domingo, 11 de mayo de 2014

Lenin y la lucha armada (IV)

Envío texto de Lenin en el que expone cuáles son las tareas organizativas que deben llevar adelante los revolucionarios en una época en la que se encuentra planteada la insurrección armada del pueblo.


  
Lucha del proletariado y servilismo de la burguesía (Proletari, n° 6, 3 de julio (20 de junio) de 1905.

Insurrección y luchas armadas de barricadas en Lodz; matanza en Ivánovo – Vosnosensk; huelgas generales y tiros contra los obreros en Varsovia y en Odesa; bochornoso final de la comedia de la delegación de los zemstvos; tales son los acontecimientos políticos más importantes de la pasada semana. Si a eso se añade lo que hoy (28 – 15 de junio) informan los periódicos de Ginebra: disturbios campesinos en el distrito de Libedin, provincia de Járkov, destrucción de cinco haciendas y envío de tropas a aquellos lugares, veremos cómo se refleja en los acontecimientos de una semana el carácter de las fuerzas sociales fundamentales, tal y como se pone de manifiesto tan abierta y claramente ahora, durante la revolución.

El proletariado se halla en constante estado de agitación, sobre todo desde el 9 de enero; no deja un punto de reposo al enemigo, empleando como medio principal de ataque la huelga, no dejándose llevar a choques directos con la fuerza armada del zarismo y preparando sus fuerzas para el gran combate decisivo. En las zonas industrialmente más desarrolladas, donde es mayor la madurez de los obreros y en las que la opresión nacional viene a sumarse a la opresión económica y a la opresión política general, la policía y las tropas zaristas mantienen una actitud especialmente retadora, provocando descaradamente a los obreros. Y éstos, incluso los que no estaban preparados para la lucha, incluso los que por el momento se limitaban a mantenerse a la defensiva, despliegan ante nosotros –y, al decir esto, nos referimos principalmente al proletariado de Lodz- un nuevo ejemplo no sólo de entusiasmo y de heroísmo revolucionarios, sino también de las que son las formas más altas de lucha. Su armamento todavía es pobre, sigue siendo un levantamiento parcial, sin conexión con el movimiento general, y, sin embargo, dan un paso hacia adelante, cubren con formidable celeridad las calles de la ciudad de decenas de barricadas, infligen a las tropas zaristas pérdidas considerables y oponen en algunas casas una desesperada resistencia. La insurrección armada crece en profudidad y en extensión. Las nuevas víctimas de los verdugos zaristas –en Lodz ha habido más de 2.000 muertos y heridos- encienden en nuevas decenas y cientos de miles de ciudadanos la llama del odio contra la maldita autocracia. Las nuevas luchas armadas revelan con claridad cada vez mayor que el combate armado decisivo del pueblo contra las fuerzas armadas del zarismo es inevitable. Las explosiones aisladas se engarzan cada vez más claramente en el cuadro de un enorme incendio que se extiende por toda Rusia. La lucha proletaria abarca nuevos distritos, los más atrasados, y el celo de los esbirros zaristas no hace más atizar el fuego de la revolución, convirtiendo los choques económicos en choques políticos, haciendo ver en todas partes a los obreros, por el ejemplo de su propia suerte, la incondicional necesidad de derrotar a la autocracia y educándolos para llegar a ser futuros héroes y combatientes de la insurrección popular.

¡La insurrección popular armada! Los mismos acontecimientos, el proceso elemental del movimiento revolucionario, a medida que va extendiéndose y agudizándose, se encargan de conducir cada vez más de cerca a esta consigna, proclamada con tal decisión por el partido del proletariado, a través del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. A la vista de esta situación, deben superarse, por tanto, lo antes posible, todas las dudas y vacilaciones y deben todos reconocer sin demora cuán insensatos e indignos son, hoy, todos los intentos encaminados a soslayar esta tarea inaplazable que es la más enérgica preparación de la insurrección armada, cuán peligrosa es cualquier dilación y con qué urgencia tan apremiante se plantea la necesidad de unir y aglutinar las insurrecciones parciales que estallan por doquier. Aisladas, estas explosiones serán impotentes. El poder organizado del gobierno zarista podrá aplastar a los insurgentes unos tras otros, si el movimiento sigue desarrollándose con la misma espontaneidad y lentitud que hasta ahora, primero en una ciudad y luego en otra, propagándose de uno a otro distrito. En cambio, únicas, estas explosiones pueden convertirse en un poderoso torrente de fuego revolucionario, al que no habría en el mundo poder capaz de resistir. Y esta unificación avanza por mil caminos, que no conocemos ni podemos siquiera sospechar. A la luz de estas explosiones y luchas aisladas, aprende el pueblo lo que es la revolución; nuestro deber consiste simplemente en no quedarnos a la zaga de las exigencias de la hora, en encontrarnos siempre en condiciones de señalar la fase siguiente y más alta, en poner a contribución de las experiencias del pasado y del presente y en exhortar a los obreros y a los campesinos a avanzar arrolladoramente, siempre hacia adelante, hasta la victoria total del pueblo, hasta el aplastamiento total de la canalla autocrática, que ahora lucha con la desesperación del condenado a muerte.

¡Cuántas veces ha habido en el seno de la socialdemocracia, sobre todo en su ala intelectual, gentes que han tratado de degradar las tareas del movimiento y que, llevadas de su pusilanimidad, han perdido la fe en la energía revolucionaria de la clase obrera! También hoy creen algunos que, por ser la revolución democrática, por su carácter económico y social, una revolución burguesa, no debiera el proletariado aspirar a desempeñar en ella el papel dirigente, a participar con la mayor energía en esta revolución ni a plantear las consignas progresivas del derrocamiento del poder zarista y de la instauración de un gobierno provisional revolucionario. Los acontecimientos se encargan de instruir también a estas gentes rezagadas. Los acontecimientos vienen a confirmar las conclusiones combativas que se desprenden de la teoría revolucionaria del marxismo. El carácter burgués de la revolución democrática no significa que ésta sólo pueda favorecer a la burguesía. Por el contrario, para nadie es tan provechosa y tan necesaria como para el proletariado y los campesinos. Los acontecimientos demuestran cada vez más palpablemente que sólo el proletariado es capaz de librar la lucha decisiva por la plena libertad y por la república, en oposición a la inseguridad y pusilanimidad de la burguesía. El proletariado puede ponerse a la cabeza de todo el pueblo y ganar para sí a los campesinos, que sólo tienen que esperar de la autocracia opresión y actos de violencia y de los amigos burgueses del pueblo traición y felonía. El proletariado se halla capacitado, por la misma situación que ocupa como clase en la sociedad moderna, para reconocer antes que todas las demás clases que, en última instancia, los grandes problemas históricos sólo se ventilan por la fuerza, que la libertad sólo se conquista a costa de los más grandes sacrificios, que la resistencia armada del zarismo tiene que ser rota y abatida por medio de las armas. De otro modo, jamás llegaremos a ver nada que se parezca a la libertad y a Rusia le aguardaría la suerte de Turquía, un largo y doloroso calvario de descenso y decadencia, doloroso sobre todo para todas las masas trabajadoras y explotadas del pueblo. ¡Que la burguesía adule y se arrastre, que regatee, en su deplorable parodia de libertad y que pida limosna! ¡El proletariado abrazará el camino de la lucha y arrastrará consigo a los campesinos, atormentados por las infames e insoportables condiciones del régimen de la servidumbre; marchará hacia adelante, hasta conquistar la libertad total, que sólo el pueblo armado, apoyado en el poder revolucionario, podrá defender victoriosamente!

