miércoles, 25 de junio de 2008

La Crisis

De Mendiguren, el vicepresidente de la Unión Industrial Argentina, teme por sus negocios. Es que, según él, la baja de la cotización del dólar y la suba de la tasa de interés genera una nueva bicicleta financiera.

A los K no les ha caído nada bien que Cobos se cortara solo e invitara a los gobernadores a discutir el asunto de las retenciones móviles. Mientras tanto, Urquía, el senador K y dueño de Aceitera General Deheza, renuncia a la presidencia de la Comisión de Presupuesto y es reemplazado por un senador de Santa Cruz.

El IndeK informa un crecimiento del 9% y a la vez que las importaciones crecieron un 47% mientras que las exportaciones cayeron un 3%.

Por su lado, Kirchner se reúne con los capanga de la CGT y pactan que no habrá pedidos de aumentos salariales.

De Mendiguren, en tanto representante de la burguesía industrial mercado internista, se alarma por la baja cotización del dólar porque sus ganancias dependen de un tipo de cambio alto. El aumento, en términos absolutos, de las importaciones revela que el tipo de cambio alto ya no es tan eficaz para proteger a la industrial nacional. Revela que es necesaria una nueva devaluación, otra confiscación a los trabajadores.

Lo que ocurre también es que Argentina está importando la inflación generada por la especulación internacional en materias primas y a su vez ha generado una espiral inflacionaria interna (calculada en aproximadamente en un 30% anual). Esa es la explicación que encuentro a que el tipo de cambio devaluado vaya dejando de servir como herramienta competitiva. De hecho, mantener un tipo de cambio devaluado, en un contexto de entrada de divisas por mayores exportaciones, implica que hay que endeudarse o emitir moneda. El aumento del endeudamiento hace aumentar la tasa de interés (por ponerse en duda la capacidad y la voluntad de pago), mientras que la emisión monetaria genera inflación.

Por eso no es creíble la tasa de crecimiento anunciada. Porque si la inflación es mayor a la que informa el Indek, forzosamente el crecimiento debe ser menor al informado.

Nadie se cree la fortaleza del Banco Central. Los supuestos 50 mil millones de reservas son hoy 47 mil millones (en los últimos meses se perdieron más de 3 mil millones), de los cuales 16 mil millones están atados a las Letras del Banco Central (LEBAC), por lo que las reservas en realidad son de 31 mil millones y no sabemos tampoco cómo están invertidas ni si son todas de libre disponibilidad.

Esta crisis genera un grado de descomposición del régimen político tal que ninguno de los representantes de las distintas fracciones burguesas en disputa saben para dónde disparar. Por eso los movimientos en la cúpula: porque la base se agita. Por eso la constante conspiración. Por eso las amenazas de golpes oficialistas y opositores no son falsas, aunque ya no se trate de militares saliendo de los cuarteles.

Ni qué hablar de las centrales sindicales. No existe un apoyo unificado a uno u otro campo de la burguesía. Tanto la CGT como la CTA se dividen entre apoyar al campo o al gobierno.

La agitación de la base, esto es, el efecto determinante de la infraestructura no es absoluto sino que se encuentra en relación dialéctica con las crisis en las alturas. Se retroalimentan.

Trotsky decía que “… en toda sociedad de clases existen suficientes contradicciones como para que entre las fisuras se pueda urdir un complot. La experiencia histórica prueba, sin embargo, que también es necesario cierto grado de enfermedad social -como en España, en Portugal y en América del Sur- para que la política de las conspiraciones pueda alimentarse constantemente. En estado puro, la conspiración, incluso en caso de victoria, sólo puede reemplazar en el poder camarillas de la misma clase dirigente o, menos aún, sustituir hombres de Estado.” (Historia de la Revolución Rusa, “El arte de la insurrección”)

Si seguimos así se generará una situación de la que hablaba Lenin en La Bancarrota de la II Internacional: “1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener su dominio en forma inmutable; tal o cual crisis en las ‘alturas’, una crisis de la política de la clase dominante, abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no basta que ‘los de abajo no quieran’ vivir como antes, sino que hace falta que ‘los de arriba no puedan vivir’ como hasta entonces. 2) Una agravación, superior a la habitual, de la miseria y las penalidades de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por las razones antes indicadas, de la actividad de las masas, que en tiempos ‘pacíficos’ se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por la situación de crisis en conjunto como por las ‘alturas’ mismas, a una acción histórica independiente”. (…)

Ese conjunto de cambios es lo que llamaba Lenin, una situación revolucionaria. Esto fue lo que ocurrió en 2001.

