autoriza a interpretar que ésta guerra de posición implica gestionar espacios
del estado burgués y de la burguesía, ganando posiciones, hasta que en un
futuro indeterminado se tome el poder.
Por el contrario, la táctica del frente único
era una táctica para ganar a las masas en un momento en que la influencia
relativa de los partidos comunistas sobre éstas, y con respecto a la
socialdemocracia, había disminuido. Pero si se leen esas tesis o el discurso de
Trotsky, era en el combate por las reivindicaciones de las masas que ese frente
único se podía realizar, era en el combate contra las organizaciones militares
del fascismo, en defensa de las organizaciones obreras, que se planteaba la
táctica del frente único. Nada que ver tiene esta táctica con las estrategias
etapistas o reformistas.
Durante su vida militante más activa, en
libertad, Gramsci fue solidario con la idea de la revolución mundial, del mundo
organizado como un gran taller, de la táctica del frente único, entre otras
posiciones fundamentales del bolchevismo.
Gramsci fue un revolucionario bolchevique con
muchas más coincidencias con Trotsky que con los estalinistas y reformistas.