La socialdemocracia no ha lanzado la consigna de la insurrección a tontas y a locas. Siempre ha luchado y seguirá luchando contra la fraseología revolucionaria, y exige y exigirá siempre una serena apreciación de las fuerzas y un análisis sereno de la situación. La socialdemocracia viene hablando de la necesidad de preparar la insurrección desde el año 1902, sin haber confundido nuca esta preparación con la escenificación neciamente artificial de complots, que sólo servirían para dilapidar infructuosamente nuestras fuerzas. Y solamente ahora, después del 9 de enero, ha puesto el partido obrero a la orden del día la consigna de la insurrección, haciendo hincapié en la necesidad de la insurrección y en la apremiante urgencia de la tarea de prepararse para ella. La misma autocracia se ha encargado de convertir esta consigna en una consigna práctica del movimiento obrero. Ha sido ella la que ha suministrado la primera enseñanza de masas en el campo de la guerra civil. Esta guerra ha comenzado ya y cobra cada vez más extensión y formas más agudas. A nosotros sólo nos toca generalizar sus enseñanzas, explicar todo el grandioso sentido que encierran las palabras “guerra civil”, extraer indicaciones prácticas de las batallas sueltas de esta guerra, organizar las fuerzas y preparar directa e inmediatamente cuanto es necesario para una guerra de verdad.

La socialdemocracia no tiene miedo de mirar a la verdad cara a cara. Conoce la naturaleza traidora de la burguesía. Sabe que la libertad no dará al obrero la paz y el sosiego, sino que le traerá una nueva y más formidable lucha, la lucha por el socialismo, la lucha contra los que hoy son los amigos burgueses de la libertad. Pero, no obstante –y precisamente por razón de ello-, es la libertad algo incondicionalmente necesario para los obreros, más necesario para ellos que para nadie. Sólo los obreros son capaces de luchar a la cabeza del pueblo por la libertad y por la república democrática y, lucharán a vida o muerte por ese objetivo.

Es cierto que hay todavía grandes masas del pueblo sumidas en la ignorancia y en el temor, y será necesario desplegar todavía un trabajo gigantesco para desarrollar la conciencia de clase de los obreros, y no digamos la de los campesinos ¡Pero, ved con qué celeridad se yergue el esclavo de ayer y cómo brilla ya la chispa de la libertad en sus ojos todavía apenas entreabiertos! Fijaos en los campesinos. Viven dispersos, en la inconciencia, sin que conozcamos apenas un fragmento de la verdad acerca de cuántos son y de su carácter. De lo que sí podemos estar seguros es de que el obrero con conciencia de clase y el campesino que se pone en pie para la lucha entenderán con sólo cambiar dos palabras; cada rayo de luz los unirá más estrechamente en la lucha por la libertad, y cuando eso ocurra no confiarán a la burguesía, despreciablemente cobarde y egoísta, y a los terratenientes su revolución, la revolución democrática que puede traer la tierra y la libertad y todas las facilidades de vida concebibles dentro de la sociedad burguesa, de las que los trabajadores necesitan para seguir luchando por el socialismo. Mirad a la región industrial del centro del país ¿Ha pasado tanto tiempo desde los días que sólo se creía posible, en ella, la existencia de un movimiento sindical aislado, disperso y de reducidas dimensiones? Pues bien, ahora ha crepitado en esa región la huelga general. Decenas y cientos de miles de trabajadores se han puesto y se ponen de pie allí. La agitación política se despliega con una rapidez extraordinaria. Como es natural, los obreros de esta región marcha todavía muy a la zaga del heroico proletariado de la heroica Polonia, pero el gobierno zarista se encarga de abrirles los ojos rápidamente y de obligarlos a “ponerse a la altura de los polacos”.

No; la insurrección general armada del pueblo no es un sueño, ni la idea de la victoria total del proletariado y los campesinos constituye, en la actual revolución democrática, una vacua quimera. ¡Y qué formidables perspectivas abriría esta victoria al proletariado europeo, desde hace ya muchos años artificialmente entorpecido en sus anhelos de felicidad por la reacción militarista y terrateniente! La victoria de la revolución democrática en Rusia será la señal para el comienzo de la revolución socialista, para una nueva victoria de nuestros hermanos, los proletarios con conciencia de clase de todos los países.

¡Cuán repugnante y mezquina se nos revela, comparada con la potente y heroica lucha del proletariado, la conducta servil de las gentes los zeemstvos y los “osvobozhdenistas” en su famosa audiencia del palacio de Nicolás II! Los histriones han sufrido el castigo merecido. Aún no se ha secado la tinta con que escribieron sus informes, llenos de servil entusiasmo, sobre las magnánimas palabras del zar, y ya se pone de manifiesto ante todo el mundo la verdadera significación de estas palabras a la luz de los nuevos hechos. La censura está en sus glorias. El periódico Russ ha sido prohibido por el solo hecho de publicar un mensaje humildísimo. La dictadura policíaca, con Trépov a la cabeza, vive en el mejor de los mundos. Las palabras del zar son interpretadas oficialmente ¡en el sentido de que ha prometido convocar a una asamblea consultiva de representantes del pueblo, mateniendo intangible la tradicional autocracia, “dotada de raíces propias”!

El príncipe Miescherski tenía razón cuando, en Grazhdanín, presentaba en los términos en que lo hacía la acogida prestada a la delegación. Según él, Nicolás había sabido donner le change a las gentes de los zemstvos y a los liberales, se las había arreglado para burlarse de ellos.

¡Y no cabe duda de que es verdad! Los dirigentes de las gentes de los zemstvos y de los osvobozhdenitas han sido chasqueados. Bien empleado les está. Es el justo castigo a su servil conducta, el ocultamiento de sus verdaderos acuerdos y pensamientos acerca de la constitución, a su bochornoso silencio ante el jesuítico discurso del zar. Han regateado y siguen regateando y aspiran a una parodia de libertad “inocua” para la burguesía. Shípov regatea con Bulyguin, Trubetskói con Shípov, Petrunkévich y Ródichev regatean con Trubetskói y Struve regatea con Ródichev y Petrunkévich. Regatean y llegan “provisionalmente” a un acuerdo en torno al programa puramente shipovista de la delegación de los zemstvos. Estos tenderos han recibido la respuesta que merecían… un puntapié descarado con la bota militar.