Pero nuestro buen camarada Lenin agregaba en otro escrito que “La revolución es imposible sin una crisis nacional general que afecte a explotados y a explotadores. Por consiguiente, para la revolución hay que lograr, primero, que la mayoría de los obreros (o en todo caso, la mayoría de los obreros conscientes, reflexivos, políticamente activos) comprenda profundamente la necesidad de la revolución y esté dispuesta a sacrificar la vida por ella; en segundo lugar, es preciso que las clases gobernantes atraviesen una crisis gubernamental que arrastre a la política a las masas más atrasadas (el síntoma de toda revolución verdadera es la decuplicación o centuplicación del número de hombres aptos para la lucha política, representantes de la masa trabajadora y oprimida, antes apática), que reduzca a la impotencia al gobierno y haga posible su derrumbamiento rápido por los revolucionarios” (Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo. Abril - Mayo de 1920).

Por eso es tan necesaria la construcción de un partido de trabajadores, revolucionario, porque las salidas que plantean ambas fracciones de la burguesía son falsas salidas y aumentarán la pobreza de la mayoría de la población y de la próxima situación revolucionaria saldremos tan maltrechos como en el 2001, por una deficiencia en las condiciones subjetivas, por falta de partido. Renegar de esto es criminal, porque implica condenar a la pobreza y la muerte a millones de personas.

Saludos

5 comentarios:

Jack Celliers dijo...

Las tesis insurreccionales son cada vez mas seductoras, lo digo en el buen sentido.

Lo que me da miedo de esas tesis es que requieren un momento de conciencia, pero luego conservar ese poder - si es que se toma - es muy complicado.

Como sea: el problema es una y otra vez el mismo, la falta de Partido. Se necesita un Partido Revolucionario que vaya a la clase obrera, que tenga una política hacia los desocupados y "caídos" del sistema y que ofrezca confianza política.

Hoy el sujeto al que debería dirigirse está - en mi opinión - en ningún lado o en el peronismo. Hay que ir a las bases del peronismo que son las fracción más combativa en este momento contra la ofensiva del capitalismo agrario. Yo no veo otra acción posible. Es mas: conozco gente que fue al acto de CK y vio ahí al pobrerío, en muchos casos llevados, es verdad... pero en muchos otros casos la gente estaba dispuesta a ir a enfrentarse.

CK va a perder el apoyo de esas bases, es necesario que alguien lo gane.

LR dijo...

Vos sabés Jack que yo considero que la estrategia en Argentina, para la toma del poder, es de tipo insurreccional. Pero cada vez tengo más dudas. Es obvio que actualmente no existen condiciones para ello. Es necesario un grado de descomposición social y de crisis que todavía no estamos viviendo. Eso en lo que respecta a las condiciones objetivas. En cuanto a las subjetivas hace falta un partido revolucionario que sea de masas. No quiere decir que sea mayoritario dentro de la clase obrera (el partido bolchevique no lo era y terminó haciendo una revolución).

Volviendo al tema insurreccional, en Rusia triunfó porque las fuerzas armadas estaban quebradas. Para ese quiebre contribuyó en gran medida la guerra, algo que no ocurre en Argentina. No fue sólo la acción del partido bolchevique.

Mi preocupación es si en un contexto donde no hay guerra, la insurrección puede triunfar. En Argentina, en el período 1969-1971 hubo una serie de insurrecciones (Rosariazo-Cordobazo-Rosariazo-Viborazo principalmente y otras también) que se llevaron puesto a Onganía y terminaron con el GAN y la Hora del pueblo. Pero no alcanzó para la toma del poder y el cambio de sistema. Claro está que no hubo una fuerza social mayoritariamente revolucionaria y con una vanguardia que acaudillara la lucha, con un estado mayor unificado en esa lucha. Pero también es claro que el Ejército pudo restituir la tranquilidad en Córdoba en unos pocos días. La fuerza material y moral de las FFAA no fue quebrada por la insurrección.

Hay algunas experiencias. El quiebre de las fuerzas armadas en rusia se da por la guerra principalmente. La larga marcha maoísta no es aplicable a argentina donde prácticamente no existen campesinos (pero también acá había una guerra con Japón que había invadido). La estrategia vietnamita también se da en un contexto de invasión imperialista. De las revoluciones más relevantes del siglo XX, la cubana es el único caso donde no había guerra con una potencia extranjera. La estrategia en ese caso consistió en huelgas e insurrecciones en las ciudades y lucha armada en la sierra en un país donde las fuerzas armadas, comparadas con las nuestras, eran de papel maché.