¿No será, de una vez, este bochornoso vituperio sufrido por los jefes del osvobozhdenismo burgués ruso el principio del fin? ¿No ha llegado la hora de que quienes sean capaces de comportarse como demócratas sinceros y honrados le vuelvan la espalda a este famoso “partido demócrata – constitucionalista”? ¿No comprenderán, ahora, que se ponen irremediablemente en evidencia y traicionan la causa de la revolución, al apoyar a un “partido” en el que la “fracción de los zemstvos” se arrastra a los pies de la autocracia y la “Liga de la Liberación” muerde el polvo delante de la fracción de los zemstvos?

¡Nosotros saludamos el final de la delegación de los zemstvos! La máscara ha caído. ¡Decidíos, señores terratenientes y señores burgueses! ¡Decidíos, hombres cultos y miembros de todas las “asociaciones” habidas y por haber! ¿Por la revolución o por la contrarrevolución? ¿Por la libertad o en contra de la libertad? Quien quiera ser realmente demócrata tienen que luchar; tiene que romper con los rastreros y traidores; tiene que poner en pie un partido honrado, que se respete a sí mismo y respete a sus convicciones; tiene que ponerse, resuelta e inquebrantablemente, al lado de la insurrección armada, Y quien se empeñe en seguir adelante con las intrigas y las reticencias, con el ocultamiento de sus verdaderas opiniones, con el chalaneo y el servilismo, quien siga amenazando con palabras a las que nadie hace caso y caga en el arrobamiento ante la promesa de un cargo de la nobleza por el zar deificado, será clavado en la picota del desprecio público por los partidarios de la libertad.

¡Abajo los traidores burgueses a la libertad!

¡Viva el proletariado revolucionario! ¡Viva la insurrección armada por la libertad total, por la república, por intereses vitales y más candente del proletariado y los campesinos!

martes, 6 de mayo de 2014

Lenin y la lucha armada (III)

Este envío incluye partes de la intervención de Lenin durante el III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), del 25 (12) de abril de 1905, al 10 de mayo (27 de abril) del mismo año, reunido a fin de discutir la caracterización de la etapa y determinar las tareas fundamentales que debería llevar adelante el partido. Por su extensión no lo subo entero sino sólo las partes pertinentes que hacen consideraciones sobre la insurrección armada y sobre la actuación política.



III Congreso del P.O.S.D.R., 12 (25) de abril – 27 de abril (10 de mayo) de 1905.

“… el III Congreso del POSDR acuerda que la tarea de organizar las fuerzas del proletariado para luchar directamente contra la autocracia por la vía de la huelga política de masas y de la insurrección armada, creando con ese fin un aparato de información y dirección, constituye una de las fundamentales tareas del partido, en el momento revolucionario actual; por esta razón, el congreso del partido encomienda tanto al CC como a los comités locales y a las agrupaciones la preparación de la huelga política de masas y la organización de grupos especiales para el aprovisionamiento y la distribución de armas, para la elaboración de un plan con vistas a la insurrección armada y para abordar sin demora los trabajos encaminados a dirigir esta insurrección” (III Congreso del POSDR, Proyecto de resolución sobre la actitud del POSDR ante la insurrección armada).

“A base de las experiencias de los militantes que actúan en el campo de la práctica y del estado de ánimo de las masas obreras, el congreso del partido registra que la preparación de la insurrección debe abarcar, no solamente el aprovisionamiento de armas, la formación de grupos, etc., sino también la acumulación de experiencias, mediante los intentos prácticos de acciones armadas sueltas, como, por ejemplo, los ataques de destacamentos armados contra la policía y las tropas con motivo de estas o las otras reuniones públicas o los asaltos de destacamentos armados a las cárceles, los edificios de gobierno, etc. El congreso del partido deja por entero al criterio de las direcciones locales del partido y del CC el determinar los marcos de tales acciones y elegir la ocasión más adecuada para ellas, ya que el congreso confía plenamente en la capacidad de discernimiento de los camaradas, quienes sabrás evitar que las fuerzas se malgasten inútilmente en actos terroristas aislados e insignificantes; al mismo tiempo, el congreso llama la atención de todas las organizaciones del partido hacia la necesidad de tener en cuenta las indicaciones precedentes, aconsejadas por la experiencia anterior (Proyecto de resolución sobre la insurrección armada)

“Toda la historia del último año ha puesto de manifiesto que hemos subestimado la importancia y el carácter inevitable de la insurrección. Hay que concentrar la atención en el lado práctico del asunto. En este respecto, es extremadamente importante la experiencia de los militantes prácticos y de los obreros, en Petesburgo, en Riga y en el Cáucaso. Por eso yo recomendaría que los camaradas hablaran acerca de sus experiencias, lo que despojaría a nuestros debates de su escolasticismo y les daría un carácter práctico. Hay que esclarecer cuál es el estado de espíritu del proletariado, si los obreros se sienten capaces de luchar y de dirigir la lucha. Hay que compendiar la experiencia colectiva, que hasta ahora no ha sido sintetizada” (Discurso sobre la insurrección armada, 15 (28) de abril).

“En los debates, se ha colocado el problema sobre una base práctica: el estado de espíritu de las masas. Tiene razón el camarada Lieskov cuando dice que el estado de espíritu de las masas es heterogéneo. Pero también está en lo cierto el camarada Járkov al decir que debemos contar con que la insurrección se producirá inevitablemente, cualquiera que sea la actitud que nosotros adoptemos ante ella (…) El participar del modo más enérgico no quiere decir tener la hegemonía. EL camarada Mijáilov se ha expresado, a mi juicio, en términos positivos; señala la hegemonía, y lo hace, además en forma concreta (…) La socialdemocracia puede organizar la insurrección y puede, incluso, decidirla, pero el que llegue a asegurar su dirección no cabe determinarlo de antemano, pues ello dependerá de la fuerza y del grado de organización del proletariado (…) Es posible, evidentemente, que el proletariado decida del desenlace de la revolución, pero no puede afirmarse de un modo incondicional (…) Por lo que se refiere a la creación de grupos especiales de combate, puedo decir que yo los considero necesarios. No tenemos por qué temer a la creación de grupos especiales” (Lenin, Discurso sobre la insurrección armada, 16 (29) de abril).

Considerando

1) que el proletariado, que es por su situación, la clase más avanzada y la única consecuentemente revolucionaria, está llamada por ello mismo a llevar a la práctica la dirección del movimiento revolucionario democrático general de Rusia;

2) que, en la actualidad, este movimiento ha conducido ya a la necesidad de la insurrección armada;

3) que el proletariado participará inevitablemente en esta insurrección del modo más enérgico y que esta participación decidirá de la suerte de la revolución en Rusia;

4) que el proletariado sólo podrá llevar a cabo la dirección de esta revolución a condición de que se aglutine como una fuerza política unida e independiente bajo la bandera del Partido Obrero Socialdemócrata, que dirige la lucha no sólo en el terreno ideológico, sino también en el terreno práctico;

5) que sólo el poner en práctica esta dirección asegurará al proletariado las condiciones más favorables para la lucha por el socialismo en contra de las clases poseedoras de la Rusia democrático-burguesa,

El III Congreso del POSDR reconoce que la tarea de organizar al proletariado para la lucha directa contra la autocracia por la vía de la insurrección armada constituye una de las tareas más importantes e inaplazables del partido en los actuales momentos revolucionarios.

Por lo cual, el congreso encomienda a todas las organizaciones del partido:

a) esclarecer al proletariado, por medio a de la propaganda y la agitación, no sólo la importancia política, sino también el lado práctico – organizativo de la insurrección armada que tenemos por delante;

b) explicar, en esta propaganda y agitación, el papel de la huelga política de masas, que podrá llegar a adquirir una gran importancia al comienzo y en el transcurso de la insurrección;

c) adoptar las medidas más enérgicas para el armamento del proletariado y para la elaboración de un plan de insurrección armada y de la dirección inmediata de la insurrección y, en la medida en que ello sea necesario, proceder a crear con este fin grupos especiales de militantes del partido”

(Resolución sobre la insurrección armada, 16 (29) de abril de 1905)

“… c) adoptar medidas para que nuestras organizaciones de partido, reteniendo y desarollando su aparato conspirativo, procedan inmediatamente y en todos los casos en que ello sea posible a elaborar las formas adecuadas para el paso de la socialdemocracia a la actuación pública, sin rehuir en este terreno los choques con las fuerzas armadas del gobierno” (Proyecto de resolución acerca del problema de la actuación política del POSDR, 19 de abril (2 de mayo), de 1905)

“Mi tarea consiste en exponer cómo está planteado el problema de la participación de la socialdemocracia en un gobierno provisional revolucionario. (…) este problema no nos interesa tanto, considerado en relación con la situación práctica como porque nos ha sido impuesto por una polémica de prensa. (…) La cosa se ha convertido en un problema teórico inaplazable, que es necesario esclarecer. Se trata del problema de la claridad de nuestros objetivos. (…) Martínov sostiene que una participación decidida en la insurrección nos pondría ante el grave peligro de que el proletariado nos obligase a asumir el poder. (…) A propósito de esta peculiar referencia al peligro de una victoria en la lucha contra la autocracia, hubo de preguntar Vperiod a Martínov y a L. Mártov de qué se trataba, si de la dictadura socialista o de la dictadura democrática. Se nos citan las famosas palabras de Engels sobre la peligrosa situación en que se coloca el dirigente situado en el poder en nombre de una clase que no se halla todavía en sazón de asumir la dominación total. En Vperiod, hemos puesto en claro que Engels quiere referirse a la peligrosa situación del dirigente cuando éste comprueba post factum la divergencia existente entre los principios y la realidad, entre las palabras y los hechos. Semejante divergencia trae consigo un descalabro en el sentido de una catástrofe política, no en el de derrota física. (…) Si lanzamos la consigna de la insurrección, no tenemos derecho a asustar a la socialdemocracia con la perspectiva de que llegue a triunfar. (…) (Lenin, Informe sobre la participación de la socialdemocracia en un gobierno provisional revolucionario, 18 de abril (1 de mayo) de 1905)


“… d) independientemente de la posibilidad de una participación de la socialdemocracia en el gobierno provisional revolucionario, deberá propagarse en las más amplias capas del proletariado la idea de que el proletariado, armado y dirigido por la socialdemocracia, tendrá que ejercer constante presión sobre el gobierno provisional para defender, consolidar y ampliar las conquistas revolucionarias”(Proyecto de resolución sobre el gobierno provisional revolucionario, escrito antes del 18 de abril (1 de mayo) de 1905).

Lenin y la lucha armada (II)

Este envío es de un texto de Lenin, a los pocos días del domingo sangriento (9 de enero de 1905), en el que las tropas del zar atacaron una manifestación que llevaba un petitorio de diversas reivindicaciones propias del movimiento obrero, como la jornada laboral de 8 horas.
Lenin rápidamente caracteriza el movimiento huelguístico que se genera a partir de esta masacre como el inicio de la revolución y plantea la necesidad del armamento de los trabajadores.



El comienzo de la revolución en Rusia. Vperiod, número 4, 31 (18) de enero de 1905.

Ginebra, miércoles 25 (12) de enero de 1905.

En Rusia están produciéndose formidables acontecimientos históricos. El proletariado se ha levantado en contra del zarismo. El gobierno lo ha empujado a la insurrección. Ahora, apenas cabe ya dudar de que el gobierno, deliberadamente ha dejado que el movimiento de huelga se desarrollara, relativamente, sin tropezar con obstáculos, hasta llegar a convertirse en una gran manifestación, porque deseaba tener un pretexto para hacer entrar en acción a la fuerza armada. ¡Y ha logrado que se proponía! Miles de muertos y heridos: he ahí el balance del domingo sangriento, del 22 (9) de enero en Petesburgo. Las tropas han obtenido una victoria sobre los obreros inermes, sobre las mujeres y los niños. Han arrollado al enemigo, haciendo fuego sobre los obreros tirados sobre el suelo “¡Les hemos dado una buena lección!”, exclaman ahora, con inexpresable cinismo, los servidores del zar y sus lacayos europeos del campo de la burguesía conservadora.

¡Sí, ha sido una gran lección! Y el proletariado ruso no la olvidará. Las carpas de la clase obrera menos preparadas, las más atrasadas, que se aferraban ingenuamente a la fe en el zar y deseaban de todo corazón hacer llegar “al zar en persona” las súplicas del pueblo atormentado: todas ellas, han recibido una lección de la fuerza armada dirigida por el zar o por su tío, el gran príncipe Vladimir.

La clase obrera ha recibido la gran lección de la guerra civil: la educación revolucionaria del proletariado ha avanzado en un solo días más que en meses y en años de gris y medrosa vida cotidiana. El grito del heroico proletariado petersburgués: “¡La libertad o la muerte!”, resuena ahora como un eco a lo largo de toda Rusia. Los acontecimientos se han desarrollado con una velocidad vertiginosa. La huelga general en Petersburgo se extiende. Se ha paralizado toda la vida industrial, social y política. El lunes 23 (10) de enero, cobran mayor ímpetu los choques de los obreros con las tropas. A pesar de lo que aseguran los mentirosos comunicados del gobierno, corre la sangre en muchísimas partes de la capital. Se levantan los obreros de Kolpin. El proletariado se arma y arma al pueblo. Se dice que los obreros han ocupado el arsenal de armas de Siestroretsk. Los trabajadores se proveen de revólveres, se forjan armas en sus talleres, se procuran bombas para luchar desesperadamente por la libertad. La huelga general se extiende a las provincias. En Moscú, abandonan el trabajo diez mil personas. Para mañana (jueves, 26 [13] de enero) está anunciada en Moscú la huelga general. En Riga, ha estallado la revuelta. Los obreros se manifiestan en Lodz, se prepara la insurrección en Varsovia y en Helsingfors se realizan manifestaciones del proletariado. Crece la fermentación entre los obreros y se extiende la huelga general en Bakú, Odesa, Kiev, Járkov y Kovno. En Sabastópol arden los almacenes y el arsenal de la marina y las tropas se niegan a disparar sobre los marinos sublevados. Huelga en Reval y en Sarátov. Choques armados de los obreros y los reservistas en Radom.