Por eso, si bien me parece que la estrategia para Argentina es insurreccional, de ninguna manera podría limitarse a la insurrección. La creación de un ejército popular sería necesario en algún momento. El momento de su creación es importante para no hacerlo antes de lo debido y, por formar un ejército, restar fuerzas a la construcción del partido (como pudo haberle pasado al PRT).

Otra condición que me parece importantísima es que las masas estén completamente desencantadas de todo camino reformista. Me parece que la Argentina da buenos ejemplos del fracaso a que conduce el reformismo. En los últimos 40 años se han intentado políticas económicas (todas burguesas) de distinto tipo y todas fracasaron. Es un hecho concreto que tiene que ser explotado por la izquierda revolucionaria.

Tengo para mí que las masas trabajadoras ya no creen en el peronismo. Pero bueno, siguen en los sindicatos. Se me ocurren varias explicaciones, desde el uso del terror, mediante la patota, los asesinatos, hasta la desmovilización de los 90. Parte de la clase trabajadora directamente está en otra central sindical, que no es revolucionaria, y cada vez se parece a la CGT, pero que evidencia la crisis de las burocracias sindicales. Lamentablemente esto no es un proceso que se resuelva en poco tiempo sino que lleva años.

El Verdugo en el Umbral dijo...

La crisis de dominación de la burguesía monopolista en argentina se debe, en gran medida, al enorme descreimiento que tienen las masas de toda la institucionalidad. Nadie cree realmente en la corte suprema, en los ministros, en los sindicatos, en los directores de escuela, en la policía, en los partido reformistas de izquierda..
Esto es un ventaja con respecto a los 70. Allí caían en las fábricas los peronistas proponiendo la dirección del líder burgués. Así lograron mantener a raya a gran parte del pueblo trabajador. Eso hoy no existe. He conocido decenas de casos en los que los obreros echan a patadas a la burocracia en medio de conflictos
La marca registrada de la lucha del pueblo argentino es la autoconvocatoria y el enfrentamiento. Una autoconvocatoria que se organiza para pelear. Son innumerables los ejemplos en este sentido en los últimos 15 años. 2001 fue el punto más elevado. La nueva rebelión vendrá un paso adelante.
Fíjense lo desesperado que estaban los k por poner la disputa dentro de las paredes del congreso. Tienen terror a la gente en las rutas. Los más de trescientos cortes con la cuestión del campo pusieron al desnudo el carácter monopólico de las instituciones estatales y empresariales en la Argentina. Tener que debatir en el congreso es n muestra de debilidad.
Partido revolucionario no hay. Pero sí buenos intentos.

Jimena Gale dijo...

La clase obrera sigue siendo peronista. Aun los mas jovenes, porque definirla como peronista no es simplemente que reivindiquen la figura de peron, sino que mantienen practicas introducidas poor peron: la espera del caudillo, las luchas de presion, "del trabajo a casa y de la casa al trabajo". Claro que la realidad pone constantemente a prueba estas concepciones... y es lo que permite que en varios lugares comiencen a ganar terreno otras ideas, delegados independientes, recuperacion de sindicatos como el ceramista de neuquen y el del neumatico en san fernando...
Hay crisis del régimen politico, y esto es muy profundo, ya que no se recupera desde el 2001.
Hay crisis economica internacional en desarrollo.
Hay en el conjunto de latinoamerica distinttas expresiones de esto que indican una linea general de intervencion de masas y polarizacion.
Pero si, no hay partido. Y ese es el punto mas critico. En eso estamos, intentando hacerlo.
saludos!

El Verdugo en el Umbral dijo...

Jimena: Te equivocás rotundamente. El proletariado argentino no es peronista, y mucho menos en lo que vos decís que es ser peronista. Por el contrario el espíritu de combate viene creciendo, junto con el descontento y el descrédito hacia las instituciones de la burguesía. En tal caso, si queda algo de peronista en las clases populares es folklore y clientelismo. El primero se entiende porque el peronismo es una expresión "contra los ricos y la cana" como te puede contestar algún joven de un barrio obrero. Por otro lado el clientelismo es entendible. No es más que un reflejo de como se arreglan las cosas en el capitalismo. "Si los de arriba roban, por qué yo no".
La recuperación de sindicatos, que vos notás como positiva está dentro de lo que sí se puede llamar peronismo. Hoy la lucha pasa por la autoconvocatoria y las nuevas organizaciones para dar pelea. Quienes ganen un sindicato, independientemente de su honestidad, estarán siempre con los pies en el plato, dentro de lo controlable y cooptable. Y eso es bien peronista.