La revolución se extiende. El gobierno comienza a inquietarse. Trata de pasar de la política de sangrientas represalias a las concesiones económicas y de salir del paso con una limosna o con la promesa de la jornada de nueve horas. Pero la lección del día sangriento no puede haber sido estéril. La reivindicación de los obreros insurrectos de Petersburgo –que se convoque sin demora a la asamblea constituyente, sobre la base del sufragio universal, igual, directo y secreto- se convertirá, necesariamente, en la reivindicación de todos los obreros huelguistas. Derrocamiento inmediato del gobierno: tal es la consigna con la que incluso los obreros petersburgueses que antes creían en el zar han contestado a la matanza del 9 de enero por boca de su jefe, el cura Gueorgui Gapón, quien declaraba, a raíz de dicha matanza: “Ya no tenemos zar. Un río de sangre separa al zar del pueblo. ¡Viva la lucha por la libertad!”.

¡Viva el proletariado revolucionario!, decimos nosotros. La huelga general pone en pie y moviliza a masas cada vez más extensas de la clase obrera y de los pobres de las ciudades. El armamento del pueblo se ha convertido en una de las tareas más urgentes del momento revolucionario.

Solamente el pueblo armado puede ser el verdadero baluarte de la libertad popular. Y cuanto antes logre el proletariado armarse y más tiempo logre mantenerse en su posición militar huelguista – revolucionaria, antes comenzarán a vacilar las tropas y más se multiplicarán, entre los soldados, las gentes que acabarán dándose cuenta de lo que tienen que hacer, que abrazarán la causa del pueblo en contra de los tiranos, en contra de los asesinos de obreros inermes y de sus mujeres y sus hijos. Cualquiera que sea el desenlace de la actual insurrección de Petersburgo, será a no dudarlo, inevitable e inexorablemente, la primera fase de otra insurrección más amplia, más consciente y mejor organizada. Tal vez logre el gobierno aplazar la hora del ajuste de cuentas, pero este aplazamiento sólo hará que el próximo combate de la ofensiva revolucionaria sea todavía más grandioso. La socialdemocracia aprovechará el intervalo para dar todavía mayor cohesión a las filas de los combatientes organizados y hacer que llegue a todas partes la noticia de la iniciativa de los obreros petersburgueses. El proletariado se sumará a la lucha, abandonando fábricas y talleres y proveyéndose de armas. Las consignas de la lucha por la libertad se extenderán más y más entre la población pobre de las ciudades y entre los millones de campesinos. Se formarán comités revolucionarios en todas las fábricas en todos los barrios de las ciudades, en todas las aldeas importantes. El pueblo insurrecto acometerá la obra de derrocar todas las instituciones de gobierno de la autocracia zarista y de proclamar sin demora la convocatoria de la asamblea constituyente.

El inmediato armamento de los obreros y de todos los ciudadanos en general, la preparación y organización de las fuerzas revolucionarias para aplastar a las autoridades e instituciones del gobierno: he ahí la base práctica sobre la que pueden y deben agruparse todos los revolucionarios para atacar juntos. El proletariado por su parte, deberá seguir siempre su camino independiente, estrechamente unido al partido socialdemócrata, sin perder de vista su grandiosa meta, que es emancipar a toda la humanidad de cualquier clase de explotación. Pero, esta independencia del partido socialdemocrático no debe hacernos olvidar nunca la importancia de la ofensiva revolucionaria común, en los momentos de verdadera revolución. Nosotros, los socialdemócratas, podemos y debemos proceder independientemente de los revolucionarios de la democracia burguesa y salvaguardar la independencia de clase del proletariado, pero debemos marchar mano a mano con ellos durante la insurrección, en la ofensiva abierta contra el zarismo, en la resistencia frente a las tropas, en el asalto contra las bastillas del aborrecido enemigo de todo el pueblo ruso.

El proletariado del mundo entero tiene ahora puestos sus ojos, con febril impaciencia, en el proletariado de toda Rusia. El derrocamiento del zarismo en Rusia, heroicamente iniciado por nuestra clase obrera, hará cambiar el rumbo de la historia de todos los países, facilitará la causa de los obreros de todas las naciones, de todos los Estados, de todos los rincones y confines de la tierra. Todo socialdemócrata, todo obrero con consciencia de clase debe tener presente cuán grandiosos son los deberes que ahora hecha sobre sus hombros esta lucha de todo el pueblo. No debe olvidar que representa también las necesidades y los intereses de todos los campesinos, de toda la masa de los trabajadores y explotados, del pueblo todo, frente al enemigo de todo el pueblo. El ejemplo de los heroicos proletarios de Petersburgo se alza ahora ante los ojos de todos.

¡Viva la revolución!

¡Viva la insurrección del proletariado!

lunes, 5 de mayo de 2014

Lenin y la lucha armada (I)


Esta es el primer envío de una serie de textos de Lenin y de Trotsky que tratan la cuestión de la lucha armada y su puesta en práctica. Los de Lenin son textos, en general, poco conocidos y visitados y, en algunos casos, ni siquiera están subidos en castellano a la web.

La mayoría de los textos de Lenin son del período que va desde principios de 1905 hasta 1907, es decir, desde el inicio de la primera revolución rusa, hasta su cierre. Los voy a ir subiendo por orden cronológico.

El criterio que me inspira está plasmado en este primer texto. Es deber de los revolucionarios armar al pueblo con el ardiente deseo de armarse, y esta tarea es válida para todo tiempo y lugar, aún cuando no esté planteado en determinada coyuntura la realización práctica de ese deseo. Sin embargo, muy pocas organizaciones revolucionarias argentinas se han dado esa política. Quien mejor la desarrolló fue el PRT desde 1968 (IV Congreso), hasta 1976, lo que no implica que esté exenta de críticas. Porque, además, cuando fue necesario pasar a las tareas prácticas también lo hizo, no quedándose atascado en la mera propaganda.

¿Debemos organizar la revolución?, Vperiod, n° 7, 21/02/1905 (06/03/1905).

Hace de esto mucho, mucho tiempo, más de un año. En el seno del partido ruso habían surgido, según el testimonio de un conocido socialdemócrata alemán, Parvus, “discrepancias de principio”. La tarea política más apremiante del proletariado era la lucha contra los excesos del centralismo, contra la idea de “mandar” a lo sobreros desde una Ginebra cualquiera, contra la exageración de la idea una organización de agitadores, de una organización de dirigentes. Tal era la profunda, firme e inconmovible convicción del menchevique Parvus, expresada en un boletín titulado Aus der Weltpolitik (“En torno a la política mundial”) de 30 de noviembre de 1903, publicación que aparecía semanalmente en alemán.

Al buen Parvus se le dijo entonces (véase la carta de Lenin a la Redacción de Iskra, diciembre de 1903) que había sido víctima del chismorreo, que aquello en que él veía una discrepancia de principio no era más que el producto de mezquinas querellas y que el rumbo ideológico de la nueva Iskra, que comenzaba ya a manifestarse, era un rumbo hacia el oportunismo. Parvus se calló, pero sus “ideas” acerca de la exageración de una organización de dirigentes fueron recogidas y mascadas y vueltas a mascar bajo cien formas distintas por los neoiskristas.

Catorce meses han transcurrido desde aquello. La desorganización de la labor del partido por los mencheviques y el carácter oportunista de su propaganda se han puesto claramente de manifiesto. El 9 de enero de 1905 reveló la reserva verdaderamente gigantesca de energía revolucionaria acumulada por el proletariado y todas las insuficiencias de la organización de los socialdemócratas. Parvus lo pensó mejor. Envió a Iskra un artículo, publicado en el número 85, que representa, en el fondo, un retorno total de las nuevas ideas de la nueva Iskra oportunista a las ideas de la vieja Iskra revolucionaria. “Había surgido un héroe –dice Parvus, refiriéndose a Gapón-, pero no un dirigente político, ni un programa de acción, ni una organización […] Se manifestaron los trágicos resultados de la falta de una organización […] Ninguna cohesión entre las masas, todo se producía sin plan, no había un centro coordinador, ni un programa que orientara la acción […] El movimiento declinó, por falta de una organización coordinadora y dirigente”. Y Parvus da la consigna que ya nosotros señalábamos en el número 6 de Vperiod : “organizar la revolución”. Parvus llega, bajo la influencia de las enseñanzas de la revolución, a la convicción de que, “bajo las condiciones políticas imperantes, no podemos organizar a estos cientos de miles” (se refiere a la masa dispuesta a lanzarse a la insurrección). “Pero sí podemos –dice con acierto, repitiendo con ello una vieja idea del libro ¿Qué hacer? –sí podemos crear una organización que sería un fermento aglutinante y que a la hora de la revolución agruparía en torno suyo a estos cientos de miles”. “Deben organizarse círculos obreros con la tarea claramente definida de preparar a las masas para la insurrección, agruparlos durante ésta en torno suyo y comenzar la insurrección al lanzarse una determinada consigna.”

¡Por Fin!, exclamamos con alivio, al encontrarnos con estas viejas y justas ideas, que yacían cubiertas de escombros en el basurero de la nueva Iskra. Por fin, escuchamos la voz de un socialdemócrata que no se postra de hinojos ante la retaguardia de la revolución, sino que señala sin miedo la tarea de apoyar a la vanguardia revolucionaria.

Como es natural, los neoiskristas no podían estar de acuerdo con Parvus. “La Redacción de Iskra no comparte todas las ideas desarrolladas por el camarada Parvus”, leemos en una Nota de la Redacción.

¡Naturalmente! ¡No faltaría más sino que “compartieran” las ideas que “se dan de bofetadas” con todas las charlatanerías oportunistas desarrolladas por ellos durante año y medio!

¡”Organizar la revolución”! Pero nosotros tenemos al ingenioso camarada Martínov, quien sabe que una revolución es el producto de la transformación operada en las relaciones sociales, que una revolución no puede ser estatuida. Martínov se encargará de enmendarle la plana a Parvus y de demostrar que aun cuando éste quisiera referirse a la organización de la vanguardia de la revolución, esto es una “estrecha” y funesta idea “jacobina”. Y a esto hay que añadir que nuestro ingenioso Martínov lleva de la mano a Mártov-Triápichkin, quien tiene el talento suficiente para ayudar a sus lectores a profundizar todavía más y que sin duda es capaz de sustituir la consigna de “organizar la revolución” por la de “desencadenar la revolución” (véase número 85).

Sí, querido lector, esta es, cabalmente, la consigna que se nos ofrece en un artículo editorial de Iskra. Parece que hoy en día basta con “soltar” la lengua y largarse en una incontenible charla – proceso o a un proceso – charla, para escribir artículos orientadores. El oportunista necesita siempre de consignas que, vistas de cerca, no contengan más que frases sonoras, como una especie de decadente acrobacia verbal.

Organizar y organizar, repite Parvus, como si de pronto se hubiese vuelto bolchevique. No comprende, el desgraciado, que la organización es un proceso (número 85 de Iskra y, en especial, los espléndidos folletones de la espléndida Rosa). No sabe, el pobrecito , que con arreglo a todo el espíritu del materialismo dialéctico, no sólo la organización, sino también la táctica es un proceso. Le da vueltas y más vueltas a la organización como plan, cual un “conspirador”. Se imagina, como un “utopista”, que puede uno lanzarse sin más ni más, ¡Dios nos libre!, a organizar el segundo o el tercer congreso del partido.

¡Y a qué monstruosidades de “jacobinismo” ha descendido este Parvus! “Comenzar la insurrección, al lanzarse una determinada consigna”, ¡qué horror! Esto es, en realidad, mucho peor que la idea de “estatuir” la insurrección, refutada por nuestro famoso Martínov. Positivamente, Parvus necesita aprender a Martínov. Parvus necesita leer el número 62 de Iskra, por cuyo editorial se enterará cuán funestas y “utópicas” ideas acerca de la preparación de la insurrección se difundían extemporáneamente en nuestro partido por los años 1902 y 1904. Parvus necesita leer el prólogo de Axelrod al folleto de “Un Obrero” para enterarse de cuán “profunda, maligna y directamente aniquiladora para el partido” es “la úlcera (sic!) que amenaza a la socialdemocracia por parte de quienes “cifran todas sus esperanzas en las insurrecciones espontáneas de los elementos más atrasados, más carentes de conciencia y directamente embrutecidos de las masas populares.”

Parvus reconoce que es imposible organizar ahora a cientos de miles y pone en primer plano la tarea de “crear una organizacion que sería un fermento aglutinante”. ¿Cómo no van a retorcerse nuestros neoiskristas, al ver que se escriben en su periódico semejantes cosas? En efecto, ¿qué es una organización como fermento aglutinante si no una organización de revolucionarios profesionales, a la sola mención de cuyo nombre les da un síncope a nuestros neoiskristas?

¡Cómo le agradecemos a Iskra que haya publicado su editorial a la par con el artículo de Parvus! ¡Con cuánto relieve, destacan la veracidad, la confusión y la fraseología seguidista, junto a las claras, nítidas, directas y audaces consignas revolucionarias de la vieja Iskra! ¿No es acaso una frase hinchada y presuntuosa esa de que “se ha retirado de la escena la política de la confianza, para no volver a engañar ya nunca más ni a Rusia ni a Europa”? En efecto, basta tomar en la mano cualquier número de un periódico burgués europeo para darse cuenta de que ese engaño sigue surtiendo efecto. “El liberalismo moderado ruso ha recibido un golpe de muerte”. Confundir con la muerte del liberalismo su deseo “político” de agazaparse constituye una simpleza verdaderamente pueril. En realidad, el liberalismo está vivo, vive y acumula fuerzas. Y es precisamente ahora cuando se halla en los umbrales del poder. Cabalmente por ello se agazapa, para alargar la mano hacia el poder con tanta mayor seguridad y sin peligro, en el momento indicado. Cabalmente por ello tiene tanto interés en coquetear con la clase obrera. Hace falta ser miope en el más alto grado para tomar estos coqueteos (cien veces más peligrosos en los momentos actuales) por moneda de buena ley y declarar fanfarronamente: “El proletariado, libertador de la patria, el proletariado, vanguardia de toda la nacón, ha sido reconocido en estos días por la opinión pública de los elementos progresivos de la burguesía liberal – democrática en su heroico papel”. ¡Cuándo acabarán de enterarse los señores neoiskristas de que los burgueses liberales reconocen al proletariado como héroe precisamente porque este proletariado que ha asestado un golpe al zarismo no es todavía lo bastante fuerte, no es todavía lo bastante socialdemocrático para conquistar la libertad que él mismo quiere! ¡Cuándo acabarán de comprender que no tenemos ninguna razón para sentirnos orgullosos de esas zalamerías liberales, sino que debemos prevenir al proletariado en contra de ellas y hacerle ver cuáles son los motivos ocultos de tales zalamerías! ¿Es que vosotros no los véis? ¡Por lo menos, podréis escuchar lo que declaran los fabricantes, los comerciantes y los bolsistas acerca de la necesidad de una constitución! ¿Verdad que estas declaraciones hablan muy claro en favor de esa afirmación de que el liberalismo moderado ha muerto? Mientras los charlatanes liberales pronuncian frases sobre el heroísmo de los proletarios, los fabricantes piden en voz alta e insistentemente una constitución, aunque sea moderada ¡así están las cosas, mis estimables “dirigentes”!*

Verdaderamente insuperables son las consideraciones que hace Iskra acerca del problema del armamento. La "labor de armar al proletariado y de estructurar sistemáticamente una organización que garantizara el que el ataque del pueblo contra el gobierno se efectúe en todas partes y simultáneamente” es, se nos dice, una tarea “técnica” (¡?). Pero nosotros estamos, naturalmente, muy por encima de la vil técnica y miramos al fondo de las cosas. “Por muy importantes que ellas [las tareas “técnicas”] puedan ser, no es en ellas donde radica el centro de gravedad de nuestra labor de preparar a las masas para insurrección […] Todo esfuerzo de las organizaciones ilegales será baldío si no saben pertrechar al proletariado de un arma insustituible, que es la ardiente necesidad de atacar a la autocracia y de armarse con ese fin. A ellos deberán ir dirigidos nuestros esfuerzos: a la propaganda de masas del armamento del propio con el fin de la insurrección” (las dos frases últimas, subrayadas por el autor).

Sí, sí, es esta una concepción realmente profunda del problema, muy otra que la del estrecho Parvus, quien desciende casi hasta el “jacobinismo”. El centro de gravedad no radica en la labor de armarse ni en la estructuración sistemática de una organización, sino en armar al pueblo con la ardiente necesidad de armarse y, concretamente, de armarse a sí mismo. ¡Qué ardiente sentimiento de vergüenza por la socialdemocracia siente uno ante esas trivialidades propias de filisteos, que tratan de tirar de nuestro movimiento hacia atrás! Armar al pueblo con la ardiente necesidad de armarse constituye una tarea permanente y general de la socialdemocracia, valedera siempre y en todas partes, tarea que lo mismo sirve para el Japón que para Inglaterra, para Alemania lo mismo que para Italia. Donde quiera que existen clases oprimidas y en lucha contra la explotación, la propaganda socialista las pertrecha siempre y desde el primer momento con la ardiente necesidad de armarse, y esta “necesidad” existe desde el momento mismo en que se inicia el movimiento obrero. La socialdemocracia tiene simplemente la misión de convertir esa ardiente necesidad en una necesidad consciente, para que quienes la sienten reconozcan la necesidad de organizarse y actuar con arreglo a un plan y aprendan a tomar en cuenta todo el conjunto de factores políticos que concurren. Fíjese usted, por favor, señor redactor de Iskra, en cualquier mitin de los obreros alemanes y se dará usted cuenta de qué odio, digamos contra la policía, enciende lo rostros, de qué sarcasmos henchidos de ira menudean, de cómo se cierran los puños. Pues bien ¿cuál es la fuerza que hace contenerse a estar ardiente necesidad de acabar inmediatamente con los burgueses y sus lacayos, que se burlan del pueblo? Es la fuerza de la organización y de la disciplina, la fuerza de la conciencia, la conciencia de que los asesinatos individuales carecen de sentido, de que aún no ha llegado la hora de la lucha revolucionaria seria, de que no se da todavía el conjunto de factores políticos adecuados para ello. He ahí la razón de por qué los socialistas en esas circunstancias, no dicen al pueblo:  ¡armaos!, pero en cambio, lo pertrechan y pertrecharán siempre (de otro modo no serían tales socialistas, sino vacuos charlatanes) con la ardiente necesidad de armarse y de atacar al enemigo. Y cabalmente estas condiciones del trabajo cotidiano son las que ahora distinguen a las relaciones imperantes en Rusia. Precisamente por ellos los socialdemócratas revolucionarios que hasta ahora jamás han gritado: ¡a las armas!, pero que han procurado siempre pertrechar a los obreros con la ardiente necesidad de armarse; precisamente por ello, todos los socialdemócratas revolucionarios han lanzado ahora la consigna de ¡a las armas!, siguiendo a los obreros, henchidos de iniciativa revolucionaria. Pues bien, es precisamente en este momento cuando por fin se ha lanzado esta consigna, cuando Iskra proclama que el centro de gravedad no reside en el armamento, sino en la ardiente necesidad de armarse a sí mismos. ¿Qué es esto sino un estéril razonamiento intelectualista, una desesperada salida a los Triápichkin? ¿Acaso estas gentes no tiran del partido hacia atrás, tratando de llevarlo de las apremiantes tareas de la vanguardia revolucionaria a la contemplación de la “parte trasera” del proletariado? Y esta increíble trivialización de nuestras tareas no responde precisamente a las cualidades individuales de tal o cual Triápichkin, sino a toda su manera de pensar, insuperablemente formulada en los tópicos de la organización – proceso o de la táctica – proceso. Por sí sola, esta actitud condena al hombre, inevitable e irremediablemente, a sentir miedo ante toda consigna determinada, a eludir temerosamente todo “plan”, a retroceder ante la audaz iniciativa revolucionaria, a cavilar y a darle vueltas y más vueltas a la vieja papilla, a tener miedo de precipitarse, y todo esto en momentos en que los socialdemócratas marchamos, manifiestamente, a la zaga de la actividad revolucionaria del proletariado. Bien se puede afirmar que, aquí, los muertos mandan sobre los vivos, que las teorías muertas de Rabócheie Dielo han infundido también, irremediablemente, su soplo de muerte a la nueva Iskra.

Fijémonos en la argumentación de Iskra acerca “del papel políticamente dirigente de la socialdemocracia como vanguardia de la clase liberadora de la nación”. “Ese papel –se nos enseña- no podremos alcanzarlo ni retenerlo firmemente en nuestras manos por el hecho de que logremos apoderarnos totalmente de la organización técnica de la insurrección y de la realización de ésta”. Fijaos bien: ¡no podremos alcanzar el papel de vanguardia si logramos apoderarnos totalmente de la realización de la insurrección! ¡Y estas gentes hablan todavía de vanguardia! Tienen miedo a que la historia les imponga el papel dirigente en la revolución democrática, piensan con espanto en que puedan verse obligadas a “realizar la insurrección”. Les baila en la cabeza la idea –lo que ocurre es que no se deciden todavía a expresarla en las columnas de Iskra- de que la organización socialdemócrata no debería “realizar la insurrección”, debería tender a tomar totalmente en sus manos el paso revolucionario hacia la república democrática. Estos incorregibles girondinos del socialismo barruntan aquí un monstruoso jacobinismo. No comprenden que cuanto mayor sea al ahínco con que nos esforcemos en toar en nuestras manos la realización de la insurrección mayor será la parte de esta obra que tomaremos en nuestras manos y que cuanto mayor sea esta parte, menor será la influencia de la democracia antiproletaria o no proletaria. Ellos quieren, incondicionalmente, marchar a la cola e incluso cavilan una especial filosofía seguidista: Martínov ha comenzado ya a exponer esta filosofía, y es muy probable que, sin tardanza, la lleve a su remate en las páginas de Iskra.

Intentad analizar, paso a paso, su argumentación:
“El proletariado conciente, apoyándose en la lógica del proceso espontáneo del desarrollo histórico, se aprovechará para sus fines de todos los elementos de organización y de todos los elementos de agitación que brinda el momento de la víspera de la revolución”…

¡Magnífico! Lo que ocurre es que el aprovechar todos los elementos significa cabalmente el asumir totalmente la dirección. Iskra se da de bofetadas a sí misma y, percatándose de ello, se apresura a añadir:

…”sin dejarse inducir a engaño en lo más mínimo por el hecho de que todos estos elementos le sustraen una parte de la dirección técnica de la misma revolución, con lo que, queriendo o sin querer, contribuyen a llevar nuestras reivindicaciones al seno de las capas más atrasadas de la masa popular”.

¿Comprende usted algo lector? ¿¡Aprovecharse de todos los elementos, sin dejarse inducir a engaño por el hecho de que nos sustraen una parte de la dirección!? ¡Pero, por favor, señores! Si nosotros nos aprovechamos realmente de todos los elementos, si nuestras reivindicaciones las hacen realmente suyas aquellos de quienes nos aprovechamos, esto querrá decir que, lejos de arrebatarnos la dirección, adoptarán la dirección nuestra. Y si, por el contrario, todos estos elementos nos arrebatan realmente la dirección (y, por supuesto, no sólo la dirección “técnica”, pues separar el lado “técnico” del lado político de la revolución constituye el mayor de los absurdos), entonces no nos aprovecharemos nosotros de ellos, sino que se aprovecharán ellos de nosotros.

“Nos alegraríamos si, después del sacerdote que ha popularizado entre las masas la separación de la Iglesia y el Estado, exigida por nosotros, y después de la asociación obrera monárquica que ha organizado un desfile del pueblo ante el Palacio de Invierno, la revolución rusa se viese enriquecida con un general que encabezara como el primero las masas populares en el último combate contra las tropas zaristas o con un funcionario que fuese el primero en proclamar oficialmente el derrocamiento del zarismo”.

Sí, también a nosotros nos alegraría eso, aunque bien quisiéramos que el sentimiento de la alegría ante la posibilidad de lo agradable no ofuscara nuestra lógica. ¿Qué quiere decir lo de que la revolución rusa se enriquezca con un cura o con un general? Quiere decir que el cura o el general se haga partidario de la revolución o jefe de ella. Estos “advenedizos” pueden ser partidarios totalmente concientes de la revolución o partidarios de ella no plenamente concientes. En el segundo caso (que es el más verosímil, tratándose de advenedizos), no debemos alegrarnos, sino lamentarnos de su falta de conciencia y tratar de corregirla y superarla con todas nuestras fuerzas. Y mientras no lo lográramos, mientras la masa marchara detrás de los jefes poco concientes, habría que afirmar que no era la socialdemocracia la que se aprovechaba de todos los elementos, sino éstos quienes se aprovechaban de ella. Un partidario de la revolución, hasta ayer cura, general o funcionario, puede ser un demócrata burgués lleno de prejuicios y, mientras los obreros marchen tras él, será la democracia burguesa la que “se aprovechará” de los obreros. ¿Está claro esto para vosotros, señores neoiskristas? Pues bien, si está claro, ¿por qué le tenéis miedo a que se apoderen de la dirección los partidarios plenamente concientes de la revolución (es decir, los socialdemócratas)? ¿Por qué le tenéis miedo a que un oficial socialdemócrata, por su propia iniciativa y por mandato de esta organización, “se apodere totalmente” de las funciones y tareas de vuestro supuesto general?

Pero volvamos a Parvus. Este pone fin a su excelente artículo con la excelente propuesta de “echar por la borda” a los desorganizadores. La eliminación de los desorganizadores es, como se ve por las noticias que publicamos bajo el título “Del partido”, la consigna que con mayor pasión y mayor decisión defiende la mayoría de los socialdemócratas rusos. Eso es precisamente lo que hace falta, camarada Parvus, “echar por la borda” implacablemente, y los primeros de todos a esos héroes de la prensa socialdemócrata que, con sus “teorías” sobre la organización – proceso y la organización – tendencia, sancionaban y sancionan la desorganización. No basta con hablar de ello: hay que hacer. Hay que convocar inmediatamente a un congreso a todos los militantes del partido deseosos de que éste se organice. No limitarse a exhortaciones y a hablar a la conciencia, sino poner un ultimátum directo e inexorable a todos los vacilantes y a todos los pusilánimes, a los inseguros y a los escépticos para que se decidan. Desde el primer número de nuestro periódico, hemos puesto este ultimátum en nombre de la Redacción de Vperiod, en nombre de toda esa masa de los militantes rusos del partido, cuya cólera contra los desorganizadores es indescriptible. ¡Desembarazaos cuanto antes de ellos, camaradas, y entregaos, todos unidos, a la labor de organización! ¡Vale más contar con cien socialdemócratas revolucionarios que hayan aceptado la organización – plan que con mil Triapíchkines intelectuales que no sepan más que charlar acerca de la organización – proceso!

* Escritas ya las líneas anteriores, nos han llegado las siguientes noticias del campo liberal, que no dejan de tener interés. El corresponsal especial del periódico democrático - burgués alemán Frankfurter Zeitung en Petersburgo cita (en el número del 17 de febrero de 1905) las siguientes manifestaciones de un periodista liberal petersburgués acerca de la situación política: "Los liberales serían unos necios si no aprovecharan el momento presente. Tienen todos los triunfos en la mano, por haber sido lo suficientemente hábiles para enganchar a los obreros a su carro, y el gobierno carece ahora de hombres, ya que la burocracia no ha permitido que éstos surgieran". ¡Realmente, la santa simplicidad de la nueva Iskra tiene que ser muy grande, para hablar, en momentos como éstos, de la muerte del liberalismo!